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Imanol Lizarralde

OteizaA comienzos y casi mediados de los años 70 existía en el País Vasco un fuerte movimiento cultural, desplegado en diversas áreas, que parecía prometer que la futura libertad que se veía en el horizonte podría traer, a la vez, un florecimiento de la reflexión acerca de lo vasco y de la cultura vasca. Tal cosa no pasó.

A pesar de que la literatura vasca pudo mostrar la fuerza que ya estaba más que en ciernes en los años 60-70, a pesar de que los principales cantores vascos, se apartaron de la politización que invadía los recitales, la marea y el debate político ahogaron lo que fue una posibilidad. Hoy en día, cuando las promesas de la política han mostrado su reverso de amargura, esa posibilidad sigue en pié, gracias, entre otros, al escritor y escultor Jorge Oteiza.

Frente a la generación postromántica y científica de grandes investigadores de lo vasco, como fueron Koldo Mitxelena, José Miguel de Barandiaran y Manuel Lekuona, Oteiza reivindicó el método poético-estético como medio de profundización, esclarecimiento y recuperación de la identidad vasca. De esta forma, llegó a proponer, al hilo de los grandes visionarios y creadores mitopoéticos de lo vasco, Astarloa y Chaho:

Un “estilo de imaginar con la imaginación del artista que está en el origen de todo lo que debemos suponer originalmente nuestro. Y esto que, en nuestra pobre ciencia científica, llamamos despectivamente fantasía, es para mí lo científico para la aprehensión coherente de nuestras problemáticas (…). Entre nosotros, precisamos revivir y reimaginar la imaginación en nuestro pasado creador, lo científico además no será posible sin ese material y de esa manera aportado (Ejercicios Espirituales en un túnel, p. 394, 396).

Dice también, “nos dividimos entre soñadores y realistas” (p. 397). Por medio de su reflexión, que constituye un sostenido ejercicio de intuición, que abarca disciplinas diversas convergentes en el hecho de nuestra identidad popular, Oteiza pretendió enlazar esas dos dimensiones, así como las diversas disciplinas, científicas culturales, de lo vasco. Frente al reduccionismo de aquellos, como Txillardegi, que pretendían limitar la identidad vasca al hecho lingüístico del euskara, Oteiza afirmó que

“el alma de un pueblo no es creado por el idioma, es creado con el idioma (…) estructuralmente tenemos que diferenciar las partes (alma y lengua) porque sin partes no hay un todo (la patria, la etnia) y, estructuralmente, nunca lo que es una parte puede ser el todo. Nunca debemos caer en la simplista identificación de lengua solo, ni de alma solo, con etnia, con patria. La lengua es con el alma y el alma es con la lengua, los encontraremos inseparables si nuestra etnia funciona, si nuestra patria está viva. Considerar la patria viva en uno de sus elementos por separado, no es científico estructuralmente, no es patriótico lingüísticamente. Lengua y mentalidad constituyen un par dinámico de factores inseparables cuya suerte dialéctica determina la existencia cultural de un pueblo, definen su patria como sistema dialéctico de una doble consistencia: la consistencia estructural de la mentalidad como existencia-con (su lengua) y la consistencia de la lengua como existencia-con (sus formas de pensar)” (Ejercicios, p. 408-9).

Para Oteiza no existe identidad sin psicología y sin la expresión de esta, en este caso la lengua. Es por ello que resulta tan destructiva para nuestra condición de pueblo la separación de la lengua del “todo” compuesto que constituye nuestra “alma” que está conformada también por aquellos aspectos (políticos, estéticos, históricos) que han moldeado al euskara y que han convertido a nuestra lengua en una de las manifestaciones de un querer ser y perdurar. La peculiaridad lingüística vasca se encuentra en relación orgánica con otro tipo de peculiaridades, también ligadas a lo vasco.

