Imanol Lizarralde

El Juicio de Burgos fue una de las acciones publicitarias y de masas antifranquistas más efectivas; y también el germen que posibilitó que la organización armada ETA pudiera persistir su andadura politico-militar durante la transición democrática. Fue un llamado a la emocionalidad del pueblo vasco, con Marío Onaindia cantando el Eusko Gudariak frente a la corte franquista; y fue la deriva definitiva de la organización ETA a una ideología revolucionaria que los Presos de Burgos, en un manifiesto, declararon inequívocamente “marxista-leninista”. Examinemos al detalle ambas paradojas.

A principios de los años 70, el franquismo vivía una etapa de gran estabilidad. El desarrollo económico de los 60 consumó la “modernización” del Estado español. Las acciones de la oposición política eran como aguijonazos que prontamente remitían. Y aunque a fines de los 60 parecía que el movimiento obrero, dirigido principalmente por CCOO, planteaba una dinámica con cierta continuidad y éxito, todavía no era capaz de oscurecer ese panorama.

La detención y juicio de los militantes de una organización como ETA que a partir del asesinato de Manzanas no había ocasionado muchas más molestias, no parecía, en principio, un asunto grave. ETA se había dividido nuevamente y mientras los agrupados en la VI Asamblea se dedicaban a teorizar  y a producir textos, un puñado de otros militantes, que reivindicaban la V Asamblea, se lanzaron al activismo armado. Los enjuiciados en Burgos representaban una organización dividida y casi en bancarrota.

José Antonio Etxebarrieta consiguió cambiar radicalmente esta situación. Llamó, para la defensa, a diversos abogados que representaban, casi al pleno, todos los colores de la oposición política. Manejó los contactos internacionales que le iban a dar resonancia. E, invirtiendo los papeles, planteó el juicio como una denuncia del régimen. El carácter público del mismo y la existencia de los medios de comunicación modernos crearon un eco que provocó movilizaciones y luchas y una crisis de imagen del franquismo como no la había tenido en toda su historia.

La presencia de Etxebarrieta constituyó otra paradoja; pues era líder e ideólogo de ETA y también abogado defensor de sus militantes apresados. ETA se presentaba en sus dos aspectos, el legal (como un letrado de la corte cuya intervención era una denuncia política contra los propios jueces) y el ilegal (como conjunto de militantes político-militares enjuiciados por acciones armadas). En pleno franquismo, ETA había logrado desdoblarse y actuar a esos dos niveles.

El Juicio supuso una caja de resonancia de la ideología de ETA. ¿Cuál era esta? Los militantes encausados lo dejaron bien claro: “yo soy marxista-leninista”, “Gora Euskadi askatuta, vivan los trabajadores de España”. Eran gritos que expresaban las conclusiones de la V Asamblea, el internacionalismo, la conjunción de lo nacional y lo social desde la perspectiva maoísta (que remarcó el filósofo francés Jean Paul Sartre en el prólogo del libro dedicado al evento). Por eso, las consideraciones de que el Juicio sirvió para proclamar las teorías del “nacionalismo radical” (avaladas por algunos historiadores e incluso alguno de los participantes en el mismo) carecen de base alguna. También era algo preparado de antemano: había que apelar a la emoción de los nacionalistas vascos pero el fondo de las proclamas era diametralmente distinto.

Otra de las paradojas del Juicio fue el cambio de actitud del PNV. Antes, las relaciones entre los líderes de ETA y los del PNV eran muy malas. Las publicaciones de ETA insultaban ferozmente a los líderes del PNV y ninguneaban al Gobierno Vasco. La época de las malas maneras la había inaugurado, una década antes, Federico Krutwig, uno de los ideólogos más influyentes de ETA, cuando profirió que el Lehendakari Jesús María Leizaola merecía ser “fusilado de rodillas y por la espalda”. En la III Asamblea de 1964, ETA aceptó “unánimente que la labor del PNV es contraria a los intereses de la Liberación Nacional. Se aprueba, por tanto, ir a su destrucción”. Ante el peligro de muerte que corrían los encausados, los líderes del PNV, sentimentalmente motivados, colaboraron en la campaña a su favor.

Aquí entramos en la última de las paradojas. Algunos de los encausados, Marío Onaindia y Eduardo Uriarte son los casos más llamativos, han elaborado una teoría esquizofrénica de la historia que pretende guardar para ellos la gloria y el brillo de aquel momento histórico, reservando, para el nacionalismo vasco, el hedor de los cadáveres producidos por la organización que ellos, hay que decirlo, conminaron a que siguiese matando de forma multiplicada incluso una vez bien entrada la transición democrática, al menos hasta el año 1984.

