Azala / Portada » Argumentos contra el nacionalismo (3)

Ernesto Unzurrunzaga

B. Argumentos contra el independentismo: la insolidaridad

Aunque la inconstitucionalidad de la demanda (plurinacionalidad dentro del Estado, derecho a decidir, independencia) ha sido el principal argumento esgrimido por los nacional-constitucionalistas españoles, también se han presentado otros argumentos que vamos a discutir de modo esquemático.

Uno de esos argumentos que se ha esgrimido contra los independentistas (o partidarios de la  plurinacionalidad) es la acusación de egoísmo e insolidaridad con respecto al resto de España. Se asocia con mucha frecuencia al nacionalismo con la derecha ideológica. Incluso se pone en duda que ser nacionalista y de izquierdas sean compatibles. Esta acusación ha inquietado históricamente a las organizaciones de izquierda de las naciones periféricas. En concreto estuvo en el origen de numerosas escisiones y rupturas dentro de la primera ETA y más tarde en la escisión de Euskadiko Ezkerra, una parte importante de la cual terminó por integrarse en el PSE, partido de izquierda de ámbito estatal. También ha sido a lo largo de las últimas décadas un elemento disolvente dentro del PSC y en estos momentos los partidos de izquierda estatal discuten y ponen en cuestión que ERC sea un partido de izquierda.

La acusación de insolidaridad se basa en el hecho de que un Estado catalán independiente dejaría de contribuir al sistema de financiación autonómica y como Cataluña es más rica que la media española, la independencia significaría menos redistribución para las comunidades autónomas españolas. Desde la perspectiva de la izquierda española es un argumento perfectamente comprensible.

Ahora bien todo  nacionalismo tanto si es de izquierdas como de derechas es hasta cierto punto excluyente, convoca y protege solo a los connacionales y excluye a los demás.  Solo el socialismo marxista teórico era universalista y convocaba a todos (¡Proletarios de todo el Mundo Uníos ¡) y aspiraba a crear un paraíso solidario donde “de cada uno según sus capacidades” y “a cada uno según sus necesidades”) pero el comunismo real cuando accedió al poder e intentó llevar su doctrina a la realidad también se convirtió al  nacionalismo (doctrina del “socialismo en un solo país”) y no destacó por la solidaridad con sus vecinos.

En nuestro ámbito, un partido de izquierdas y nacionalista será partidario de una significativa redistribución de los recursos fiscales y que ese reparto se limite o beneficie prioritariamente a  la comunidad política de la que se siente parte, porque considera  que sus obligaciones para con sus compatriotas son mayores que para con el resto de habitantes. En eso consistiría el nacionalismo. Repárese que, en este punto,  coincide con lo que desea la izquierda en España que está a favor de redistribuir los recursos públicos solamente entre los ciudadanos españoles y no entre españoles y portugueses o marroquies, por ejemplo, aunque estos sean más pobres. Y esta misma lógica de priorizar en la redistribución a los “nacionales” es la que funciona en general en todos los estados-nación en Europa y en el resto del mundo.

En realidad solo existen mecanismos de redistribución intranacionales, el resto, los internacionales apenas tienen relevancia. Por ejemplo, en el seno de la UE las transferencias entre los distintos Estados miembro (EM) son mínimas, el presupuesto de la Unión apenas alcanza el 1 % del PIB comunitario. Y el nivel de las ayudas a la cooperación al desarrollo de los países europeos hacia los países pobres es insignificante. En concreto la ayuda de España a esos países representó el 0,16% del PIB y la media de los EM de la UE se situó en el 0,4% (en 2013) muy inferior al 0,7% establecido por la ONU en los Objetivos del Milenio. Mientras que dentro de esos EM de la UE el gasto social redistributivo que sirve para financiar los grandes servicios públicos se sitúa por término medio en el 19,5% del PIB y en España en el  17,6% (en 2014).

Estos datos significan que los ciudadanos europeos y los ciudadanos españoles son mucho más solidarios con sus conciudadanos que con los ciudadanos de otros países. Pasa así en todas partes. A pesar de que los ciudadanos marroquíes son mucho más pobres que los españoles, estos apenas se solidarizan con su condición. En eso justamente consiste el que la política esté organizada por comunidades nacionales.

