Gabriel Otalora
Hasta mediados de junio está abierta en Madrid una gran exposición sobre el campo de exterminio alemán de Auschwitz (Polonia). Se trata de una muestra que siete décadas después de aquellos horrores parece lejana en el tiempo pero que resulta a la vez cercana, y por algo el nombre de la exposición es Auschwitz: no hace mucho. No muy lejos. Recomiendan una duración de la visita de dos horas, tiempo suficiente para sensibilizarse sobre una de las mayores y peores monstruosidades del siglo XX y de la historia de la humanidad.
Ya me gustaría que esta exposición viniera a Euskadi por la importancia que tiene recordar: si el hecho de conocer ayuda a entender, cuando entendemos racional y emocionalmente ayuda a prevenir como alerta para no repetir un magnicidio similar, en un momento como este, en el que vemos a demasiada gente en Europa y cerca nuestro que no se corta nada al manifestarse públicamente reivindicando comportamientos xenófobos y racistas de muy diverso signo.
La cultura no es un antídoto contra la barbarie. Muchos de aquellos desalmados nazis eran gente muy culta que se emocionaba viendo teatro del bueno y escuchando música clásica y, sin embargo, no les tembló el pulso a la hora de planificar y ejecutar aquel exterminio. Theodor Adorno exclamó que después de Auschwitz ya no se podía hacer poesía, pero Paul Celan le llevó la contraria y dejó escrito: “Madre, los nazis también escriben poemas”.
Vivimos un momento en el que facilitar la reflexión social colectiva es muy necesario, especialmente en las generaciones más jóvenes, para neutralizar el peligro de minimizar la importancia de la defensa de los Derechos Humanos, la comprensión mutua entre pueblos y culturas y el respeto ético a la diversidad global. Me parece una obligación recuperar la memoria de cualquier abominación estructural -y la de los nazis lo fue- porque solo es posible transmitir lo que ocurrió a través de los testimonios de los que estuvieron allí;y si ya no es posible, al menos hacerlo a través de una reflexión y recreación de aquella dimensión del horror en forma del exterminio de los judíos y gitanos de Europa.
Muchos alemanes estuvieron en contra de investigar los exterminios ya que consideraban que no era preciso remover el pasado. Esto es otro peligro que tiene su paralelismo en lo que pasa en Madrid cada vez que alguien propone completar la memoria histórica para recuperar la dignidad de los machacados por la dictadura de Franco, que flirteó tanto con el nazismo de Hitler, que nos dejó su marca mortal en Gernika. Muchas personas de la capital de España que agradecen esta exposición sobre las matanzas nazis se espantan en cuanto alguien propone recordar los delirios de la dictadura franquista y sus efectos catastróficos para la paz, la justicia y la dignidad humana en forma de represión violenta, abolida durante cuatro décadas la democracia, sin que haya sido revisada;al contrario, se denigra todo lo que huela a memoria histórica.
Auschwitz-Birkenau fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero costó lo suyo (1979). Ahora se ha convertido en uno de los símbolos del Holocausto en todo el mundo, como sinónimo del acontecimiento más traumático de la civilización occidental. Porque, además, un 50% de los prisioneros que no fueron gaseados fallecieron a causa del hambre, las ejecuciones, torturas, enfermedades y el trabajo extenuante del que se aprovechaban empresas privadas que pagaban una cantidad simbólica a los nazis por beneficiarse de semejante crimen.
Tampoco en Euskadi llegamos a un acuerdo sobre la memoria histórica a pesar de que nuestros gobernantes llevan impulsando este tema desde hace décadas. No hay manera de reivindicar la reconciliación ni por lo que desató el franquismo ni tampoco por ETA y la violencia de las cloacas del Estado. Recordando Auschwitz, no podemos olvidar que Franco sigue teniendo muchos seguidores a pesar de sus cuitas con los nazis;ni la pendiente memoria histórica.
Muy fácil.
Hacemos una lista de las personas que ponen trabas a la necesidad de impulsar la memoria histórica, una lista de los políticos que aún no hacen una declaración institucional, reconocimiento de los horrores cometidos por Franco y sus amiguetes , los vamos juntando, los metemos en campos de fútbol y plazas de toro y los determinados.
A esos sumamos los miles que consideran que los asesinos de ETA son unos héroes y ya juntamos a todos los de la misma especie.
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