Azala / Portada » Soberanismo y negación

Imanol Lizarralde
(Estatua de Iñigo Aritza)
El historiador navarro Tomás Urzainqui nos ofrece en GARA una visión de la historia y de la política vasca. Algunos círculos han considerado esta visión como una de las fuentes ideológicas del MLNV. En todo caso, su perspectiva de la historia vasca parece tener una aplicación concreta en la política actual. Para Urzainqui, el País Vasco se define por su negación, por la negación a la que ha sido sometido: “Navarra es el nombre de esta nación conquistada y negada. Era el nombre que le dábamos los vascos”. Remarcando más esa negación dice también:

“La subordinación y la negación han sido muy duras durante estos siglos y eso ha generado el suficiente enojo y lucha como para mantener presente esa diferencia y ese ansia por recuperar las libertades. En eso tienen bastante que ver también la suplantación institucional, la ficción del pacto o de la voluntaria entrega… Los dominadores han necesitado esos subterfugios, eufemismos y, al fin y al cabo, mentiras -que cada parte interpreta a su conveniencia- para mantener la subordinación de esta sociedad a la suya”.

Ataca aquí, de forma oblicua, a la idea de pacto que han tenido los territorios vascos como salvaguarda de sus diversos grados de autogobierno. Urzainqui lo considera un “subterfugio” de la “subordinación” de nuestro pueblo, donde se ha establecido, así una “suplantación institucional”. Urzainqui está refiriéndose, sin dudas, a formas contemporáneas de institucionalización política, como el Gobierno Vasco o el Gobierno de Navarra, que serían ejemplos de tan deleznable subordinación.

El problema que surge en la argumentación de Urzainqui es que esa identidad negada y subordinada es una identidad superviviente. Los mismos símbolos de lo que el llama “subordinación” son los signos reales de la supervivencia de la identidad vasca, en sus diferentes formas y regiones. Los derechos históricos, la idea de pacto foral, por mucho que quiera Urzainqui convertirlas en las típicas fantasías autosatisfactoras de los oprimidos y negados, son elementos fundamentales de la supervivencia de nuestro pueblo.

La conciencia de una libertad originaria, el pacto de iguales con el soberano real o estatal y el pase foral, son instrumentos de acción política que han caracterizado a los vascos a lo largo de los siglos. El plantear que son elementos de una subordinación es negar aquello que se pretende defender, la identidad vasca, que está constituida por ellos en base de la jurisprudencia de los siglos. Euskadi, Euskalerria, el País Vasco, es la continuidad histórica de la identidad vasca, la repetición a través de los siglos de esa triple idea que se ha venido llamar Burujabetza, en el aspecto que afecta a la concepción que los vascos han tenido de la macropolítica o de las organizaciones políticas paraestatales. Urzainqui pretende decirnos que los vascos hemos sido toda la vida una nación oprimida, por mucho que los propios vascos se hayan sentido libres al resguardo de determinadas “suplantaciones institucionales”.

Urzainqui insiste en su idea de negación:

“El genocidio de los vascos es la conquista de Navarra, la conquista continuada que se traduce en la dominación y la subordinación permanente. La conquista, realmente, no ha cesado porque existe una ocupación -también bélica- a lo largo del tiempo y una situación tensa que refleja precisamente esa situación de conquista”.

Es verdad que Navarra fue ocupada militarmente durante más de cien años, considerándose siempre a sus habitantes, por parte del Reino de España, como una posible quintacolumna. Pero Urzainqui niega también el hecho evidente de que el pueblo navarro, consideraba la conquista como la reedición de un pacto, como una continuidad, como rezaba el Paloteado de Monteagudo: “Navarra se unió a Castilla/sin abandonar sus fueros/así el pacto lo decía”. Navarra fue conquistada pero los navarros no fueron conquistados. Y su explicación de ese episodio histórico no era más que el recordatorio a los ciudadanos navarros a hacer frente a la gamazada, a un ataque contemporáneo de los fueros por parte del gobierno español. La conciencia de la libertad originaria, la conciencia de un pacto y el pase foral seguían siendo las armas de los navarros para enfrentarse a los atropellos. Los que Urzainqui llama “subordinación”  y la “suplantación institucional” eran los instrumentos con los cuales los navarros pervivían políticamente y mantenían su propia identidad. En este caso, la negación de la que habla Urzainqui es relativa cuando se ve que, a lo largo de los siglos, los oprimidos actúan libremente. Los vascos han considerado cada jirón de poder foral como el hilo que une a la concepción originaria de su propia libertad. Llamar a eso negación supone negar lo vasco.

Cuando nos trasladamos al nivel local, las cosas son todavía más evidentes en cuanto a que la “negación” de los Estados contra lo vasco no impidió que los vascos se autoorganizaran con total libertad. El sociólogo Jakue Pascual, desde las mismas páginas de GARA, nos muestra que la “negación de los Estados” que tanto cacarea Urzainqui fue menos fuerte que la afirmación de los vascos a través de su propia filosofía y práctica político-social:

“Lege Zarrak, Derecho Pirenaico. «Más de albedrío que de sotileza et rigor de derecho». Los fueros consuetudinarios se estructuran horizontalmente y de abajo arriba. Contemplan exenciones fiscales y militares más allá del árbol Malato, una administración propia, y limitan el poder real. Pase Foral. Privilegium fijosdalgo. Las instituciones preabolicionistas integran el biltzar, el concejo, la cendea, la anteiglesia o el preayuntamiento (república); asambleas de valles, cofradías y merindades; Juntas Generales y Diputaciones y a las Cortes de Nafarroa”.

