José Manuel Bujanda Arizmendi
Me permito humildemente como docente y profesor que he sido durante largos años en diferentes instancias, niveles y responsabilidades varias siempre ligadas tanto al aula y al alumnado, como a los centros educativos, en su planificación y organización, una serie de reflexiones sobre, digamos, la enseñanza, la educación, el sistema educativo, y lo reflejo y resumo en un concepto llamado “lo educativo”. Y mi reflexión, esta vez, tiene un ámbito geográfico concreto, llamémosle la CAV. Hablo de expectativas reales y desiderátums posibles. Creí en lo que hacía, puse esfuerzo, ganas, voluntad e ilusión.
Pues bien y como primera idea quisiera manifestar que el camino recorrido por “lo educativo” en Euskadi es digno de elogio y logro compartido. Sí. Sin autocomplacencias, ni arrogancias de ningún pelaje, pero sí me atrevo afirmar con cierta contundencia que en muy pocas décadas se ha logrado, hemos logrado, partiendo de casi cero, un sistema educativo vasco bilingüe con un más que aceptable soporte de ilusión, objetivos, programas, conocimiento, recursos humanos, materiales y partidas económicas. Aun así, reconozco sinceramente que obviamente, falta mucho por hacer, falta mucho por mejorar, adaptar y reflexionar. “Lo educativo” empieza pero no acaba, es un proceso dinámico que no permite estancarse, que intrínsecamente llama y necesita de cambio y mejora y superación. En este sentido es evidente que, como en cualquier otro espacio y ámbito, “lo educativo” en Euskadi, y después de haber recorrido varias etapas, tiene que acometer, digamos, una muy fuerte re-innovación en muchos y variados aspectos. Aspectos y espacios que encontrarán reflejo y concreción en un proyecto educativo común a todo el conjunto del sistema educativo vasco actual. Que colocarán al alumno/a en el centro de este quehacer apasionante, que ubicarán el conocimiento acumulado y los medios humanos, materiales y funcionales necesarios al servicio de un proyecto ampliamente compartido y acordado por el conjunto de los agentes educativos.
Hablo de una renovación y modernización adaptadas siempre a los nuevos retos del futuro (y si fuera posible adelantándose a la exigencia de dichos retos). Y ello porque Euskadi, la sociedad vasca, precisa que el sistema educativo vasco se convierta realmente en motor activo y eficaz de innovación para afrontar con garantías los nuevos paradigmas de la educación del siglo XXI. Hablo de un sistema educativo vasco que avance hacia el inexorable futuro del plurilingüismo desde un bilingüismo realmente efectivo y con el euskara como recia columna vertebral. Un sistema educativo vasco de calidad, que sea capaz de innovar y de construir un futuro con imaginación, de implementar un país emprendedor en su diversidad, un país justo, solidario y humano, una sociedad inclusiva con personas respetuosas que hayan adquirido madurez individual, social y profesional, integradas y colaboradoras con su entorno.
Un sistema educativo vasco entroncado lógica y legítimamente, en el marco competencial estatutario del autogobierno de Euskadi, que esté al servicio de la ciudadanía, que tenga al alumnado, lo repito, sí, en el centro del sistema y que les proporcione, a todos y todas, oportunidades de desarrollo integral personal y vital en donde el aprendizaje esté basado en las competencias. Y en este sentido, y en esta reflexión, indudablemente juega un papel fundamental un currículo para todos los niveles en sus aspectos formales y no formales, un currículo vasco que integre, por un lado, como componentes troncales y claves el euskera y la cultura vasca cual elementos propios vertebradores de los siete territorios vascos que conforman Euskal Herria, y por otro lado, la estrategia de las competencias educativas así como la transmisión y promoción de una cultura científica y tecnológica de base.
