¿Por qué molesta la memoria reciente de los nacionalistas vascos?

Joxan Rekondo

1. No son pocos (y sí muy influyentes) los que sostienen que el nacionalismo vasco es el germen del terrorismo y que para negar legitimidad a este último debería impugnarse la posición nacionalista. De esta manera, según estas opiniones, no cabría aceptar una memoria de la época de las violencias que fuera hecha por nacionalistas. Este argumento es falso por definición, que se formula como la única verdad no porque lo sea, sino para negar autenticidad a toda demostración que lo refute. En medio de una sociedad que consideran indulgente con los violentos, los que promueven esta tesis falaz pretenden presentarse como la excepción sana, los vascos justos que se atrevieron a dar la cara cuando nadie estaba dispuesto a hacerlo.

Todo esto queda absolutamente desmentido cuando observamos la trayectoria completa de ETA (desde su primer posicionamiento efectivo a favor del recurso a la violencia y su evolución posterior hacia el terrorismo hasta su desaparición hace pocos años) y la situamos en el marco del desarrollo político que siguió la sociedad vasca durante ese mismo periodo. Ubiquémonos en la dinámica interna que ha animado y transformado el país a lo largo de todas estas décadas. Especialmente, busquemos en los orígenes, y evoquemos la violencia principal de aquella época, la dictadura. Sin olvidar este marco, sin embargo, pongamos el foco en el controvertido clima en el que ETA decidió implementar la violencia revolucionaria, en una transposición a Euskadi de la actuación de los grupos guerrilleros más ‘célebres’ de la Tricontinental.  No es fácil porque, en los sectores a los que aludimos, es muy común rehuir toda referencia a ese proceso interno y su enraizamiento ideológico. Pero, no hay posibilidad de completar la verdad histórica sin realizar ese ejercicio.

En alguna de sus obras, Joxe Azurmendi alude a la prehistoria de ETA. Sus fundadores calificaban de ‘perdedores’ a la generación de la guerra. Al parecer, les disgustaba la importancia que los gudaris, cuando rememoraban los combates, otorgaban al haberse esforzado en humanizar la guerra. “No basta tener razón, lo importante es ganar, no importa cómo”, les debían reprochar los Txillardegi y Krutwig. Esta diferente valoración abría ya una grieta sensible entre vascos, que afectaba a la dimensión ética del pensamiento. Sin embargo, mientras ETA no concretó y no llevó a efecto una estrategia de violencia revolucionaria, esta fractura quedó solapada bajo la gran dinámica resistente que exigía una acción común ante la dictadura. Resistencia que, en los planes del lehendakari Agirre, no se limitaba a la militancia en la acción política ilegal o en el antifranquismo explícito, sino que incluía la reconstrucción cultural y socioeconómica del país.

2. El ambiente que se creó en torno al choque que ETA planteaba al conjunto de las fuerzas democráticas vascas resultó en un ‘volcán ideológico’, según lo describió pocos años después Bernardo Estornes Lasa. Y se planteaba como un conflicto entre dos procedimientos rivales, “el de la paz y el de la guerra, [que] son irreconciliables”. Cuando se buscaba avanzar mediante una dinámica popular que, en la línea tradicional del Auzolan, activara una reconstrucción de los fundamentos de la comunidad nacional vasca, la alternativa venía a ser apostarlo todo al arrastre de masas populares hacia una temeraria dinámica de insurrección armada (la que todavía hoy llaman Matxinada). El volcán, según atestiguó Estornes, “estalla en toda su furia hacia 1969 más o menos, porque ya venía preparándose con antelación”. Significativamente, Txillardegi y un grupo de fundadores ya habían abandonado ETA cierto tiempo atrás (abril 1967), confirmando que la organización se había convertido en “un partido de tendencia claramente marxista-leninista” y después de acusar, ante la dirección que tomo el mando en su Quinta Asamblea, que “no tenemos derecho a llevar a nuestro pueblo al matadero” (febrero 1967).

Es necesario acercarse de forma pedagógica a aquel clima, con una sociedad altamente movilizada y en ebullición. Por sintetizar las ideas que allí colisionan de forma volcánica (impetuosa, radical, …) se podrían apelar a testimonios y textos diversos. En este artículo, únicamente contrapondremos dos documentos de la época que representan perfectamente los puntos de ruptura entre las dos posiciones enfrentadas. El primero de ellos, Hacia una estrategia revolucionaria vasca, fue elaborado por el teórico más relevante de aquella ETA (Jose Luis Zalbide, K de Zunbeltz) y publicado a finales de 1968 en el boletín Iraultza – 1, y parcialmente corregido en el verano de 1969. El segundo, Jóvenes de mañana, escrito por Alberto Onaindia (Padre Olaso, en las emisiones de radio París), fue publicado por la editorial nacionalista Ekin en octubre de 1969.

