Jon Urtubi
La relatora de la ONU, tan exigente en el cumplimiento de los derechos humanos, no tiene tiempo para reparar en lo evidente. Hamás dispara, viola y decapita a civiles israelíes indefensos, lo mismo da bebés, niños, adolescentes, adultos que ancianos –al fin y al cabo, todos son judíos. Dispara desde escuelas y hospitales llenos de civiles gazatíes indefensos. Y se escuda en civiles gazatíes indefensos –si son niños, mejor para ellos-. No cabe mayor violación de todas las normas de la guerra. No cabe mayor delito de lesa humanidad. No cabe mayor desprecio por la vida humana que la de quien rebaja la dignidad de los hijos de su pueblo a la categoría de desecho industrial para la guerra. Y como el gas que aviva el fuego para que la ONU pueda castigar la conciencia de los occidentales.
Pero sabemos que no podemos prescindir de los recursos de la empatía con el prójimo, ese vehículo de la moral que nos eleva y que sirve de fundamento para la cultura de los derechos humanos. ¿Podemos ejercerla e imaginarnos la situación en la que, desde las vecinas playas de Italia, estuvieran lanzando misiles a la población civil de la costa azul francesa durante todos los meses del año de manera ininterrumpida? ¿O, si, desde las playas danesas hicieran lo mismo a las ciudades del norte de Alemania? ¿Deberíamos exigir en esos casos un mayor rigor a los ejércitos francés y alemán para salvaguardar la seguridad de la población italiana y danesa que la más elemental de la de proteger a los suyos? ¿Podemos exigir a los israelíes que estén dispuestos a presenciar cómo se destruyen su domicilios, historia y recuerdos, que pongan en riesgo a sus seres queridos, solamente porque quienes les atacan lo hacen desde edificios donde vive la población civil del atacante? ¿Existe conciencia humana dispuesta a cumplir la tan exigente y estrambótica condición? Solo el totalitarismo es capaz de conducir al ser humano a hipótesis que la más perversa realidad destila hacia los ciudadanos de Israel. Pero, además, cuidado, que lo hagan en silencio y sin protestar. Que no molesten por favor. Francesca Albanese nos aclara el panorama. Israel carece de legitimidad para invocar un “supuesto derecho a defenderse.” No sabemos si las víctimas inocentes del 7 de octubre se defendieron o no. Existen testimonios de gente heroica que dio su vida por sus seres queridos, también por sus vecinos. Y no nos extraña nada de ello de los gloriosos hijos de Israel. Pero de los informes de relatora de la ONU deducimos que no tenían derecho a hacerlo. Esperamos que la ONU no elabore ningún reporte afeando a los judíos que pudieron haberse defendido el sábado pasado, cuando no tenían ningún derecho para hacerlo.
Como suele referir en muchas ocasiones el mesurado e incansable buscador de la paz para israelíes y palestinos, Slomo Ben Ami, el conflicto palestino-israelí es existencial. La pregunta de dónde trazar los límites territoriales que ponga fin al conflicto parece ser una tarea de ingeniería. Pero va mucho más allá de la capacidad de acuerdo que pueda demostrar cualquiera de las partes implicadas. Es una tarea de profundas implicaciones religiosas, culturales y geoestratégicas. Pero, a estas alturas contamos con una certeza de la historia: incluso si Israel accediera a la creación de un estado palestino mañana mismo, seguiría enfrentando amenazas directas a su supervivencia. Probablemente esto sea algo que importe muy poco a los censores de Israel, más allá de su más interesada utilización del conflicto como herramienta para socavar el sistema parlamentario occidental. Para los hebreos es una cuestión de vida y muerte. ¿Alguien se detuvo a pensar sobre si la pervivencia del conflicto palestino es una muy útil herramienta para socavar a Occidente? ¿Qué el conflicto árabe-israelí, que dura ya 75 años desde la partición de Palestina interesa a muchos de los actores que han ido saliendo en este artículo, mucho más allá de los intereses, sufrimientos y expectativas de los actores directamente concernidos en oriente medio? ¿Y podría estar la ONU involucrada en semejante actividad, muy lejos de los fines, valores y principios sobre los que nació en su momento? Son solo preguntas que se dejan para la reflexión del lector. Que las conteste cada quien.
