Fernando Mikelarena bere blogean
Acerca de la crisis del estado de bienestar, Wert asegura que la sociedad española “por razones que sería no solo compleja sino probablemente imposible de enumerar aquí por falta de espacio, responde más que ninguna otra de aquellas con las que la podamos comparar a lo que yo he llamado en alguna ocasión el síndrome estatal asistencialista”, según la cual “el Estado es el responsable del bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos”. Dicha concepción estaría profundamente arraigada en España frente a la opción intermedia conservadora-corporativa o frente a la opción extrema liberal “que dice que los ciudadanos son esencialmente responsables de su propio bienestar y es a ellos a quienes les toca garantizarlo y asegurarlo”.
Las encuestas mostrarían que aquella concepción sería mucho más generalizada en España que en cualquier otro país occidental, yendo, además, en aumento en los últimos años y estando presente en todas las cohortes generacionales y entre los simpatizantes de todos los partidos. Todo ello constituiría un evidente obstáculo de cara la implementación de las ineludibles reformas que habría que acometer dada la obvia, según Wert, inviabilidad del sistema de política social en España, en especial de cara al futuro dado el creciente envejecimiento de la población española. A su juicio, “es precisa alguna forma de nuevo contrato social que redefina la solidaridad intergeneracional sobre bases posibilistas y realistas, atentas a las nuevas realidades demográficas que la condicionan más allá de lo ideológico, del voluntarismo o de las buenas intenciones”.
Resulta sorprendente que en todo el enfoque wertiano se hable de recortar el estado de bienestar español y se silencien absolutamente los datos relativos a las características del mismo, entre los que sobresalen, tal y comoha recordado repetidamente Vicenç Navarro, su escasa financiación y desarrollo. España tiene el gasto público social, tanto por habitante como en relación al PIB, más bajo de la UE-15. Por otra parte, España se gasta en el Estado del bienestar mucho menos de lo que debería gastarse por su nivel de riqueza: con un PIB per cápita del 94% del PIB per cápita promedio de la UE-15, se gasta en su Estado del bienestar sólo el 74% de lo que se gasta el promedio de la UE-15. Los problemas del estado del bienestar español no son, por tanto, derivados de su hipertrofia, sino de un recaudación fiscal muy deficiente a causa de un fraude fiscal. Teniendo en cuenta todos esos datos las percepciones subjetivas de los ciudadanos españoles en pro de un estado asistencialista serían producto de una enorme ansía de lo imposible o de una dramática distorsión cognitiva, habida cuenta del exigente esfuerzo fiscal exigido a los asalariados y clases medias, en sensible aumento en los últimos años, en especial a partir de la toma de posesión de Mariano Rajoy.
En relación con los valores personales y sociales, por último, Wert llama la atención sobre “el acusado pluralismo axiológico” asentado en la sociedad española tras 1975, así como la situación de desconcierto que vive la misma en ese ámbito debido a que el vacío prescriptivo dejado por la Iglesia no ha sido “rellenado con otras alternativas –sistemáticas o no– de valores”. Además, la sociedad española se caracterizaría, a tenor de las preferencias denotadas por las encuestas, “de un patrón cultural muy vitalista y presentista, una cultura del carpe diem, desentendida de lo social-abstracto y más atenta al disfrute que al sacrificio”, advirtiéndose entre los jóvenes “una cierta ruptura del vínculo entre el trabajo (y extensivamente, el esfuerzo y el sacrificio) y el logro (en su dimensión más mostrenca, al menos, la del bienestar económico)”. Esas valoraciones pecan, a nuestro juicio, de ahistóricas y esencialistas ya que presentan los presuntos valores anteriores a 1975 como no afectados por la influencia de los elementos de aculturación política y religiosa del franquismo o por la misma situación de mayor pobreza relativa, en todas las esferas, de los ciudadanos españoles de los años sesenta y setenta. Asimismo, creemos que se olvidan de la doble moral imperante durante la dictadura franquista, tanto entre las élites como en muchos ámbitos de la sociedad española, sobre una pluralidad de cuestiones. También convendría recordar que, en todo caso, el hedonismo, el acriticismo y la cultura consumista han sido profusamente difundidos como pautas a imitar por los jóvenes españoles desde los nodos centrales del sistema, en especial en los últimos lustros, y que, de cualquier forma, grupos y personas afines al Partido Popular, también son profundamente responsables de la catastrófica situación del país por su querencia hacia el enriquecimiento súbito mediante fórmulas que nada tienen que ver con la cultura del esfuerzo, sino más bien con la de la corrupción pura y dura.