Por eso mismo Cataluña que aspira a constituirse como tal comunidad nacional diferenciada reclama la titularidad de sus recursos fiscales y que pueda redistribuirlos internamente de acuerdo a sus prioridades como lo hacen el resto de las naciones-estado sin que nadie por ello les acuse de insolidaridad. Esta posición puede crear cierta incomodidad sobretodo en las gentes de izquierda, pero la realidad política es esa, si ser partidario de que los recursos públicos se redistribuyan prioritariamente dentro de la propia comunidad nacional de la que uno se siente parte es ser nacionalista entonces tan nacionalistas son los españoles, como los catalanes y como los ciudadanos del resto de las naciones europeas.

La diferencia reside en que España que es una comunidad nacional que tiene un Estado para protegerlo puede proceder a esta redistribución interna mientras que Cataluña que carece de Estado propio, solo puede aspirar a ello.

C. El nacionalismo, una doctrina reaccionaria que se basa en falsedades históricas y mitos inventados

Un argumento que se utiliza con mucha frecuencia es que los nacionalismos periféricos ofrecen a sus seguidores un relato histórico atractivo y útil para justificar sus reivindicaciones y su aspiración soberanista pero lo hacen tergiversando o manipulando la historia. Esto puede ser cierto, algunas historias de las naciones periféricas elaboradas por historiadores locales pueden efectivamente contener elementos míticos y apologéticos, puede haber una reinterpretación de hechos reales del pasado a la luz de las conveniencias políticas actuales, pero esto no puede servir de argumento antinacionalista porque la demanda de reconocimiento nacional puede hacerse al margen de la realidad histórica y el que los nacionalistas periféricos defiendan una historia carente de rigor no puede de ninguna manera invalidar su reclamación nacionalista si esta se basa en la voluntad popular mayoritaria, es decir en el principio democrático.

Pero hay más, efectivamente, muchos historiadores modernos siguiendo a autores como Hobsbawn y Anderson consideran que las naciones son “realidades inventadas o comunidades imaginarias” pero esos autores se refieren a todas las naciones, no solamente a las naciones sin Estado. Quiero con ello decir que también España es, en buena medida, una realidad inventada y que la historia que se ha contado y que es parte de las creencias de multitud de ciudadanos, es también, una historia mítica, manipulada y  tergiversada tal como lo ha mostrado la historiografía moderna

Una historia cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, protagonizada por héroes legendarios como Viriato, el Cid o los Reyes Católicos, personajes de los que, en algunos casos, se duda de su existencia real. Donde incluso intervienen personajes celestiales como la Virgen Santísima en la batalla de Covadonga en apoyo de D. Pelayo al comienzo de la “Reconquista” o el Apóstol Santiago montado en un caballo blanco en la legendaria batalla de Clavijo contra los sarracenos. Donde se suceden hechos míticos como la resistencia frente a múltiples invasores, frente al Imperio romano, la Reconquista ante los musulmanes o la guerra de la Independencia frente al francés, todo ello con un hilo conductor, la unidad de España y con un sujeto protagonista, el pueblo español, que se conduce con un comportamiento estereotipado, belicoso, orgulloso, etc. Hechos que se inventan o cuyo significado se reinterpreta a posteriori a conveniencia por la historia oficial española.

 No es este el lugar para hacer crítica histórica pero el lector interesado puede acudir, por ejemplo, a la obra de Jose Alvarez Junco[1] para comprobar la veracidad de lo que aquí se afirma. Señalo esto porque muchos nacionalistas españoles creen que la suya es una historia auténtica y verdadera mientras que la de los nacionalismos periféricos sería la imaginaria e inventada.

Decimos que las naciones son construcciones “imaginarias o inventadas” aunque esto solo es en cierta medida, porque tampoco puede construirse de la nada, tiene que haber algo preexistente, unos rasgos culturales, una lengua, unas instituciones con una continuidad histórica, elementos que encontramos en los tres nacionalismos que hemos considerado. Un ejemplo que ilustra lo anterior y que señala el autor citado es la dificultad que ha encontrado el político Umberto Bossi para crear sin fundamentos previos una identidad nacional como “Padania” en el norte de Italia capaz de rivalizar con la identidad tradicional italiana.

[1] Mater Dolorosa . Editorial Taurus  (2012), sobre el origen y desarrollo de la identidad nacional española y Dioses útiles, Galaxia Gutenberg (2016) sobre la historia de los distintos nacionalismos peninsulares.

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