El nacionalismo vasco histórico tiene raíces en común con el proyecto de un estado libre, un hogar judío para Israel. Ellos tienen la lengua hebrea, que revitalizaron y convirtieron en lengua común para su patria. También desarrollaron la comunidad por medio de las granjas agrarias del kibutz, esas que han sido salvajemente atacadas. El movimiento cooperativo vasco y la creación y desarrollo de la red de ikastolas bebe de la misma cosmovisión comunitaria y espíritu emprendedor. El lendakari Agirre ordenó enviar un cargamento de armas en su día para el Irgún, lo mismo que los primeros berrozis de lo que sería después la Ertzaintza, recibieron formación directamente de los servicios policiales israelíes. Existe toda una serie de elementos en común entre Euskadi e Israel. Los nacionalistas vascos, no deberíamos cometer el error de hacer caso a los cantos de sirena que proceden del multisecular antisemitismo español reflejado en los históricos estatutos de la limpieza de sangre a los que, con tanta determinación se enfrentó Ignacio de Loiola blandiendo la sempiterna idea vascona de la hidalguía universal para todo ser humano.
El nacionalismo vasco siempre estuvo con Israel. Hoy, corremos el peligro de implicarnos en una corriente que tiene a España como piedra angular del antisemitismo, corriente que tuvo sus expresiones tanto en la derecha como en la izquierda española. EEUU, Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia han firmado un documento conjunto donde dice respaldar: “el derecho de Israel a defender a su pueblo de las atrocidades” –muy lejos de la visión de la relatora de la ONU-. Los países han reafirmado su unión y coordinación “como aliados y como amigos comunes de Israel para defender al país de los ataques de Hamás.” Añaden: “todos nosotros reconocemos las legítimas aspiraciones del pueblo palestino y apoyamos medidas iguales de justicia y libertad para israelíes y palestinos por igual. Pero no nos equivoquemos: Hamás no representa esas aspiraciones, y no ofrece nada al pueblo palestino que no sea más terror y derramamiento de sangre.” Este comunicado, que no ha sido firmado por el gobierno de España, contrasta con el comunicado de Sumar y Podemos que dice: “la situación de violencia y muerte en Israel y Palestina es fruto de la ocupación y del apartheid. La única forma de poner fin al conflicto es poner fin a la impunidad de Israel.” Aquí confluyen Yolanda Díaz, la manifestación de Madrid, la relatora de la ONU y el portavoz de Hamás, que no han ido más allá de dos ideas en su valoración sobre los hechos del sábado 7 de octubre: esto ha ocurrido por la ocupación de Israel, y porque Israel no cumple las resoluciones de la ONU.
Nuestro espíritu como vascos, como defensores de las naciones pequeñas, de una lengua minorizada y revitalizada hasta salvarla para nuestra descendencia y la historia, del ejemplo heroico de la resistencia de los hijos de Israel contra el imperialismo árabe, de la libertad en última instancia, debe estar con el primer comunicado, firmado por importantes países del mundo libre. Así lo hicieron el Lendakari Agirre y quienes restituyeron el Gobierno Vasco después de la dictadura franquista. Desvincularnos del espíritu de Agirre, nos vincula a un sempiterno antisemitismo hispánico reflejado en las declaraciones de la vicepresidenta del gobierno de España, que denunciamos, rechazamos y animamos desde aquí a combatir. Tampoco deberíamos confiar en la ONU más que en nosotros mismos. Es nuestro propio legado nacionalista vasco quien nos enseña el camino mejor que nadie. Así lo hizo Agirre, luchando por la democracia en el mismo corazón del totalitarismo nazi, que muchos hoy vigorizan borrando el rostro de los inocentes y señalando a las víctimas como verdugos y a los verdugos como víctimas.
El nacionalismo vasco de los tiempos de la resistencia gloriosa, la que nos ha permitido escribir hoy, estas líneas en libertad, jamás cayó en esa trampa. Siempre llevó consigo su propia brújula moral instalada en nuestra historia de libertades y dignidad de la persona antes que ninguna ideología sobre la faz de la tierra y lo hizo en el mismo Berlín, el lugar donde los siniestros jerarcas nacionalsocialista pergeñaban la solución final para los judíos. Que la innombrable vergüenza española ante la masacre en Israel no nos salpique. Que sepan los hebreos que aquí, en esta parte pequeña de la península, los vascos guardamos duelo por los israelíes inocentes asesinados. A los que ponemos rostro, nombre e historia personal. Y, a los que hoy, y desde aquí, desde Euskadi, rendimos homenaje. Shalom Israel
Froga
Perdonad el comentario anterior. Era una prueba porque es la primera vez que escribo en aberriberri. Israel, con todos sus defectos, es la única democracia liberal en Oriente Medio. Aprendí de mi aita que, si Franco está con los árabes, nosotros con Israel. Es lo que los jeltzales hemos aprendido en casa.