Imanol Lizarralde
Siguiendo con nuestro anterior capítulo sobre el último libro de Bullain, el objetivo principal de lo que el autor describe como “violencia semántica”, es el de imponer lo que podríamos llamar el “marco conceptual” revolucionario al lenguaje político al uso.
La Paz, la independencia, el Pueblo Vasco… son conceptos a los que el MLNV otorga un contenido particular. ¿Qué significa esto? Que los valores del MLNV, son valores negadores de otros valores que sostienen las realidades sociales y políticas de la democracia representativa. Por eso, Bullain trae a colación una cita del colaborador de GARA (21-9-2001), Javier Lertxundi: “la construcción nacional de Euskal Herria pasa por negar nuestra colaboración imperialista y reclamar un mundo diferente”.
El autor plantea que el objetivo de los organismos múltiples del MLNV es la “destrucción física de los enemigos, destrucción psicológica de los enemigos, destrucción del sistema económico-político-social de los enemigos, y sobre todo, como señala Gilles Keppel, destrucción del tejido social establecido por los enemigos” (p. 269). En este sentido, frente a la concepción de los partidos políticos al uso, el MLNV tiene una perspectiva propia:
“La labor más importante de un movimiento revolucionarista no es la labor política y social, sino la de “concienciación”, es decir, la labor más importante es la de “concienciar” a la militancia y a las masas de que esto-tiene-que-ser-la guerra (la lucha en la terminología más habitual). No estamos diciendo que los revolucionaristas no tienen un proyecto político, sino que el proyecto político de los revolucionarios –en esta primera etapa de la revolución local y mundial- es la destrucción del sistema que combaten. Consiguientemente, la labor del MLNV es (…) que su lucha tiene como objetivo ir creando poco a poco las condiciones para la organización de un eventual frente único europeo en contra del capitalismo”.
Bullain establece un paralelismo y una analogía entre el terrorismo global islámico y el terrorismo revolucionario del MLNV. La raíz de esta analogía está conformada por la confusión entre la cultura socio religiosa del Islam y terrorismo islámico-político y entre la causa del pueblo vasco y la lucha del MLNV. El objetivo del terrorismo global islámico y los del MLNV coinciden en querer parapetarse tras las culturas religiosas o políticas que pretenden representar en su totalidad. Por ello dice:
“Pero mientras en el mundo musulmán son numerosas las voces que han sabido distinguir entre religión, de una parte, y terrorismo de otra, en Euskadi, por el contrario, en lugar de distinguir entre nacionalismo español y vasco, por un lado y revolucionarismo abertzale por otro, lo más común ha sido incorporar el terrorismo al bando del nacionalismo vasco” (p. 265).
Esta confusión no es un hecho involuntario sino que el MLNV lo trata de potenciar con todo su esfuerzo, así como, también lo señala Bullain, con la ayuda de las gentes que desde el nacionalismo vasco o el español se empeñan en identificar al MLNV con la causa nacional vasca. Desde la perspectiva del movimiento, “se trata de procurar la máxima acumulación de fuerzas por todos los medios, sobre todo, los lingüísticos y simbólicos. Es decir, la estrategia de involucrar a amplias partes de la población bajo la manipulación de un lema común: “Allah es grande”. En esta parte del mundo: “luchamos por los derechos de Euskal Herria”. Esta estrategia de “involucración” nace, como el propio Bullain indica (p. 270) de la perspectiva de la Guerra Popular, en la que el campo de lucha es la población entera, en la exigencia a cada uno de los ciudadanos de una implicación activa frente al enemigo bajo la amenaza de caer dentro de esa denominación. Por eso concluye Bullain:
“Mientras no se consiga discernir, entender políticamente y combatir el confusionismo lingüístico-político que el MLNV ha creado y sigue creando –para su supervivencia y continuación- la población vasca continuará siendo manipulada”.
La convergencia entre el terrorismo global islámico y el terrorismo revolucionario del MLNV no se para ahí sino que nace de la negación que hace el uno y el otro de la misma situación de predominancia del “imperialismo”. Por eso dice Bullain:
“La “novedad” de los talibanes consiste en haber adaptado el concepto –y la práctica- maoísta de guerra total o popular al proceso de “mundialización” en el que participamos. Tendríamos una comprensión mucho más amplia del fenómeno que nos ocupa, tanto en Oriente Próximo, como en Occidente, o en la misma puerta de nuestra casa, si nos parásemos a estudiar la base ideológica y estratégico-militar de Mao, en lugar de ignorarla” (p. 263).