Como causas últimas de las actitudes de la sociedad española en relación con los valores, Wert apunta hacia la pérdida de peso de la familia y de la escuela como elementos transmisores de valores. En el caso de la familia apela a la incidencia “del cambio en los roles familiares que la incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera del hogar supone”, ya que “más trabajo de la mujer fuera de casa no significa, ni mucho menos, desatención a los hijos y a su educación, pero sí implica una dedicación cuantitativa menor a todo ello”. En el caso de la escuela, “el modelo educativo imperante –más aun desde su radical descentralización– por encima de su mediocre rendimiento en la función de transmisión de conocimientos, como acreditan persistentemente las comparaciones internacionales, lleva a que prevalezca –especialmente en el gestionado públicamente– un práctico desistimiento de la función de transmisión de valores o, quizá dicho de modo más preciso, la idea de que debe inculcarse en los educandos el concepto de que los valores –especialmente en lo que se refiere a las orientaciones de moral individual– banalizados en el concepto de estilos de vida son todos igualmente aceptables”. Sobre la hipotética incidencia de la incorporación masiva de la mujer al trabajo en las últimas décadas, basta señalar que, de ser cierta, incriminaría, sobre todo, a la incapacidad de las parejas de sexo masculino de las mujeres trabajadoras de cara a asumir los roles compensatorios normales propios de la época y de la situación.
Sobre los comentarios referidos al sistema educativo, vuelven a estar ausentes elementos de ponderación objetiva, como la inversión en relación con el PIB, que explican una parte sustantiva del fracaso escolar en España. Tampoco se mencionan otros más ligados al modelo económico de bajo capital humano y basado en la construcción que fue potenciado en la segunda mitad de los años noventa por el Partido Popular y que fue continuado a partir de 2004 por los gestores socialistas. Como es ampliamente conocido, con el boom del ladrillo, jóvenes que ganaban en la construcción más de 2.000 euros al mes abandonaron tempranamente sus estudios y ahora, carentes de formación, están abocados al paro de larga duración con el BMV o Audi estacionado a la puerta porque no tienen dinero para combustible ni compradores de segunda mano.
Para finalizar, en el apartado de conclusiones se remarca el carácter de la crisis económica actual como oportunidad “para tomar impulso como país y como sociedad” y se alude a que “hay que retomar –o refundar– el vínculo nacional y el vínculo social debilitados respectivamente por errores políticos y falencias sociales de distinto tipo”. Para ello, las reformas necesitan de una labor previa, de construcción de “un relato de sacrificios compartidos y de sacrificios con sentido”, todo ello compatible con la circunstancia de que el Partido Popular no necesitaba (recordemos que el texto fue escrito antes de las elecciones de noviembre de 2011) comprometerse con un programa explicitado puesto que “es mejor afrontar la crítica a la inconcreción que el repudio al incumplimiento” y “la próxima legislatura va a ser muy dura y muy exigente para el futuro Gobierno y bastante lastre va a llevar en todo caso como para necesitar ponerse él mismo más cargasobre los hombros. Asimismo, se debe ampliar la mirada de la ciudadanía, en un esfuerzo de corrección de “las limitaciones de comprensión de las interdependencias globales”, de su “provincianismo en la lectura del fenómeno de la globalización” y de su percepción “insuficiente o sesgada de las implicaciones de la pertenencia a un espacio económico supranacional como el de la Unión Económica y Monetaria”.
A diferencia de otros sociólogos de otros países, que también han tratado de desarrollar una función similar de consejeros aúlicos de los gobernantes nacionales, pero que han avisado de las consecuencias negativas del proceso de globalización para las sociedades propias, Wert se muestra absolutamente acrítico con el mismo, como si la economía española, muy débil estructuralmente y más debilitada todavía por efecto de la política económica seguida en los últimos quince años y por las decisiones de los ultimísimos años, estuviera en posiciones de concurrencia perfecta frente a otros países.
Wert finaliza su texto reclamando la reforma educativa y la reforma territorial. Sobre la primera, los argumentos son ya conocidos por el lector a través de la prensa: resultados pobres en las comparaciones internacionales sobre rendimiento académico de nuestros jóvenes, bajo nivel de conocimiento de inglés, escasa calidad de la enseñanza universitaria, primacía de la organización del sistema y de los valores educativos sobre los recursos a invertir como factores a tener en cuenta, falta de compromiso con el esfuerzo y el mérito y complacencia con el fracaso y la mediocridad. A la luz de todo ello, resultan fáciles de entender los contenidos que se van conociendo de su propuesta en nueva ley de educación basados en la potenciación de la escuela concertada y en el ataque a la escuela pública. Seguirían siendo, en cambio, difíciles de entender, por no verificables en relación con los objetivos de reforzamiento de los valores morales e identitarios preconizados por el ministro, las razones de fondo de la eliminación de la asignatura de Educación para la ciudadanía, la defensa de la Religión como optativa, el blindaje de la concertación religiosa y de la segregación por sexos o el descrédito de los modelos bilingües o trilingües que parten de un idioma vehicular diferente al castellano. Aunque retóricamente puedan entenderse, a la luz de sus consideraciones sobre la necesidad de reforzar los elementos de aculturación identitaria propios del nacionalismo español, sus propuestas de reducción de la autonomía de las CCAA a la hora de la fijación de contenidos y de imposición de otros dictados desde Madrid, la experiencia histórica dicta que los empeños en adoctrinar ideológicamente desde la escuela, sea en la esfera identitario como en la axiológica, suelen chocar con una realidad mucho más poliédrica, no resultando operativos más que allá donde el contexto es altamente coincidente y siendo, a la larga, germen de problemas por su afán de simplificación.
