Imanol Lizarralde

El filósofo inglés John Gray hace un balance de la trayectoria intelectual de Slovaj Zizek en las páginas de la New York Review. El esloveno, junto con Alain Badiou y Toni Negri, se ha convertido en uno de los teóricos marxistas más importantes del mundo. Su influencia llega hasta Euskalerria, tocando a los filósofos del MLNV de Lapiko Kritikoa. El escritor Juanjo Olasagarre (DEIA, 12-6-2010) llegó a afirmar que “Zizek tiene gran predicamento entre los revolucionarios vascos, pues ya ha surgido una franquicia vasca de Zizek, la cual, como no, tiene como objetivo la independencia y el socialismo”.

La reflexión de Gray constituye un recorrido por los temas de Zizek a través de uno de sus últimos libros Living in the end of the Times (“Viviendo al final de los Tiempos”) en contraste con las afirmaciones del marxismo clásico. Su conclusión: Zizek no es marxista, sino un mero producto de la actual etapa del capitalismo, donde, junto con la vaciedad de los enunciados críticos, al pensador de moda es exigible una capacidad de epatar o provocar mezclada con un cierto narcisismo: “Con el orden capitalista imperante que sabe que está en problemas pero es incapaz de concebir alternativas factibles, el radicalismo amorfo de Žižek es ideal para una cultura transfigurada por el espectáculo de su propia fragilidad”. Si bien esta observación recoge un aspecto del propio Zizek, como es la de él mismo como figura mediática en el contexto de nuestra cultura, parece necesario contrastarla con su mensaje. Y dado que la obra de Zizek es abundante hasta el exceso, trataré de centrarme en cuatro puntos que me sugieren la lectura de la reflexión de Gray. Estos serían: 1) Zizek y el materialismo dialéctico; 2) la cuestión del sujeto; 3) la violencia divina; y 4) la negación en Zizek.

1) Zizek y el materialismo dialéctico. El filósofo esloveno se ha definido alguna vez como “teórico del materialismo dialéctico” y menciona este concepto en uno de los libros que reseña Gray, como es Menos que nada: Hegel y la Sombra del materialismo dialéctico. Es sintomático que Gray no lo nombre siquiera. Y, sin embargo, es constitutivo del marxismo, en tanto a una lógica-lenguaje propia, y del pensamiento de Ziziek. El no tener en cuenta esta perspectiva lleva a un pensador serio y profundo como Gray a errores de bulto, por ejemplo cuando dice:

“El trabajo de Žižek está  en oposición al de Marx en muchas cuestiones. A pesar de todo lo que le debía a la metafísica hegeliana, Marx también fue un pensador empírico que trató de trazar teorías sobre el curso actual del desarrollo histórico. No estaba principalmente interesado en la idea abstracta de la revolución, sino con un proyecto revolucionario que implicaba alteraciones específicas y radicales en las instituciones económicas y en las relaciones de poder”.

El “empirismo” de Marx, sin embargo, poseía un marco conceptual propio, el innombrado materialismo dialéctico, que es el cedazo por el que filtra los datos de la realidad. En este sentido, la interpretación marxista clásica le da la vuelta a la visión hegeliana de la dialéctica idealista y la convierte en un instrumento de análisis de la sociedad capitalista en función de dos factores: 1) la localización de la contradicción global entre trabajo/capital; 2) la localización de las contradicciones menores, ajustadas a la situación de cada país, derivadas de esta contradicción global. El análisis marxista de la sociedad del siglo XIX ha podido dejar de ser válido porque analiza las condiciones de posibilidad de la revolución en una situación pasada; pero la metodología que utilizó Marx es la misma que utiliza Zizek, aunque la tarea de este último sea distinta. Marx, nacido en medio de la plena efervescencia de los masivos conflictos sociales del siglo XIX, no tenía que defender la “idea” de la revolución, que entonces era uno de los mitos modernos más poderosos. Zizek, hoy día, debe defender tal idea desprestigiada y debe recuperarla de su condición de mito caído. La obra de Zizek es un intento de devolver a la intelectualidad y a la opinión pública el estatus mitológico de la revolución y de los que fueron sus líderes principales, así como actualizar para el presente sus concepciones.

Es por eso que vemos a Zizek, en la fotografía que acompaña al artículo, tomado del artículo de Gray, flanqueado por el retrato y la estatuilla de Stalin, aunque también cuenta aquí su papel provocador y la ironía añadida de que su devoción es parte de una tarea real y no mera provocación gratuita. Por eso, afirma en el epílogo de “Viviendo al final de los tiempos”: “lo que ahora es necesario no es una crítica moralizante del capitalismo sino la reafirmación plena de la Idea del comunismo”.