El concepto que ahora usan algunos teóricos del MLNV como por ejemplo “civilización vasca” ya fue esbozado y desarrollado, desde el punto de vista estético, por parte de Oteiza, cuando proclamó (Ejercicios, p. 11): “La primera señal histórica del alma europea es vasca”. Se refiere a las cuevas a Altamira, Lascaux y Ekain, se refiere, esencialmente, al cromlech neolítico vasco al que considera la culminación del ciclo artístico, se refiere al euskara, como idioma contemporáneo a estos fenómenos, “el gran idioma de cultura de nuestro remoto pasado” (Oteiza, Miguel Pelay Orozco, p. 120).

Para Oteiza el arte no es gratuito, sino que tiene una utilidad muy precisa, la de la curación existencial, que en términos del hombre primitivo significa revelar, o como el dice, “desocultar”, “el sentido y la significación de todo lo que vivimos, de todo lo que nos rodea. Curando nuestras limitaciones y nuestros miedos que constituyen esa incomodidad existencial que ante el supremo temor de la muerte llamamos sentimiento trágico de la vida” (Ejercicios, p. 11). Siguiendo su ley de los cambios, el hombre primitivo de las cuevas cantábricas primeramente representa la realidad, luego la convierte en juego estético, para al final convertirla en un símbolo que presupone que el arte ya ha cumplido su función curativa: “Es ese pequeño sitio vacío construido con una línea circular de piedras, que encontramos distribuido estratégicamente por todo nuestro país como símbolo final de una larga elaboración artística que trasciende religiosamente en la conducta y que aún es tradición nuestra, manera nuestra de ser”. Por eso, llega a decir:

“Fue (…) que en esa culminación metafísica del lenguaje prehistórico en arte europeo, logramos los vascos adelantarnos en la creación de una mentalidad especial a los demás pueblos. Por eso puede deducirse que el vascuence que entonces ya se hablaba tuvo que enriquecerse espiritualmente, hubo de alcanzar una madurez estructural entera y definitiva (Quosque Tandem, p. 33-34).

Esta es la raíz de su teoría acerca de la “circularidad”, simbolizada por el pequeño cromlech, que extiende a diversos ámbitos. En el euskara, la mejor representación de la vieja lógica existencial neolítica la topa en el bertsolarismo, remarcando su particularidad respecto a las poéticas latinas y respecto a otras tradiciones de improvisación poética. Frente a estas, “tomamos por incoherencia (y no entendemos) lo que es profunda y difícil cohesión de su estilo-de-viaje-interior”. Para Oteiza, el bertsolari es “un nadador de profundidad (su estilo-río-monólogo de visión interior)” (Q. T. p. 9). El “cromlech” es el último verso que el bertsolari imagina y hacia el que encauza su narración que se alimenta del recuerdo, de la situación en la que se encuentra, de lo que observa. El bertso de Xenpelar: “Somos tres provincias/aferraos a la vieja ley/no cedáis/aunque se rompa una pierna/nacerán otras/nosotros somos el País Vasco”. La condensación/rapidez/aparente incoherencia resulta natural en el estilo propio del bertsolarismo, que así recoge los rasgos de un estilo vasco aplicado a la poesía.

Recapitulemos un momento. En el neolítico, según Oteiza, se da el producto del hombre vasco integrado en el medio natural, en una determinada cultura y lengua, mediante un viaje estético-religioso que le hace vencer al sentimiento trágico de la vida, perspectiva que late en las grandes cosmogonías provenientes de Asia y de África. El escultor oriotarra establece una hipótesis para explicar la durabilidad y la particularidad del hecho vasco en este rincón de Europa.

Frente a Miguel de Unamuno, que consideraba que los vascos no teníamos una cultura o una identidad digna de tal nombre y que teníamos que fundirnos en el magma de una cultura superior y más extensa como la española, Oteiza plantea que el vasco estableció en el neolítico una forma de ser determinada cuyo producto fue la gran eclosión artística del magdaleniense y la conformación del euskara como idioma de cultura. Los vascos pudieron prescindir del arte porque el arte ya los había curado estética y religiosamente y el cromlech representaba, simbólicamente, el domino sobre el universo y la materia. Pudieron también prescindir de las glorias escritas, las precisas demarcaciones y de las nomenclaturas rimbombantes de los pueblos indoeuropeos, por la confianza de una organización familiar y comunitaria que era reflejo de esos valores ancestrales, concretados en un estilo peculiar.

