Ion Gaztañaga, Iñigo Lizari
Si en el anterior capítulo hablábamos de la significación de los bienes comunales y la supremacía del trabajo, no menos marca de País es la aplicación de esta filosofía a la unidad familiar (y política) nuclear tradicional de nuestro País, la Casa, el Baserri. Porque en muchos territorios vascos, el sistema de gobernanza tradicional era el “el fuego” o “la fogera”, la unidad principal con la que se formaban las unidades superiores como las Anteiglesias que luego darían lugar a las Juntas generales. Un “fuego” que, además de en la política pública de las Juntas, abarcaba las instituciones de usos comunales como las Cofradías y correspondía a una Casa, a una familia de tres generaciones. Como podemos leer en el trabajo “La Participación de la Casa en Instituciones Consuetudinarias” de Ander Manterola:
Atendiéndonos a su etimología el término foguera vendría de la voz latina focaria, en significación de fuego y hogar y sería primitivo sinónimo de casa. El fuego es, en efecto, el elemento nuclear de la casa y expresión de su vida interior. «Su bako etxea gorputz odol bagea», «casa sin fuego, cuerpo sin sangre», dice el refrán vasco del S. XVI.
(…) En el lenguaje popular (…) significa la participación que corresponde a una casa en un bien comunal. (…) La expresión «Gure etxeak foberea dauko San Justo‘n», equivale a decir que «Nuestra casa tiene parte o foguera en (el comunal de) San Justo». (…) La fusión de dos casas antiguas, cada una de ellas con un derecho de participación genera, por acumulación, una casa de dos fogueras, «fobera biko etxea». La media foguera, fobera erdi, sería el resultado del proceso inverso. (…)
Para entender esta relación entre casa y bien comunal hemos de recurrir a otra instancia cual es la Cofradía. La Cofradía es una institución consuetudinaria formada por determinadas casas (…): «Foberadun etxeak egiten daurie kofradie». (…) De la Reunión General surgen dos cargos (…): el Mayordomo y el Basazain. El primero atiende a todo lo concerniente a la ermita (…). El Basazain está encargado de (…) los bienes que «pro indiviso» (…): montes y plantaciones, arreglo de caminos, derechos de paso, subastas, talas, ventas, etc.
(…) los asistentes tienen voto en la cuantía de las «fogueras» que ostenta la casa a la que representan. (…) Esta misma proporción «por fogueras» se guarda en las aportaciones de trabajo o de dinero, o en el reparto de los beneficios obtenidos por rentas, subastas, etc. Todas las casas que componen la Cofradía han de ejercer obligatoriamente los oficios de Basazain y Mayordomo. Para ello se establece un turno rotatorio cuyo ciclo de años coincide con el número de fogueras de que se compone la Cofradía. (…) Y se hace patente que era la foguera la unidad de participación en el régimen político de la Anteiglesia.
Esto nos da uno de los valores tradicionales de la gobernanza vasca, que indica que las obligaciones deben ejercerse obligatoriamente por todos y en aquella responsabilidad proporcional a los derechos que se tienen, sin que nadie pueda tener un mayor derecho sin acarrear una responsabilidad y cargas mayores.
Y el sistema vasco, a su vez, protege la unidad familiar y también pone esta unidad por encima de los individuos que la componen, pues no es la Casa para el individuo, sino el individuo para la Casa, una Casa que debe perdurar, que tiene sus límites (mugarriak) bien marcados, y siendo como es una Institución, nos muestra el respeto de la gobernanza vasca con respecto a las Instituciones que se forman bien por la naturaleza (familia), bien como federación o agrupación voluntaria de de las instituciones.
