Borja Irizar Acillona
A menudo observo con tristeza la función de tarde, en que grupos políticos desde el gobierno Español, han convertido el feminismo. Y con la misma tristeza, cómo vamos importando el circo y su formato, el discurso y la solución de nada como solución de todo.
Siempre he creído que las corrientes de pensamiento sólo triunfan cuando conllevan un esfuerzo solidario de la sociedad, convertido este, en un proyecto común y transversal. Un esfuerzo plagado de valores humanos buenos, generosidad, justicia y respeto. Ninguno de ellos asoma en el feminismo «made in Madrid«.
De un tiempo a esta parte es notorio como este feminismo marca-españa penetra en la sociedad vasca, y en el discurso de sus políticos y electos, formando un razonamiento que nadie entiende y todos copiamos. Es además un discurso infinito, en el que cada 6 meses la lista de personas damnificadas por la sociedad se amplía a un colectivo nuevo, es posible, y sin duda ya ocurre, que alguno de los colectivos agregados haya damnificado a alguno de los existentes, creando enfrentamientos entre personas previamente clasificadas y enfrentadas por la cocina de ideas del ministerio.
Este feminismo pretende construir una historia basada en la revelación de la verdad, donde antes de su llegada el mundo era poco menos que oscuridad. Mientras nos alumbra, práctica un chantaje emocional, en el que nunca nadie está suficientemente a favor de sus ideas y cualquier disidencia es castigada públicamente y sacada de los círculos de poder y presupuesto. No es un consenso construido en la razón sino en el miedo.
Este feminismo arregla-todo no arregla nada, construye una sociedad enfrentada mientras destruye todo. Criminaliza al hombre, en general y en particular al arquetipo de hombre que es, precisamente, el más feminista. No educa, ni razona, sino que estigmatiza al que no ha tenido a bien aceptar las reveladoras ideas. Es un feminismo de decreto y bayoneta, ininteligible para una sociedad sana y comprometida como la nación foral que formamos. Es el feminismo del que más grita. Es un feminismo que realmente sólo coacciona los espacios naturales de discusión y acuerdo que el ser humano crea de forma natural, sustituyéndolos por una verdad absoluta artificial, inobservable para el común de las personas e injusta e inexacta con una inmensísima mayoría social, que ha basado todo su desarrollo personal en el más escrupuloso respeto a la igualdad del hombre y la mujer, en todos aquellos campos en los que por justicia, debe haberlo.
Los resultados hasta ahora ya los conocemos, enfrentamiento social y tímidos avances, que se hubiesen dado por puro sentido común y, sí es sí, leyes rectificadas en periodos exprés, porque nadie se lee los proyectos de ley, mientras pelean por los minutos de televisión. Pan y circo, mientras haya pan, claro.
Con toda certeza les puedo asegurar que este feminismo, cocinado en el enfrentamiento y la radicalidad, no va a solucionar ninguno de los problemas que dice enfrentar. Los asesinatos de violencia de género tienen unas cifras, y sobre todo un patrón, que se mantiene inalterable desde el año 2003. Las personas LGTB no van a ser mejor tratadas por la sociedad sino con mayor distancia, consiguiendo precisamente este movimiento lo contrario a lo supuestamente pretendido, la cohesión y la integración en la sociedad de todas las sexualidades como una forma de normalidad.
Lo único que va a construir este feminismo irresponsable, tras liquidar millones de euros en anuncios, orientándonos sobre cuales son “las buenas prácticas sexuales”, es una construcción adulterada de la realidad en la conciencia de nuestros hijos. Ellos se irán, todos con buenos retiros, no les quepa duda. Nuestros hijos y sus sufrimientos nos los quedamos nosotros.
Frente a este feminismo, propongo un feminismo nuestro, foral, el feminismo que en toda Vasconia de forma natural sea condescendiente al desarrollo de nuestros equilibrios sociales, de nuestro modelo de sociedad, de nuestra educación colectiva y del papel central de la mujer vasca en la familia, en nuestra historia. Un feminismo constructivo y efectivo frente a un feminismo destructivo y teórico.
Es por tanto, el nuestro, un feminismo que no grita sino hace, no separa sino que une, no estigmatiza sino que explica. No debemos tratar de dar visibilidad y ponderar una sexualidad sobre otra, favorecer a un colectivo particular, sino de anular toda valoración subjetiva que en la sociedad tiene la sexualidad sobre el conjunto del individuo. La mejor igualdad entre las personas no es aquella en la que se listan y clasifican a las personas por los criterios del ministerio, sino aquella donde esos criterios no tienen valor clasificatorio alguno, y la sexualidad se vive en libertad desde el respeto. Debemos fomentar un feminismo donde la igualdad está basada en el desinterés por la sexualidad del prójimo, no en su ponderación sobre otras.
El feminismo foral debe educar a nuestros hijos en la no ponderación de la sexualidad, en la no diferenciación de las personas por su orientación sexual y en la insignificancia de la orientación sexual de sus compañeros. En el feminismo foral no hay binarios, heteros, trans, gays, bisexuales etc.., en el feminismo foral hay personas y su orientación sexual no le interesa a nadie más que a ellos mismos. La educación no debe estar dirigida a dar importancia a la diferencia sino a dar un espacio de normalidad a lo minoritario. A aceptar las minorías como parte horizontal del todo, no como un hecho supremo que debemos ponderar, visibilizar e idolatrar.
Nuestro feminismo es un feminismo de acción y medios, no de púlpito y gritos, nuestra responsabilidad es proteger con medios a las mujeres amenazadas o en un estado de vulnerabilidad. Medios a disposición del bien común, pues no hay otro éxito colectivo mayor que salvar vidas en un esfuerzo colectivo dirigido desde los poderes públicos. Las instituciones forales deben proveer los medios físicos para la prevención de cualquier tipo de violencia de género.
El feminismo foral debe orientar su éxito a un esfuerzo social solidario con el hombre como actor, no como enemigo declarado. Y su éxito debe ser entendido como una victoria colectiva, no como la victoria de la mujer sobre el hombre. La construcción de las “verdades sociales” del feminismo foral y de ellas las actitudes individuales, debe ser un éxito de todos, no un generador de odio y rencor hacia otros. La igualdad del hombre y la mujer es un hecho loable y justo, pero no en base a discriminar y fijar cuotas, sino a que el sexo de nacimiento sea un criterio nulo en la consecución de un puesto o ascenso.
En nuestro modelo social nuestros hijos son nuestros, no podemos permitir que el Estado pueda definir con sus criterios, decisiones que marcan su vida por completo. En el Estado los dirigentes vienen y van y no pagan responsabilidades más allá de perder elecciones. Nosotros nos quedamos toda una vida. Nadie quiere más a un hijo que sus propios padres, nadie tiene mayor interés en su felicidad y nadie estaría más dispuesto a hacer lo que haga falta para que el día que debas irte tengan una felicidad completa, incluyendo la sexual y anatómica. Nadie puede dirigir a un menor a cambios de índole irreversible. Es un auténtico crimen contra el sentido común.
Nuestro feminismo debe ser radical en los resultados y constructivo en el discurso, conectado a nuestra gente y coherente con la realidad. Los partidos de ámbito foral deben tomar nota de que formamos una sociedad que no puede tener por portavoces a voceros del circo mediático madrileño, sino a personas comprometidas con una mejora de la sociedad desde el esfuerzo común y el respeto. Urge levantar la voz, y tomar una posición independiente y efectiva, constructiva y desde luego inteligible.
Frente al circo, fuero.