Ion Gaztañaga
Me acuerdo que hace poco más de un año, un viernes 9 de febrero de 2007, época de pleno fragor de la batalla interna en el PNV en Gipuzkoa, acudía a la Diputación junto con mi amigo Iñigo Lizari a la presentación de la reedición del libro «La Guerra Civil en Euzkadi, antes del Estatuto» de Manuel de Irujo.
Ese mismo día había leido un clarificador artículo en el diario «Aquí hay tomate» con sede en el paraíso fiscal abertzale de la isla de Izaro. El título: «SOS: PNV secuestrado». Autor: un tal Joseba Garai, posiblemente amigo del tal Blázquez. El artículo en cuestión me sorprendió por su fino y agudo análisis del soterrado problema que carcomía al PNV en particular y el nacionalismo institucional en general. Tengo que confesar que me costó bastante llega a entender ese artículo, pues estaba enriquecido con profundos análisis científicos y crípticas secuencias deductivas. Como muestra un botón:
«JJ Imaz fue un troyano en cuyo interior viajaron todos los enemigos de Euskadi y que también jalearon personas de buena voluntad que no supieron distinguir el ardid. Ardanza, el apodado «la reina madre» (muy apreciado por los Pagaza), los Atutxas, los Urkullus, Andoni Ortuzar –nada despreciable mentor- con Iñigo Camino de escudero controlando EITB, empresarios timoratos, los neochanchulleros gipuzkoanos, la colección de michelines que tiene Ibarretxe en su Gobierno… todos se pusieron de acuerdo para que el PNV no tomara un rumbo «peligroso», mientras en España se rompían las manos de frotárselas y apoyaron la operación con todos los recursos disponibles.»
La verdad revelada me produjo tal preocupación, que apenas pude seguir con atención la presentación del libro. Aunque admito que dí buena cuenta de los pinchos posteriores. Y allí estaba yo en la boca de lobo, rodeado de submarinos, Servicios del Estado Español, michelines y demás gente de la peor calaña. Incluso podía oler al troyano. Había hasta tortilla de patatas. Ama, ¡menuda orgía españolista!
¿Cómo podía haber ocurrido semejante desfachatez en el PNV, como bien había indicado Garai, siendo incomprables e invendibles al enemigo? ¿Cómo se habían podido infiltrar tantos enemigos del Pueblo Vasco mientras los perros guardianes de las esencias vigilaban el caserío? ¿Cómo se pudo dinamitar el famoso sueño de la unidad abertzale, anunciado repetídamente por destacados profetas?
Si abatido estaba entonces, fue épica mi desesperación cuando seis meses después parece ser que los citados Urkullus, Ortuzar, Atutxas y demás amigos del troyano parecían seguir mandando en el PNV. ¿Seguiría secuestrado el PNV indefinidamente? Y con la lección bien aprendida, me prometí estar atento a los sutiles intentos de secuestro que en el futuro pudieran intentarse.
Como hombre moderno que soy, acudí a la tienda del contraespionaje abertzale por excelencia, dejándome un pastón en un arsenal de ortodoxia abertzale sin par: quemagrasas Aitite para el acabar con los michelines, baba de barraskilo (que no de caracol) para mejorar la cicatrización de las heridas españolistas y como guinda el último grito de la tecnología: un secuestrómetro ideológico de última generación. Decidí bautizar la máquina como Montse en honor a la famosa Diosa cuadrúpeda isleña.
Configuré a Montse con todos los indicios que encontré en la base de datos del tomate insular y me tranquilizó detectar que en los últimos años había abertzales de verdad, de pata negra, pedigrí, otrora destacados integrantes de ONGs revolucionarias vascas, en la casa del padre, perfumando los jardines de Albia, realzando y sublimando el legado del Maestro. Y pensé que ya era hora de que los domesticados nacionalistas-regionalistas pudiéramos aprender las grandes ideas y proyectos que iban a traer aquellos grandes políticos que tánto estudiaron en aquellos paraísos cubanos y albaneses.
