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José Díaz Herrera y las mentiras de los mitos del nacionalismo vasco

«Los Mitos del Nacionalismo Vasco» y las mentiras de José Díaz Herrera (4)

El asesinato de los siete jóvenes requetés de Azkoitia

En esta serie de artículos he ido desgranando el “método” utiliza por José Díaz Herrera en “Los Mitos de Nacionalismo Vasco” para denigrar, fundamentalmente, al PNV. El hecho en sí no tiene mayor trascendencia, no sería más que sano ejercicio de libertad expresión. El problema que a base de omisiones, silencios pero, fundamentalmente mentiras, este ejercicio se convierte desde la ética periodística, en insano; y desde la mercantil, en “pufo”. A precio de ensayo periodístico nos vende un tebeo.

José Díaz Herrera no se corta un pelo a la hora de recurrir a la mentira. Se le podría incluso reconocer una gran creatividad a la hora de utilizarlas, tanto por la cantidad como por la variedad. Desde la mentira absurda y fácilmente demostrable hasta, en mi opinión, la más insidiosa.

Hasta ahora, los ejemplos de mentiras de esta serie de artículos sobre Los Mitos del Nacionalismo Vasco de José Díaz Herrera han sido fácilmente desmontables. A veces por medio de un clic del ratón o sencillamente leyendo la propia nota a pie de página del autor. Mentiras sin una gran trascendencia.

En este caso, el periodista chicharrero hila más fino, ya que sus acusaciones son de mucho mayor calibre y mucho más difíciles de rebatir. Ya que es muy difícil rebatir su versión si no aporta una fuente que poder contrastar, algo de lo que el autor es muy consciente. Así que, acusará al PNV de una serie de crímenes a sangre fría en la retaguardia republicana sin aportar el más mínimo atisbo de prueba o fuente, contradiciendo toda la historiografía anterior y los testimonios más cercanos.

El PNV siempre ha afirmado que los miembros del partido, tanto de base como dirigentes, no estuvieron implicados en los muchos asesinatos que se realizaron en retaguardia. No solo esto, sino que hicieron todo lo posible para salvar a los franquistas de la carnicería.

Es un mito con dos facetas: no se mancharon las manos de sangre inocente detrás del frente de guerra y salvaron de distintas maneras a muchos franquistas del furor revolucionario. Ayudándoles a escapar, escondiéndolos, colaborando con los canjes, etc…

Es uno de los mitos fundamentales del PNV en la Guerra Civil, de los que más caló en la sociedad vasca y el periodista canario utiliza toda su creativa “artillería” para derribarlo.

Es uno de los mitos que nuestro padre nos transmitió y de los que yo pensaba que exageraba. Me resultaba increíble que en un una guerra del SXX donde las masacres, genocidios y las guerras más crueles, aquí uno de los partidos contendientes no se hubiera manchado las manos de sangre inocente entre tanto crimen. Y como “veremos más adelante”, al final de la serie daré mi opinión, sobre este asunto.

Como ya explicamos en el primer artículo de la serie sobre José Díaz Herrera, la “artillería” del periodista consta de cantidad de “recursos literarios” que lo único que hacen es hurtar al lector un relato veraz. En este caso, en mi opinión, utiliza el que yo he bautizado “Calumnia que algo queda”. Adjudica al PNV crímenes de retaguardia en los que la historiografía ya adjudicado algún responsable que no es el PNV o los testimonios sobre la responsabilidad que no apuntaban a los jeltzales se han desvanecido con el paso de los años.

El autor nos irá describiendo una gran cantidad de crímenes de retaguardia y acusará al PNV directa o indirectamente de participar en ellos.

Ejemplo de este último tipo de acusación es el que viene a continuación. José Díaz Herrera adjudica a  “una patrulla del PNV” del asesinato de siete jóvenes requetés de Azkoitia:

Texto:
“Impacientes por unirse a los suyos, siete carlistas se fugan la noche anterior y salen al encuentro de los libertadores (sic).
Sorprendidos en Iraeta por una patrulla del PNV, que se había apoderado del monasterio de Loyola instalando allí el cuartel de Eusko Gudarostea, son pasados por las armas. El pacto de no agresión suscrito días antes con los nacionalistas, ante el cura Joaquín Azpiazu “por profesar ambos la religión católica”, no les salvó del piquete38
Nota:
38 José Arrizabalaga Arocena, Donato Azkoitia Aldalur, Juan Epelde Albisturi (sic), Félix Iriondo Segurola, José Iriondo Segurola, Juan Sodupe Arrizabalaga, y Juan José Iturbe Uranga”

«Los Mitos del Nacionalismo Vasco”-Pág 158
Las-mentiras-de-José-Díaz-Herrera-y-los-requetés-de-azkoitia
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Implícitamente el detalle del relato nos hace presuponer que hay una investigación en la que el autor, supuestamente, basaría tamaña incriminación. Sin embargo, los pocos lectores que bajen los ojos a la nota a pie de página se llevaran una pequeña decepción al no encontrar una fuente que avale nada.

