Imanol Lizarralde
El historiador Gaizka Fernández Soldevilla, a lo largo de libros y trabajos (concretamente en su reciente artículo con Raúl López, From ethnic exclusion to terrorism? The case of radical Basque nationalism, publicado en el ‘Journal of Iberian and Latin American Studies’), defiende la tesis de que ETA y el conjunto de la Izquierda Abertzale son una variedad de lo que él, junto con otros, denomina, el “nacionalismo radical”. Sin negar “la existencia en ETA y su entorno de elementos de izquierda derivados de la retórica marxista y los movimientos de liberación del Tercer Mundo” sostiene que “el aspecto más importante del nacionalismo radical es el propio nacionalismo”. Considero necesario poner en cuestión la tesis de estos historiadores, participantes en el equipo del Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, y afirmar a la inversa que el aspecto más importante de ETA y la Izquierda Abertzale es el revolucionario-marxista.
Tomando a Sabino Arana como referencia, Férnandez Soldevilla describe (en su libro La voluntad del Gudari. Génesis y metástasis de la violencia de ETA”) los jalones de su narrativa en los términos de una “estructura triádica” que empieza en un “pasado glorioso” devenido en un “presente en decadencia” y que quiere proyectarse en un “futuro utópico”. Ello sería derivación de la estructura de la cosmología cristiana (paraíso, caída y redención). Todo esto es denominado como “lógica narrativa” o “verdad narrativa” del nacionalismo radical. Esta estructura no quedaría modificada, en lo esencial, por la adopción por parte de ETA del lenguaje marxista que serviría, según él, para “modernizar superficialmente el relato aranista”. En este sentido, afirma que la Euskadi futura definida por ETA sería definida como “ambiguamente socialista”.
También afirma que la lucha armada de ETA puede ser definida como “violencia étnica” en tanto a que sigue la línea de plantear un criterio de exclusión que empieza por Arana (que excluye a los “maketos”), seguido por Txillardegi (que excluiría a los “no euskaldunes”) y culminaría en ETA que convertiría en objetivos a los “españoles” (fueran estos policías, cargos políticos, empresarios o los calificados “traidores”).
Nacionalismo revolucionario vs nacionalismo radical. Fernández Soldevilla no hace cuenta, en sus escritos, de la evolución de ETA hasta que, en su V asamblea (1968), fija su identidad ideológica y comienza, realmente, su accionar político-militar (y que supone la exclusión y la consiguiente retirada de la organización de la mayoría de sus fundadores, entre ellos Txillardegi). Esta evolución, que abarca otras cuatro asambleas, es compleja y tiene que como punto principal de debate la relación entre el nacionalismo y el marxismo. A partir de 1968, como apuntan Jokin Apalategi y Pello Iztueta se trata de hacer encajar la cuestión nacional vasca en el esquema marxista.
El socialismo aprobado por la V Asamblea, al contrario de lo que dice Fernández Soldevilla, no es nada ambiguo (los Presos de Burgos lo definen como inequívocamente “marxista-leninista”). ETA plantea, de esta manera, que la independencia y el socialismo son las caras de una misma moneda. Y concreta en consecuencia un nuevo sujeto político de carácter revolucionario (una nueva “clase-para-si” en términos marxistas): el Pueblo Trabajador Vasco, criterio máximo de inclusión y de exclusión. Esa ideología es inicialmente denominada como “nacionalismo revolucionario”. Pero, hay que decir que, desde finales de los años 70, las dos ETAs abandonan definitivamente el término nacionalismo, por considerar que podía atrapar a las clases populares en una trampa interclasista de la que podía beneficiarse el PNV, y lo sustituyen por patriotismo, término que daría la réplica revolucionaria a la idea de nación.
Como dijo Emilio López Adán, uno de los miembros de ETA en aquella Asamblea, el marxismo era el aspecto de la identidad que ETA que le sirvió para criticar al nacionalismo del PNV. La adopción de esta filosofía, incluida su variable leninista, supuso, como decía Marío Onaindia, “una ruptura abierta con los postulados tradicionales del nacionalismo”.