Hablo de un sistema educativo vasco garante, lo repito también, de la equidad, y que requiere de un Pacto (con mayúsculas) muy amplio y trabajado, un Acuerdo (con mayúsculas también) buscado con ahínco, un Consenso básico (obviamente también con mayúsculas ) cimentado en la voluntad que nos une, marco común, compartido, colectivo, incluyente, flexible, estable y duradero, basado en el diagnóstico concertado con los propios agentes educativos, sociales y políticos en torno a las bases de una futura Ley Vasca de Educación que dé coherencia y estabilidad a todo el entramado educativo vasco. Una Ley Vasca de Educación apoyada, pergeñada, dibujada y cimentada por una muy grande, inmensa desearía yo, mayoría del arco parlamentario. Y sustentada en un modelo educativo pedagógico que partiendo de las competencias básicas y objetivos que ha de lograr el alumnado hace un planteamiento coherente de los restantes componentes del currículo como son los contenidos, la metodología y la evaluación. Un modelo que define con claridad el perfil de salida del alumnado, es decir, los objetivos que se espera logre el alumnado al finalizar la educación básica en lo que se refiere en el desarrollo de las competencias básicas, las transversales y las disciplinares. Un modelo, pues, basado en competencias, en la adquisición de saberes sobre contenidos declarativos, procedimentales y actitudinales, en el uso de dichos saberes para la solución de situaciones funcionales complejas.
Contamos, lo reitero, con un sistema educativo donde los y las docentes, mujeres y hombres, siempre han jugado, siempre, un papel decisivo, básico, radicalmente clave y fundamental, y a veces lamentablemente no valorado en sus muy justos términos. Contamos con un sistema educativo fruto del impulso del conjunto de las instituciones vascas y de los agentes educativos, asentado en la colaboración entre la red pública y la concertada que ha conseguido importantes avances desde el punto de vista de la igualdad de oportunidades pero que debe incidir con energía renovada y vigor insistente en ese objetivo fundamental como eficaz palanca de cambio hacia una sociedad vasca mejor, más justa, solidaria, inclusiva y cohesionada.
He sido profesor durante muchos años, en muchos institutos y localidades de la geografía vasca, y creo en la educación. Sí, creo firmemente en la educación, creo en una educación en valores como base de la convivencia, de la paz, la conciliación, solidaridad, respeto, diversidad, igualdad de oportunidades, equidad, tolerancia, esfuerzo y voluntad mantenida, resilencia, corresponsabilidad, bienestar ciudadano y la reflexión crítica.
Creo en un sistema educativo donde los centros educativos, todos y cada uno de ellos, gocen de una autonomía funcional y operativa eficaz e inteligente en muchos aspectos, adaptada siempre al entorno donde se encuentran. Creo en la educación como instrumento necesario (pero no suficiente) útil y operativo encaminado a proporcionar al futuro adulto los medios necesarios de vivencia, expresión, comunicación, adaptación, reflexión crítica (lo repito) y concepción transversal y global que le serán necesarios aplicar integralmente a lo largo de su vida. Perseveremos pues en lo bueno que tenemos y con humildad y espíritu de superación mejoremos lo mejorable. Con reflexión y responsabilidad compartida.
Creo, lo repito también, firmemente en el acuerdo y en el consenso entre quienes pensamos diferente, eh ahí la riqueza intrínseca del Pacto educativo en Euskadi. Soy optimista. Lo conseguiremos entre todos y todas. Superaremos las dificultades, vencerá lo que nos une. Se lo debemos a la sociedad vasca, presente y futura.
Y termino con una última íntima y muy sentida reflexión, y deseo: no me olvido, por supuesto que no me olvido (por ser ciertamente imposible), de mis hermanos y hermanas, compañeros y compañeras, amigos y amigas del resto de Euskal Herria: Iparralde y Nafarroa. Sea.
Precioso. Pero del problema de la natalidad vasca, ni una palabra. Para que incidir en un problema estructural que viene de 40 años gestion en Jel.
Quizas si no hablamos de ello el problema deje de existir.
Bujanda, da ejemplo de «integracion» e invita a 5 moros a tu casa por nochebuena.
Menudo relato si a la impunidad le suman un silencio cobarde
A veces, lo escandaloso es el propio silencio sobre un escándalo. En esos casos, la consigna del silencio resulta atronadora. Se adivina en los portavoces, en las redes, en la prensa afín y en los medios gubernamentales. Ese silencio chirría más si viene de solemnes afectados, de chillones habituales, de personas que se dedican a decir a diario lo que debería sentir y pensar el resto sobre este mismo tema. Porque, según la versión oficial sobre el no-conflicto vasco, la guerra sucia de los aparatos del Estado contra la disidencia vasca y su impunidad es parte del mismo tema, de «la violencia, venga de donde venga» y es un escándalo. ¿O no?
