Joxan Rekondo
Según Arizmendiarrieta, hay un sentido histórico de libertad, dignidad y justicia que prevalece en el carácter vasco. Desde luego, tiene suficientemente claro que no cabe hablar de justicia si se ignora la dignidad humana (I). Ciertamente, al ser humano le es propia una dignidad que se proclama con carácter universal, alcanzando a todas las personas desde su nacimiento. La negación de esta condición proviene de ideologías y regímenes antihumanistas y totalitarios.
Ha de entenderse que la dignidad humana contiene una potencialidad subjetiva, que se verifica en el proceso que lleva al ser humano de una individualidad dispersa y errática, inclinada a la satisfacción ‘sin esfuerzo’ de necesidades y apetitos (II), a una personalidad que tiende a autorrealizarse libre y responsablemente en lo social, al modo en que lo dice Maritain, “en una libertad real que asegura su dignidad en su existencia de cada día y en un estándar de vida verdaderamente humano” (III).
En este sentido, el mensaje y obra de Arizmendiarrieta se corresponde con un “espíritu de confianza en el hombre y en su capacidad” (IV), capacidad esta que se verifica en “un permanente despliegue de nuestras facultades y de reconstitución de un mundo que se nos ha dado para transformarlo más que para contemplarlo” (V). Destaca su convocatoria constante a los hombres libremente asociados, a los que insta a revivir “el sentido de libertad, dignidad y justicia, fehacientemente acreditadas en las instituciones tradicionales y democráticas de nuestra tierra y, por tanto, exponentes de la idiosincrasia de sus hombres” (VI). De esta idiosincrasia vasca fluye una fuerza “que se anida en lo más entrañable de sus hombres”, que nos llevaría “en Libertad conduciéndonos a un Comunitarismo democrático, dinámico, eficiente” (VII).
Hemos visto que los cuatro principios (persona, comunidad, libertad, solidaridad) que sostienen la experiencia que quiere impulsar Arizmendiarrieta. La integración de todos ellas promueve una idea de la libertad que se fundamenta en el sujeto individual, pero que solo se consuma a través de la cooperación solidaria. La persona como sujeto solo puede completarse en la solidaridad, lo que “significa aceptar al semejante, pero no sólo tal como es, sino también tal como debiera ser; tolerar sus limitaciones y defectos, pero no renunciando al buen impulso de acogerle para que los superara con nuestro servicio” (VIII).
Arizmendiarrieta prueba que, en torno a esta concepción de libertad, se puede catalizar un gran potencial cívico comprometido con la resolución de las necesidades sociales, puesto que el corolario natural de ella es el cumplimiento de las responsabilidades para con el conjunto de la sociedad, que solo al sujeto que es libre cabe demandar por causa de la propia libertad de la que dispone. Así, el círculo que se forma es virtuoso. Por un lado, “askatasun zaletasunak alkartasunera garoaz” (IX). Por otro, “alkartasun bidez guaz azkatasun alde” (X).
(I) JMA. Cristo Rey, 1950. SS, lib 02. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
(II) “No se puede concebir nada más grande para el hombre que una suerte que lo pone directamente en lucha con la necesidad desnuda, sin que pueda esperar nada sino de sí mismo, y tal que su vida sea una creación perpetua de sí mismo por sí mismo”. Simone Weil, Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social. TROTTA, 2015.
(III) Jacques Maritain. El hombre y el Estado. KRAFT, 1952.
(IV) JMA. Memoria 1971. CLP, lib.08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
(V) JMA. Valores irrenunciables. TU, agosto 1968
(VI) JMA. Memoria 1971. CLP, lib.08.
(VII) JMA. Valor convertible en fuerza. TU, octubre 1973
(VIII) JMA. Liberales y solidarios. TU, julio 1969
(IX) JMA. Gizonki ta euskaldunki. TU, Urria 1969
(X) JMA. Memoria 1971. CLP, lib 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.