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Gabriel Otalora

Acaban de celebrar 25 años del acuerdo de Viernes Santo (1998) que puso fin al conflicto armado anglo-irlandés que ha despertado el interés en la mayoría de la población vasca, sobre todo por la esperanza de ver un modelo que pueda ser equiparable. Si me detengo a comparar esta realidad con nuestro “tema vasco” es porque las comparaciones no son odiosas, sino necesarias. Si me detengo a comparar esta realidad con nuestro “tema vasco” es por mi convicción de que las comparaciones no son tan odiosas como necesarias.

Comparo y constato que aquí hemos superado la represión brutal del franquismo y sus seguidores y ahora convivimos mejor, a pesar de ETA y sus admiradores, mientras que allí existen todavía barrios católicos y protestantes con muros que se cierran por la noche evidenciando una brecha, de momento irreconciliable.

El conflicto irlandés fue muy superior en víctimas a las causadas por ETA, GAL, BVE… Pero la comparación se voltea con la represión franquista, que aquí dejó una estela violenta muy superior, y que los descendientes ideológicos se niegan a recordar siendo como fue la precuela de ETA. En ambos casos, los pactos para lograr el fin de la violencia, dejan en mal lugar a quienes siguen negando legitimidad al consenso, cuando todos sabemos que los purismos en estos temas son mera hipocresía.

El acuerdo de 1998 contemplaba que Irlanda del Norte decidiría algún día su futuro en un referéndum acordado, ¡qué suerte!, además de elecciones al Parlamento con ley proporcional, pero con un Gobierno que sería siempre compartido entre protestantes y católicos que tendrían el mismo peso. Así pues, en el Gobierno coincidieron el unionista Ian Paisley y el exjefe del IRA, Martin McGuinness. Comparo de nuevo para recordar que nuestro país, fragmentado en tres realidades, ha sido capaz de gobernar entre diferentes, de manera clara en Navarra y en la CAV, incluso con la propia escisión, como ha sido el caso del PNV con EA, aunque el referéndum está vetado.

No es un logro menor la convicción social de que no hay vuelta atrás en la violencia, allí ni aquí. O que el gobierno británico y el IRA pidieran perdón por la masacre de Ballymurphy (1971), y por el Domingo Sangriento (1972). El IRA, por su parte, hizo lo propio por los asesinatos a 650 personas no combatientes en el conflicto.  Algo es algo, porque aquí nadie (ETA, Gobierno español) ha pedido perdón.

Continuando con las comparaciones, el nacionalismo vasco y el irlandés nacen de un problema de opresión nacional. Sin embargo, los casos tienen calado distinto. En Irlanda existe un conflicto colonial con Gran Bretaña, mientras que nosotros padecimos la configuración con el Estado, unitario y centralista, que no aceptó el sentimiento nacional ni el idioma o los derechos históricos, perseguidos desde antes del franquismo que los quiso borrar del mapa.

A partir de ahí, el IRA nace como la rama militar irlandesa que se opone al dominio británico, con grupos violentos en ambas partes. ETA por su parte, surge en 1959 para liberarse del yugo franquista con el lema sabiniano de que la patria de los vascos es Euskadi, pero sin objetivos cruentos. Muy pronto cambia el fin para convertirse en una organización armada marxista leninista que bebe los vientos tácticos del maoísmo y la utilización de las nacionalidades para l logro de los objetivos comunistas; algunos siguen todavía en esto.

Cuando el IRA anunció el cese de la violencia, seguía con capacidad militar; su alto el fuego se debió a la petición política hecha por Gerry Adams que sirvió al Sinn Fein para conseguir el mayor apoyo electoral de su historia. El alto el fuego permanente declarado por ETA se produce, en cambio, en un momento en que la banda se encuentra muy debilitada por las actuaciones policiales y la presión popular. No fue su voluntad acabar el terrorismo, sino su debilidad la que le llevó a aceptar disolverse.

En el proceso de paz irlandés, lo peor ocurrió en medio del alto el fuego, cuando una escisión del IRA  (RIRA) cometió el atentado de Omagh en el que murieron 29 personas y 200 resultaron heridas. Algo similar ocurrió con el atentado de Barajas, después de que ETA abortara el enésimo acuerdo casi cerrado de paz entre todas las partes implicadas. A partir de ahí, llegaron los cambios de táctica, primando lo abertzale sobre lo comunista, hasta el punto de provocar la disidencia ahora llamada GKS que reivindica las esencias marxistas leninistas y violentas sacrificadas por EH Bildu como reclamo electoral. Lo más genuino suyo, ya no vende.

Poco después de la celebración de los 25 años de paz oficial en Irlanda del Norte, hemos celebrado Aberri Eguna. Y comparando patriotismos, el suyo parece más unido que el nuestro mayoritario, y eso que Irlanda no existía como Estado cuando Sabino Arana ya había muerto. Dos sentimientos nacionales de identidad política y cultural, sin olvidar que estamos ante un fenómeno transnacional. No hay nada más internacional que el nacionalismo, en palabras de Anne Marie Thiesse, experta en entidades nacionales.

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