Joxan Rekondo
Acabamos de pasar por un proceso electoral de doble escala (local y estatal) que en la CAV ha dejado dos escenarios que los nacionalistas debiéramos leer de forma diferente. A nivel local, aunque el desgaste de EAJ es innegable, su suelo en votos contantes se ha vuelto a mostrar fuerte y la cuota de poder público a la que ha accedido le permite seguir encabezando las instituciones más importantes de la comunidad. A nivel estatal, el retroceso del partido es bastante más significativo, lo que advierte sobre las dificultades que, ante escaladas de antagonización radical como las que se viven en Madrid, se le presentan a todo aquel que plantea una agenda que no se somete a lo que sería necesario para la persistencia del conflicto bipolar.
En la antesala de las elecciones vascas, la agenda vasca se mueve en un plano secundario eclipsada por el estrépito con el que se propaga la política española. En la conversación política, el eje estatalista ha ido penetrando sin cesar durante los últimos años y ahora mismo es muy influyente en Euskadi. Sin lugar a dudas, un factor que ha influido en las últimas citas electorales, pero que se ha mostrado determinante ante unas elecciones generales disputadísimas.
Se trata de una fuerte polarización que atrae como un imán a no pocos votantes de diversos sectores abertzales. Afectando menos a EH Bildu, fuerza sucesora de aquella izquierda abertzale que siempre estructuró su programa táctico (desde la creación de la alternativa KAS) a partir de su deseo de participar activamente en una ruptura de régimen en España. Influyendo más en el PNV que carece de tradición de alineamiento con las diversas alternativas a la dirección del Estado. Su aproximación a una u otra de ellas se ha producido únicamente en circunstancias excepcionales (la causa a defender era la propia democracia) o cuando se han dado condiciones adecuadas para una interlocución seria que beneficiara directamente a la agenda vasca. Podríamos decir, en consecuencia, que el mapa político derivado del 23-J no es la referencia más adecuada del previsible comportamiento de nuestro cuerpo electoral ante las próximas elecciones, que de nuevo son de ámbito vasco. Si nos quisiéramos referir a un probable patrón de conducta electoral, por lo tanto, podríamos apoyarnos en las que se celebraron el 28 de mayo.
En estas circunstancias, el comportamiento del Grupo Vasco ha hecho ante el proceso de investidura ha sido coherente con su propia tradición y su desempeño ha sido hasta ahora notable. No había posibilidad ninguna de interlocutar con el candidato del PP, que se ha ejercitado con sumo gusto en el marco ideológico que domina su aliado Vox. Estos partidos están planteando la confrontación política como si buscaran un ‘cambio de régimen’, como un auténtico alzamiento contra los que ahora ocupan el Gobierno o han sido sus apoyos. En esa línea, la provocadora interpelación que realizó en el debate al PNV fue una lamentable exhibición de la hybris matritense, puesta de manifiesto con sus recursos preferidos: uniformidad nacional y código penal. La convocatoria de Feijóo era a rechazar al que no es igual, al que busca preservar su identidad diferencial. Era una llamada a alzar la Constitución como frontera inflexible e infranqueable para frenar el avance de las nacionalidades periféricas. El delito de ‘deslealtad constitucional’ no puede entenderse de otra manera.
Entiendo que el PNV haya distinguido con claridad y rehusado la convocatoria que se limita a rechazar, a derogar todo lo que otros han hecho antes o a castrar toda expectativa de concordia en Cataluña, de la invitación que podría recibir para participar en la integración de las demandas de la agenda vasca en un programa de gobierno del Estado. Sin comprometer su posición crítica con la planta constitucional del Estado, el nacionalismo vasco siempre ha buscado interlocutores. El cheque en blanco nunca ha sido una opción. Ahora, se trata de contrastar si Sánchez va a ser capaz, en la nueva legislatura, de materializar fehacientemente el cumplimiento de los acuerdos a los que se comprometió en el pasado reciente y de obligarse con los nuevos temas que el Grupo Vasco le ponga sobre la mesa. Vamos a verlo.
Ante el crecimiento de la pugna entre izquierda y derecha españolas, puede pensarse que la posición decisiva pueda beneficiar a las formaciones territoriales y a la apertura de una fase plurinacional. Cuidado, lo que nos enseña la historia es lo contrario. Residenciar en Madrid la resolución de la cuestión nacional vasca es legitimar una relación de fuerzas que no nos representa que, con la misma habilitación con la que nos puede dar una determinada condición política, nos la también puede recortar o quitar. Además, el crecimiento de la polaridad entre la izquierda y la derecha españolas ha centrifugado tanto la política vasca hacia Madrid que ha eclipsado notablemente la tensión por la reforma del estatus vasco, y ha difuminado el movimiento sobre el derecho a decidir. Por todo eso, es absolutamente necesario recuperar para nuestras comunidades políticas el centro principal de la agenda política vasca. Tomemos las próximas elecciones de la CAV como una oportunidad para ello.
