Ander Muruzabal Nafar Herria blogean
Es más fácil apoderarse del comandante en jefe de un ejército que despojar a un miserable de su libertad.
Confucio
Que las grandes organizaciones políticas de masas han pasado a la historia es un hecho fácilmente contrastable. Los partidos políticos o los sindicatos de hoy ya no se basan en una masa importante de afiliados y mucho menos se financian por esta vía. Las organizaciones políticas que hoy conocemos son mucho más parecidas a una máquina burocrática más preocupada por su “autoconservación” y “autoafirmación” que por crecimiento alguno.
De alguna manera se ha sacralizado la “organización” como garante de las esencias ideológicas y se ha profesionalizado la política convirtiendo valores complementarios como experiencia, conocimiento interno y fidelidad a las reglas en los valores de referencia, obviando otros como creatividad o innovación que son considerados peligrosos y molestos olvidando que son estos el origen de cualquier movimiento político.
Hemos convertido la herramienta en el objetivo principal de la actividad política y somos incapaces de comprender que la herramienta solo es útil si sirve para alcanzar objetivos sociales y políticos. Y como la sociedad es cambiante, una magnífica herramienta puede ser una perfecta pieza de museo si no es capaz de adaptarse a nuevas funcionalidades.
Así, los partidos políticos que son la herramienta de participación política de los ciudadanos han primado la cohesión ideológica, o mejor partidista, frente a la innovación o el cambio buscando la consolidación de espacios electorales propios en base a afinidades ideológicas que les permitan cuotas de representación estable y por consiguiente su propia supervivencia como organización, al albur de que esa masa indecisa les de el poder en función de elementos sociopolíticos coyunturales. La mayoría absoluta del PP en las últimas elecciones, con la estrategia de no hacer ni decir nada y esperando sencillamente que la coyuntura desangrase al adversario, es un ejemplo paradigmático de todo ello.
Más aun, y desde mi punto de vista navarro, lo es la propia existencia y permanencia en el poder de un movimiento político como UPN, nacido a la contra y sin ideología política de ningún tipo y que constituye el ejemplo perfecto de partido-aparato sustentado por una red clientelar.
Pero esta coyuntura, que ha podido ser eficaz durante buena parte del S. XX está pasando por una grave crisis de funcionamiento porque estaba basada en tres criterios obsoletos:
La democracia representativa y el voto como única cauce racional de encauzar la participación política.
La necesidad de élites preparadas y cualificadas para la acción política.
El control de la información por parte de los media y las oficinas de prensa.
Ninguno de estos tres pilares se tiene, hoy en día, en pié y solo la ceguera de la clase política profesionalizada le impide ver que han sido sustituidos por:
El trabajo político en red.
La extensión de la formación política y profesional.
La democratización e interacción de la información.
Ya no vale con cohesionar un cuerpo ideológico en torno a una organización política profesionalizada y cerrada para acceder a una base electoral sólida que en función de la coyuntura permita acceder a una u otra cuota de poder. En el mundo actual la política, como la sociedad, la información o la economía son volátiles y cambiantes y la única vía de permanencia es el crecimiento.
Y el crecimiento solo puede estar ligado a los nuevos paradigmas de la sociedad de la información; el trabajo en red y la extensión de la formación, la información y el conocimiento. En una palabra a abrir y utilizar los nuevos cauces de participación política.
Si este es un mensaje como creo dirigido al PNV, me parece un mensaje correcto y atinado. El nacionalismo tiene que mirar en el espejo de la sociedad para ver reflejadas allí las nuevas formas de organización y de dinamismo. Muruzabal las explica de forma concisa y sencilla.
Yo añadiría otro aspecto: recuperar la «comunidad». 30 años de transición política, donde ha habido grandes pugnas y enfrentamientos personales, deja el campo lleno de cadáveres y heridos. El nacionalismo tiene también que recuperar su tradición comunitaria, hacer las paces consigo mismo y restañar sus heridas.
Lo que hace falta es más espectáculo, mejores shows, a ser posible con actores profesionales, dejar a un lado ceremonias anquilosadas y apostar por el color y la música, hay que abrir una escuela de arte dramático en Sabin Etxea a la voz de ya.
JELen agur Jaunak
jajajajajajaja Betiko, eres un as.
Pero somos nosotros los de la izquierda abertzale los mejores actores del panorama. Nuestras manifestaciones por los presos son gigantescas obras de teatro con su música, la cara de todos los que vamos por la calle, las declaraciones de nuestros líderes, incluso las provocaciones a la policía, todo lo cronometramos. ¡Cuánto tienen que aprender todavía los imbéciles del PNV de nosotros!