El marido de mi tía era uno de los mandos de los gudaris de Loiola. Tengo un interés personal en saber de dónde ha «sacado» José Díaz Herrera esta versión. Y lo que es más importante, creo que a los familiares o descendientes de esos requetés asesinados se les debe una aclaración ante una acusación de tal magnitud.

Para el subconsciente del lector, que no baje los ojos, ese numerito diabólico (la gran mayoría) es una garantía que lo que dice Díaz Herrera está avalado por alguna fuente. La realidad es que él no acredita nada. Únicamente aporta el nombre de las víctimas y esto no es suficiente para respaldar su versión de los hechos.

En mi opinión, otro autor, tendría el beneficio de la duda, pero me temo que después de tanta mentira José Díaz Herrera carece de ello.

Por mi parte yo sí que he buscado testimonios de lo que sucedió. He de reconocer que me ha costado encontrar alguno contemporáneo. Primero hablé con un amigo de Azkoitia que me dijo: “Aquí todo el mundo lo sabe, fueron los anarquistas”.

Está bien, “fueron los anarquistas” pero para desenmascarar a José Díaz Herrera ante sus incautos lectores hará falta algo más sustancioso que eso. Al final buscando y rebuscando he encontrado varias indicios y relatos. A continuación pongo los que me parecen más claros.

La primera cita, de Simon Aranbarri Etxaniz, sacerdote nacido en Azkoitia y que vivió la Guerra Civil en su pueblo siendo un chaval de 11 años. Su padre era un conocido y significado carlista local. Aranbarri escribió en 1989 “Anai arteko borroka Azkoitian (1963-1939)”. Relatando en euskera las aventuras y desventuras de la Guerra Civil en Azkoitia.

Y como no, el asesinato de los siete requetés que huían de Azkoitia para reunirse con las tropas franquistas («libertadores» según Díaz Herrera) que se estaban acercando. Me he atrevido a traducirlo yo mismo y he intentado ser lo más literal y fiel posible al texto original. Es por eso que el texto resulta un tanto “acartonado”:

“El 20 de Julio al amanecer, retrocediendo y huyendo del frente, venía un gran grupo de milicianos de la CNT, pararon en ese caserío (Larrume Txiki-en Kuku-Herri). Todos con sus armas de fuego.

Por otro lado, ese domingo a la mañana, un gran grupo de azkoitiarras, desarmados, en hilera, ruidosamente, iban hacia el caserío.

Eran los presos que habían huido de la Torre Juin, el domingo a la mañana.

¿Por qué, la mayoría, cogieron el camino de Kuku Herri?

Por lo que parece, porque su intención era juntarse, cuanto antes, con los requetés que iban empujando en la vanguardia del Ejercito Nacional.

Y los más jóvenes del grupo, se dirigieron, rápido y aprisa. Para juntarse con ellos, fue en la zona de Larrume Txiki.

Para entonces, mientras subían la cuesta de Larrume Txiki, en la colina de arriba, les apareció un gran grupo.

¿Quiénes serán? ¿Serán de los nuestros? Se preguntaban entre ellos.

Subieron los últimos metros preocupados.

Enseguida, el grupo de la CNT, a modo de abanico, se abrió haciendo un gran círculo.

Los presos de la Torre Juin, sin embargo, subieron recto la última cuestecita.

Para el primer grupo retroceder era muy difícil.

De un lado y de otro, estaban dentro del alcance de fuego de los fusiles.

A los que iban, sin demasiado espacio, detrás del grupo de siete de avanzada, les olió mal desde el principio.

No se les veía, ni txapelas rojas, ni banderas rojigualdas, ni uniformes de requetés.

No se les oía ni gritar un “viva” (en español).

Por el otro lado, los milicianos…” ¡Hermanos vascos, venid!” (en español)

“¡Somos hermanos vuestros!,¡Subid!”(en español)…les debieron de gritar.

Los que iban por detrás de los siete primeros jóvenes, cuando se dieron cuenta de algo, gritando “¡No son de los nuestros!”, “¡No son requetés!”, “¡Son milicianos!”(en euskera), empezaron a correr cuesta abajo.

Hubo quien, saltando, bajando, lo pasó muy mal.

Entonces, los milicianos comenzaron a disparar desde arriba. Pero no hirieron a nadie.

Enseguida los primeros siete requetés fueron hechos prisioneros.

Sí que sería inquietante y digno de saber, la conversación entre el grupo de milicianos y los siete jóvenes requetés. Pero hay que quedarse sin saberlo.

Estos son los nombres de los siete jóvenes requetés azkoitiarras que cayeron en manos de los milicianos:

Iriondo Segurola Jose Gabriel, “Beixama”, 32 años.

Iriondo Segurola Felix Pedro, “Beixama”, 31 años.

Arrizabalaga Jose Francisco, “Biurri”, 30 años.

Iturbe Uranga Juan, “Zirkulo”, 24 años.