Jakue Pascual nos describe aquí tanto la filosofía como el escalonamiento de instituciones y agrupaciones que han caracterizado a las regiones vascas. Por ello, cita a Humboldt que en pleno siglo XVIII, en una etapa que para Urzainqui es de “subordinación”, podía decir que “Esta nación (…) tenía una constitución libre y conformaba una especie de estado confederado repartido en multitud de pequeños ayuntamientos”. Desde el poder local, desde la comunidad de vecinos, desde las pequeñas sociedades familiares hasta las instituciones provinciales o nacionales, los vascos se autoorganizaron y opusieron a la “negación” de los estados la afirmación práctica de su propia libertad. Este segundo factor queda lamentablemente ausente de la perspectiva de Urzainqui.

Urzainqui cae, además, en una lesa contradicción. Afirma por un lado, que:

“Toda democracia se desenvuelve en una sociedad concreta y necesariamente soberana. Una sociedad negada -y, por lo tanto, subordinada- no decide por sí misma, ya que es la sociedad dominante la que lo hace por ella. Y la soberanía es no depender de otra sociedad que decide por la tuya”.

Pero, ya hemos visto, que los vascos, a lo largo de la historia, en plena etapa “subordinada”, podían y pueden decidir por sí mismos en cantidad de materias, desde la organización local hasta la organización nacional de su territorio y de su pueblo. Urzainqui usa el término de “soberanía” con el mismo sentido absolutista con el que lo utilizan los constitucionalistas españoles. Si la “negación de los estados” hubiera sido determinante los vascos habrían sido barridos de la historia y sus descendientes no tendrían una conciencia de su propia libertad. Por otro lado, al comentar la divisa de los infanzones de Obanos “en pie los hombres libres para que la patria sea libre”:

“El lema quiere decir que no puede haber una patria libre si la sociedad no es libre; se antepone la libertad de la sociedad a la libertad del Estado. Este lema de los Infanzones de Obanos resume, de alguna manera, los principios del constitucionalismo navarro, que es la libertad civil como primer axioma y sobre el que descansa la arquitectura política. Es de una gran actualidad. Se trata de la plasmación constitucional de que la libertad de la sociedad es el fundamento de la independencia nacional”.

El fetiche de la estatalidad que es el cimiento del “soberanismo” de Urzainqui es aquí refutado por el propio historiador. Nos habla de una sociedad organizada de abajo arriba (como la describe Jakue Pascual), en la que la libertad individual (que es la parte más importante de la “la libertad civil” citada por Urzainqui) es el cimiento del resto de las libertades, o como repone es el “primer axioma y sobre el que descansa la arquitectura política” navarra. El análisis de Urzainqui topa aquí con otra omisión. No sólo han sido los “Estados” los que han negado al País Vasco; también han existido los jauntxos, los banderizos, aquellos que desde el interior de la sociedad vasca quisieron destruir las libertades civiles de las personas. Frente a esta coerción y negación señorial se alzaban los infanzones de Obanos.

Existe también una negación interna vasca en contra de la concepción de libertad civil vasca. Y los vascos tuvieron que vencer a este enemigo interno para mantener esa libertad civil. Es así como se fundaron las Hermandades y los alaveses pudieron poner en el escudo de su provincia: “Hermandad contra malhechores”, como lema en contra de ese enemigo interno que también negaba. En los últimos 30 años, hemos sufrido en la existencia de un enemigo interno, como es el MLNV, que se ha dedicado a vulnerar en la teoría y en la práctica la concepción de libertad civil originaria de los vascos. Sobre esto Urzainqui no dice nada. ¿No es verdad que, a lo largo de su existencia, el MLNV ha vulnerado las libertades civiles de los vascos con más intensidad que los propios Estados? Lo coherente es construir la libertad desde los derechos civiles e individuales de los vascos. Quienes niegan estos derechos están negando la libertad de los vascos también como colectivo o como pueblo.

La entrevista de Urzainqui tiene otras cosas discutibles pero no voy a entrar en ellas. Al MLNV no le interesa la filosofía política que plantea Urzainqui, sino el hecho de la existencia de un “estado” navarro que sirva para alimentar su reivindicación de un “estado” propio. Y esa reivindicación teórica constituye una negación práctica, la negación de las formas de organización colectiva de los vascos (como son el Gobierno Vasco y el Gobierno de Navarra) y la negación de las libertades civiles de los vascos por parte de sus grupos violentos o de amedrentamiento. Desde la conciencia de esta doble negación que plantea el MLNV y la lucha en contra de ella (así como con la conciencia y la lucha contra la negación de los Estados), los vascos podemos conseguir ser fieles al estilo de nuestros antepasados, actualizando la libertad originaria por la que tan denodadamente lucharon a través de los siglos.

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5 comentarios en «Soberanismo y negación»

  1. Entonces supongo que te deberías preguntar por qué unos lo llaman «subordinación» y otros «signos reales de supervivencia».
    Supongo que no es más que un problema de grados, de aspiraciones, de manera de entender las anteriores. Conceptos similares desde prismas «opuestos».

    Es verdad que si no nos hubieramos aferrado a los derechos históricos, la idea de pacto foral, a nuestra memoria, a cierta historiografía, etc. probablemente no hubieramos podido sobrevivir como pueblo,… pero creo que lo que Urzainqui quiere dar a entender es que tenemos derecho a sobrevivir de otra manera que no sea la actual.

    Ambos argumentos me parecen válidos, pero, lo dicho, siempre visto desde la perspectiva de las diferentes aspiraciones que existen en nuestro pueblo, y la manera de llegar a ellas.

    Interesante artículo.

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