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El genio vasco de la generación de Arizmendiarreta (3)

Joxan Rekondo

En los 60 del siglo XX, no hay un corte histórico, no se produjo una ruptura en la corriente principal del pensamiento vasco. El colectivo Arizmendiarrieta probó con los hechos que el mantenimiento de la ‘continuidad narrativa’ no impide el progreso, puesto que el ‘espíritu secular’ vasco se mostró vital, siendo capaz de orientar la adaptación y el resurgimiento que necesitaba el país.

En el marco de lo que Azurmendi llama ‘la guerra ideológica’ (i), una larga disputa con las izquierdas que surgieron y pivotaron en torno a las diferentes ETAs, la apelación de Arizmendiarrieta a ese espíritu fue abundante y se presentó como el eje en torno al que se fortaleció el discurso cooperativo en el grupo al que se dirigía. El gran defensor de la cooperación no evitaba la controversia, con el contraste de ideas y experiencias prácticas. Creía, además, que hay que buscarla abiertamente para verificar la validez de los valores en los que se decía creerii y, a partir de ahí, lograr que el abanico de partidarios de la democracia social y económica pudiera ampliarse. En este punto, Arizmendiarrieta creía que la mejor manera para expandirla y arraigarla firmemente era “apoyarla, contrastarla con utopías o soluciones mejores pero diferidas a situaciones hipotéticas de dudosa efectividad”(iii).

Sentido práctico y trabajo. Según Arizmendiarrieta, una de las características morales virtuosas del espíritu vasco es su inteligencia práctica, lo que le lleva a rechazar la conjetura y la retórica huecas y a
identificarse, por el contrario, con la conducta que busca “convertir la palabra en acción” (iv). El pueblo vasco había tenido que hacerse fuerte en “la lucha tenaz con la naturaleza”, que no le había privilegiado
con recursos físicos y materiales, y con “otras contrariedades que hayan podido llegar a su alma” (v).

Así se habría asentado el espíritu de un “Pueblo viejo y con solera de resistencia y capacidad renovadora” tan alejado de aventuras guerrilleras como del deterioro al que le llevaría refugiarse en el aburguesamiento (vi). La enseñanza derivada sería que la doctrina se elabora a base de experiencia, “la especulación tratamos de contrastarla con los hechos” (vii) y el espacio vital que habría que salvaguardar es el del trabajo, recurso decisivo para la promoción personal y comunitaria (viii).

La remisión al sentido práctico de los vascos puede precisarse algo más. Como característica de este espíritu, Arizmendiarrieta se refería también al “saber actuar en el ámbito de las posibilidades sin indiferencia ni renuncia a los ideales”, buscando aglutinar fuerzas y sin frustrar oportunidades abiertas para el bien comúnix. La convergencia es superior al conflicto. Pero, su fórmula estaba lejos de buscar la absorción o la asimilación de la diversidad ideológica bajo la hegemonía de un único pensamiento, puesto que creía que en la “aglutinación de fuerzas dispares” radicaba “la base del dinamismo y polivalencia de la acción cooperativa” (x).

Afirmar que, en la mayoría de las culturas antiguas, el trabajo no tenía valor moral no es ninguna novedad (xi). Un juicio que se mantiene constante a lo largo de casi toda la historia, tal y como se interpreta en un breve ensayo que se publica en el boletín cooperativo ‘TU’, y que solo queda sin efecto ante “los principios de valoración moral que hoy nos condiciona la aceptación de la dignidad humana” (xii).

Signifiquemos, por el contrario, que “ningún oficio es vil para el vasco”, lo que afirma con rotundidad Caro Baroja (xiii), fundamentando esta afirmación en una investigación de carácter etnológico. Esta singularidad se observa con mucha claridad en las observaciones de Arizmendiarrieta: “Siempre ha tenido solera en nuestros pueblos el espíritu de trabajo: hoy es general la preocupación de capacitarse para el trabajo mediante la formación profesional y técnica adecuada. No se hace difícil reconocer que el mejor recurso que nosotros tenemos para tratar de equipararnos a otros pueblos es precisamente nuestro potencial de trabajo, considerado tanto desde el punto de vista de habilidad como de valor moral”. Mientras que, en la mayor parte de Europa, eran la guerra y la ociosidad las características más relevantes del estatus de nobleza, el trabajo era “el título nobiliario más universalmente aceptado y admirado” entre los vascos.

En torno al eje del trabajo se produce el flujo continuo de nuestro tiempo histórico, que nos devuelve a la concepción de continuidad narrativa que evoca constantemente Arizmendiarrieta. A través de sus atributos se expresan “las esencias del pasado con las realidades del presente en la construcción de un orden social evolutivo”.

De acuerdo con la visión arizmendiana, el valor esencial del trabajo es el testigo que se transmiten entre sí las generaciones vascas que se van sucediendo, conformando un pueblo hecho en base al trabajo, más que a la naturaleza. Es el reconocimiento de lo que a ello han aportado las generaciones pasadas lo que contribuye a afianzar el compromiso de las actuales con las futuras: “Nos hace falta poca capacidad de análisis para aceptar que en cuanto a lo que nos hace más entrañable nuestra tierra, nuestra región, como más apetecible y llevadera la relación y la convivencia humana con el lubrificante de un bienestar, se lo debemos a la capacidad de trabajo de nuestros predecesores y conciudadanos”.

