Asier Alea
¿Cómo ha llegado Europa a este punto? Esta es una las preguntas que se repite estos convulsos días junto a otra, probablemente más interesante: ¿Qué debemos hacer?
Si nos atenemos a la primera cuestión, no son pocos los analistas que señalan que las presentes vicisitudes de la Eurozona son la consecuencia inevitable de imponer una moneda única en un grupo muy heterogéneo de economías. Una observación bastante simple y (como todo enfoque predeterminista) poco constructiva ya que conlleva una única solución, la ruptura de la moneda europea.
Si, por otro lado, analizamos primero las deficiencias en el diseño institucional con las que nació el Euro y, segundo, las diversas políticas económicas nacionales emprendidas desde ese momento, entonces nos encontramos con una explicación más compleja y, sobre todo, prescriptiva.
Comencemos con las carencias fundacionales del Euro. El rechazo a ceder un mayor grado de soberanía nacional supuso que la divisa europea, al contrario que otras monedas, fuera creada sin un presupuesto federal o estabilizadores fiscales que proporcionasen un mecanismo supranacional de estabilización alternativo en tiempos de crisis para aquellos países que renunciaban a la herramienta de ajuste del tipo de cambio. A esta limitación se le sumaba la prohibición expresa al recién estrenado BCE de actuar como prestamista a los países miembro.
Los cimientos de la moneda común se debilitaron aún mas unos meses después, al quedar invalidado de facto el pacto de estabilidad que establecía sanciones para déficits presupuestarios superiores al tres por ciento del PIB, cuando Francia y Alemania (irónicamente) quebrantaron esta condición sin que el Consejo de Ministros europeo les impusiera sanción alguna.
Tras este irresoluto punto de partida, examinemos ahora el desequilibrio generado por los divergentes caminos recorridos por los países del centro y la periferia del Euro. El paralelismo con la creciente interdependencia económica entre China y EEUU puede resultar muy ilustrativo:
1. Tipos de cambio estables como conducto exportador: De la misma manera que la devaluación sostenida del Yuan ha ayudado a los productos chinos en la zona Dólar, la introducción del Euro redujo primero artificialmente los precios de los productos alemanes en Europa y privó a los países miembro del reajuste vía devaluación.
2. Préstamos procíclicos: China se ha convertido en el principal acreedor de EEUU y Alemania en el principal acreedor de Europa. Los préstamos de China a EEUU, como el crédito alemán a gran escala a los países mediterráneos durante el auge económico del 2002-2008, han sido procíclicos. Alemania básicamente concedió dinero para comprar sus mercancías pero, cuando la crisis financiera arreció en el 2009 y la periferia de Europa necesitó de medidas contracíclicas para paliar la recesión en ciernes, el entusiasmo germano por ampliar el crédito ya no estaba ahí.
3. Posicionamiento: Manufactura y bienes exportables. Tanto China como Alemania han apostado por la industria manufacturera y la exportación. Con el agravante de que la demanda interna alemana al igual que la china es baja, lo que ahonda aún más el desequilibrio en la balanza de pagos en sus respectivas relaciones comerciales.
En un análisis sobre la evolución de la balanza comercial de Alemania con los países del Mediterráneo, Matthias Matthijs y Mark Blyth ofrecían unas reveladoras cifras del Eurostat: el superávit comercial de Alemania con el resto de la UE pasó de 46 mil millones de Euros en el año 2000 a 127 mil millones en el 2008. En ese mismo periodo, el déficit comercial anual de Grecia con Alemania aumentó de 3 mil millones de euros a 5,5 mil millones; el de Italia se duplicó, de 9,6 mil millones a 19,6 mil millones; y el de España casi se triplicó: de 11 mil millones a 27 mil millones anuales.
Revisitemos el concepto de saldo de cuenta corriente: la diferencia de ingresos y pagos de la balanza comercial. Si un país vende más de lo que compra, puede realizar prestamos a otros con el excedente generado. Por el contrario, si un país gasta o compra más de lo que vende o de lo que su capacidad de renta le permite, tiene que financiar la diferencia con préstamos…. Hasta que llega la tormenta financiera perfecta.
La bancarrota mediterránea y la prosperidad alemana son las dos caras de una misma moneda (nunca mejor dicho) y estabilizar el desequilibrio actual es una cuestión de interés económico mutuo. El 40% de las exportaciones alemanas van a países de la Eurozona y de la misma forma que la moneda común redujo los costos de transacción e impulsó el crecimiento alemán, el fracaso del Euro sería devastador no solo para los bancos alemanes, también para su modelo económico basado en la exportación.
Trascurridos diez años, la Eurozona no es aún un área monetaria óptima y probablemente nunca lo sea (tampoco EEUU lo es, por cierto) pero si queremos que funcione al menos, se le debería de dotar del sistema de gobernanza e instrumentos propios que le corresponden.
El certificado de defunción del inconcluso sistema de gobernanza de Maastricht se comenzó a redactar al nacer el Euro, cuando los limites prefijados a los déficits nacionales no se hicieron cumplir y se acabó de firmar cuando, al estallar la tormenta, la UE echó a un lado la cláusula de no rescate. Los actuales líderes europeos tienen por lo tanto las manos libres para completar el proyecto inacabado de moneda única. Las apremiantes circunstancias deberían de servir para vencer las reticencias a transferir mayor soberanía a Europa y dotar al Euro con los mecanismos que poseen otras zonas monetarias. Al fin y al cabo, la integración europea ha sido impulsada desde su nacimiento a golpe de crisis.
Una unión fiscal con nuevos y creíbles límites al déficit público, la generación de Eurobonos o «Plan Marshalito» que estimulen el crecimiento, la relajación de los objetivos inflacionarios del BCE, siguiendo el ejemplo de su homologo la Fed estadounidense, para estimular la demanda doméstica… Todas estas medidas buscan estabilizar la economía, reactivar el crecimiento y aprovechar el escenario vigente para completar el entramado del Euro.
Sin embargo, se sigue sin dar respuesta al segundo problema estructural mencionado y que se ha acentuado en la última década. Esta crisis debe servir para abordar el desequilibrio de competitividad del núcleo de la Eurozona respecto a la periferia, e incluso para cuestionar la agenda política actual, la cual seamos sinceros, con medidas como los recortes en educación e investigación lejos de atajar este problema lo van a agravar.
Alguien sabe de donde ha salido el tal Asier Alea?
Me encantan sus análisis.