Ander Muruzabal
“La Constitución de Navarra, como viva y en exercicio, no puede menos de llamar grandemente la atención del Congreso. Ella ofrece un testimonio irrefragable contra los que se obstinan en creer extraño lo que se observa hoy en una de las más felices y envidiables provincias del reyno, provincia en donde cuando el resto de la Nación no ofrecía más que un teatro uniforme en que se cumplía sin contradicción la voluntad del Gobierno, hallaba éste un antemural inexpugnable en que iban á estrellarse sus órdenes y providencias siempre que eran contra la ley ó pro comunal del reyno.”
Discurso preliminar de la Comisión Constituyente. Cortes de Cadiz 1812.
La semana pasada se aprobó en el Congreso Español, en Madrid, el recorte social más importante en la historia de la joven democracia española. Un recorte injusto, insolidario y, lo que es peor todavía, absolutamente ineficaz y perjudicial para la propia economía, en una dejación de soberanía impropia de un estado que se considere como tal, pero no es objeto de este artículo calibrar la necesidad e idoneidad para la economía española de tales medidas ni siquiera el impacto que puedan causar en la propia soberanía del estado español, ni en su calidad democrática, hoy quiero hablar de Navarra, de ese rinconcito septentrional de la península que un día figuró entre las naciones de Europa.
Ni la situación económica de Navarra, ni sus datos, ni su estructura productiva justifican en ningún modo la brutalidad del recorte pero ese tampoco es el problema. El problema es que ese recorte invade dos competencias, al menos, que se contemplan como propias de Navarra en ese mal remedo de fuero que tuvieron valor para llamar “Amejoramiento”; la fiscalidad y la función pública navarras.
Los tiempos de bonanza económica, ahora sabemos que menos y holgadamente financiados por el estado por la vía del IVA de la Wolkswagen, han ocultado durante treinta años el absoluto descreimiento de un partido que se dice foral sobre el autogobierno de su propia tierra y el seguidismo más absoluto de las directrices que emanaban de cenáculos lejanos.
Pues bien, ha llegado la hora de hacer valer ese autogobierno. Ha llegado la hora de Navarra. Navarra está obligada, y tiene herramientas para ello, a plantear su propia salida de la crisis acorde con su propia problemática que en la mayor parte de los casos poco o nada tiene que ver con lo que sucede a la otra orilla del Ebro. El Gobierno de Navarra que se aferra al poder a pesar de su clamorosa minoría, la incapacidad de la oposición de llegar a acuerdos que fuercen devolver la palabra a los navarros sería objeto de otro artículo o incluso de un profundo análisis psquiátrico, no puede justificar el empeño sino es ejerciendo la propia labor de gobierno y planteando un programa propio y adaptado a Navarra que nos permita volver a la senda del crecimiento.
Pero para ello la primera premisa es explicar al Gobierno de España que su decreto “Será acatado, pero no cumplido” ejerciendo esa facultad inmemorial de Navarra de ejercer el “pase foral”, que en en Navarra inicialmente también se denominó «derecho de sobrecarta». Se acabaron las florituras y el foralismo de salón. Si UPN tiene algún futuro este no pasa por la actitud “palanganera” de su diputado Salvador en la Carrera de San Jerónimo, de los otros dos diputados “navarros”; el que se sienta en la Mesa y el que salió en estampida tras su estrepitoso fracaso en el asalto al sillón municipal pamplonés, casi mejor nos olvidamos como se han olvidado ellos de a quien representan.
Los navarros estamos en contra del Decreto por insolidario, injusto e ineficaz, que también, pero sobre todo porque lo insolidario, lo injusto y lo ineficaz que nos afecte es cosa de nuestras propias instituciones que son las que luego tendrán que rendir cuentas ante la ciudadanía navarra, no de las veleidades del inútil de turno que se siente en Moncloa.
Se acabaron los tiempos de esconderse bajo el paraguas madrileño y de la excusa de la incapacidad de acción. Navarra posee los recursos de autogobierno suficientes para determinar sus propias políticas…
«Gu euskaldunok beste jaun eztegu jaungoikoa baizik, atzekoari estatua ematen degu onirizkero baino eztegu nai aien uztarria jazan. Aditu ezazue ondo, gure semeak”.
…como dejaron escrito los navarros de hace poco más de cien años en el corazón de Iruña.
Y si alguien tratara de impedirlo bien podríamos considerar roto el “pacto foral” y ejercer nuestra propia soberanía recuperando nuestro sitio en el mapa de las naciones, solos o en compañía de otros.
«Sea acatado, pero no cumplido«
JELen agur
Enlaza perfectamente este artículo con el escrito anteriormente por Joxean Rekondo.
Las soluciones para Navarra sólo serán eficaces si salen de Navarra para Navarra. Y serán muy similares, en todo caso, a las de su entorno.
No debemos estar viendo las noticias de lo que se decide en Madrid para saber la solución que nos proporcionan. Más bien tiene que salir de esta tierra, porque gente y genio hay de sobra para promoverlo.