Porque no son los bienes de los que administran en un momento de la historia, como en la política actual nos muestran los saqueos de las arcas, o el sentido instrumental de las instituciones o los cargos «vitalicios». La Institución o el símbolo que lo representa, bien sea la Casa o el Roble o los Pastos, debe perdurar incluso a pesar de sus habitantes o de sus usufructuarios, siendo los bienes y riquezas de la Institución y no están al albur del capricho de su pasajero usuario. Como nos dice Pako Garmendia en la colección Euskaldunak en el capítulo “Aspectos Sociales en el uso de la tierra”:
Baserria
(…)Partiendo seguramente de los refugios o majadas que los pastores disponían en los valles para el período invernal, se fueron levantando las casas que iban logrando una rotación de cosechas casi ininterrumpida en los bazterrak de su entorno (…) Tampoco estos pertenecidos o bazterrak (..) son propiedad del etxeko jaun, sino que pertenecen a la casa.
Los mugarriak o mojones que delimitan los bazterrak de la unidad agrícola son límites de la casa, no de un propietario. En la base de los mugarriak se coloca carbón vegetal y posteriormente también teja. El carbón hace referencia al fuego, base del hogar. No hay que olvidar que la representación de la casa en la vida social y política se expresaba con el término de foguera. Y la foguera incluía los bazterrak, (…) la presencia de la teja bajo el mugarri es un indicador que denota la diferencia entre el común o erri lurra y las tierras pertenecientes a una casa.
Aquí radica la diferencia entre los etxeko lurrak y erriko lurrak. Los etxeko lurrak hacen una unidad de explotación sujeta al servicio de una casa determinada, administrada por y para una familia (hasta hace poco trigeneracional), mientras los erriko lurrak sirven a la comunidad de las casas sin estar adscritas por vínculos permanentes a ninguna casa en concreto.
Etxea y etxekoak
En el régimen social de los bienes dentro de la casa hay que distinguir los bienes personales de los bienes raíces. Solamente los primeros son referidos en euskera con el genitivo de apropiación: «aita’ren abarkak o ama’ren gona». Pero en relación a bienes raíces, siempre se ha venido utilizando el concepto de etxekoa: etxeko soroa, belardia, basoa, etc.
La práctica general en el país de transmitir de forma indivisa la casa con sus bazterrak a un (a) único/a heredero/a parece reflejar el sentido de que el baserria formaba una unidad que estaba al servicio de una familia. La división, sin duda, hubiera implicado un proceso de descomposición minifundista y a la postre el desarrollo de latifundismo, destruyendo las bases económicas de la libertad social de cada familia.
Las limitaciones a la posibilidad de vender el caserío por parte del etxeko jauna y etxeko andrea, bajo el principio de que la raíz debe volver al tronco, hace inviable el equiparar el uso del caserío que le era encomendado al sucesor con el título del derecho de propiedad. Es curioso que el vasco se exprese aún hoy día en el sentido de que la casa no es para el heredero, sino el heredero para casa. La honradez y la laboriosidad de una persona merecen que se le diga: «¡etxerako!» (¡tú para casa!). Pero no se le dice: Etxea iretzako! (¡la casa para ti!). El «¡etxerako!» responde a una manera específica de preguntar: «¿Zein izango da etxerako?» (¿quién será -quedará- para casa?). Pregunta que no concuerda con la preocupación dominante del régimen de bienes según el derecho de propiedad, más interesado por determinar a quién le va a corresponder por derecho la casa: «¿de quién o para quién va a ser el caserío?».
Esta manera de preguntar y responder coincide por otra parte con otras formulaciones que sirven para la identificación social de personas y bienes: «¿nongoa zara?» (¿de dónde eres?), «¿nora ezkondu zara?» (¿a dónde te has casado?), «¿nongoa da soro ori?» (¿de dónde es esa heredad?). Las respuestas que les corresponden en euskera son: «Iturbidekoa naiz» (soy de la casa Iturbide), «Iturbidera ezkondu naiz» (me he casado en Iturbide), «Iturbidekoa da soro ori». De suerte que la raíz (los bienes raíces) y las personas a quienes se les encomienda su uso tienen la misma forma de identificación social en su referencia común a la casa que se entiende al servicio de una unidad social histórica organizada como familia, y no en provecho de un individuo asocial y ahistórico, tal como se va imponiendo en nuestros días.