Epelde Albizuri Juan, “Mazeo”, 23 años.

Azkoitia Aldalur Donato, “Potte”, 22 años.

¿No hubo nadie, quien los viera, desde el momento que cayeron en manos de los milicianos, en la zona de Larrume?

Dicen que sí.

Esa mañana de domingo, el que es el guía y guardián de la “Casa Santa”, Javier Sudupe, los debió de ver.

Más que eso, al Sr Sudupe le dio mala espina desde el principio.

Pero, ¿qué hacer?

Esos jóvenes azkoitiarras, le debieron mirar como diciendo…” haz algo por nosotros”.

Pero como el Sr Sudupe, debió de reconocer después, “¿qué podía hacer yo contra ese grupo de milicianos?” …” pues no conocía a nadie”.

Los milicianos y los siete jóvenes detenidos, después de bajar por el camino de carros de Loyola, entraron en coches y camiones, atravesando Azpeitia y Zestoa, los llevaron hacia Iraeta.

Cuando llegaron al cruce de caminos de Iraeta, los obligaron a bajar de los camiones, los llevaron a un rincón entre los árboles y allí mismo los mataron a tiros.

“Anai arteko borroka Azkoitian (1936-1939)”-Pág 107-Simon Aranbarri Etxaniz

 “Un grupo de milicianos rojos en retirada les sorprendió y los hizo prisioneros, dándoles muerte acto seguido, pues les era más fácil asesinar a gente desarmada en la retaguardia que combatir cara a cara en primera línea”.

“La otra mitad”-Pág 134- Miguel de Legarra (periodista franquista donostiarra)

La siguiente cita del “El abrazo de los muertos” de José de Arteche. Un nacionalista, natural de Azpeitia, muy crítico con la represión republicana en Gipuzkoa. Cuando las tropas franquistas entraron en Donosti decidió arriesgarse y quedarse. Había sido uno de los miembros del GBB que votó en contra de tomar partido en la Guerra y respaldar a la República. Salvó a varias personas del furor revolucionario. Cuando los franquistas entraron no le dejaron otra opción que alistarse en sus filas mientras veía como amigos y ex-compañeros eran fusilados:

“Suenan en la calle tiros sueltos. Los cenetistas se entretienen disparando a las barricas de vino y bidones de aceite de la Alhóndiga municipal (Azpeitia). (Las hazañas de aquella partida culminaron con el asesinato de siete carlistas de Azcoitia a quienes apresaron cuando ya habían sido puestos en libertad. Llevándolos consigo en el auto de línea que usufructuaban, los asesinaron junto a la carretera, cerca del pueblo de Iraeta).”

“El abrazo de los muertos”-Pág 47-José de Arteche

Para escribir esta serie de artículos en respuesta a “Los Mitos del Nacionalismo Vasco” de José Díaz Herrera he priorizado leer la bibliografía utilizada sobre la Guerra Civil en el País Vasco por el propio periodista. Huelga decir que la mayor parte de de esa bibliografía no es precisamente favorable al nacionalismo vasco. En ningún de estos libros he leído que asesinato de los requetés azkoitiarras fuera responsabilidad de los jelkides.

Esta última cita la he puesto como guinda. Ya que José Díaz Herrera cita este libro como fuente bibliográfica (“Los Mitos del Nacionalismo Vasco”-pág 155-nota nº 31).

Es decir, el periodista chicharrero no solo no ha aportado ninguna fuente respaldando sus acusaciones. Tampoco puede alegar ignorancia.

En cuanto a la ruptura del “pacto de no agresión” mencionado por Díaz Herrera, me gustaría recordar que en Azkoitia antes de la guerra los carlistas superaban el 50% de los votos. El sacerdote Simon Aranbarri nos recuerda en su libro que no solo se castigó y humilló a los nacionalistas, que escondieron y ayudaron a escapar, entre muchos otros, al jefe de los tradicionalistas del pueblo. Su padre, carlista convencido, también lo fue porque las nuevas autoridades consideraron que no mostraba suficiente entusiasmo ante las «virtudes» del Glorioso Movimiento Nacional.

Los franquistas no solo cerraron las ikastolas. Los colegios también tuvieron que cerrar porque prohibieron a todos los profesores nacionalistas la docencia, como en el resto de pueblos. Prefirieron tener las escuelas cerradas y todos los niños sin clases durante meses mientras sustituían a estos.

Después de 40 años de gobierno ininterrumpido de derecha nacionalista española los azkoitiarras pudieron expresar, por fin, su opinión sobre este “pacto de agresión” y otras cuestiones.

Primeras elecciones municipales de la democracia (1979) el PNV lograba 10 concejales y los carlistas 2.

La derecha española acabó con toda presencia reseñable en todos y cada uno de los pueblos euskaldunes donde era una fuerza hegemónica. En 1979 los responsables de esta debacle, como proclama ese mito del nacionalismo español, no fueron ni la ETB ni las ikastolas .

Fueron ellos.

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