Es ahora cuando investigadores como Cavalli-Sforza comienzan a relacionar la genética, la mitología, la lingüística y la arqueología, con la hipótesis de una civilización europea anterior a las grandes invasiones provenientes de Asia y de Africa como su primera capa constituyente. Sales Santos Vera e Itziar Madina, en su libro Comunidades sin Estado en la Montaña Vasca, nos dan cuenta, con un examen antropológico de la “circularidad” proveniente del cromlech y su aplicación diversa. Aluden a Barandiaran: “los campesinos guipuzcoanos se citaban delante o a la vista de un cromlech para resolver de manera justa un desacuerdo entre ellos. Observamos que a través de tres mil años el círculo de piedras ha marcado su influencia mágica” (p. 34). Para Oteiza la casa vasca, el caserío, que es la unidad básica colectiva de las comunidades montañesas, representa el cromlech colectivo, unido a la comunidad, que también es un círculo solidario e interdependiente como Santos y Madina explican, recogiendo las investigaciones de la antropóloga inglesa Sandra Ott acerca de Zuberoa, en el libro titulado El círculo de las montañas.

Oteiza aspiraba a que el hombre vasco tuviera conciencia de sus “dos almas” (Q. T. p. 17), la de su ser histórico presente y la de su ser primordial, estableciendo una conexión entre ambas. La educación estética era, para él, el camino de llegar a la plena identificación de ese ser. Por medio del ajuste entre el arte vanguardista/conceptual y el arte primitivo, el propio Oteiza creía haber descubierto la existencia de sus dos almas. Y mediante su entendimiento, intuitivo y científico, del arte moderno y neolítico, se topó con la raíz de su propio pueblo, al que dedicó la mayor parte de sus desvelos. Su reflexión sobre la identidad vasca todavía está por desarrollar, siendo semilla para cuando los vascos, superando los cortoplacismos políticos, quieran conocerse en la profundidad de la luz de la obra esculpida y escrita de Oteiza.

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7 comentarios en «Tiempo de Oteiza»

  1. Gustatu zait hausnarketa hasiera, baina Txillardegirenarekin #huts geratu naiz. Badu jarraipenik honek, ene iritzian. Izan ondo.

  2. curioso como hace no tanto tiempo empleabamos terminos como «etnia» sin ningun problema y ahora esta totalmente denostado. ETA tambien lo empleaba, por cierto.

    por cierto, el otro dia lei este articulo y me dejo un tanto dubitativo:

    http://cultura.elpais.com/cultura/2013/05/17/actualidad/1368811430_456828.html

    en concreto esta parte:

    – El desfile de esta diatriba en papel deja sin respiración. En uno de los dibujos, un peón de ajedrez se ha convertido en un pene vertical; en otro, un falo-ariete trata de derribar lo que parece la puerta de un castillo. Otro representa tres culos vistos desde atrás. Sobre cada uno de los culos puede verse una flecha clavándose en él. Sobre cada flecha pone “ETA”. Sobre el culo situado en el centro del dibujo pone “Ojete del lehendakari”. Y debajo, a modo de título general, pone El Gobierno vasco. En otro, un glande enorme parte en dos y rasga un cartel en el que también puede leerse “ETA”. Debajo, una frase: “No hay cojones en Euskadi”. Otro dibujo es un boceto de la escultura de Oteiza España va de culo, una figura masculina con los atributos sexuales al aire y el puño cerrado y levantado. En una de las obras más crudas, el sexo abierto de una mujer de pelo largo tumbada en una cama da paso al título del dibujo: La gran puta vasca. –

    algun forero se atreve a hacer una interpretacion?

  3. El círculo es terrible «Edurado Chillida»

    Que bodrio de artículo tan exquisitamente vascomaníaco. Lástima para Lizarralde que la vascomanía moderna ya fuera inventada por Joseph Agustín Chao (supongo que a él se refiere el autor y no a Manu Chao el cantante). Sólo falta que nos describa su onírico viaje por los pastos de altura de Soule, por la ermita de Santa Engrazi, o que nos haga una mistificación paganizante de los antiguos símbolos cristianos de la iglesia de Lesaca (mezclando churras con merinas)…..