Debe ser entonces tarea de los vascos de hoy identificar y actualizar las instituciones que como la Casa, debían protegerse como bien superior a los caprichos del individuo, pues sólo el adecuado equilibrio entre la libertad de la persona y en la obligación de respetar la libertad de los demás, de garantizar el desarrollo personal y las vías para revertir este aprovechamiento a favor de una institución común, (sea la familia, el barrio, municipio o País)(, o para un bien a disfrutar durante muchas generaciones.
Desde luego no cabe defender el anquilosamiento en unas instituciones y leyes que se dieron y se perfeccionaron para unos tiempos y entornos muy diferentes a los actuales. Sin embargo siempre habremos de sospechar de aquellos que en nombre de la modernidad pretendan hacer tábula rasa de todo lo existente, porque es posible que escondan otras intenciones menos bondadosas. El hombre lleva siglos cayendo en los mismos errores por no aprender de los anteriores pero hay mecanismos desarrollados durante generaciones que han pretendido evitar la tentación de los mismos. Es por ello, que aprendiendo de la tradición del «fuego» y de sus derechos y obligaciones, y siguiendo el símbolo de esta gobernanza vasca, no son las instituciones para nosotros, sino nosotros para las instituciones.
Muy bien pareja, este artículo no lo va a leer casi nadie, pero la tarea de documentación y las conclusiones fenomenales y yo he disfrutado mucho de leer algo fresco y de este nivel en la blogosfera. Jarraitu horrela.
«Etxerako» fue precisamente algo que dijo Imaz en su discurso cuando fue proclamado presidente del EBB:
http://www.eaj-pnv.eu/eusk/salaprensa_documentos.asp?id_documentos=5106
Duela urte asko, zatiketaren ostean Urretxun eta Zumarragan alderdiaren azpiegitura oso murriztuta gelditu zenean, Xabier Arzalluz deitu genuen batzokira. Batez ere adeitasuna eta adorea nahi genituen, barruko hausketa traumatikoa izan arren gure herrietan Alderdiaren sugarra bizirik mantentzeko ahaleginetan genbiltzanok. Udal hauteskundeak baino lehenagoko asteak ziren horiek, ni neu izanik EAJ-PNVren zerrendako buru. Bada, egin genuen afarian, eta aurrean nuen zeregin berrian adoretzeko asmoz, Xabierrek esan zidan: “Josu Jon, zu etxerako”.
“Zu etxerako” ez zen, inondik ere, nolanahiko esaldia zure ahotan, Xabier. Zuk zeuk aitortu zenigun, behin, noiz entzun zenuen esaldi hori estreinako. Bermion izan omen zen, mitin baten amaieran. Emakume bat inguratu zitzaizun eta, maitasun haundiz, bero-bero esan: “Xabier, zu etxerako”. Geroztik behin baino gehiagotan aitortu izan duzu esaldi hori sekula esan zaizun politena dela. Izan ere, ez da gutxiagorako. Esaldi hori baserriko nagusiek erabili izaten zuten baserriarekin jarraitu beharko zuen semea aukeratzeko orduan: “Zu etxerako”. Zinez diotsut, Xabier, esaldi berberori dela neri sekula esan didaten politena.
oooooooooooo
Claro que el «etxerako» que recibió de su antecesor en la práctica a partir de ese día, no fue precisamente lo más bonito que le habían dicho.
Lo más lamentable que nos está sucediendo es esta perdida de memoria colectiva.
Podemos criticar mucho a los que pretenden españolizarnos, pero si nos olvidamos de todos esto, sin no cultivamos esta memoria, si no mostramos intereses en conocer y profundizar somos nosotros quien nos españolizamos.
Para mi es muy triste escuchar a alguien como Maite Lafourcade decir que nadie entre los jóvenes de iparralde tiene interes en su clases y conocimientos, que queines acuden a sus charlas sobre las instituciones orginarias vascas son gente mayor.
¿Qué va a quedar del pais vasco frances, que será vasco en el futuro a este paso?
No pensemos que aquí nos libraremos, si no sabemos hacer bandera de nuestros mejor pasado institucional.
Si no pensamos como vascos, no seremos vascos.