Esta serie de artículos recoge la conferencia ofrecida por el doctor Patxi Agirre el 19 de Diciembre en la Fundación Sabino Arana (Irudia: Sabino Arana Fundazioa)
Patxi Agirre
En 1899 Sabino Arana, exponía por carta a Aranzadi su profundo malestar porque elementos del partido le criticaban por haberse prometido con una aldeana y porque así, según ellos, iba a desprestigiar al Partido. En la misiva, Sabino se desahogaba ante nuestro protagonista arguyendo que Nikole, su futura esposa era, como todos los bizkainos, noble y que su casamiento iba a ser un ejemplo y no una mengua, para la Patria.
Aranzadi fue siempre el receptor de los más profundos sentimientos de angustia política del “Maestro”, de aquel fundador que, por un lado, no veía resultados claros de resurgimiento patriótico y, por otro, estimaba que un “escenario de corrupción racial avanzaba de manera aterradora” contra Euzkadi. En una carta enviada a principios del año 1901 a Aranzadi, Sabino propugnaba por un incremento de las iniciativas abertzales e invitaba al jelkide donostiarra a preparar trabajos con vistas al Congreso de Estudios Vascos de 1903 y animaba asimismo a este a acudir los dos a la Exposición Universal de San Luis en Estados Unidos para dar a conocer al Pueblo Vasco.
Pero aquella misiva también dejaba entrever una idea que adquiriría mayor fuerza un tiempo después: la idea del cambio de ruta para avanzar y no fracasar. Una idea que en cuanto a desarrollo práctico incluía la absoluta necesidad del fortalecimiento socioeconómico nacional creando industrias, organizando mutualidades gremiales, propiciando nuevas infraestructuras de comunicación o expandiendo el uso del euskera más allá del ámbito agrícola, incorporando su uso en todo el espectro educacional.
Ese mismo año, Sabino comunicaba a Aranzadi que se avecinaba el momento de la gran expansión del nacionalismo vasco por todo Bizkaya y también por Gipuzkoa y Navarra. Sabino confiaba en Aranzadi pero ello no implicaba que D. Engracio estuviera libre de las críticas del “Maestro”.
En aquel tiempo, Arana Goiri, encarcelado nuevamente en la prisión de Larrinaga por haber querido felicitar al presidente norteamericano Roosevelt por la independencia de Cuba, criticó duramente a Aranzadi por intentar buscar el acercamiento al nacionalismo de Rafael Picavea, empresario guipuzcoano liberal y monárquico alfonsino. Así habló entonces Sabino a D. Engracio: “Es usted una calamidad. No quiero hablar de ello. Sólo le diré que hay vicios capitales que se disfrazan de virtudes; que hay especies de modestia que ocultan verdadera pereza o abandono ¿Estoy duro? Lo merece usted y basta. Si yo hubiera pensado como usted, no hubiese existido hoy el nacionalismo”.
Fueron palabras muy duras proferidas en un momento en que Aranzadi había perdido buena parte de su patrimonio por la crisis búrsatil de 1901 y sufría hostilidad en su labor profesional en la Diputación de Gipuzkoa. Aranzadi se preguntaba cómo en aquella situación y con tan solo 25 años iba a poder liderar el movimiento abertzale en Gipuzkoa.
Pero lo hizo. Y lo hizo además en un contexto en el que había compartido la carta que Sabino envió a su hermano Luis en junio de 1902. La carta decía “Mi consejo es este; hay que hacerse españolista y trabajar con toda el alma por el programa que se trace con este carácter”. La Patria nos lo exige. Esto parece un contrasentido; pero si en mi se confía debe creerse”.
Y así lo hizo el abogado donostiarra a pesar del estupor que le causó esta nueva idea de la evolución españolista. Años después, Aranzadi explicitaría los porqués del cambio de posición del “Maestro” que moriría en 1903 sin haber podido plasmar en la práctica aquel proyecto de Liga Vasco Española.
Aranzadi acometió la labor de Arana Goiri de salvar la Patria y en octubre de 1904 fue designado delegado regional de EAJ-PNV en Gipuzkoa, en una reunión celebrada en el “Centro Vasco” de la capital gipuzkoana. En ese momento, sólo cinco municipios gipuzkoanos contaban con una implantación jeltzale suficiente como para tener delegado municipal. Aranzadi ocupó el cargo hasta la constitución del primer Gipuzko Buru Batzar, el 20 de abril de 1908.