    Todo para intentar -subliminalmente-instituir una religión de la etnia, un nuevo neopaganismo jeltzale. Y acabar mezclando una teoría científica de lo vasco como sustrato de las esencias de Europa, donde lo vasco, la genética molecular, Oteiza, Zuberoa, el círculo y Cavalli-Sforza son triturados sin piedad, víctimas de la hipótesis bultza. Perdón se me olvidaba Txillardegi (que Dios lo tenga en la Gloria……, ¡para siempre!).

    Benditos sean Chao y Lizarralde, verdaderos teósofos y orientalistas. Cosas mas «profundas» hemos oído en boca de los teóricos de la Izquierda Abertzale. En el fondo la breve historia del nacionalismo vasco (jeltzale y/o revolucionario) está plagada de disparates parecidos. Solo falta que retorne el Profesor Lizari con sus símiles paleontológicos. Y es que la profesión de fe nacionalista requiere de escenarios que justifiquen la supervivencia de la cultura étnica vasca más genuina. Amén.

    Ondo izan

  4. «El hombre se define por lo que le falta: ya no me faltan a mí estatuas, luego ya no soy escultor.» Jorge Oteiza

  5. Debo abandonar este pequeño libro

    no lo puedo atender como es mi deseo

    me han recordado que dije
    y es verdad
    que CREAR ES QUITAR
    he quitado pero sin tiempo
    de seguir quitando
    de revisar mejorar lo que queda

    con mi edad 84 y mi salud no muy buena
    quiero alcanzar a reunir mis notas sobre nuestra
    primera identidad preindoeuropea y su cultura del cielo
    y mis ensayos de interpretación de las 2 epopeyas primeras
    de Occidente
    el Gilgamesh
    y los argonautas en busca
    del vellocino de oro

    pienso que ya me queda
    muy poco tiempo

    Lekaroz Zarautz Gasteiz abril 1992

  6. Kaxo Igor:

    Txillardegiren «Hizkuntza eta Pentsakera» saio famatua ekarri dut gogora Oteitzaren gogoetarekin batera ez Txillardegiren ikuspegia deusesteko, osatzeko baizik eta era berean Oteizaren ikuspegia esplikatzeko. Aipatu saio hura oso famatua gertatu zen garai horretan (1966), eta erantzuna eman zioten bai PCko M. Ereñok (“El solipsismo lingüístico en el ensayo “Hizkuntza eta pentsakera” de Txillardegi”) eta bai Vgarren batzar osteko ETAk ere (1969).

    Oteitza Txillardegirekin bat dator «euskal arima» dagoelaren iritzian eta honek bereizten ditu ETAk eta PCk egiten dien kritikaren aldetik, hauek euskal arima ala euskal izaera berezia dagoela ukatzen baitute -hau da, beren iritiziz, nortasun partikularra nortasun orokor baten menpean dagoelako, klase borroka mundutiarraren menpean, alegia.

    Baina Txillardegik euskal arima hizkuntzan oinarritzen du. Oteitzak euskal estiloan, euskaran (eta beste hainbat arloetan, eskulturan, pinturan, politikan) azaldu ala ez azaldu daitekeena, euskaraz erdal estilo batean idatzi baidaiteke, erdaraz euskal estiloan bezala. «Estiloa» ez da, beraz, axaleko berezitasuna, ekoizpenetan antzeman daitekeen zeinu bat baizik. Bere saioetan euskal estiloa ala euskal sena antzemateko zenbait gogoeta egin nahi ditu.

    Txillardegiren aipamena, beraz, sakoneko akordio batean oinarritzen da, mendeak zeharkatzen dituen euskal nortasuna egon badago, Txillardegi eta Oteitzaren ustez, eta nortasun horrek badu bere berean duen iturria, euskara Txillardegirentzat, euskal estiloa Oteitzarentzat. Euskal nortasuna ekoizpen propioa da, beraz, bi kasuetan.

    Izan ondo zu ere

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