«el crecimiento de la polaridad entre la izquierda y la derecha españolas ha centrifugado tanto la política vasca hacia Madrid que ha eclipsado notablemente la tensión por la reforma del estatus vasco, y ha difuminado el movimiento sobre el derecho a decidir. Por todo eso, es absolutamente necesario recuperar para nuestras comunidades políticas el centro principal de la agenda política vasca»
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Euskal akordio gehiago eta herrigintza gehiago behar ditugu. Soberan ditugu hainbeste aldarrikapen Espainiako salbatzaileekin lerrokatzearen alde, horiek eskuinekoak edo ezkerrekoak izan.
Podemos achacar los malos resultados de las elecciones generales a la polarización del voto entre PSOE y PP y a la farta de movilización de nuestros votantes, pero ¿cómo explicamos que en las Municipales y Forales más de 80.000 votantes se quedaran en casa? ¿tendrá algo que ver al seguidismo de las políticas sociales de izquierda con la aprobación de todas las leyes ideológicas como Bienestar animal, ampliación del aborto, ley trans, ley de solo si es si (también esta), ley de eutanasia…?
En el eje nacionalismo – españolismo no le podemos disputar el voto a Bildu, mucho menos cuando desde EITB se ha permitido durante muchos años que se blanquee a dicha coalición (por lo que me cuentan la causa está en la fuerza de los sindicatos en EITB que tiene bemoles)
En el eje izquierda- derecha ya hemos defraudado a muchos de nuestros votantes apoyando todas las leyes ideológicas inspiradas por la extrema izquierda, ¿haremos lo mismo con las leyes de carácter económico?
Hoy se acaba de hacer público en acuerdo entre PSOE y SUMAR, acuerdo que quedaría en papel mojado si no cuenta con los votos del PNV, si no lo ratifica peligraría la investidura de Sanchez, si lo hace defraudara a buena parte de nuestro electorado que sociológicamente es de centro derecha y dará votos al PP. Apoyar las medidas económicas de la izquierda tampoco nos permita disputar ningún voto a Bildu.
La actuación del Partido en Madrid no nos esta dando votos sino todo lo contrario, solo me queda la esperanza de que en la CAV la figura del Urkullu sea determinante y sepa capitalizar el voto útil.
Como máquina político-electoral, el PNV ha sido un partido que ha mostrado una capacidad de comprensión de la dinámica de la opinión electoral muy alta. Sin embargo, hace mucho que ha ido perdiendo capacidad de intervención en la conformación de la opinión pública. Ante nuestras batallas culturales, se ha amoldado a las corrientes dominantes sin plantear sus propias posiciones a la discusión pública. Puede ser eso lo que le haya llevado a confluir en las cuestiones ideológico-culturales con Podemos.
En lo económico, ¿qué pueden plantear Sumar y PSOE que vaya a impresionar al PNV? La izquierda española es incapaz de mejorar la sensibilidad social y económica dominante en nuestro país. Y cuando digo país, hay que reconocer, tanto como a la propia sociedad civil, a las autoridades públicas que han tomado las decisiones que nos han llevado hasta aquí. Ni la regulación de la jornada ni el incremento del salario mínimo ofenderán a la mayoría de los votantes del viejo EAJ. En ambos casos, la situación real aquí es mejor que la que proponen los dos partidos.
Proyectar la idea de que el soporte electoral del PNV es de derecha, es señalar al PNV como derecha, cosa que no es cierta. El PNV es un partido que no se somete a esa ‘fraseología ridícula’, como dijera Agirre. A nadie le conviene más esa ‘guerra cultural’ entre derechas e izquierdas que a la izquierda vasca, que estaría feliz de que el PNV adoptara claramente ese perfil de ‘derecha o centroderecha’, puesto que le legitimaría de manera definitiva como alternativa ‘progre’.
EAJk, nire ustez, ezker/eskuin eztabaida-ardatzetik ihes egin behar du, ardatz horrek muturrak baino ez baititu indartzen eta erdiko ibilgua ahultzen. EAJk euskal teoria konfederalaren ildo historikoarekin jarraitu behar du, euskaldunek mendeetan zehar bizitakoa, ideal demokratikoekiko atxikimendua indartuz; bere ikuspegi sozial komunitarista eguneratzen jarraitu behar du, sistema kapitalista eta kolektibistekiko desberdina.
Hacer seguidismo «progre» esta claro que no le ha dado reditos electorales al PNV, no le va a permitir quitar ni medio voto a Bildu y en cambio puede alejar a parte de su electorarado que sociologicamente es evidente que se situa en el centro derecha. Si no, basta ver los resultados por ejemplo en Bilbao en las ultimas elecciones generales y ver en que mesas gana el PP ( todo el eje de la Gran Via), donde el PNV el contorno de ese eje centrico y donde gana el PSOE todos los barrios del extrarradio de Bilbao.
No dar la batalla de las ideas ni en temas sociales ni economicos es el principio de la derrota politica. Al final cada uno tiene lo que se merece.