Joxan Rekondo Pyrenaeus-eko Talaian
Si el debate de política general celebrado en el Parlamento de Navarra ha mostrado algo es que el estado de sus instituciones es crítico. Se podría decir que es el ejecutivo (de Barcina y UPN) el que se encuentra encerrado en sí mismo y sin margen de maniobra. Es una conclusión que parece indiscutible. Pero, al hablar de crisis de las instituciones, quiero señalar que lo hago en plural.
El gobierno de UPN ha nacido de la cámara representativa de los navarros. Si el gobierno tiene origen popular y es representativo, es debido a que ha sido elegido por mediación del Parlamento y acepta que éste vigile de cerca la agenda política que desarrolla y que a la vez decida el marco en el que se desenvuelve. Si la cámara del pueblo no es capaz de ejercer respecto del ejecutivo sus funciones naturales de control y dirección política, y si la relación entre el legislativo y el gobierno deriva hacia la deslegitimación recíproca, a aquella sólo le queda la opción de rehacer el vínculo roto, mediante la censura de la presidenta del gobierno y su relevo por otro gobernante dispuesto a someterse al mandato parlamentario.
La confrontación entre un gobierno enrocado frente a la mayoría parlamentaria, que pasa olímpicamente del ‘indirizzo politico’ que corresponde a la cámara y no se somete a sus actos legislativos, y un parlamento incapaz de ofrecer una solución institucional a este estado de cosas, refleja la situación límite a la que ha llegado la política navarra. La censura (y, probablemente, la convocatoria de unas nuevas elecciones) es el último resorte institucional que queda para reintegrarse a una normalidad institucional, ya que el parlamento no puede autodisolverse, por muy voluntaristas que se muestren sus miembros.
Las votaciones de las resoluciones que han puesto punto y final al debate de política general celebrado en la cámara de Iruña, han dejado clara la falta de representatividad del gobierno navarro. Es relevante que se hayan aprobado varias resoluciones a favor de la dimisión de gobierno y la demanda de elecciones. Queda clara la voluntad mayoritaria de la cámara. Pero, también su incapacidad de materializar esa voluntad, más allá de las proclamas testimoniales. Es que la herramienta genuina para lograr este efecto es la censura. Censura que es constructiva, ya que obliga a perfilar una alternativa compartida.
Pero, habría que añadir que en este último acto del pleno de política general se ha puesto de manifiesto una torpeza parlamentaria, acaso derivada de una frustración achacable a esa imposibilidad de hallar la salida, con una mayoría que relevara a Yolanda Barcina, al círculo vicioso en que se encuentran las relaciones institucionales en Navarra. Tres fuerzas parlamentarias han retirado sus propuestas de resolución, que buscaban corregir aspectos importantes de la actual política del gobierno, y no han participado en las votaciones.
Es probable que con esta actitud, propia de unos representantes dimitidos, hayan querido acelerar un proceso de catarsis democrática, emplazando a la presidenta a la convocatoria de unas nuevas elecciones. Pero, aunque la hubiera secundado la mayoría del parlamento, del cese de determinadas actividades parlamentarias no se deduce la caída del gobierno.
Además, el resultado es que la no participación de PSN, Bildu y GeBai ha propiciado que el parlamento haya respaldado mayoritariamente, por primera vez en los últimos meses, resoluciones que respaldan la política de UPN y Barcina. El abandono de las funciones parlamentarias, y la imagen de ‘dimisión’ (aunque hubiera sido patrocinada por todas las fuerzas de la oposición) que se ha dado, refleja la imagen de un parlamento agotado, que renuncia a hacer prevalecer la supremacía que le viene dada por ser el órgano que ha recibido y custodia el sentido del voto popular.
Tienes toda la razón, Joxan, el problema no se reduce a la falta de legitimidad democrática de Barcina para gobernar, si es que enviar a una instancia ajena, el Tribunal Constitucional, las leyes aprobadas por tu propio Parlamento puede considerarse como tal y más en la Comunidad FORAL de Navarra, que está en evidencia desde hace más de un año, inclusio en su propio partido, baste recordar el resultado del último Congreso de UPN.
El problema radica también en la legitimidad democrática del Parlamento que no responde a la voluntad mayoritaria de la sociedad navarra expresada en las urnas en 2011 por el caso de transfuguismo mas lacerante que se ha dado en España desde la entrada en vigor de la Constitución, donde la tercera fuerza de Navarra (hoy apunta a segunda) se ha visto reducida al papel marginal de parlamentarios no adscritos sin capacidad siquiera de intervenir en algunos debates vitales por el veto de quienes protagonizaron la huida hacia EH Bildu que está sobrerepresentada, 13 parlamentarios, lo que impide la articulación de cualquier otra mayoría e incluso un acuerdo para presentar la moción de censura.
Asi las cosas, con un gobierno ilegítimo, no olvidemos que quien alzo a Barcina a la presidencia exige hoy su salida, y un parlamento tan ilegítimo como el propio gobierno por haber adulterado la voluntad ciudadana, la única salida razonable es devolver la voz a su dueño; la ciudadanía, puesto que quien la representa, el parlamento, ha falseado su voluntad expresada en las urnas y quien gobierna con el mandato parlamentario; Barcina, hace más de un año que no lo tiene.