La conciencia del trabajo es activa y liberadora , una conciencia popular que inspira un proceso vital, no conservador o de resistencia al cambio, sino que debe constituirse en mecanismo que anticipe y acelere la transformación . Con el empuje de esta conciencia, el alto potencial de trabajo, el fuerte sentido asociativo y el sentido práctico característico de la comunidad vasca, Arizmendiarrieta veía grandes oportunidades de resurgimiento y promoción, a los que solo faltaba dar cauce: “Sin embargo, hasta ahora, no se ha dado cauce natural oportuno a toda esta riqueza y valor potencial de nuestro pueblo, porque no se ha sabido interpretarlo o, si se quiere, no se ha sabido darle una expresión y materialización definida, traducible en instituciones o entidades concretas alrededor de las cuales galvanizar un esfuerzo, justificar una dedicación”. Esto, que está escrito en 1965, choca frontalmente con aquel pesimismo radical de los que, en aquel mismo tiempo, justificaban la violencia porque no veían otro camino.

El discurso de Arizmendiarrieta no dejó de centrarse en el compromiso y el trabajo, de los que deberían tirar instituciones y entidades concretas. Sería la acción práctica de “las fuerzas vivas constituidas en la órbita del trabajo” el auténtico agente de liberación, los que habrían “promovido nuestra personalidad histórica” y en las que debíamos confiar .

Así la potencialidad radicada en la capacidad de trabajo de nuestras gentes, institucionalizada a través de estas fuerzas vivas, debería apoyarse en el sentido práctico tradicional para no correr aventuras que pudieran resultar frustrantes. La transformación debería evolucionar paso a paso, de manera continua, pero buscando “cambiar lo que efectivamente podemos cambiar; y sobre todo cambiar aquello que transformado pudiera sernos, mejor punto de apoyo para ulteriores evoluciones de toda índole” .

Cambiar lo que se puede cambiar, pero sin jugar de manera indolente, sino sacando el máximo provecho del potencial de transformación que dispone el capital humano y de las circunstancias en las que se actúa. Como diría aquel en el texto ‘Eusko jokabideak’: “Lañoetan gitxi aldatu genezakegunok lurraldean zerbait obeto eratu dagikegun. Iñoren baimenik gabe egin genezakeguzan eginkoak ez dira gitxi” (xxiii).

La cabecera de la revista del movimiento cooperativo es ‘Trabajo y Unión’, que Arizmendiarrieta identificaba con las demandas del pueblo vasco, y en la que se reflejaría “la sana filosofía social personalista y comunitaria” (xxiv) que quería ver desplegada. Realmente, la consigna ‘Trabajo y Unión’ se inscribe perfectamente en la conciencia popular a la que apela Arizmendiarrieta. Es la expresión del Auzolan traducida al castellano, que hace alusión a una institución de profunda raigambre en nuestro pueblo y remite a la gran potencialidad del trabajo en unión para la provisión del bien común.



i Azurmendi. Obr. Cit.
ii JMA. Un reto. TU, enero 1972
iii JMA. Una participación real. TU, diciembre 1972
iv JMA. Memoria 1971. CLP, lib. 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
v JMA. Memoria 1969. CLP, lib 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
vi JMA. Memoria 1969. CLP, lib 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
vii JMA. Contraste efectivo. TU, dic. 1970
viii JMA. Memoria 1972. CLP, lib. 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
ix JMA. Memoria 1971. CLP, lib.08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
x JMA. Contraste efectivo. TU, diciembre 1970
xi “El desprecio hacia el trabajo manual aparecido a muchos la contrapartida de la esclavitud al tiempo que se veía en él el origen del estancamiento de las técnicas el trabajo productivo ha sido una idea extraña al espíritu al espíritu antiguo el hombre pobre trabaja por necesidad; el hombre rico deja a los demás la preocupación de trabajar para mantenerlo y procurarle un lujo que aprecia, un poder al que aspira. Cuando la civilización antigua acaba, la condición del trabajador tiende a agravarse. Y no es la sociedad feudal la que valorizará la idea del trabajo, sino paradójicamente el capitalismo naciente que, reforzando la alienación del trabajador, dará al trabajo su auténtico valor, que no es otro que el de una actividad generadora de beneficios”. Claude Mossé. El trabajo en Grecia y Roma. Akal, 1980.
xii JMA. Humanismo e integración cooperativa. TU, diciembre 1965.
xiii Julio Caro Baroja, Los vascos. Istmo, 1971.
xiv JMA. Discurso 23-06-1960. CLP, lib.09. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
xv JMA. El trabajo: interés permanente. TU, junio 1968.
xvi JMA. Un ejemplo concreto: Ulgor en su clima. Estructura de Ulgor. CLP, lib. 10. Archivo  rizmendiarrieta, edición digital,
2008.
xvii JMA. Una posición en campo polémico. TU, marzo 1973
xviii JMA. Sin arrogancia ni falta modestia. TU, enero 1968
xix JMA. Memoria 1972. CLP, lib 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
xx JMA. Orientación general del desarrollo de Caja Laboral. 1965. CLP, lib. 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
xxi JMA. Una participación real. TU, diciembre 1972
xxii Id.
xxiii JMA. Eusko Jokabideak. TU, noviembre 1969.
xxiv JMA. Memoria 1970. CLP, lib. 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008

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