Para Onaindia, recurrir a la violencia es “la solución de los pesimistas, de los desesperados o de los fracasados”. Confiaba en las potencialidades de reconstrucción pacífica de un pueblo como el nuestro, dotado de “un dinamismo, de una laboriosidad e iniciativa verdaderamente prodigiosos”. El Padre Olaso subrayaba que, a pesar de la derrota en la guerra, de la eliminación o inhabilitación de buena parte de sus jóvenes generaciones, del despojo de las libertades políticas y de la supresión de sus instituciones, “el país ha sabido rehacerse, avanzar, progresar en muchos órdenes de la vida industrial, comercial, cultural, dar pruebas de una actividad realmente asombrosa en organización de editoriales, publicaciones e ikastolas”. Para Zunbeltz (Zalbide) y sus seguidores, cabía impugnar ese proceso de “construcción pacífica de la sociedad [porque] es preciso, previamente, barrer el obstáculo armado que constituye el Estado como guardián de los intereses de la oligarquía opresora”. De acuerdo con esta estrategia de ETA, habría habido que aplazar, por lo tanto, la resolución de las urgencias nacionales al momento posterior al derribo del Estado.

La vía adecuada, según el manual de Zunbeltz, habría de ser el despliegue de una estrategia revolucionaria vasca. El eje en torno al que se vertebraría esta línea sería definido así: “la represión y la actividad revolucionaria crecen juntas y se condicionan mutuamente… [en consecuencia] se produce un proceso en espiral donde la actividad revolucionaria y la represión se empujan a niveles más altos cada vez”. Según esta visión, en este proceso acción-represión-acción, el principal perjudicado sería el Estado opresor y la clase dominante que operaba a través de él, que iría retrocediendo. Ante esta tesis, Alberto Onaindia replicaría que cuando “a la opresión se enfrenta la violencia, a la violencia sigue la represión, … Si fracasa el intento no serán solo los autores del golpe de fuerza quienes sufran las consecuencias de su imprudente conducta. Ellos procurarán ponerse a salvo, hasta habrán previsto esa eventualidad tomando las medidas oportunas para su huida… El castigo cae entonces brutal sobre víctimas inocentes que no participaron ni en la preparación ni en la ejecución del plan fracasado”. Ante este atroz dispositivo, la censura de Onaindia fue categórica: “no se puede jugar así con el pueblo”. Y todavía más, advirtió gravemente a sus responsables en términos parecidos a los empleados por los disidentes de la ETA que surgió de la Quinta Asamblea: “¡no empujemos a nuestros jóvenes al matadero!”.

En todo caso, la espiral se reprodujo con éxito. Según Pedro Ibarra Güell (La evolución estratégica de ETA, 1987), la “reacción represiva funcionó con una precisión matemática”, de tal manera que podría parecer “que el Comité Ejecutivo de ETA se hubiese infiltrado en el Ministerio de la Gobernación”. Unos pocos años más tarde, José Luis Zalbide (K de Zunbeltz) fue fichado, por Juan Alberto Belloch, para integrar su gabinete en el Ministerio del Interior. Ironías de la historia.

3. Los que claman contra los nacionalistas vascos que tomamos en serio la memoria omiten todo esto y mucho más. La primera manifestación multitudinaria contra las diferentes expresiones de violencia política que seguían activas (diferentes ramificaciones de ETA y grupos patrocinados por aparatos de Estado) la convocó el nacionalismo en octubre de 1978, cuando todavía no se habían rehabilitado las instituciones vascas. El manifiesto cultural más relevante de todo el periodo del ‘plomo y la goma2’ (el ‘Garaiz Gabiltz’ de 1980, que suscribieron los personajes más relevantes que ha dado la cultura vasca moderna) surgió de una iniciativa de la desaparecida revista nacionalista Muga.

Lo que nunca ha gustado de todos estos posicionamientos es el rechazo que, desde su mismo origen, muestran a que la violencia revolucionaria “que nace y anida entre nosotros” (tal y como resaltaban los 33 firmantes del manifiesto de 1980) pudiera justificarse en el nombre del pueblo vasco y en la persistencia del conflicto histórico. No gusta a los propagandistas de los aparatos de la seguridad del Estado. No gusta a los que iniciaron ETA y pusieron en marcha su mecánica violenta, aunque luego bascularan hacia otro lado. Y tampoco gusta a los herederos de la izquierda abertzale, que siguen conectando su relato político con la trágica Matxinada, que confirmó los peores augurios terminando como un auténtico matadero humano.