Objetivamente, es más grave por venir de donde viene: de las estructuras del Estado. Porque la llevaron a cabo quienes tenían que defender la ley y la seguridad de toda la ciudadanía. Porque son los mismos que torturaron a más de 5.000 personas. Porque a la vez que mandaban cartas-bomba contra la oposición sus responsables firmaban «pactos por la paz y contra el terrorismo» con el fin de excluir a esa misma oposición del «juego democrático». Votos, y bombas. Es grave porque esos escuadrones los dirigía el PSOE y porque el PNV era y es su aliado. Y porque pretenden establecer para los independentistas condiciones morales que ellos incumplen.
Aunque rece que todas las violencias son iguales, el establishment vasco las separa de manera sectaria por origen, objetivos y responsabilidad. A cuenta de la violencia de ETA braman, pero respecto a la suya miran para otro lado. De silencios y versiones oficiales falsas está repleta la hemeroteca. Hasta tal punto son parciales que discriminan a las víctimas, que tienen distintos grados de derechos a la verdad, la justicia y la reparación.
¿A partir de qué punto algo es un escándalo?
Los hechos son tan salvajes que merecen ser rememorados para valorar la desvergüenza del silencio oficial. En 1989, de la mano del ministro José Luis Corcuera, del PSOE, un grupo especial de las FSE envió cartas-bomba a militantes de Herri Batasuna. Un cartero, José Antonio Cardosa Morales, murió en Errenteria cuando metía una de esas cartas en el buzón del militante de la izquierda abertzale Ildefonso Salazar. Este había logrado una de las pocas condenas por torturas contra un guardia civil, el teniente Fidel del Hoyo Cepeda, que a pesar de ello sería promocionado a capitán y a comandante. Pertenecía al círculo de Enrique Rodríguez Galindo.
Pero los hechos son más rocambolescos. Sin que se sepa a través de qué fuentes, la Ertzaintza que entonces dirigía Juan María Atutxa localizó al menos otras dos misivas: una en Donostia dirigida al abogado Iñigo Iruin y otra en Azpeitia contra los concejales de HB Mari Karmen Egiguren y Kike Zurutuza. Este último ha contado cómo la Ertzaintza les prohibió personarse. Su hipótesis es que pararon las cartas para despistar el objetivo y poder endosar la muerte del cartero a ETA. Concuerda con la versión oficial de la época y es veraz. Eso sí, nadie se lo creyó en Euskal Herria.
Ahora la biografía de exjefe del Cesid Emilio Alonso Manglano confirma estos hechos a través del testimonio del difunto Antoni Asunción. Este sustituyó a Corcuera, que previamente había relevado a José Barrionuevo porque este estaba manchado por los GAL.
Justicia transicional y reconciliación honesta
La única respuesta oficial a este escándalo ha sido por parte de la consejera Beatriz Artolazabal, y fue en Madrid a preguntas de NAIZ. Era en la presentación del Plan de Convivencia y Derechos Humanos. Dijo obviedades que no le comprometen. Nadie más les ha preguntado, y oportunidades no han faltado. El lavado de manos de Txarli Prieto en sede parlamentaria fue obsceno. PSE, PSN y PSOE tienen mucho camino por recorrer si no quieren aparecer como cínicos y despiadados por encubrir su responsabilidad en estos crímenes.
Quienes hace diez años pusieron sus esperanzas en la batalla del relato para conseguir una derrota política del independentismo que no habían logrado por otros medios se habían creído sus propias mentiras sobre el conflicto vasco, eran terriblemente parciales moralmente, eran gentuza o las tres cosas a la vez. Querían debate y ahora suplican ahogarlo. ¿De verdad no sabían que tenían las manos manchadas y a nadie condenado? Que este silencio les sirva para reflexionar, mirar sus actitudes con espíritu crítico y apostar por una justicia transicional para todos y por una reconciliación sincera.