Necesitado como estaba el nacionalismo vasco “del aire de la prensa para vivir” ya que sólo contaba con la tribuna del semanario “La Patria”, Aranzadi, en 1903, había aprovechado para “su apostolado jelista”, la oferta de colaboración que le lanzó Rafael Picavea, a la sazón director del rotativo donostiarra “El Pueblo Vasco”, donde escribían excelsas figuras de la cultura de la época como Ramiro de Maeztu y Pío Baroja. De esta manera “El Pueblo Vasco” se convirtió en un magnífico altavoz de propaganda y difusión de las ideas abertzales en Gipuzkoa.
La ayuda de Picavea, que durante la II República fue elegido Diputado por Gipuzkoa en las listas del PNV, no solo se limitó a prestar al mundo abertzale una tribuna editorial, sino que incluyó asimismo un notable apoyo económico para la puesta en marcha del Centro Vasco de Donostia.
Desde las páginas de “El Pueblo Vasco”, Aranzadi mantuvo una intensa polémica con el eibarrés Wenceslao Orbea, conservador españolista, experto en foralidad y letrado de la Diputación de Gipuzkoa, sobre la independencia de Gipuzkoa, argumento que Aranzadi defendía y Orbea refutaba. Para el abertzale, gran erudito en temas históricos, “No hubo reyes en Gipuzkoa, ni de Gipuzkoa, de Castilla, ni de las Indias. No los hubo, aunque se llaman reyes de Gipuzkoa a los de Castilla porque el nombre no hace nunca la cosa. Señores eran, no reyes. Fueron nombrados señores por las Juntas Generales de quienes dependían”.
Desde su cargo de Delegado Regional del PNV en Gipuzkoa, Aranzadi fue el líder indiscutible del partido en dicho territorio y como tal. En aquel periodo, Aranzadi inició, sin renuncia alguna de sus postulados sabinianos, una vía posibilista como mecanismo de avance del nacionalismo. Las fuerzas fueristas (en el contexto de la convulsa renovación del Concierto Económico), crearon la Liga Foral Autonomista buscando la desafección nacionalista a la misma pero Aranzadi optó por la táctica contraria ya que consideró esta alianza como una “calamidad aprovechable”.
El PNV se sumó desde la distancia a la iniciativa pero eso sí, con la certeza de que, como decía Aranzadi, “cuando los autonomistas trataron de mezclarnos con ellos, bajo una enseña laica y regionalista, les declaramos guerra sin cuartel”. Y el enfrentamiento estalló. El PNV no veía con buenos ojos asistir a actos presididos por grandes banderas españolas ni que se redoblaran los objetivos antiabertzales de la Liga.
Por ello, Aranzadi y los suyos programaron actos de propaganda exclusivamente abertzale a los cuales la Liga Autonomista opuso los suyos. El PNV distribuía hojas volanderas con el lema ¡Gora Jaungoikoa ta Lege Zarra al tiempo que recibía acusaciones por parte de varios párrocos de ser un “cáncer”.
En 1905, Aranzadi publicó en “La Patria” un artículo titulado “Nuestra ofrenda” calificando de blasfemia el mantenimiento de la ley de 1839.El texto fue denunciado ante la fiscalía y Aranzadi fue detenido y llevado a Larrinaga donde compartió durante varios meses celda con Teodoro Agirre, padre del futuro lehendakari.
En 1907 vio la luz el semanario “Gipuzkoarra”, cuya vida se mantendría hasta la aparición del periódico “Euzkadi” en 1913. En “Gipuzkoarra”, publicación de la que sería director, Aranzadi firmó por primera vez con el seudónimo de “Kizkitza”
Un año después, en 1908, decidió dar un paso atrás y renunciar a cualquier tipo de cargo interno en el partido. A partir de entonces ejercería únicamente a través de la prensa y de su obra literaria su “apostolado jelista”.
Como hemos indicado, 1913 vio nacer el diario bilbaíno “Euzkadi” como órgano oficial de prensa del PNV y Aranzadi fue nombrado su director. Desde este periódico que llegó a ser el segundo en cuanto a tirada en Bizkaia tras “La Gaceta del Norte”, el guipuzcoano centró su atención en las cuestiones ideológicas, programáticas y estratégicas del partido.
En 1926, dadas las dificultades para el ejercicio de la acción política abertzale que imponía la dictadura del general Miguel Primo de Rivera , el EBB, ante la lamentable situación financiera del rotativo, decidió cesar como director del Euzkadi a Aranzadi, proporcionándole un puesto de colaborador que el donostiarra no vio con agrado. Su posición de liderazgo político decreció y aquella tendencia descendiente se acentuó con la llegada al primer plano político de una nueva generación de dirigentes (Agirre, Irujo, Monzón, Landaburu). Aranzadi siguió escribiendo y en esta tesitura le alcanzó la muerte en febrero de 1937.