Gracias al Juicio de Burgos ETA saltó a la palestra nacional, estatal e internacional ampliando sus conexiones y sus simpatías. Cuando el abogado de la organización, José Antonio Etxebarrieta, denunció, delante de los jueces franquistas, la represión desencadenada en Euskadi, estaba formulando el éxito de una estrategia de reproducción de la violencia revolucionaria que ha continuado durante tres décadas más. Los mártires, que luego fueron traidores, se convirtieron en verdugos.

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12 comentarios en «Las paradojas del Juicio de Burgos»

  1. Como me alegra que de vez en cuando, salga algún analista y diga la verdad de lo ocurido durante aquellos años locos en los que ETA (pm) siguió en su tesitura de la extorsión, el impuesto y los tiros en las rodillas y la cabeza y que no nos quieran vender la moto de que ellos fueron los chicos buenos esta historia macabra hasta el año 84. Sin duda que así fue y por mucho que quieran escribir un relato a su gusto como si hubieran matado con balas envueltas en chanel nº 5, no fue así y nuestro amigo Teo que ahora se las da de chico ejemplar y asesor de distintos asuntos históricos relacionados con lo que nos ocupa, haría bien, PIDIENDO PERDÓN, por toda esa historia terrible, como los demás han hecho y de paso, QUE ESCLAREZCA UNOS CUANTOS EPISODIOS QUE ESTÁN EN EL AIRE, como el de la cafetería Rolando y esto no va dirigido sólo a Teo y el difunto Mario, amigos íntimos de rosa Diez (Rosa de Egspaña), sino al resto de polimilis que debieran tener menos orgullo y más decencia histórica. Mucho piden a los milis que se flagelen por su pasado y mucho les achuchan, pero a sus primos hermanos, los polimilis, como están en sus filas escondiditos, parece que les han dado patente de corso. Eskerrik asko Imanol

  2. La constante obsesion de un sector JEL (bul tza) por denominar marxista-leninista a ETA es como depauperar a la resistencia francesa porque dentro de esa amalgama de resistentes habia comunistas, o judios ortodoxos, o troskistas, o aristocratas, o etc etc etc….

    El caso es que la unica resistencia activa vasca contra la ocupacion española en el ultimo siglo ha sido ETA, con sus defectos y excesos y con su amalgama de nacionalistas, marxistas, opusianos, revolucionarios, y varias cosas mas, que han ido mutando, variando, basculando de unas tendencias a otras a lo largo de los años.

    Tendria gracia que Petain criticara a la resistencia francesa aduciando «es que habia mucho rojo ahi, es que eran pro-stalinistas».

    Que JEL hubiera organizado una resistencia activa, no hubieramos necesitado a los «marxistas».

    Pero era, y es, mas facil la misa dominical y la tortilla de patatas en el monte.

  3. Pues si, en epocas de dictadura y ocupacion, los movimientos de resistencia del mundo entero suelen matar…..

  4. Interesante artículo, Imanol.
    Todavía, hace pocas semanas, discutía aspectos udeológicos con un milirante muy activo de EE y de los PM en aquella épica , sobre su verdadero abertzalismo y esencia nacional…. (su reivkndicacion era marxista leninista) Se han olvidado de muchas cosas, y pretenden hacer olvidar a la sociedad vasxa, , de que ETA PM siguió matando en democracia. Algo muy difícil de argumentar.

  5. Otro Bultza:
    “Hoy, articulando toda clase de gritos y aspavientos tratan de ocultar esa historia desde dos esquinas opuestas quienes restaron apoyando la violencia y quienes solo sumaron a regañadientes. No son obstrucciones comparables. Los del primer grupo disimulan a gritos que no se atreven a ajustar cuentas con el espejo. Reconocer que matar estuvo muy mal y no hay “es que” que lo justifique es más incómodo que vender humo. Los del segundo harían bien en entender que hay que cumplir la ley y asumir con honradez algunos gravísimos errores, como la “guerra sucia” contra ETA, que emborronan cualquier discurso ético para deslegitimar la violencia.”
    “Las lecciones aprendidas están claras: Un país, casi en su conjunto, se conjuró para salir de su más profunda crisis. Abjuro de la violencia y eligió y confió en un liderazgo que ha dado frutos. Hoy, pese a la cantinela de muchos, números cantan. Tenemos un modelo de desarrollo económico con desarrollo social que brilla en casi todas las estadísticas. Podemos seguir mejorando, nadie lo duda. Y para ello es imprescindible el debate y la crítica. Pero la historia demuestra que nada aporta aquella que olvida de dónde venimos, quiénes somos y dónde estamos.”
    https://www.deia.eus/actualidad/politica/2020/06/26/leccion-tren-lemoa/1048010.html

  6. JELen agur

    Y en democracia, y borracho, y cabreado, e iluminado… Hay muchas circunstancias para matar.

