José Manuel Bujanda Arizmendi
Seguramente a lo largo del nuevo año seguirá latiendo una especie de dicotomía “resignación/dinámica” en torno a la cuestionable eficacia transformadora de los empeños y proyectos políticos que supongan superación y cuestionamiento, cambio y novedad con lo calificado como lo “sensato y natural”. Ciertamente mientras la eficacia política transformadora es consecuencia de una dinámica y proyección dialéctica de futuro, el escepticismo y la resignación manipulada responde y justifica la inercia a lo establecido. Mientras la dinámica y la voluntad transformadora significan búsqueda de paisajes más agradables para el conjunto de la ciudadanía alentando dosis de ilusión y esperanza, la inercia y la resignación teledirigida defiende -nunca mejor dicho- intereses creados. Es como si existiera una balanza virtual donde se diera una constante pulsión entre, por un lado, la aparente inmutable -¿incuestionable quizás?- solidez de los intereses creados, y por otro la supuesta “vaporosidad” y falta den credibilidad del espíritu dinámico y superador.
Balanza virtual donde interactúan viejos y poderosos intereses, alguna que otra carta marcada y un sentido dialéctico superador y comprometido con una proyección progresista y solidaria del devenir histórico. Balanza virtual, pero pulsión auténtica y verificable, algo así como si en plena Edad Media convivieran -es un ejemplo- un tratado o manual cuasi perfecto y bien elaborado sobre Derechos Humanos, con siervos de la gleba arañando suelos estériles propiedad del Señor, mientras los cautivos se pudrían en los sótanos y las horcas penduleaban sobre las almenas de los castillos feudales. La tarea transformadora de la política y la democracia consiste en ir forzando y superando establecidas viejas situaciones en aras de mejorar la convivencia solidaria. Y de esta guisa son recuerdos de feliz museo de los horrores ya hoy superados, la esclavitud, las castas y el feudalismo aunque la desigualdad social, la pobreza y la violencia de género perduran hoy, así como situaciones de opresión, situaciones de hambruna fruto del colonialismo de antaño o las no menos impúdicas injusticias y marginaciones sociales para sobrecogimiento de conciencias bien nacidas.
Pero con tesón mantenido, pueblos, naciones y sociedades han ido, y van, y vamos, cubriendo etapas a lo largo de la historia superando injustas realidades impuestas muchas veces por pretéritos caprichos históricos. Tesón mantenido, apoyo social, masa crítica de mayorías compartidas, aval y legitimidad democrática y percepción del principio de realidad como elementales condiciones para la viabilidad y eficacia transformadora de dicho proyecto renovador y que, por lo tanto goce de garantías reales para llegar a buen puerto. Se ha de contar `pues con la realidad social, adecuando con coraje e inteligencia el proyecto político transformador a la posibilidad de su aceptación, cristalización y concreción. Porque todo proyecto político nuevo altera un equilibrio ya establecido, y si el desequilibrio se decanta a favor del proyecto nuevo transformador, la diferenciación positiva obtenida dará la medida de la potencia social de ese impulso innovador. Y para ello se requiere fuerza y poder político emanado reflejo del sentir y de la voluntad compartida de la mayoría de la sociedad.
Poder y fuerza democrático como elemento e instrumento político previo que posibilita la concreción del proyecto innovador. Proyecto político ilusionante que exige proporción y pulso político adecuado en capacidades humanas, volumen de adhesiones, estados de ánimo y serenas e inteligentes tenacidades ante las resistencias y obstáculos de todo tipo sembrados en defensa de antiguos intereses creados en aras de indisolubles patrias y obligados destinos en lo universal. Futuro vasco ilusionante y esperanzador como acuciante necesidad de actuar y pulsar la plural actualidad, interpretar correctamente la vigencia de las voluntades, ideas, adscripciones y sentimientos simbólicos, culturales e ideológicos.
Futuro vasco, sí, democrática y legítimamente autogobernado, reto de ataraxia activa, facultad y temperamento político, valor sereno, calma perspicaz, serenidad, altura de miras, perspectiva de futuro, amplitud de miras y clarividencia democrática. Futuro vasco integrador e inclusivo, normalizado, reconciliado, y en su diversidad y pluralidad respetuoso y reencontrado a sí mismo, escrupulosamente respetuoso con la voluntad mayoritaria libre e inclusivamente expresada por los ciudadanos, traducción de legítima ilusión democrática y eficacia política transformadora de inercias establecidas. He sido testigo de la transformación de la sociedad vasca de la mano del Estatuto de Autonomía, pero testigo también de graves carencias de proyectos comunes compartidos a futuro. Abogo pues por renovados ejercicios de reciprocidad, por un mañana basado en el respeto a la voluntad acordada por la plural ciudadanía vasca. Creo en la negociación, transacción, bilateralidad, soberanías compartidas, visión a futuro y responsabilidad participada. Creo en nuevos caminos renovados para mi nación. Aspiro a una Euskadi con alma. Sin imponer ni impedir. Y como el Lehendakari Iñigo Urkullu bien lo ha manifestado, espero afrontar con éxito retos como, Juventud, Igualdad, Identidad, Innovación y Solidaridad. Que todos los dioses del Olimpo soplen a favor. Feliz 2019! Sea.