La nueva narrativa revolucionario-marxista de ETA rompe con la estructura triádica que le atribuye Fernández Soldevilla ya que la referencia de ETA no será el pasado (lastrado por un pueblo y un nacionalismo vasco caracterizados por ideologías reaccionarias como el carlismo y el catolicismo) sino el presente (en el cual se estaba dando la eclosión de los movimientos de liberación nacional y las organizaciones armadas marxistas) y en el futuro (en el que Euskadi, como decía el líder de la V Asamblea de ETA, José Antonio Etxebarrieta, “está llamada a ser la Cuba de Europa Occidental, y el punto de partida de su revolución”).
Violencia revolucionaria vs violencia étnica. Cuando Fernández Soldevilla analiza los ejemplos pasados del llamado “nacionalismo radical” (Arana, Aberri, los Jagis…) comprueba que no existe, en ellos, una teoría bélica o de toma de poder a través de la violencia. Es decir, por mucha radicalidad étnica que se muestre en sus textos, ahí no existe una conexión programática con la práctica de la violencia. La teoría bélica sería adoptada (y posteriormente puesta en práctica) en la V Asamblea de ETA donde se aprueba la metodología de “guerra revolucionaria” y “guerra popular”, derivada del maoísmo. Es algo que comparte con otras organizaciones armadas marxistas y movimientos de liberación.
El criterio principal de la violencia de ETA, como da a entender Joseba Sarrionaindia, ex militante de ETA, en un escrito reciente, es poner en cuestión el monopolio de “la violencia de los estados”. Esta es la perspectiva marxista clásica que plantea la existencia de una “violencia originaria” creada por el sistema capitalista ante la cual surge una “violencia revolucionaria” de respuesta, que en Euskadi asumiría ETA.
La gradación y ampliación de objetivos por parte de ETA y la creación, en los 90, de un amplio aparato con la función de desplegar la “socialización del sufrimiento”, responde a la perspectiva estratégica de plantear un dominio cada vez mayor sobre la sociedad vasca. ETA y la Izquierda Abertzale querían, así, apropiarse del monopolio de la violencia, y convertirse en titulares de la jurisdicción de la que emanaban las penas y los castigos contra aquellos tildados como enemigos o como infractores de sus consignas. Nadie estaba excluido de este mandato, por muy euskaldún o abertzale que fuese.
La identidad de ETA y su producto, la Izquierda Abertzale, no cambia básicamente estos postulados desde la V Asamblea: nace en una coyuntura de eclosión de organizaciones armadas y movimientos de liberación; se encuentra conectada con organizaciones y países de ideología marxista; y sufre una evolución y desarrollo paralelo a ellos. Por ello, Sortu, el partido de la Izquierda Abertzale, en su primera ponencia política (octubre 2012), reproducía el dicho clásico de la ETA de 1968: “la lucha de liberación nacional es expresión de la lucha de clases”, incluida también en los esquemas de la vigente Zohardia (2017). De hecho, Arnaldo Otegi afirmó en enero de 2017: “no somos nacionalistas, somos independentistas. Queremos un Estado para construir una sociedad absolutamente diferente”. Consideraba que la izquierda necesitaba trabajar a escala «europea y planetaria», para crear «un foro mundial e instrumentos (…) para combatir las actuales políticas». Fernández Soldevilla omite la dimensión internacionalista y revolucionaria de la Izquierda Abertzale y, de esa manera, prescinde de su verdadera naturaleza.
Es importante lo de remarcar que la izquierda abertzale no son nacionalistas ni nacionalistas radicales (ahí está la declaración del final de Arnaldo Otegi) y por sus hechos les conocemos, por su odio al Lehendakari, al autogobierno, a la policía vasca…
Si bien la violencia de la izquierda abertzale le han sufrido unos más que otros la ha sufrido la mayoría de la población vasca, excepto los incondicionales de la secta.
Se nota el trabajo de un (buen) doctor en Historia contemporánea, aportando datos claros y concretos.