4. Sortu (por lo tanto, EH Bildu) se ha situado ahora en el modelo vasco. Apelan, sin una pizca de pudor, a la inspiración que la reconstrucción de los 60 (a partir del movimiento asociativo y cooperativo) y los 80 y 90 (con el respaldo decisivo del Estatuto de Gernika) pueden proporcionar al empuje de una nueva Transformación. Sin embargo, nos demandan que no discutamos sobre los méritos y deméritos que, ante esos procesos de desarrollo, han contraído las diferentes tradiciones políticas vascas. Es decir, Otegi y los suyos no quieren que les reprochemos nada. Pretenden que no recordemos que el impulso de progreso social en este país fue explícitamente boicoteado por el principal referente de la Matxinada que todavía enaltecen, ETA. Todos estos episodios de memoria que describimos aquí les estorban.

Las transformaciones que necesita este pueblo requerirán, sin duda, el esfuerzo de todos. Retomando la tradición de la Unión vasca que quiso (y logró) preparar el lehendakari Agirre. Y la memoria siempre nos ayudará a encontrar el rumbo adecuado, para poder desarrollar procesos de avance no imitativos, sino con características propias.

En otra ocasión, hemos hablado de Memoria proyectiva, para determinar qué del pasado (y del pasado reciente, específicamente) nos habrá de ser útil para proyectar constructivamente el futuro al que aspiramos. Ahora bien, la ejercitación de esa Memoria proyectiva no nos puede llevar a renunciar a la búsqueda de una ‘memoria penitencial’ (interesante término del Papa Francisco), que contribuya responsablemente a reconocer las experiencias que causaron un sinnúmero de efectos trágicos que enfadaron y avergonzaron a la mayoría de los vascos, que malograron a no pocos jóvenes de diferentes generaciones y obstruyeron el afianzamiento de una Unión vasca de amplia base social. En definitiva, la Memoria que necesitamos nos ha de ser útil para conocer y transmitir a las generaciones que nos seguirán qué experiencias pueden ser sugerentes e inspiradoras para fecundar positivamente el futuro y qué otras han de ser tenidas en cuenta para que no se repitan jamás.

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5 comentarios en «¿Por qué molesta la memoria reciente de los nacionalistas vascos?»

  1. “Y se planteaba como un conflicto entre dos procedimientos rivales, “el de la paz y el de la guerra, [que] son irreconciliables”. Cuando se buscaba avanzar mediante una dinámica popular que, en la línea tradicional del Auzolan, activara una reconstrucción de los fundamentos de la comunidad nacional vasca, la alternativa venía a ser apostarlo todo al arrastre de masas populares hacia una temeraria dinámica de insurrección armada (la que todavía hoy llaman Matxinada).”

    Los de la Matxinada, nunca han creído nuestra gente corriente. Pero si los vascos hemos demostrado algo, aún en los momentos con mayor opresión exterior y más graves agresiones interiores, normalmente de agentes supeditados a intereses e ideologías importadas, ha sido nuestra capacidad de montar artefactos comunales en beneficio de nuestra comunidad. Estos instrumentos los hemos creado basándonos en nuestra tradición de trabajo vecinal, en la corresponsabilidad, en la participación y en la colaboración.

  2. «Pretenden que no recordemos que el impulso de progreso social en este país fue explícitamente boicoteado por el principal referente de la Matxinada que todavía enaltecen, ETA. Todos estos episodios de memoria que describimos aquí les estorban.»

    Egia osoa

  3. «Ederra gero, nire ustetan, Rekondoren liburu honek ezin bikainago jasotzen digun guztia. 60ko hamarraldiko garari sozial eta politiko ezin latzago horretan, Arizmendiarrietaren eskutik betidaniko auzonanaren espirituak zer-nola eman zion segida espiritu koooperatiboari trinko bezainbat maisukiro jaso digu Rekondok. “Lana eta batasuna” ikur hartu zuen kooperatibismo solidario horren kontrastean, garai horretan bertan ere gaur egun “Euskal Matxinada” delakorekin lotuko genukeen iraultza-bide azkarrari ekin nahi izan zioten guztiz bestelako sektoreak zeuden gori-gori. Rekondok ondo asko adierazten duen moduan, sumendi idelogikotzat jo genezake, jo, 60ko hamarraldiaren bigarren edi aldera elkarren artean talka egiten zuten bi paradigma aurkakotu horiek sorturiko giroa. Nolanahi ere den, bi eredu horien arteko talkari erreparatu baino lehen, hobe, aurrena, 60ko urte horietako testuinguruari begiratzetik hasi.» (Igor Goitia)

    https://zuzeu.eus/euskal-herria/60ko-sumendi-ideologikoan-arizmendiarrieta-gidari/

  4. “Las transformaciones que necesita este pueblo requerirán, sin duda, el esfuerzo de todos. Retomando la tradición de la Unión vasca que quiso (y logró) preparar el lehendakari Agirre. Y la memoria siempre nos ayudará a encontrar el rumbo adecuado, para poder desarrollar procesos de avance no imitativos, sino con características propias.”
    Este articulo está lleno de joyas.

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