La crítica de Zizek a Marx y al comunismo burocrático del siglo XX es que no causaron las necesarias “alteraciones específicas y radicales en las instituciones económicas y en las relaciones de poder”, lo que vale decir que no marcaron un ritmo irreversible de progreso revolucionario en tanto a cambio radical de las estructuras y de las relaciones de poder a lo largo del mundo. Esta es una crítica marxista a Marx, consideración que Gray no tiene en cuenta, aunque lo reseñe sin percatarse de ello cuando afirma:

“Con el objetivo “de repetir la ‘crítica de la economía política’ marxista sin la noción utópica ideológica del comunismo como su estándar inherente”, cree que “el proyecto comunista del siglo XX era utópico precisamente en la medida en que no era suficientemente radical”. Tal como lo ve Žižek, la comprensión de Marx del comunismo fue en parte responsable de este fracaso: “la noción de Marx de la sociedad comunista es la fantasía capitalista inherente; es decir, un escenario fantasmático para resolver los antagonismos capitalistas que tan acertadamente describió”.

Marx rechazó su anterior visión de la sociedad ideal comunista contenida en La Ideología Alemana y rechazó la utopía y a los utópicos. Y se centró en el análisis del desarrollo del Capital y de las fuerzas sociopolíticas que le eran anejas. La crítica de Zizek se centra en un aspecto que es un peligro: la perspectiva errónea y metafísica de la visión del futuro revolucionario como “un escenario fantasmático”, en el caso de Marx el escenario de un mundo sin contradicciones; en el caso del comunismo real, el tratar de realizar el proyecto comunista en términos de una realidad positiva y utópica. El materialismo dialéctico, en efecto, contempla que los antagonismos/contradicciones no son cuestiones que vayan a ser resueltas sino que representan una realidad permanente. La admiración de Zizek por Mao Zedong y por su Revolución Cultural es fruto de que esta muestra la revolución dentro del estado revolucionario y del mismo sujeto revolucionario. Zizek sigue a Alain Badiou y este a Mao Zedong en el aspecto de plantear que los antagonismos no se van a resolver, sino que son un factor permanente de toda sociedad y organización, incluida aquella regida por un movimiento revolucionario. En este aspecto, Zizek es más marxista que el propio Marx, aunque Gray no lo vea.

2) La cuestión del sujeto. En la cuestión del sujeto que debe de llevar a cabo la revolución, encuentra Gray otra incongruencia entre Marx y Zizek:

“A diferencia de Marx, él no pretende basar su teorización en una lectura de la historia que se basa en hechos. “La coyuntura histórica de hoy no nos obligan a abandonar la noción de proletariado, o de la posición proletaria — por el contrario, nos obliga a radicalizarlo a un nivel existencial más allá de la imaginación de Marx incluso,” escribe. «Necesitamos una noción más radical del sujeto proletario [es decir, el sujeto humano actuante y pensante], un tema reducido al punto evanescente del cartesiano cogito, privado de su contenido sustancial”. En manos del Žižek, las ideas marxistas — que, en opinión materialista de Marx estaban destinadas a designar hechos sociales objetivos — se han convertido en expresiones subjetivas de compromiso revolucionario. Es irrelevante si dichas ideas corresponden a nada en el mundo”.

La desaparición de la perspectiva de un proletariado global homogéneo bajo el manto de la civilización industrial, y la pérdida de fuerza de los sujetos internacionalistas que lo conectaban políticamente, llevan a Zizek a plantear la necesidad de contemplar nuevamente ese sujeto global desde la perspectiva de “un nivel existencial más allá de la propia imaginación de Marx”. La alusión al cogito cartesiano, significa que la “clase para sí” que es el “sujeto” colectivo “humano, actuante y pensante”, debe basarse en la posesión de una conciencia de sí más radicalizada, que rompa con las empalizadas del cuarteamiento y la privatización de la producción y de la sociedad, inherentes a la nueva civilización posmoderna y posindustrial. Zizek no pierde de vista en su obra la necesidad de conectar esta conciencia con un nuevo sujeto global y con la necesidad leninista de organizarlo políticamente. Veamos esta perspectiva, por ejemplo, cuando hablaba en el 2002 de los acontecimientos de Seattle:

