José Manuel Bujanda Arizmendi
Entiendo la política como gestión de lo público y como capacidad de generar espacios de encuentro para debatir, evaluar discrepancias en la búsqueda de acuerdos superadores de postura enfrentadas, foro donde convergen principios democráticos, de legitimidad, legalidad y de realidad. La discrepancia es un factor legítimo en democracia, tan legítimo que la propia democracia establece los mecanismos para adoptar modificaciones de sus estructuras legales cuando la dimensión de esa discrepancia y la representatividad social de la misma así lo demuestran conveniente.
Dicho esto, parece que nos dirigimos a sucesivos nuevos tiempos que nos acercan a eso que llamamos nueva normalidad, normalidad que no será lineal, que tiene pintas de ser oscilante y que quizás, ojalá no, nos pueda dar algún sobresalto por otoño. Parece que ciertamente nos estamos alejando de lo más duro de esta pandemia, pandemia que nos ha abocado a una situación inédita de incertidumbre e imprevisibilidad suma. Hemos vivido un duro confinamiento que nos ha trastocado radicalmente nuestro ritmo vital cotidiano. Comenzamos anímicamente a respirar alivio y sosiego poco a poco. La angustia, el agobio e inevitable temor que nos causaba diariamente la estadística de muertos, contagiados e ingresos en UCIs remite poco a poco. Nos estamos abocando lentamente a momentos donde deberá primar el equilibrio entre prudencia con nuevas alegrías, responsabilidad con euforia y emociones positivas. Hemos vivido momentos, situaciones y parámetros sociales y vitales inéditos: no existían referencias anteriores en los que los gobiernos concernidos podían basarse a la hora de tener que tomar las decisiones sanitarias y políticas pertinentes. Sí, ha habido decisiones tipo “prueba-error”, contradicciones inevitables, dudas inherentes ante la incredulidad reinante, e improvisación a falta de certidumbres anteriores…pero todo ello, reconozcámoslo, aderezado con la mejor de las voluntades habidas y por haber. Ha sido una situación surrealista de incertidumbres desesperantes tanto a nivel local como planetario; miente pues cual bellaco sabelotodo quien afirma saber perfectamente, como entrenador repanchingado en sofá, lo que había que hacer con exquisito rigor y suficiente antelación.
Los gobiernos lo han hecho lo mejor posible y tomado las mejores decisiones que han estimado oportunas, todas ellas difíciles y complicadas, a veces no bien entendidas y que posteriormente han resultado correctas y acertadas. No deberían haber sido tiempos de baja politiquería-estéril por parte de la oposición contra el gobierno, no deberían haber sido momentos de no colaboración y obstrucción, de critica por la crítica, del no sistemático, del todo se hace mal. Y hablo de Epaña y sobre todo de aquí, de Euskadi. Hablo de la posición adoptada por la oposición político (y parcialmente sindical) en Euskadi. Ha sido una oposición radicalmente enfrentada al Gobierno Vasco en su conjunto y sobre todo al Lehendakari Urkullu (y obviamente al PNV). A lo largo de la llamada desescalada y desconfinamiento se han hecho durísimas acusaciones por parte de la oposición, a corto, a botepronto, facilonas, injustas, no ciertas, sin altura de miras que parecería ahora que el viento se las han llevado cual hojarasca.
Rescato algunas de ellas y apelo a la autocrítica de sus autores y actores responsables porque es trampa manifiesta ponerse ahora de perfil y hacerse el avestruz como si dichas actitudes y afirmaciones les fueran ajenas: “El Gobierno Vasco, el Lehendakari (y el PNV) están a las órdenes directas del gran capital, de Confebask, de las grandes empresas que solamente buscan continuar amasando grandes riquezas, despreciando irresponsablemente la salud y la seguridad sanitaria de los trabajadores; en resumen Euskadi quien gobierna es Confebask”. Se propuso por parte de la oposición una variopinta mesa multicolor compuesta por el Gobierno Vasco, patronal, partidos, sindicatos, universidades y diferentes agentes sociales con el objetivo de dar respuestas a la situación creada y así (sic) “decidir qué es economía esencial, y qué no”. Cuando se propuso por parte del Gobierno Vasco iniciar una recuperación paulatina, con todas las garantías sanitarias, de la economía no esencial con la incorporación progresiva de sus trabajadores se acusó al Gobierno Vasco de irresponsable y de ser los causantes y culpables de todos los futuros desastres sanitarios que se profetizaban entre los trabajadores. Se ha criticado, y todo ello al mismo tiempo, el correr demasiado y las prisas por un lado y las medidas de precaución y preventivas tomadas por prudencia por otro. A machaca martillo se ha repetido hasta la saciedad que no tocaba hablar de elecciones, que la sociedad tenía otras prioridades, que ya se hablaría de elecciones cuando todo esto pasara, que quien lo planteaba lo hacía por partidismo y electoralismo, siendo ellos mismos precisamente quienes descartan ahora una campaña electoral reducida.