En efecto, la concepción de de guerra popular es ideológica en el sentido de definir un determinado tipo de organización político-militar que se distingue por plantear “un doble objetivo: uno, nacional, y otro, internacional”, tomando como enemigo principal al “imperialismo americano y sus lacayos”; es un tipo de organización múltiple cuyo “factor subjetivo” trata de absorber las energías de sus culturas locales, ya sean de tipo religioso (como es el Islam en el caso del terrorismo islámico) o político (como es la cuestión nacional en Euskadi). En coherencia con ello, Bullain cita un comunicado de ETA de noviembre del 2008, donde la organización armada desvela la dimensión internacional e internacionalista de su lucha afirmando:
“la globalización neoliberal es una dictadura global. Nadie tiene derecho a cambiar eso, es antidemocrático, a nadie se le pide el voto para cambiarlo (…) la crisis es realmente del sistema capitalista” (p. 262). Por ello remacha Bullain que “es la misma organización, con su accionar armado, la que se considera en vanguardia de la lucha popular contra el capitalismo global en esta parte del mundo, ligando la lucha del movimiento de liberación nacional con otras luchas revolucionarias del planeta”.
Esta comunidad de intereses se traduce en unidades de acción (y no nos referimos a las fabulaciones aznarianas-pedrojotianas del 11-M), como es la que el MLNV mantiene con grupos como Hezbollah (El Partido de Dios) que se visualizan luz situaciones como en el conflicto israelí en el sur del Líbano en el 2006, durante el cual el MLNV convocó una manifestación encabezada por un abanderado de Hezbollah. En una entrevista de Euskal Herria sozialista, el líder de la organización, Sabed Hassan Nasrallah, declaró que “la paz no puede ser unilateral. Mientras exista el imperialismo, la paz permanente es imposible” (p. 267). La perspectiva es la misma que la del MLNV: las raíces de la violencia se encuentran en el propio sistema, si esta causa primaria no es eliminada, toda paz no es más que el periodo de tiempo de rearme.
Como es lógico, Bullain rechaza que su visión tenga que ver con una adhesión a las reacciones internacionales frente al terrorismo islámico: “Evidentemente, esto no significa, por mí parte y a sensu contrario, un apoyo acrítico a los crímenes del imperialismo o una justificación de las “víctimas colaterales” que éste provoca en numerosos conflictos” (p. 262). Y señala el enorme peligro que puede ocasionar la identificación entre el Islam cultural-religioso y el terrorismo político islámico. Para ello cita al articulista de Liberation, J. Vaisse, en cuanto a que eso supondría “hacer realidad el mundo soñado por los reaccionarios y culturalistas, el mundo descrito por Samuel Huntington, y reemplazar el paradigma de guerra fría por el del choque de civilizaciones (o al menos el choque entre el Islam y Occidente)” (p. 264).
Desde este punto de vista, la aplicación de la espiral “acción-represión-acción” a nivel planetario supondría, como supone en Euskadi, crear un mimetismo-Estado en contra de las acciones terroristas, cuyos frutos ya conocemos, como en el caso de la desastrosa guerra de Irak. Un mundo de conflictos globales, atravesado por múltiples conflictos locales interrelacionados e interconectados, constituiría así una realidad del máximo peligro. Así lo intuía el sociólogo francés Alain Touraine, que ante la emergencia del terrorismo islámico el 11 de septiembre, declaraba, en frase citada por Bullain que “hemos entrado en una guerra de sombras, como si el mundo entero se hubiese convertido en un gigantesco País Vasco”.
Está claro que el MLNV en acción no puede despistarse haciendo política real sobre estructuras que pretende destruir –en nuestro caso BILDU, en su aparente gestión municipal o foral no haría sino abrirse paso en nuevo frente de lucha, la lucha institucional. Muy en línea con Bullain, yo iría más allá, y diría que a un movimiento revolucionario como el MLNV no sólo no le es de prioridad hacer política o gestión social, sino que, si así vemos que lo hace o pretende hacerlo, no está sino distrayendo, sino preparando a una sociedad que por el momento no está preparada para asumir el total desguace institucional. La cuestión es que el MLNV ha sabido ir haciendo historia poco a poco, pero siempre de forma contundente y consiguiendo que una etapas sirvieran para abrir paso a otras; en este sentido ha sabido intercalar etapas de gran virulencia en su acción directa (y menos acumulación de fuerzas), con etapas de paz y acumulación de fuerzas.
En el momento que vivimos hemos podido asistir a la mayor acumulación de fuerzas que jamás ha logrado el movimiento revolucionario; es más, han sido tan hábiles en el engaño dialéctico que han conseguido ensanchar de una manera nada desdeñable su franja ideológica; han conseguido fagocitar proyectos como el de EA y Alternatiba y desangrar EB y Aralar.
