Julen Goikoetxea
4.B APORTACION A LA CONVIVENCIA MODERNA (II)
En este último capítulo analizaremos el marco socio-económico pendiente y terminaremos con un epilogo.
MARCO SOCIO-ECONOMICO
La propiedad y su distribución es la fuente más común y duradera de los antagonismos que impiden una convivencia normalizada. La forma de relación entre personas y bienes, es un problema a resolver en todas las sociedades.
En el “Derecho Romano” la pregunta clave que relaciona a ambos factores es la de quién son los bienes, mientras que, en el “Derecho Tradicional”, la pregunta que se plantean es cómo utilizarlos debidamente. En nuestra lógica comunitaria el uso debido de los bienes ha quedado reflejado en una cultura de corresponsabilidad y en la referencia al factor trabajo como modo de acceso a los bienes.
Arizmendiarrieta ha conseguido captar esa filosofía, que está profundamente enraizada en la cultura rural vasca, y trasladarla al desarrollo industrial moderno. “Carece de sentido que se le hable de responsabilidad a quien carece de participación”. “Constituye una monstruosidad social que se tolere un sistema de organización social en el que algunos puedan aprovechar el trabajo ajeno para exclusivo provecho propio”
Aportando una referencia real y contrastada en la búsqueda de convergencias viables: “poder convivir y complementarse los conservadores y los progresistas, los reformistas y los revolucionarios, el reposo y la inquietud, la paz y la lucha, la aglutinación de fuerzas dispares”
Partimos de una realidad socio-laboral conflictiva que necesitamos superar. Y la puesta en marcha de un proyecto cooperativo contribuye a ello porque no conduce a la conformación de una identidad de clase excluyente, sino que desarrolla un proyecto común donde tienen cabida personas de diferentes identidades, sirviendo de este modo al objetivo de transitar del antagonismo a la cooperación como forma de convivencia moderna.
Desde un punto de vista práctico las características que necesita una empresa cooperativa para que tenga futuro son las siguientes. Debe ser competitiva, adaptada al mercado; redistributiva, como medio de cohesión social; y participativa, como proyecto compartido. La experiencia tradicional también nos ha enseñado que un proceso económico comunitario solo puede desarrollarse desde abajo, desde cada empresa, mediante una relación autónoma y cooperativa.
Algunos cuestionan que tenga algún sentido enfocar la empresa moderna como bien común cuando el discurso dominante actual es el de la economía global. Aun siendo así, no podemos olvidar que el trabajo surge de la actividad de personas concretas en entornos concretos. El objetivo del bien común es doble: desarrollar una economía al servicio de las personas y con raíces en el medio socio-territorial.
Un proyecto comunal no debería estar limitado al cooperativismo actual. Debería ser un proyecto abierto donde lo fundamental no es popularizar el accionariado, sino de garantizar su supeditación al trabajo. Deberíamos ser capaces de superar el enfoque actual “de quienes” (privado o público) son los bienes y sustituirlo progresivamente por el “de cómo utilizarlos debidamente”
Un proyecto comunal solo puede desarrollarse desde abajo, pero por su condición de bien comunal, también debería gozar de la protección y ayuda necesaria por parte de la administración, así como disponer de barreras eficaces para impedir que las empresas comunales pudieran ser liquidables por la voluntad especulativa de sus integrantes.
La empresa como bien común es más democrática y sostenible y contribuiría a mejorar la convivencia sociolaboral.
EPILOGO
En primer lugar, es necesario hacer una precisión. El paradigma tradicional se ha desarrollado sobre la práctica concreta y por lo tanto es local y no cabe plantearse como una alternativa sistémica o global.
Hemos visto que la casa, en su búsqueda de autosuficiencia ha moldeado durante generaciones el carácter autónomo de sus moradores. Pero a su vez, la casa también es un ecosistema abierto que necesita relacionarse con la vecindad y lo ha hecho practicando la reciprocidad y mutuo beneficio, moldeando de este modo un carácter colaborativo.
Ha sido sobre esta base social concreta y definida – sujetos autónomos y colaborativos – donde ha sido posible desarrollar un modelo comunitario, que ha abarcado a las diversas esferas sociales: vecinal, política y económica, de un modo exitoso y que ha perdurado en el tiempo.
Afirmar que no debemos plantearlo como un modelo global, no excluye la posibilidad de su expansión. El desarrollo de modelos similares y una cooperación con ellos será posible en la medida que se den las condiciones necesarias para ello, es decir, la existencia de sujetos, comunidades y empresas de carácter autónomo y colaborativo.
Vivimos una situación de cambio acelerado y ante la continuidad como pueblo diferenciado, nos encontramos en una encrucijada:
- Ruptura cultural con la consiguiente pérdida de nuestra identidad.
- Transición cultural desde la cual actualizando nuestra identidad aportemos en una convivencia moderna
Para finalizar el trabajo volveremos nuevamente a recordar la “reciprocidad persona-comunidad” característica fundamental de nuestra identidad tradicional y lo haremos además de una forma poética de la mano de Joxan Artze:
“BAKOITZAK URRATURIK BEREA
DENON ARTEAN GEUREA
ETEN GABE GABILTZA ZABALTZEN
GIZATASUNARI BIDEA”
“BAKOITZAK URRATURIK BEREA
DENON ARTEAN GEUREA
ETEN GABE GABILTZA ZABALTZEN
GIZATASUNARI BIDEA”
Bonito final. Habría que enmarcarlo. Es nuestra seña de identidad. Si perdemos el aprecio por alguno de ambos aspectos (individual-social) acabaremos diluidos en alguno de los modelos unilaterales imperantes.