Guillermo Dorronsoro Ekoberrin
Uno de los ponentes en el Encuentro de Elkargi de este año, Pedro Nueno, nos dejaba una reflexión sencilla y evidente: “Una oportunidad lo es, hasta que todo el mundo se da cuenta”. Él vio la gigantesca oportunidad de la formación ejecutiva en China y apostó hace ya casi veinte años apoyando la creación de la “China Europe International Business School” que ahora preside. En aquella época, China no era una apuesta tan evidente ¿verdad?
Hace falta visión, coraje y la capacidad de asumir riesgos para ser el primero en llegar a una oportunidad que todavía nadie ha visto. También un esfuerzo constante, para que si a la suerte se le ocurre hacer una visita, nos pille trabajando.
Para seguir de cerca a los pioneros y aprovechar las oportunidades cuando todavía queda hueco para alguien más, basta con ser observador, tener un juicio sano y capacidad de reflejos. Y de nuevo, trabajar y trabajar, siempre los que llegan más tarde tienen que trabajar más duro, con la ventaja de que la incertidumbre es menor, el premio al esfuerzo es más evidente.
Y luego están los que llegan a las oportunidades cuando han dejado de serlo, o los que ni siquiera llegan (porque no se han enterado o son demasiado perezosos o lentos).
A pesar de la crisis, a pesar de las dificultades para obtener financiación, a pesar de la lacra del desempleo (o precisamente por esta combinación de circunstancias), las oportunidades están ante nuestros ojos. La oportunidad de los mercados emergentes, que siguen creciendo, la oportunidad del nuevo conocimiento científico y tecnológico, la oportunidad de cambiar las reglas de juego económico y social en esta Europa que se nos está quedando oxidada.
Podemos ser pioneros, lo estamos siendo, en aprovechar algunas de estas oportunidades. Y desde luego, tenemos la obligación moral de estar atentos y trabajar duro para conquistar las oportunidades que otros han visto primero, pero en las que todavía queda hueco.
La oportunidad que todos los países están viendo ahora, es la de recuperar su industria, su actividad productiva que en muchos de ellos habían ido abandonando y sustituyendo por la “economía financiera” o de “servicios de valor añadido”. En Estados Unidos, en Francia, en el Reino Unido discursos y presupuestos se están alineando, para defender la industria que les queda, para atraer o crear nuevas, para ayudarlas a incorporar nuevas tecnologías a sus productos y procesos. Les dan envidia países como Japón o Alemania, más concretamente algunas de sus Lander (Ruhr, Bremen, Hamburgo, Bavaria, Dresde…), que han sabido mantener su industria en estas últimas décadas…
En Euskadi lo estábamos haciendo bastante bien, desde luego mucho mejor que el resto del Estado. Hemos defendido nuestra industria, y hemos apostado por la ciencia y la tecnología (este mes de abril se cumplen 30 años del Decreto que creó las cinco primeras Entidades Tuteladas de Investigación Tecnológica). Eso nos está permitiendo ahora incrementar nuestras ventas en los mercados emergentes (un dato revelador: las empresas que han invertido en estos países son las que más empleo están aguantando en Euskadi en estos años oscuros).
El problema es que ahora que todos se están dando cuenta de la oportunidad que supone (quizá la última que nos queda), necesitamos redoblar el esfuerzo, apostar con más firmeza por la economía productiva, por una nueva industria del conocimiento.
Y no lo estamos haciendo con la intensidad suficiente, no me vale la excusa de los recortes. Recortar los presupuestos de forma lineal porque ahora la recaudación está cayendo es el peor error que podemos cometer.
De nuestros padres y madres hemos aprendido que antes se quedaban sin cenar que dejar de invertir en nuestra educación. Nuestras hijas y nuestros hijos deben aprender de nosotros, que tenemos que ser capaces de renunciar a muchas cosas, como personas y como sociedad, para apostar por las inversiones que dejarán una Euskadi fortalecida tras esta crisis que va a durar muchos años todavía.
Esas inversiones se llaman economía productiva, industria del conocimiento, ciencia y tecnología. Se llaman un país con una imagen internacional reconocida por hacer las cosas bien, por el compromiso, por la capacidad de ganar nuestro futuro a pesar de todas las adversidades. Se llama apostar por las relaciones comerciales con los países que lideraran el crecimiento económico en este Siglo XXI.
La oportunidad está ante nuestros ojos. No se nos puede escapar.
(!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)
Muy buen artículo y sin duda profético en su apreciación de que la necesidad de reconstruir tejido industrial como resultado de la crisis reducirá la ventaja competetiva vasca a no ser que se lleve a cabo un vasto esfuerzo de innovación y apertura de mercados en un futuro próximo.