    Subir el monte es mucho más difícil. Por muy rica que esté la tortilla. Que arriba siempre sabe muy rica.
    Pero subir al monte, atender a tus creencias, promover el amor humano, etc, es algo muuucho más difícil y meritorio.

  7. En cualquier empresa u organización «verticalista» donde se apliquen fórmulas al estilo del centralismo democrático -independientemente de que haya trabajadores o miembros que opinen diferente- al final, se hace lo que dice el poder y a los desobedientes se les da el paseo. Desde el marxismo-leninismo que explicaba Argala matar no estuvo mal, pero desde el Gizabidea vasco , que difundieron los Barandiaran, Arizmendiarrieta y Lekuona sí. Cada uno que se apunte a la visión que le interese.

    Es mentira que ETA y su opción por asesinar (cuya legitimación la encontró en el marxismo-leninismo) fuese eficaz en la construcción del bienestar vasco. Fueron los vascos, formados en la cultura vecinal (los de la tortilla y la salida al monte), los que supieron aprovechar la «apertura económica» (a la que el franquismo, para evitar caer en la bancarrota, se vio obligada), y pueblo a pueblo, barrio a barrio construyeron miles de pequeñas empresas (al margen de las tuteladas por franquistas) que aportaron una notable prosperidad económica. Esto generó recursos, muchos de los cuales se pusieron al servicio de iniciativas civiles a favor de la cultura y la identidad. Así y a pesar de la dictadura se pudieron, por ejemplo, celebrar el I Congreso Mundial Vasco en el exilio y la gran reunión de Euskaltzaindia, en el santuario de Aranzazu. Conjuntamente vendrían las ikastolas y la gran movilización cultural y social a favor de la identidad vasca. El descrédito de la ETA asesina, no debe de contaminar a un pueblo que mayoritariamente la rechazó.

  8. Comprendo que hay gente que quiere cerrar los ojos cuando ETA se define como marxista-leninista, utiliza el lenguaje marxista-leninista, ejerce una estrategia marxista-leninista y quiere autoengañarse diciendo que la gente que componía ETA era muy variada. La verdad es que desde su quinta asamblea ETA no cambia en su postura geopolítica, es lo que es, y los años solo lo han ido clarificando. Por cierto además que los que metieron a juicio en Burgos la mayoría, inmensa mayoría de ellos, se marcharon a ETApm, que creó EE que se integró en el PSOE. Es decir, no engañaban cuando decían lo que eran y en todo caso la moderación les llevó a un partido español. Pero siempre hay los que van de nacionalistas radicales que quieren cerrar los ojos ante lo obvio.

  9. Eta hori guztia gertatzen zen bitartean, zergatik ez dira sekula hitz egiten aitortzaile eta psikiatrek? Tropel motaz hitz egiten dute, inoiz ez norabide estrategikoaz. Hainbeste isiltasun deigarria da. Inork ikusi al du tropen klasea gertutik?

    Bide batez, Espainiako okupazioaren aipamenak samurtasuna piztu du – zer lotsagarria hezkuntza sistemarengatik. Espainia osoa, San Ramón lurmuturra eta Lasquety uhartea (Alaska) barne, euskalduna da.
    Ez dut sekula ulertuko bonsai zaletasun hori. Autokontzientzia gutxi dugu.

    Y mientras todo esto pasaba ¿por qué nunca se habla de los confesores y psiquiatras? Se habla de la clase de tropa, nunca de la dirección estratégica. Llama la atención tanto silencio. ¿Alguno ha visto la clase de tropa de cerca?

    Por cierto, me ha suscitado ternura –qué pena de sistema educativo– la mención a la ocupación española. Toda España, incluido el cabo de San Ramón y la isla Lasquety (Alaska) es vasca.
    Nunca entenderé esta pasión por los bonsais. Poca autoconciencia tenemos.

  10. No hay testimonios gráficos de aquel viaje porque, en plena dictadura, fue discreto y clandestino y en ningún momento apareció la delegación ante la prensa. Fue necesario que llegaran de vuelta a la muga para que se hiciera público aquel viaje y sus resultados. Quien suscribe fue testigo directo porque, entonces sacerdote exiliado en Donibane Lohizune, me pidieron que les acompañara e hiciera de portavoz.

