José Manuel Bujanda Arizmendi
Dígase lo que se diga, perdura en Euskadi una cuestión que sigue en sus trece. El nacionalismo vasco sigue siendo sociológicamente mayoritario en la sociedad vasca. Y habrá que recordar, por aquello de refrescar y no olvidar, el dónde estamos y de dónde venimos, que el llamado “contencioso vasco” hunde en la historia su desencaje en la España constitucional: las carlistadas, las aboliciones forales, el nacimiento del PNV, la frustración de los estatutos de autonomía incumplidos unilateralmente por las formaciones políticas españolas son reflejos de que ciertamente hay piezas en el puzle de lo que se conoce como España que, al menos, no encajan de un modo del todo armonioso.
De todas maneras, quiero manifestar ante todo que soy de los que creo convencidamente en una Euskadi en la que los diferentes sentimientos de pertenencia de quienes componemos la sociedad vasca convivan compartiendo un proyecto de país, cuyo futuro construyamos entre todos. Y que creo en una Euskadi en la que la voluntad democrática de sus ciudadanos sea la base de la mutua convivencia y en la que los acuerdos amplios entre diferentes sirvan para hacer frente a los retos del futuro. Quiero manifestar claramente que soy de los que creo en la negociación, en el no impedir y en el no imponer, en el derecho a decidir de los vascos y a su concreción pactada, es decir en la convivencia y en la bilateralidad respetuosa acordada y amable entre Euskadi y España. Realmente no veo otro camino a recorrer y creo además que no existe otro.
Bien, pero, dicho lo dicho, concretemos el motivo de estas líneas. Y recapitulemos. El Estatuto de Autonomía de Gernika, que una gran mayoría de vascos interpretó como un pacto de convivencia política, sirvió en 1.979 a un triple objetivo: enmarcó el reconocimiento político del (re)acceso al autogobierno del Pueblo Vasco, configuró un modelo de relación político entre Euskadi y el resto del Estado y definió el establecimiento de poderes o competencias que correspondían a las instituciones vascas. Pero su desarrollo fue limado, disminuido, mutilado e incumplido por los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP, del PP y del PSOE. En resumen, la actuación política de los distintos Gobiernos del Estado ha ido encaminada sistemáticamente a homogeneizar el proceso autonómico vasco con el del resto del conjunto de las autonomías en la piel de toro.
Es decir, el “café para todos” que implicaba esta homogeneización, vaciaba gravemente de contenido las potencialidades del Estatuto, porque además de que rompía con la concepción de un pacto bilateral entre Euskadi y el Estado, no consideraba la distinción que el propio marco jurídico vigente realiza entre nacionalidades y regiones y, porque en definitiva, de este modo, soslayaba las especifidades propias de nuestro Estatuto Vasco de Gernika respecto a otros, suponiendo ello un quebranto unilateral y grave del Pacto Estatutario. Pacto, sí, con mayúsculas. En definitiva, realmente nos encontramos ante un proceso estatutario y transferencial que quedaba, y que queda, muy marcado por la coyuntura política española del momento, en el que se desvirtúa el carácter de Pacto inicial y sobre el que los poderes del Estado realizaban, y realizan, legislaciones para recuperar o retener toda la capacidad decisoria posible.
Pues bien, pregunto, lo que hasta ayer no era posible, hoy sí parece serlo? Quisiera creerlo. Las transferencias pendientes, las atascadas, las de poca importancia, las ligeras de peso real, aquellas imposibles de ser transferidas, esas de delicado encaje constitucional y jurídico se encaminarán de una vez por todas, definitivamente, de la mano del Presidente Pedro Sánchez? Hoy, parece, toca retomar aquella bilateralidad? Habrá fumata blanca? Cumplirá lo pactado? Alguien pensará, pensar es libre, que la cabezonería, cerrazón, radicalidad, delirio de los líderes nacionalistas vascos en los sucesivos Gobiernos Vascos impedía, e impide, actuar con más sentido común y responsabilidad institucional a los/con los diferentes Gobiernos del Estado. Otros dudamos que dichos posibles nuevos acuerdos, y que la ejecución de transferencias hasta ahora vedadas se materialicen. La curiosidad nos empuja a adivinar las nuevas excusas. ¿O no?
Comprendo, cómo no! que en la Villa y Corte, pretendan defender la nación española, que busquen como buenos españoles la uniformidad en/de la piel de toro. De ahí, si de ahí, el acertadamente ejecutado unilateralmente café para todo y para todos. Lo que no es de recibo, repito no es recibo, no, es que después de 43 años, sí sí, 43 años, el Estatuto sea incumplido sistemáticamente y esté sujeto al albur de coyunturas políticas e intereses partidistas del PSOE y del PP. Y solicitaría a los padres, y madres de la patria, no pronunciar palabras ni conceptos tales como flexibilidad y templanza aquilatada, responsabilidad institucional y demás excusas para intentar justificar lo injustificable: decidir unilateralmente que ahora, sí/no, toca, completar el Estatuto, por cierto Ley Orgánica, y por ende de obligado cumplimiento. Un despropósito para con un proyecto que perfilaba un pacto entre iguales y un acuerdo bilateral entre España y Euskadi.
El Estatuto Gernika fue un verdadero pacto político y que posteriormente se incumplió. Sirvan estas líneas para intenta denunciar y señalar cuál es el camino que no conduce a ninguna parte: el de la unilateralidad y la imposición, el de la judicialización del autogobierno y/o su utilización como moneda de cambio. Es intolerable que 43 largos más tarde tengamos que escribir estas líneas. Inadmisible desde una perspectiva política de la democracia y del cumplimiento de lo pactado. Auténtica afrenta al conjunto de la sociedad vasca. Las excusas habidas, las existentes y las de futuro descalifican a sus autores, sean del color que sean. He dicho.
JELen agur
La aprobación del estatuto de Gernika fue, ciertamente, un pacto para la convivencia.
Los traspasos, es decir el cumplimiento, que inicialmente fue ilusionante, se transformó con el paso de los años, y de los gobiernos centrales, en una suerte de frustración al comprobar que lejos de una cuestión técnica, la excusa del gobierno de Madrid, en realidad se trataba de una cuestión política. Prueba de ello es que se ha ido cumpliendo a cuentagotas vergonzoso como moneda de cambio de apoyos de legislaturas o presupuestarios. Y esto ha ocurrido con UCD, PP, PSOE y también habría sido con PC y sus oficinas locales (IU-EB, HB, etc) en caso de que hubieran gobernado. En esto no marcan diferencias. Y se parecen entre ellos mucho más de lo que pretenden hacernos creer.
Pero la reflexión que se suscita es que si fue un pacto de convivencia y por parte de Madrid no se cumple, eso quiere decir que no hay voluntad de convivencia, sino de sumisión. Que hay un proyecto general que se impone y al que hay que someterse.
La convivencia es necesaria, porque es la base sobre la que se construye una nación, como supieron hacerlo los que nos precedieron hace siglos, a pesar de todo.
De esta manera el posicionamiento obligado es no permitir ni la imposición externa, ni interna.
Lo acaba de decir Feijóo en su visita a Bilbao
Vuelvan al PP sus antiguos votantes que lo han hecho recientemente al PNV
Cómo va a luchar el PNV por el cumplimiento del Estatuto con ese » cargamento» de votos prestados por el PP ?
Impensable y bastante improbable