Ante la difícil y complicada decisión de la vuelta de parte del alumnado a las aulas con todas sus precauciones sanitarias, la oposición se ha echado las manos a la cabeza y en vez de mantener una actitud proactiva ha adoptado una posición drásticamente negativa y obstruccionista. Todo menos aportar y colaborar. Y así un largo etc. Ni agua al Gobierno Vasco, muy contundentes a la contra, sí, pero no tan categóricos y diáfanos ante los ataques a Batzokis y Casas del Pueblo. Lamentable, porque no condenar estos atropellos sin sentido alguno a sedes de partidos políticos, y acosos a domicilio de responsables políticos, y no hacerlo de una manera enérgica, clara y contundente máxime siendo una cuestión que nos retrotrae a la pre-política, enturbia gravemente la convivencia y no aporta nada ni a la democracia ni al discurrir político, al contrario, supone un lamentable obstáculo a superar. Porque en este caso no vale eso de de “pelillos a la mar”. Y ello en consonancia con las declaraciones de Andoni Ortúzar a Radio Euskadi recogidas por la agencia EFE el 29 de mayo: ”Es intolerable que en un sistema democrático como el nuestro estas cosas sucedan por mucho que alguien crea que la reivindicación que está detrás es justa. Si la reivindicación es justa hay que utilizar los mecanismos a disposición que da la democracia, pintar sedes, intentar amedrentar a gente, intentar reabrir y revivir episodios felizmente pasados no es de derecho”. El tiempo pone a cada uno en su sitio, la irresponsabilidad de la oposición en estos inéditos tiempos quedará al descubierto en su esterilidad. Una pena que tengamos que recapitular tanto despropósito de quienes no han estado a la altura que las excepcionales circunstancias requerían.
Si en algún momento podemos demostrar para qué sirve la política, es este. Esta crisis ha alterado la vida de toda la sociedad. Euskadi va afrontar uno de los momentos más delicados de sus últimas décadas. Estaremos en primera fila en la búsqueda de la reconstrucción social y económica de Euskadi, de su prosperidad y justicia social.
La división que se da en la izquierda abertzale (provocada por los ataques de Kale borroka perpetrados sobre los bienes de partidos y representantes Políticos) es real, pero dialéctica.
Eso quiere decir que las dos partes intentarán, aunque divididos, golpear a los “enemigos”. Por eso la discusión si la división en ese mundo es real o dialéctica, es metafísica, las dos divisiones son ciertas.
La cuestión no es decidir entre el PERDÓN (amnistía total) o REPRESIÓN (alejamiento caprichoso). La respuesta correcta, es la profundización democrática; y el medio adecuado, la movilización popular, la activación desde la base, de los movimientos sociales y vecinales respetuosos con la dignidad humana.
Siempre he tenido respeto por la capacidad de gestión estratégica del PNV pero creo que algo ha debido de hacer mal porque, tras las apariencias, la cosa no pinta nada bien. No me refiero a las próximas elecciones. Me refiero al bienestar a largo plazo de las personas y de la sociedad.
Les ha tomado la medida los «deconstructores» y ahora el PNV va a tener que encontrar una vía de salida no no deje a la vista las debilidades de la vía identitaria. Simplemente por un motivo: no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo.
La clave es no haber percibido bien que el adversario de verdad sí tiene pensamiento estratégico y que sin combatirlo por todos los medios la derrota está asegurada.
En un libro importante titulado ”Hegemonía y estrategia socialista”, publicado en 1985 en Inglaterra, sus autores, Laclau y Mouffe, clarifican las ideas anteriores con las afirmaciones que siguen y que no dejan lugar a dudas sobre la realidad.
“… las articulaciones políticas y hegemónicas crean retroactivamente los Intereses que dicen
representar”. (Pág. 16)
“Nunca pensamos que descartar el modelo jacobino debiera llevarnos a….considerar a la democracia una mera competición…en un terreno neutral”. (Pág. 20)
O, en la página 22, “El papel central que desempeña el antagonismo, elimina cualquier posibilidad de reconciliación final, de consenso racional, o de un “nosotros” totalmente
inclusivo”.
Food for thought
La derrota, entiendo que ‘manuoquendo’ cree que es formal, en la lucha por el cambio del sentido común vasco que en Euskadi han sufrido los seguidores de Laclau, no es solo mérito del PNV, sobre todo se debe a que no han interpretado bien la identidad vasca. La han estudiado solo desde su aspecto exterior. Su prepotencia, su desprecio de la espiritualidad vasca, algo que está en el interior, que muchas veces se transmite inconscientemente de generación en generación, no la han sabido captar. No han entendido la importancia de la vecindad, ni se han enterado que la jabetza no es propiedad, ni que la burujabetza no es exactamente soberanía, y que los comunales son más que lo público. Tratar todos estos conceptos como significantes vacíos les ha llevado a apartarse del vasco medio (corriente).
JELen agur
Yo no entiendo la política como la gestión. Sino como la capacidad de encontrar acuerdos (no sólo buscarlos), para que los gestores los ejecuten.
Para mí la política tiene ese punto previo, más elevado, que la mera gestión.
Por eso algunos no son politicos, porque los acuerdos no les interesa, sino la ejecución de una estrategia.