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Manuel de Irujo (9): Instituciones jurídicas vascas, la nobleza (y II)

Ion Gaztañaga

En la segunda parte de su disertación sobre la nobleza, Irujo profundiza en la cuestión colateral de la nobleza, entendida en el sentido castellano y su influencia en el devenir de la historia vasca.

En las costumbres de las tres provincias de Iparralde se dedicaba un apartado especial al tema de la libertad; en las costumbres souletinas se recogían en el primer capítulo en el que en su primer artículo decía así: «Según la respetada y conservada costumbre, aquellos que han nacido y viven en estas tierras son libres, no tienen ninguna obligación para por nadie y no deben servicio a nadie»

A este respecto, la nobleza universal institucionalizada no puede entenderse sin la historia de los parientes mayores, las guerras banderizas, ni tampoco puede entenderse el mantenimiento de dicha nobleza universal ante una potencia colonizadora como Castilla sin entender la salvaguarda que introducía las apetencias de conquista de Navarra por parte de los reyes castellanos. Es la existencia de Navarra, como fue aquella “Euzkadi irredenta” de la que ya hemos dado cuenta a la hora de salvaguardar lo navarro, lo que pudo salvaguardar en gran medida el devenir foral vasco, en palabras de Irujo. Y es también el entorno librecambista vasco, el que configura también, además de desigualdades y fortunas, la convicción de una libertad de comercio que sólo podía ser compatible con una libertad individual universal. Así lo indicaba Irujo:

Navarra, ya antes lo indicaba, significa en la vida vasca, de modo singular, la afirmación de la indepen­dencia, en lucha contra los árabes por la civilización, y contra los cristianos por la existencia, como dice Campión. Si Navarra, apoyada en el Pirineo, no hu­biese existido como estado independiente durante varios siglos, es posible que las regiones de Euzkadi Occidental no hubieran llegado hasta el año 1839 en el disfrute de su soberanía foral. Incluso en los mo­mentos más trágicos de nuestra historia, cuando los vascos occidentales, enrolados bajo las banderas de Castilla, luchaban contra Navarra y la vencían, hasta en esos momentos digo, Navarra era la mejor salva­guardia de las libertades de Guipúzcoa, Álava y Viz­caya, porque a los reyes de Castilla les interesaba demasiado unir a la suya la corona de Navarra; para que ese interés no se convirtiera en trato amable para las regiones vascas, cuyos hijos eran los mejores soldados que en aquella empresa, para ellos vital, podían utilizar.

De haber recibido suficiente maltrato los vascos occidentales por parte de Castilla, en 1200 no hubieran estado alineados los vizcaínos peleando por Castilla contra Navarra ante los muros de Vitoria, ni en los tres siglos subsiguientes hubieran mantenido viva y cruenta la frontera de malhechores, ni en 1512 Álava hubiera recibido como huésped y amigo al duque de Alba ni aposentado el ejército que con­quistó a Navarra, ni los cañones de Belate habrían formado parte del escudo de Guipúzcoa, ni en 1521 los guipuzcoanos hubieran decidido la suerte en la batalla de Noain en favor de Castilla.

Suele tacharse con frecuencia a San Ignacio de Loyola de mal vasco, porque era en el mundo capitán de Castilla (…)¡No! San Ignacio no merece ese reproche. El cargo, de formularse, ha de ser hecho contra toda la Euzkadi Occidental. San Ignacio no hizo más ni cosa distinta que lo que hicieran sus cote­rráneos. (…). La culpa es de todos: no es tuya, ni mía: es nuestra; porque, aunque contados, también hubo navarros que pelearon por Castilla. Hoy, el título de conde de Lerín que lucía el jefe de la facción beaumontesa afecta a Castilla, lo lleva la misma persona que ostenta el de duque de Alba, el general castellano que realizó la conquista de Navarra. Para eso nos han servido en Euzkadi los títulos nobiliarios.

Pero Navarra no pudo realizar su truncada misión histórica sin aflicción y quebranto. El mantener en­hiesta la bandera de la independencia sobre las cumbres del Pirineo (…) costó a Navarra sacri­ficios inmensos. (…) Media Navarra ha dejado de hablar euskera. Y con el predominio del idioma y de la cultura extraños, penetraron también costumbres, influencias y modos políticos. Maravilla es cómo encontró fortaleza para mantener su democra­cia fundamental, para impedir la entrada en su terri­torio de la Inquisición, y para someter la corona a la condición de primera magistratura del país, en tiem­pos en que, todo el continente, sin que Castilla fuera excepción, estaba regido por monarquías absolutas y despóticas.