“Recordar la serie de eventos que generalmente aparecen bajo el nombre de Seattle. Se acabó la luna de miel de diez años de capitalismo triunfante (…) el pánico de las reacciones de grandes medios de comunicación, que desde la revista Time a CNN repentinamente comenzaron a advertir sobre los marxistas manipulando la multitud de manifestantes “honestos”. El problema es ahora estrictamente leninista: cómo actualizar las acusaciones de los medios de comunicación, cómo inventar la estructura organizativa que confiere a este malestar la forma de una demanda política universal. De lo contrario se perderá el momento, y lo que seguirá será una perturbación marginal, quizás organizada como un nuevo Greenpeace, dotado de una cierta eficacia pero también con estrictamente limitados objetivos, estrategia de marketing, etcétera. En otras palabras, la lección leninista clave hoy es que la política sin la forma de organización del partido es política sin política, por lo que la respuesta para aquellos que quieren solo los (…) nuevos movimientos sociales es la misma que la respuesta de los jacobinos a los transigentes Girondinos: “¡Queréis revolución sin una revolución!”.

Zizek deja bien claro que el problema es, aquí y ahora, actualizar las nociones de organización política leninista en el contexto de posibilidad de un nuevo sujeto global como constituyó el movimiento anticapitalista desencadenado en Seattle. No basta con los movimientos sociales, es necesaria una organización política global. El filósofo esloveno señalaba el peligro de dilución del amplio movimiento surgido entonces, que, en estos momentos, como recoge una reciente entrevista de Argia, se ha convertido, en parte, en una triste realidad: “¿Os acordáis del movimiento de Seattle y Porto Alegre hace cinco-diez años? Claro, era bonito, allí todos estaban de acuerdo, era un movimiento de protesta. Pero quitando algunas frases generales en contra del imperialismo, o a favor de la ecología… no tenían programa alternativo”. Zizek no deja de buscar la forma de insertar esa nueva conciencia radicalizada en un nuevo sujeto, no simple movimiento social sino, también, una organización política que tenga el objetivo de cumplir la revolución con todas sus consecuencias. Esta es una revolución que no debemos confundir con una simple reforma de los fallos democráticos de nuestro sistema de representación:

“La batalla que hay que luchar es por tanto doble: primero, sí, el anticapitalismo. Sin embargo, no es suficiente, no importa cómo de radical sea el anticapitalismo sino problematiza la forma política del capitalismo (una vez más, la democracia liberal parlamentaria). Quizás el señuelo hoy es la creencia de que uno puede socavar el capitalismo sin problematizar efectivamente el legado liberal democrático”.

Los revolucionarios vascos del MLNV coinciden con el empeño de Zizek de unir el anticapitalismo con la destrucción del sistema liberal-parlamentario, por que en eso consiste ser fieles a las esencias revolucionarias, ya que como continua Zizek, un Marx “poéticamente” anticapitalista sin más, es un “Marx realmente muerto, ya que es apropiado pero está desprovisto de su aguijón político”.

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9 comentarios en «Gray sobre Zizek (1)»

  1. Interesante artículo. Dando un paseo por las webs cercanas a la izquierda radical vasca, se puede ver el amor que le tienen a Zizek. Para mí, por lo que he leído, es un pensador marxista tradicional, sólo que adaptado a las nuevas fuentes teóricas. Muy bonita la foto, con Zizek, con la estampita de Stalin.

  2. A mi lo que más me gusta de las formas más eficaces del marxismo actual es el vacío total en cuanto a sus contenidos éticos y morales. Marx no dejaba de entrever, aunque fuera de manera fantasmagórica, una sociedad en la que el hombre no explotara al hombre. Como bien se comenta en este artículo, Mao estableció que la lucha es permanente y nunca se acaba. De modo que el marximo se ha convertido en la lucha por la nada absoluta. La lucha por la lucha. El programa político a introducir necesariamente en el anticapitalismo según Zizek no tiene forma concreta, no responde a ningún objetivo ético, moral, político, social concreto. No tiene ningún objetivo específico (insisto en que el marxismo de Marx sí lo tenía, aunque fuera una nebulosa). Se trata únicamente de tener un programa político que se enfrente al capitalismo y a lucha anti-democracia liberal. ¿para qué? No se sabe. El programa político en sí y sus objetivos no importan.

    La lucha por la nada absoluta (incluyendo el asesinato, etc.) como exigencia moral suprema. No deja de ser una forma radical de nihilismo y de negación de la humanidad.

  3. Frase de Zizek, extraída de la entrevista de Argia:

    «Unibertsaltasuna niretzat ez da gure kulturak berriz deskubritzea; alderantziz da: “zuk hemen zure borroka daukazu eta nik nirea, ikus dezagun ea borroka berdina egin dezakegun”. Unibertsaltasun bakarra borrokarena da.»