Por mi parte, y dada la relevancia de la V Asamblea añado un poco más:
V. BATZARREKO DOKUMENTUAK : ZUTIK!46 (Txabi Etxebarrietak erredaktatua.)
Gure erreformistek estrategia euskalduna eta iraultzailea ahazten dute, zapaltzaileen bideetan sartzeko. Momentu horretatik herriaren etsaien laguntzailerik zintzoenak bilakatzen dira beraien jokoarekin sistema esplotatzailea indartzen baitute, nahiz eta mesede ekonomiko eta kultural txiki batzuk erdietsi. Hor ditugu adibide gisa ”concierto económico”-en ondorioak, eta legalitate hutsean ezarri diren ”ikastolak”. Iraultzaile batentzat SOIL-SOILIK BITARTEKOAK DIRENAK HELBURU BILAKATZEN DITU ERREFORMISTAK.
Se diferencian claramente los fines y los medios. Para un revolucionario, el movimiento a favor de las ikastolas (forma nacional) debe ser instrumentalizado a favor de la lucha revolucionaria (fondo).
Que la forma del MLNV y ETA es nacional pero que el fondo es revolucionario, lo entienden perfectamente nuestros buenos revolucionarios.
Y sospecho, que quizás también algunos miembros y colaboradores de Foronda, pero ambas partes tienen el mismo interés común de ocultarlo y tergiversarlo.
Dotore Imanol, azken pasarte horrek ongi argitzen du auzia:
“Fernández Soldevilla omite la dimensión internacionalista y revolucionaria de la Izquierda Abertzale y, de esa manera, prescinde de su verdadera naturaleza.”
La izquierda abertzale siempre se mueve entre la ambiguedad de lo que los españoles como Gaizka dicen de ella y lo que realmente son, que es un partido de extrema izquierda, cuyo fundador es una organización terrorista. Lo radical nacional es una forma de movilización como se ve últimamente con las consultas de Gure Esku Dago. Pero proyecto nacional, por ninguna parte. Quieren que nos estrellemos como lo han hecho los catalanes para seguir con la confrontación con el estado pero desde la ruina nacional vasca (la catalana ya está a la vista).
Muy acertado y oportuno el articulo:
Quizá ha llegado la hora de hacer el relato, no ya de ETA SINO DE LA lucha contra eta del estado, DONDE LA LUCHA CONTRA eta adquiere mayor relevancia la instrumentalización de la misma para la consecución de unos objetivos políticos como es la derrota moral de nacionalismo democrático vasco del PNV para salpicarlo como copartícipe ideológico con el terrorismo (cuando jamás recurrió al terrorismo en tiempos de represión mucha más dura a la que se vivía en el 68), que la lucha por imponer mediante las fuerzas de seguridad del estado la derrota militar y operativa de la organización terrorista ETA.
Solo así se explica lo mucho que ha durado y dura este fenómeno, la nostalgia de algunos por lo de con ETA campábamos políticamente más a nuestras anchas y expresiones como las de un conocido periodista de derecha diciendo que el problema no era tanto ETA como el nacionalismo.
Solo así se explica el silencio ante la evidencia que una de las más sanguinarias de ETA, la ETA pm, que es la que asesinó desde un principio a políticos, y la que con creces más secuestros ha cometido, creará en su dia un partido politico EE que se unión al PSOE y cuya marca conserva.
¿Un nacionalismo radical que se integra en el nacionalismo español?
¿No será un izquierda radical que cuando modera su discurso y no necesita de un estado embrionaria para su proyecto revolucionario no tiene inconveniente en abrazar el nacionalismo español de izquierdas?
Fernández Soldevilla, ¿escribe desde la honradez, «tonto-utilez», o bien lo contrario, como colaboracionista al servicio del movimiento comunista euskaro?
Excelente artículo para desmontar los análisis erróneos que sobre la naturaleza de ETA hacen algunos intelectuales vascos y españoles, en perjuicio de los referentes y valores autóctonos y mayoritarios del pueblo vasco.