Sixto Jimenez
El ser humano solo llega a realizar una parte de lo que podría alcanzar en su vida. En ocasiones tan solo una pequeña parte. Las más de las veces tan solo aquella parte próxima a sus intereses más egoístas.
Hace falta mucha grandeza para aplicar toda la ilusión y tiempo de una vida a proyectos sociales, a mejorar la calidad y la vida de otros seres. Y hace falta mucha fuerza interior para perseverar en ese empeño toda una vida. Mucho amor y mucho valor también para mantener la ilusión pese a sufrir guerra y prisión.
Ni esos sucesos, ni la el riesgo de vivir bajo sospecha en una dictadura fueron capaces de minar la fuerza de voluntad de José María Arizmendiarrieta. Solidez de convicciones, perseverancia sin límites, capacidad de liderazgo e inteligencia práctica, vinieron a darse juntas en un hombre que pudo haberse refugiado en su posición de sacerdote para llevar una vida tranquila sin que nadie hubiese tenido nada que reprocharle.
No suelen pedírsenos cuentas de lo no intentado y sí de lo no logrado. Intentar sólo lo fácil de alcanzar permite llevar una vida sin sobresaltos, con buena imagen ante nosotros mismos y ante los demás. Sólo quien arde por dentro, quien es valiente y no acomodaticio, quien ama la justicia y cree en la fuerza de las personas trabajando en colaboración, puede llegar a plantearse el abordar nuevas formas de trabajo y convivencia.
La transformación de la sociedad exige fe, fuerza, valor para actuar, liderazgo para asociar e inteligencia para encontrar el camino. Que esas características se den en un hombre al punto de motivarle para iniciar una tarea ambiciosa y contra corriente sin medios económicos de partida, es asombroso, especialmente cuando poco más de medio siglo después su obra llega a ser el mayor grupo cooperativo del mundo.
En el País Vasco le debemos mucho a José María Arizmendiarrieta. Y no me refiero tanto a la inmensa aportación material de su obra, sino a la herencia que supone la demostración de que el modo cooperativo de hacer empresa y sociedad es viable en un mundo capitalista y aporta enriquecimiento con una superación de planteamientos meramente individualistas. Hacer cooperativa es difícil porque implica una gran madurez social y una puesta en común e implicación en el grupo que no resultan cómodas, y la comodidad es un activo apreciadísimo en una sociedad de gentes reblandecidas por el progreso económico. Su fe en el carácter del pueblo vasco fue base y motor de su visión y su empeño. El fue su mejor expresión.
El mundo le debe mucho a José María Arizmendiarrieta. Supo plasmar en hechos las inquietudes espirituales como conviene a un mundo necesitado de colaboración y confianza.
Demostró que los humanos no son irremediablemente seres egoístas que solo en competencia pueden llegar a crear riqueza gracias. Las técnicas de dirección de empresas, profundamente autoritarias en su tiempo han evolucionado hasta darle la razón. Con 60 años de retraso, las “modernas” técnicas de gestión nos ofrecen ahora la clave del éxito en las organizaciones: las personas, su motivación, su integración. Él ya lo sabía.
Hizo empresa en los años cincuenta con una filosofía social y humanista capaz de valorar al ser humano con absoluta fe en su extraordinaria capacidad. Se anticipó en décadas a la gestión de organizaciones basada en las personas. De hecho aún faltan tramos en la escalera para llegar tan alto como piden éstos pensamientos suyos:
- institucionalizar la honradez
- la auténtica riqueza está en el desarrollo integral de nuestra personalidad
- primero hombres, luego cooperativas
- la posición de la mujer es, en toda sociedad, la medida exacta de su nivel de desarrollo
- no hay hombre inútil sino mal utilizado
- progresar no es adquirir más, sino ser más, actuar mejor, darse más
- socializar el saber para democratizar el poder
- formemos una comunidad convencida de serlo y su fuerza será inmensa
- la propiedad no otorga el derecho al abuso de los bienes
- el hombre es humano en la medida en que es social
Nos quedan sus logros económicos, la presencia e influencia del modo de hacer cooperativo en nuestra sociedad, sus pensamientos clave que resultan plenamente vigentes, y sobre todo el ejemplo. Los seres humanos somos muy influenciables a través del ejemplo y de la sumisión a la opinión mayoritaria, por lo que es crucial hacer visibles las vidas más ejemplares y formar así el carácter de las personas para darles motor propio, objetivos sociales y ambiciones espirituales.