    Más claro agua…

  4. Ikusi nuenean Txalapartakoek gaztelerara bakarrik itzuli zutela Zizeken liburu hau, tristatu nintzen. Izan ere, Jon Jimenez tafallarra Txalapartaren editorea eta lapikokritikokidea izaki, baita John Greyren irakurlea ere, beraz, arraroa iruditu zait euskal itzulpena ez argitaratzea (akaso aurki aterako dute). Hori bai, hortik dabil galfarsoro jauna, postmodernoa, urrezko-botoa aldezlea.

  5. A ver, quizas para que Lizarralde re-ajuste su segunda entrega sobre la critica de Gray a Zizek, aqui va la contrarreplica Zizek vs Gray/ (Not Less Than Nothing, But Simply Nothing By Slavoj Zizek / 02 July 2012)

    http://www.versobooks.com/blogs/1046-not-less-than-nothing-but-simply-nothing

    Mas que la contracritica en si merece la pena leer con atencion el apartado sobre el antisemitismo (y Hitler etc etc), sobre todo para reinterpretarlo y adecuarlo al caso vasco y nos demos cuenta que el camino hacia la independencia ya no pasa por el nacionalismo. OJO pero, ni por activa o pasiva estoy sugiriendo que el PNV sea antisemita o nada por el estilo.

    Luego hay un comentario de galtzagorri sobre la falta de criterios / contenidos eticos y morales en el marxismo actual. Nada mas lejos de la realidad. Creo que el querer articular el debate etico/moral en Euskal Herria solamente alrededor del imperativo superreduccionista de ’la condena del terrorismo de eta’ nubla la vista de muchos. Solo como pintxito de entrantes os recomiendo el librito de Alain Badiou que se llama precisamente «Etica». Es un crack que se puede leer en el original frances pero tambien hay versiones en euskera, castellano, ingles etc

  6. No es cierta la premisa de que queramos (los nacionalistas vascos, «abertzaletasun burgesa» decían) «articular el debate etico/moral en Euskal Herria solamente alrededor del imperativo superreduccionista de ’la condena del terrorismo de eta’ «, aunque sí veamos que esa condena es un imperativo público ¿cómo no condenar el asesinato del compañero de corporación? (puedes pensar y decir en privado que era un cabronazo)

    Pero bueno, genial la aportación de Piru el 21 de marzo del 2011

  7. Muchas gracias, Galfarsoro, por tu aportación y por el link.

    Leo con detenimiento la respuesta de Zizek a Gray y veo que se centra en dos puntos de su reflexión: en la insinuación de Gray de que Zizek asimila el semita con el antisemita; y el carácter de la violencia que defiende, que, según Zizek, es «una violencia que no tiene que derrarmar sangre». Para ello, muestra la diferencia entre la violencia nazi, que tenía que buscar un chivo expiatorio falso, como el de los judíos, o la «violencia» de Gandhi, que combatió al colonialismo mediante boicots a los mercados, etc.

    Sin embargo, Zizek defiende el legado histórico del terror jacobino, el rojo, stalinista y la revolución cultural de Mao, donde millones de personas fueron asesinadas. Eso es algo innegable. Empareja el terror y la virtud, tal como lo formula Robespierre, y propone (en el artículo que linko en mi segundo trabajo) una serie de medidas coactivas que corresponden con un estado policial o de fiscalización policial, entre las que se cuentan la de los potenciar los «informadores» de infracciones, en la mejor tradición stalinista.

    La defensa de esos periodos históricos donde se aplicó el terror es una defensa de sus crímenes, se mire por donde se mire. Zizek anima a la izquierda radical del mundo a la defensa de Robespierre, Lenin, Stalin y Mao Zedong y específicamente a la defensa del «terror» como necesidad histórica de la revolución por venir.

    Gandhi no usaba la violencia sino la no-violencia. Que Zizek considere a una cosa igual que la otra es un ejercicio de retorcimiento de los conceptos que pone al mismo nivel acciones radicalmente distintas, con consecuencias opuestas. No es lo mismo exponer la vida frente a las armas del invasor británico, como hizo Gandhi o como hacen los tibetanos que se prenden fuego para protestar contra la ocupación china, que guillotinar a miles de personas en nombre de la virtud.

    En todo caso, a mí entender, el error de Gray no reside en su supuesta mala fe, sino en como subestima la capacidad teórica de Zizek de comprometerse con una actualización seria del marxismo. Zizek no es un payaso intelectual y sus ideas han creado escuela, de eso no hay duda.

    Un saludo.

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