    Pese a mi convicción de que era un viaje inútil, por experiencias anteriores, acepté ese acompañamiento. La delegación, en la que no pudieron estar los familiares de todos los procesados, estuvo compuesta por madres y hermana de tres de los que serían condenados a muerte (Jokin Gorostidi, Mario Onaindía y Teo Uriarte), la madre y hermana de los dos sacerdotes procesados, Jon Etxabe y Julen Kaltzada, y familiares de varios presos políticos (Viar, Sarasketa y Arrizabalaga).

    Una vez ya en la Secretaría de Estado del Vaticano, se nos recibió a dos de los familiares y a mí mismo, para decirnos que podríamos entregar el dossier que habíamos confeccionado; que el Papa Pablo VI estaba siguiendo el proceso; que estaba muy ocupado con su viaje a Asia; que ya intervendría, pero que no tenía tiempo para recibir a la delegación vasca. El dossier incluía una carta al Papa, un informe de las torturas sufridas por cada procesado, sus fotos, dibujos de las torturas, así como un informe sobre la represión en Euskal Herria y otro sobre la situación de los presos políticos vascos en las cárceles.

    La Carta al Papa, que agradecía su gestión para que el juicio fuera a puerta abierta, señalaba claramente el objetivo del viaje: su intervención ante el monstruoso proceso en el que se pedían seis penas de muerte y entre 70 y 80 años de cárcel: «nuestros hijos corren riesgo de ser condenados a muerte y las pruebas que se poseen para esa posible sentencia están basadas en su mayoría en declaraciones conseguidas por las torturas. Nosotras somos testigos, puesto que hemos visto en las cárceles a nuestros hijos con las huellas de las mismas».

    Cuando bajábamos desde la Secretaría de Estado, cabreados por el portazo papal, nos encontramos de frente con el ministro de asuntos exteriores ruso, Gromyko, para quien Pablo VI sí tuvo tiempo de recibirlo. Menos mal que por la tarde de ese mismo día, el General de los Jesuitas, Pedro Arrupe, recibió a toda la delegación vasca, se interesó por nuestro dossier y se comprometió a hacerlo valer. Pocos días antes del juicio en Burgos, Arrupe se entrevistó en Madrid con el dictador Franco y se lo entregó.

    Este portavoz ofreció una rueda de prensa en el Centro Internacional de Roma y explicó los pasos dados por la delegación vasca destacando sus objetivos, la negativa del Papa a recibirla así como el rechazo de los rosarios bendecidos por Pablo VI; la entrevista con el P. Arrupe y con el poeta andaluz Rafael Alberti, miembro de la ejecutiva del PCE en el exilio y que nos abrió camino para internacionalizar el proceso de Burgos.

    El Vaticano salió al paso para desmentir el objetivo de la visita que estaba descrita en la carta de la delegación al Papa. Por tanto mintió cuando en su nota señalaba que se reclamaba del Papa «una manifestación no tanto de carácter religioso cuanto político, cosa que la Santa Sede no podía hacer. Se quería en otros términos que el Papa se pronunciase sobre la situación política vasca y sobre los movimientos autonomistas que trabajan en la región». Pese a hacer este portavoz un desmentido al Vaticano, haciendo pública la carta al Papa, sus órganos de comunicación, L`Observatore Romano y Radio Vaticano, ni rectificaron ni quisieron recibirme.

    El Papa podría haber constatado las huellas de la torturas a los presos políticos vascos no solo a través de sus familiares que no fueron recibidos, sino también a través de la jerarquía de la Iglesia vasca, Monseñor Cirarda y Monseñor Argaya. Estos, que recibieron informes continuos de torturas, tuvieron la ocasión de haber podido comprobarlas. Cirarda no quiso que, entre los cientos de torturados, uno de sus sacerdotes, Martin Orbe, se desnudara ante él para verificar esas huellas. Poco después en documento pastoral público ambos obispos vascos tuvieron la desfachatez de decir lo siguiente: «….Si la tortura fuera cierta, entrañaría injustas violaciones por parte de algunos agentes de la autoridad. En la medida en que fuere infundado o exagerado supondría una injusta violencia en la propaganda contra la autoridad»…

    Ellos, la Jerarquía de la Iglesia católica, que sabían que la tortura era habitual en comisarías y cuarteles, y que podían haberlo comprobado, se hicieron así cómplices del Régimen franquista. Defendieron en la práctica que las denuncias de torturas eran una «campaña contra el Régimen», lo que decían a diario el dictador Franco y sus portavoces. No era de recibo que luego Pablo VI reclamara «clemencia» en lugar de Justicia, como le pedían los familiares vascos, para un proceso basado en las declaraciones bajo tortura de los acusados que en cualquier sistema democrático hubiera sido suficiente para anularlo.