Tengo que admitir que me pudo la ambición cuando animado por mis últimos descubrimientos incrementé la sensibilidad del secuestrómetro. Aunque pitaba por alguna extraña razón (posiblemente interferencias de CNI en sus barridos de frecuencias), pude admirar la retahila de destacados intelectuales que, sacrificando su futuro en sus modernos cruceros ideológicos de gran eslora electoral, abordaban el maltrecho buque jeltzale. Buque ya convertido en una txalupa sin remos que ni ciaba ni bogaba gracias a aquellos malvados piratas, neochanchulleros y demás amigos de lo ajeno.
Pero la desgracia cayó sobre mi provechoso viaje iniciático cuando Montse empezó a funcionar cada vez peor. Lo noté aquel día que empezó a pitar al ver aquellos profetas del diálogo y oráculos ecologistas que asesoraban a nuestros dirigentes. Lo confirmé con estupor cuando no había quién desactivara los desagradables pitidos de esa máquina infernal mientras en el desayuno leía el periódico. Especialmente al leer los certeros análisis que hacía aquel grupo de gurús universitarios, procedentes todos ellos de proyectos cláramente hermanos (más bien cainitas) al peneuvismo pre-secuesto. ¿Pitaría Montse porque publicaban sus artículos en aquellos periódicos españolistas? ¿Sería porque las siglas en las que militaban aquellos intelectuales no estaban ya en la base de datos de Montse?
Ya mosqueado, llevé a Montse al taller. Lo reiniciaron, miraron el disco duro, lo frotaron con la gaseosa «Crus del Gorbea» pero sorprendentemente, allí no encontraron nada raro. Ante mis reiteradas quejas, actualizaron la versión del software a la versión 2.0, afirmando que me llevaba a casa la última tecnología en detección de secuestros ideológicos, y que los problemas detectados bien pudieran estar causados por equipos boicoteadores compuestos por los verdes de Intxaurrondo en colaboración con los poltroneros guipuzcoanos.
Mi alegría duró poco. Montse aún osaba pitar cuando destacados dirigentes rearfirmaron el ampliamente conocido axioma de que EA era parte intrínseca de la izquierda abertzale. Y no veas en qué situación me dejó Montse cuando activó la señal de emergencia (entonando el Gora Ta Gora en modo politono) al final del último congreso de EA, justo cuando subió al estrado aquél dirigente pacifista de patillas aficionado al petit-point.
Montse ya no daba una. Le daba por pitar cuando se anunció el cambió de nombre a la selección vasca de fútbol o cuando leía declaraciones sobre la ilusionante coalición tutti-fruti que iba a hacer morder el polvo a ZP y liberar al PNV de sus parásitos.
Ya muy enfadado he vuelto a la tienda a devolver el secuestrómetro y reclamar mi dinero, pues es inaudito que un secuestrómetro que se precie sufra Síndrome de Estocolmo. Y de camino a casa me preguntaba si el oráculo Garai había identificado correctamente a los famosos secuestradores del PNV.
Lo más triste del asunto es que Izaronews se haya convertido en referente para algunos.
Un sitio que, como otro guipuzcoano, sólo trata de atacar al contrario sin ninguna reflexión.
Ya es hora de que podamos hacer un debate ideológico en condiciones, en cuestiones como la batasunización del lenguaje del nacionalismo.
Muy buena la pirueta k le has dado al infumable articulo de Izaronews.
La diferencia es k el que escribe esto firma con su nombre y el de Izaro con apodo. Y esa es una gran diferencia a fabor de este articulo.
A lo mejor firman con su nombre (si es que los nombres son verdaderos) para ganar notoriedad. Ya se sabe que el ego tira mucho.
No se si el ego tira mucho, pero hay k reconocer k el pasaje del politono es bueno. Habra k ver la cara de Etxano cuando lo lea.