Acerca de la reforma del estado autonómico, “racionalizar el Estado multinivel suprimiendo la miríada de duplicaciones, solapamientos e ineficiencias del mismo” es para el ministro “algo imprescindible y urgente” porque “tenemos una Administración antieconómica no sólo por lo que cuesta, sino por lo que entorpece la vida económica y social” ya que “fenómenos como la hiperlexis, la multiplicidad reglamentaria, las contradicciones normativas, las intervenciones administrativas múltiples, perjudican la actividad económica y atentan contra la unidad de mercado”. Para esta última reforma, haría falta “un sólido acuerdo político entre los partidos nacionales y un compromiso honrado también con los partidos nacionalistas y con las sociedades en las que aquellos se han arraigado”, si bien “la búsqueda de esos compromisos no puede enervar eternamente la acción”, con lo que, aunque “esta reforma será mucho mejor con ese acuerdo”, “la falta de él no puede ser excusa para abordarla”.
Un documento, en definitiva, imprescindible para entender las claves últimas de la actuación política del gobierno popular. Si bien las ideas de fondo inclinan a pensar que estamos ante un mero aggiornamento, no excesivamente intenso, de los mensajes de siempre de la derecha española, la agenda mencionada anima a pensar que la derecha española quiere protagonizar un segundo intento, truncado el de Aznar, de corrección de todas aquellas cuestiones con las que tuvo que transigir a finales de los setenta y que, tras evaluar la correlación de fuerzas que puedan oponérsele, no sólo no duda en optar por la confrontación, sino que estima como más conveniente un escenario de polarización.
El aumento del gasto social es inasumible en estos momentos, lo dicen muchos expertos,ultimamente el presidente de EUDEL la reduplicidad autonomica es una pasada, el despilfarro y descontrol en el gasto publico, es absolutamente aterrador, ejemplo, Andalucia y Cataluña.
El fracaso escolar en España es alarmante, las universidades españolas estan llenas de caciques y mandarines, en el rankin estas en el furgon de cola.
Los analisis que hace la faes desde el centro derecha suelen ser muy atinados, estan en interenet, algunos son buenos y realistas, me gustan.
Don Fernando, el estado español, es MUY POCO CENTRALISTA, ideologicamente, es poco jacobino, comparado con la Francia actual, o con la España de los constitucionalistas de Cadiz.
Lo que no puede ser es que un sindicalista de pandereta, subvencionado por los contribuyentes, con muy poca representatividad se erija en GOBERNANTE, sindicalista que no esta obligado a publicar sus cuentas, que estado mas laygt, es el de Madrid, que permite ese desman, esa corrupcion de representantes de los trabajadores, esta especie de sindicato vertical.El caso de los ERE andaluz es escalofriante, el caso de la mineria es una ruina, por cierto cuanto ha subido la luz en venticuatro meses.
Es normal que se ponga topes al gasto social, que se toque el sueldo de los trabajadores, el copago ya lo tenemos, la sanida universal no se sostiene.
Si en diez años no levantamos cabeza, que nuestros hijos a largo plazo no van a alcanzar los niveles de renta nuestros, algo hay que hacer, no le parece
Lo facil es decir que el centro derecha, es rancio, casposo, eclesiastico, carca y antiprogre, ditxo por los demagogos de izquierdas, actores, univeritarios profesionales, periodistas comprados y PAJINES y AIDOS, o ZAPATEROS, con sueldos millonarios.
No entiendo todavia porque URKULLU, le sostuve tantos años al desatre de ZAPATERO, los recortes debian haberse hecho hace tres años, y hay que recortar mutxo mas pero por arriba, sin pedir sacrificios solamente al pueblo, el deficit hay que recortarlo gastando menos, eliminando dubvenciones interesadas e improductivas.
Aki Urkullu, lo va a tener muy pero que muy duro, espero lo haga bien, milagros no puede hacer esta claro y espero que la oposicion ayude, si no vamos a la catalana.