En cualquier caso, se puede decir con esto que el MLNV esté aterrizando y se vaya a institucionalizar definitivamente? Yo diría que no. Su secesionismo no constituye sino un horizonte. Son bien sabedores de que la independencia en tanto que desideratum máximo constituye a priori todo un reto para la desestabilización; son sabedores que la realidad nacional de que vive Euskal Herria constituye toda un oportunidad de cara a arremeter contra las propios pilares del sistema. Saben que la contradicción nacional es una buena careta para tapar el motor de su lucha, la revolución de clase; saben también que manejando adecuadamente la contradicción nacional podrán aglutinar compañeros de viaje que den cuerpo al movimiento, compañeros de los que se desharán a su debido tiempo.
Pero también tienen bien claro que la independencia en tanto que máximo elemento desestabilizador para el desguace institucional es lento e inoperante para el día a día. En este sentido saben muy mucho que deben ir poco a poco socavando el sistema y su funcionamiento. En este caso, los inmejorables resultados de BILDU les permite hacerse sistema ellos mismos, para intentar plantear desde las propios ayuntamiento y diputaciones el mayor grado de contradicciones para con estas instituciones. ¿Es pasajero este paso institucional de BILDU? Es difícil de decir; lo que sí está claro que va a ser muy fructífero – no para el ciudadano vasco, claro está, sino para el proyecto de desguace institucional que el MLNV siempre ha pretendido. Sus cuatro años, no serán baldíos, se vayan o no; Quien venga después, aun no siendo de ellos, va a ser tributario de todas las contradicciones que el MLNV le haya generado.
Quisiera intervenir brevemente para que no dé la impresión de que lo que Lizarralde y sus comentaristas desarrollan en las últimas contribuciones es una paranoia propagandística jeltzale. Efectivamente desde fuera del PNV -como es mi caso- también se ve de esta manera. A lo que la sociedad vasca debería prepararse para ver no es un esfuerzo por parte de Bildu para competir en gestión con el PNV, sino más bien a una ofensiva ideológica basada en los parámetros que analiza Lizarralde en esta corta serie de artículos.
No hace falta decir que el recorrido de esta ofensiva va a ser corto. También lo fue para Alemania la batalla de las Ardenas, por falta de gasolina y otros medios. El mundo globalizado del siglo XXI no es el entorno más adecuado para propiciar el triunfo de una cosmovisión como la que propugna la Izquierda Abertzale. Pero en ese recorrido puede producirse un vasto destrozo institucional y social. Ni qué decir tiene que quien lo va a sufrir en primera instancia -aparte de la sociedad civil vasca- no es el Estado Español, sino el PNV.
Esto no solo es inevitable sino que además se busca de modo intencionado. La Izquierda Abertzale ha decidido que acaba de llegar el momento de desplazar al PNV como eje vertebrador del nacionalismo vasco. Sabe que no se le volverá a presentar otra ocasión y la aprovechará. El que no vea esto con total claridad que vuelva por aquí dentro de un año y entonces hablamos.
Bueno, en todo caso el pueblo sobernos hablara en las urnas, BILDU MAS ARALAR, ahorita enpate con el pnv, sin contra Navarra, veremos.
Si lo que se kiere es independentzia, sin eta, el pnv y bilduaralr, tienen muchos votos.Ahora bien si el pnv va con el psoe o con el pp. es más que bildu.Veremos que hace URKULLU, pronto su contricante directo va a ser OTEGI.
sALUDOS Y LO QUE SEA SERÁ, HAY QUE ESPERAR.
Muy interesante el articulo de Imanol como siempre pero no hay textos mas esclarecedores que los diferentes articulos escritos por el nuevo jefe de gabinete de la Dipu, Iñaki Errazkin, o los articulos y entrevistas a Floren Aoiz y Arnaldo Otegi. El que no quiere ver la realidad es porque no quiere verla desgraciadamente. Hablan claro sobre su ideologia y aspiraciones. Lo tactico y lo estrategico. No hay movimiento en Europa con tanto refinamiento ideologico y tanto espiritu combativo. Discrepo de las declaraciones de Joseba Egibar en las que se muestra tranquilo en relacion al proyecto revolucionario del MLNV habida cuenta de la vida que llevan algunos revolucionarios vascos. Justo pienso lo contrario. No hay mas que conocer las vidas de gente como Rufino Etxeberria o el mismo Arnaldo. Son toda una garantia de persistencia en la lucha por un estado socialista. Obviarlo es el principio del fin. Y solo nos queda armarnos de ideologia si no queremos ver muerto nuestro sueño de una Euzkadi independiente, de ciudadanos libres, vanguardia europea en progreso social.