Jose Maria Arizmendiarrieta es un excelente ejemplo a mostrar. Esa es su mejor e imperecedera herencia.
También tenía un buen padríno, eh. Francisco Franco se llamaba.
Joper, Benjamingrullo, tu campaña en favor de Francisco Franco no tiene fin. Ahora va a resultar que Franco creó las cooperativas y que José Stalin escribió el Archipiélago Gulag. Los totalitarios de derechas sóis lo mismo que los de derechas. Por cierto, Arizmendiarreta fue procesado por el régimen y se salvó del fusilamiento por los pelos (tres curas fueron fusilados en Mondragón, Benjamingrullo, seguro que no eran de tu cuerda).
Kaixo Lagunas,
Las cooperativas son un magnífico invento para convertir a los asalariados en pequeños accionistas supermotivados. Por tanto, y mientras la corporación no se inmiscuya en el negocio de la construcción y las autovías, ninguna objeción.
JEL-en Agur Jaunak
JELen agur
No puedo decir otra cosa más que el mensaje es maravilloso.
El enemigo de la cooperativa social es la codicia del poder y del dinero. Eso está claro. Entonces se corrompe y aparecen ideologías-pantalla como el socialismo y el liberalismo para intentar justificarla.
Arizmendiarrieta nos mostró el camino. Sólo tenemos que tener fe en que se puede realizar. No sé si este santo pueblo le ha reconocido suficientemente su aportación. En realidad no fue más que la aplicación práctica de la doctrina social cristiana al trabajo. Pero en un lugar, Euskadi, donde siempre se ha valorado la solidaridad y el trabajo bien hecho.
No creo que se haya progresado tanto. Hemos asistido los últimos años al espectáculo de ideologías políticas aparentemente adversarias pero que se necesitan mutuamente. Leí ayer que el progreso ha sido tecnológico, el hombre sigue igual. Yo creo que ha retrocedido, se ha deshumanizado. Pendiente del poder, del dinero, de las estadísticas, de valores de mercado, de manipulación de masas… pero sin capacidad de reacción ni fe en sí mismo para generar un verdadero beneficio a la comunidad. Es el triunfo de la apariencia, de la inmediatez.
Coincido con Sixto Jimenez en que: “En el País Vasco le debemos mucho a José María Arizmendiarrieta.”
Y como se ha demostrado con la práctica, también es cierto que: “el modo cooperativo de hacer empresa y sociedad es viable en un mundo capitalista”.
Pero no deberíamos limitar su capacidad unicamente a integrarse y sobrevivir en el sistema. “La transformación de la sociedad exige fe, fuerza, valor para actuar, liderazgo para asociar e inteligencia para encontrar el camino.” Es lo que echo en falta en el nacionalismo democrático, una apuesta clara por transformar nuestra sociedad: un objetivo final claro, en un proceso continuo y gradual : pasar de una sociedad vertical a otra horizontal, de una estructura dominada por la acumulación del poder a un poder social generalizado y que también podríamos exportar como alternativa política y social.
Favorecer e impulsar desde los poderes públicos el desarrollo simultaneo del modelo cooperativo y la participación de los trabajadores en la empresa privada es avanzar en la transformación social.
Disculpa Anonimo: Mi entrada ha salido con tu nombre. La semana pasada he cambiado de sistema operativo y no me he dado cuenta que he mandado el comentario sin direccion de correo electronico. No se como ha podido aparecer a tu nombre. Un saludo.
Kaleume