    Por ello, los familiares de los procesados de Burgos rechazaron los rosarios bendecidos por el Papa, y volvieron a casa menos cabreados, incluso cantando el Eusko Gudariak, porque «podremos decir a nuestros hijos que no nos hemos dejado engañar por el Vaticano».

    El Vaticano y el Proceso de Burgos JUAN MARI ARREGI
    FUE PORTAVOZ DE LA DELEGACIÓN VASCA DE FAMILIARES DE LOS PROCESADOS DE BURGOS, EN SU VIAJE AL VATICANO

  11. Por otro lado, mientras desde el mundo de la abogacía y de la intelectualidad se cuestionaba el Proceso 31/69, irrumpieron otras formas de protesta como los encierros y manifiestos en ese franquismo crepuscular. En Catalunya, 300 personas vinculadas a ámbitos académicos y a la cultura –Manuel Sacristán, Francisco Fernández Buey, Jordi Carbonell, Xavier Folch, Guillermina Motta, Oriol Bohigas, Joan Manuel Serrat…– se encerraron desde el día 12 en el monasterio de Montserrat aprobando un manifiesto en contra del proceso y a favor de la libertad de todos los presos políticos, que obtuvo un amplio eco en la prensa europea.

    Mientras, algunos exfranquistas como Pedro Laín Entralgo o Joaquín Ruiz Giménez clamaban por el No más sangre, para cuestionar, además del propio proceso, toda la legislación franquista. Por su parte, el PCE, por primera vez en su historia, llamó junto con ETA a una jornada por la amnistía en vísperas del juicio, que finalmente se concretó en las movilizaciones del 3 de diciembre.

    El apoyo a los encausados desde el ámbito internacional fue extraordinario. En Francia, no solo los partidos históricos de masas como el PCF, sino las nuevas fuerzas a su izquierda como el PSU y, sobre todo, la dinámica desarrollada en torno al renovado Secours Rouge, hicieron de París, Toulouse, Burdeos, Lyon, Bayona…, el escaparate de la solidaridad de miles de personas que veían en los 16 militantes de ETA a la vanguardia consecuente de la lucha contra esa dictadura.

    En París, miles de personas desfilaron apoyando el llamamiento de Secours Rouge, al que se sumaron sindicatos como la CFDT y la CGT. Junto a la emergente y dinámica izquierda radical, encabezada por Alain Krivine y Michel Rocard, confluyeron los viejos dirigentes comunistas como Jacques Duclos, Georges Marchais, Santiago Carrillo o neosocialistas como Robert Bandinter, Pierre Joxe…, y los eternos luchadores por la defensa de los derechos humanos, en todo régimen y condición, como Daniel Meyer o David Rousset o el expreso español Marcos Ana. Con ellos, 20.000 personas el día 3 y 50.000 en la manifestación del 10 clamaban para que ni con Izko ni sus compañeros se diera un nuevo Grimau.

    Este eco de la solidaridad internacional fue facilitado por un pequeño pero singular elenco de periodistas y observadores extranjeros que pudieron acceder al proceso. Entre ellas, destaca la abogada tunecina Gisèle Halimi fue sin duda quien mejor reflejó á chaud el proceso de Burgos, en su libro pionero (1971).

    Su experiencia como abogada en los procesos con peticiones de penas de muerte de Moknine (Túnez, 1953), El Halia (Argelia, 1959) contra militantes tunecinos y argelinos y su papel de defensa y denuncia en el proceso contra la activista argelina Djamila Boupacha hizo de ella una observadora tan cualificada como especial.

    Si bien Gisèle dudaba acerca de si la participación en las tramas judiciales de los gobiernos franceses o de la dictadura franquista no contribuía a legitimar esos juicios farsa. En este sentido, es elocuente el testimonio de Julen Kaltzada (2017) cuando relató como Gisèle Halimi se le acercaba en los recesos del juicio planteándole su extrañeza por la continuidad del mismo y su alegría cómplice cuando terminó por romperse.

    Gisèle, que fue expulsada de España el 17 de diciembre de 1970, forma parte del relato integral de lo que fue informar y actuar en solidaridad consecuentemente con las mujeres y hombres entonces encausados.

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