No es, pues, extraño que la nobleza, y otras manifestaciones de la vida feudal europea, pe­netraran en Navarra, dejando de su paso huella per­manente. Gracias a aquellos sacrificios y al temple de nuestra raza, ha podido ésta conservarse incólume y conservar el euskera en los riscos pirenaicos y en las costas del Golfo de Vizcaya, para bien de la patria, en un futuro vasco más solidario, animado de un sentido estrictamente nacional. Por mucho que aprecien a Navarra los restantes vascos y por largo que sea su agradecimiento, será difícil que puedan nunca pagar la deuda de honor que nuestra raza tiene contraída con quien durante siglos fue el centinela más esforza­do de su independencia.

Queda un extremo por tratar en este tema de la nobleza vasca, sobre el cual tengo ideas propias, que tal vez no coinciden exactamente con las mantenidas por los publicistas que, con más competencia que la mía, investigaron sobre estos asuntos. Me refiero a los parientes mayores, de Guipúzcoa y Vizcaya, a los aundikis, que durante largos años perturbaron con sus luchas banderizas la tranquilidad y sosiego del país. Se dice de ellos que eran brotes feudales. Ariztimu­ño, que trata el tema con gran dominio y documentación, sostiene, a mi parecer con plena razón, que los aundikis no respondían a un concepto feudal, sino a una posición económica superior, cuyas rivalidades condujeron en aquella ruda edad, a la lucha armada.

Guipúzcoa y Vizcaya estaban fundadas sobre eco­nomías liberales y librecambistas. Los poderes pú­blicos no ejercían sobre las actividades económicas ciudadanas control de ninguna especie. Guipuzcoanos y vizcaínos eran libres para ejercer profesión, co­merciar con otros países, erigir empresas de orden mercantil, y dar a su trabajo y a los beneficios obtenidos con sus iniciativas y espíritu de empresa, el destino que tuvieran por conveniente. Ni las aduanas les impidieron las operaciones de comercio exterior, ni el feudalismo limitó sus actividades interiores, ni tu­vieron que mantener el pesado presupuesto de una monarquía como la de Navarra cuyo estandarte fue llevado con frecuencia a Castilla, Francia, Bizancio y Palestina. Las consecuencias de un régimen de eco­nomía liberal sin control, dirección ni planificación por parte del Estado, las conocemos todos y no es necesario que sobre ellas insista; como a todos nos consta que, dentro de un vasco, cuando no aparece a la superficie, se esconde un contratista. No produjo aquel régimen económico la formación de un super-capitalismo, porque éste no surgió a la vida real hasta el siglo pasado, a consecuencia de la industrializa­ción arrastrada por los inventos modernos. Pero, con­tribuyó poderosamente a que, junto a la igualdad política ante la ley de todos los ciudadanos, surgiera la desigualdad económica, que es forzosa conse­cuencia de todo régimen capitalista. Los beneficia­dos de la fortuna, los ricos, en el siglo XV eran aundikis y en el XVIII caballeritos de Azkoitia; en la Edad Media lucharon como banderizos, y en la moderna estudia­ban la Enciclopedia y fundaban seminarios de cultura, cuando no emigraban a América. Si hoy siguiéramos viviendo en aquel régimen, los aundikis hubieran constituido cartels, mantenido conflictos obreros y discutido a ingleses y americanos la explotación del petróleo de Arabia.

Pero, de ahí a llamar feudales a los parientes ma­yores, va un abismo. La economía liberal produce capitalistas, pero no señores feudales. Lo que sucede es que, Euzkadi Occidental vivía en avance económico de varios siglos con respecto a la Europa feudal; y no puede juzgarse con el criterio general reinante en el siglo XV, las derivaciones económicas del laissez faire.

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2 comentarios en «Manuel de Irujo (9): Instituciones jurídicas vascas, la nobleza (y II)»

  1. Bizkaia y Gipuzkoa resolvieron el tema banderizo de formas diferentes. Los bizkainos llegaron a duplicar los cargos para que cada bando tuviera uno asegurado. Los gipuzkoanos sin embargo, prohibieron que cualquiera que tuviera pasado banderizo pudiera acceder a los cargos.

    Los gipuzkoanos y los bizkainos tuvieron el placet real para acabar con los banderizos, ya que al Rey o Señor no lo interesaba que nadie disputara su posición de Señor o Rey. Sin embargo, los vascos aprovecharon esto para reforzar la autoridad de las Juntas Generales, lo que dio lugar al desarrollo de estas democracias pioneras.

  2. Es realmente de admirar la capacidad que el ilustre patriota D. Manuel de Irujo tenía para con la nación vasca y vecinos.

    Es mucha la gente que no conocen los pensamientos, declaraciones, actuaciones de éste señor que todo lo hacía con gran dosis de humanidad, inteligencia, generosidad, conocimiento, cristianidad, amor por su patria.

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