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Josu de Letona

Uno de los problemas de la política española es que produce, en muchos vascos, una especie de hipnosis. Como la mujer de Lot, que escapaba de Gomorra, al volverse y ver, algunos vascos quedan convertidos en estatua de piedra, sometidos a la fascinación del gallinero hispánico. Este articulito, el que estoy escribiendo, es un ejemplo de aquello que denuncia. Pero, a riesgo de ser autocontradictorio, como Pedro Chacón con la grafía de Gernika/Guernica, creo necesario hacer pública mi opinión, en dos sentidos. Primero, quisiera dar cuenta de los rasgos de la hispanidad política, que hacen que la geometría derecha-izquierda quede desdibujada por la hegemonía de la idiosincrasia carpetovetónica. Los políticos españoles de izquierda y de derecha son muy parecidos: partidarios del poder vertical del estado, viscerales, de una frivolidad suicida. Segundo, advertir a los vascos de los peligros que acarrean una identificación con esa política. Nos va en ello la salud mental, no sólo la sociopolítica.

Tras el revuelo de si Ione Belarra debe o no debe llevar sujetador o las vicisitudes de la ley trans, en la que la izquierda española ha seguido el camino de atragantamiento de derechos que mandó al precipicio el último proyecto de constitución chilena, la derecha española toma el relevo en eso de poner el grito en el cielo por un quítame aquí estas pajas. Alfonso Ussia, no podía ser otro, muestra en este artículo su capacidad para laborar una montaña de un electrón o de ahogarse en el pis del gato. ¿El motivo? Que la diputada de Junts, Miriam Noguera, relegó el visionado de la bandera española en una rueda de prensa.

Ussia cuenta en su haber un tratado de las buenas maneras que el mismo no se aplica. Después de una exhibición de sapiencia ornitológica llama “gansa” a la diputada, por expresar sus sentimientos respecto a la bandera española y el gesto de quitarla de su vista y de la vista de los televidentes. El argumentario de Ussia es el habitual de explicarnos la españolidad obligatoria a la que nos vemos impelidos por un accidente administrativo cual es la posesión del DNI, el que los españoles pagan a Miriam Nogueras su sueldo, el que somos europeos porque somos españoles, etc, etc. El señor Ussia se salta a la torera el latrocinio fiscal al que se ve sometido Cataluña y el principio democrático de que la diputada lo es tal por el voto de unos cuantos miles de catalanes, y no por la gracia de la españolidad. En todo caso, una identidad nacional no es algo que se imponga por decreto. A menos que consideremos (en ello la izquierda y la derecha española coinciden, incluida la izquierda abertzale) de que es un “estado” el que otorga tal identidad. Para cualquier nacionalista es su voto y su adscripción voluntaria, en ejercicio de sus derechos individuales, el que define su nacionalidad. Que esta sea bendecido por los poderes formales de la tierra viene más tarde.

La bandera española es un símbolo y no una persona con derechos y deberes. Su contenido sacro es un lastre que sobrelleva la democracia española respecto al franquismo. Es un escándalo que invita a la rechifla el que Ussia ponga el grito en el cielo porque una representante del pueblo catalán haga y diga algo respecto a un símbolo que a ella (y a otros muchos) no representa e incluso les causa repelús. Por eso mismo, dejemos a Ussia que entone el pasodoble que inmortalizó su maestra en esas lides, la impagable Marujita Díaz.

Dos cuestiones para finalizar. La visceralidad política española sube grados gracias a este tipo de cuestiones y supura odio contra vascos y catalanes como resultado de ello. No caigamos en el juego. El Parlamento español es español y está en España. Nuestro puesto, como vascos, está en el Parlamento de Gasteiz y en el de Iruña. Ahí debemos hacer nuestra política y ver los toros desde la barrera, si es necesario con algo de coña, pero sin propender a sumarnos a un gallinero nacional ajeno.

Segundo, como la izquierda abertzale no es capaz de levantar en Euskal Herria la gresca que le gustaría, se une alborozado a la bulla española, que le va tan bien. Esta izquierda neocarlista que ve en Madrid la fuente de sus oportunidades debe ser denunciada como lo que es: una quintacolumna de militantes internacionalistas. Dejemos que se cuezan en la salsa española, a la que aportan su particular aroma.

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3 comentarios en «La banderita»

  1. Gaur, Alfonso Ussiaren, El Debate-n, Zoe Valdések sinatutako artikulu bat Bartzelonako bi bikien suizidioa eta Kataluñako «dialecto»-aren inposaketa uztartzen.
    Lotsagarria.

  2. Desde el momente en que las políticas identitarias toman el control de las mentes la cosa se mueve entre la sorpresa y la decepción.

  3. Pero la bandera de españa ze encuentra allá de las identidades, tiene una grasia que no se pue aguanta.

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