Ion Gaztañaga
Como comentábamos en el anterior artículo, después de la abolición foral de iparralde y la repartición departamental, Dominique Garat no sólo reclamará una entidad administrativa para las tres provincias vascas sino que también exigiría que los profesores fueran aptos para asegurar la enseñanza de la gramática vasca junto con la traducción al euskara de las nuevas leyes de la República. Después de la disolución de la Asamblea Constituyente francesa, Dominique se retirará a Ustaritze, mientras su hermano menor Joseph comenzaba la fulgurante carrera política de la que daremos cuenta en este artículo.
El 9 de Octubre de 1792, Joseph Garat tomó el relevo de Georges Danton en el Ministerio de Justicia, quedando marcado su cargo porque fue el mismo Joseph quien como ministro tuvo que notificar al rey Luis XVI, el 20 de Enero de 1793, su sentencia de muerte en la guillotina. Joseph Garat no estaba en absoluto de acuerdo con la sentencia, por lo que dimitió y luego se retractó por presiones de amigos ganándose la enemistad de muchos. Desde Enero a Agosto de 1793 fue ministro del Interior en plena guerra entre jacobinos y girondinos y el mes de Octubre, durante el periodo del Terror, fue arrestado acusado de girondino, siendo liberado pronto por su amistad con los sanguinarios Robespierre y Beltrán Barère de Vieuzac. Este último, acérrimo exterminador de toda lengua que no fuera la lengua francesa.
La revolución y su inevitable destrucción avanza y no escatima en crueldad. Siguiendo la política de eliminación lingüística para la uniformización del Estado, miles de labortanos son internados en campos de concentración para «salvaguardar la revolución». Una revolución que consideraba que el euskera dificultaba la difusión de la propaganda revolucionaria y que los vascos eran opositores al centralismo revolucionario. El tremendo informe sobre las lenguas de Barère de Vieuzac del 27 de Enero de 1794 pueden dar fe de ello.
Precisamente esa destrucción terminó con el pretendido retiro tranquilo del hermano mayor Dominique en Ustaritze después de 1791, pues pudo vivir directamente esta represión brutal, y las guerras intestinas y el afán de revancha de los revolucionarios le llevan en la época de la Convención a la cárcel bajo la acusación de intentar «aristocratizar el país» por sus críticas contra los abusos contra los vascos. Los revolucionario no escatimaban en medios en su paranoia conspiratoria: el agente secreto del gobierno francés en 1793 Pascual Tomás, nacido en Pau, fue enviado a Lapurdi para informar sobre el estado de opinión de los habitantes de la provincia, y el 24 de julio informó de que Domingo Garat, «había desatado demasiado su verbo crítico y que, por ese motivo, los representantes del pueblo lo mandaron al destierro». El 2 de octubre se tomaron ya las mencionadas medidas punitivas contra Dominique Garat.
Solo el Golpe de Estado de Thermidor y la caída de Robespierre (caída en la que colaboró como veremos su hermanó Joseph) le sacó de allí con la salud tocada. En 1795, el nuevo gobierno del Directorio le nombra delegado para dar posesión de los cargos a los ediles de Ustaritze y fue elegido alcalde entre 1797 y 1798, dedicándose hasta su muerte en 1799 a tareas municipales. Como anécdota, en 1796, propuso dos condiciones para la elección del nuevo maestro de escuela: que conociera las leyes de la república y que supiera euskara, pues consideraba que los maestros debían ser bilingües. De esta forma fue el primero que lo reclamó después de la revolución.
Por su parte, retrocediendo en el tiempo, el 27 de Julio de 1794 Joseph Garat votó a favor del arresto de su antiguo amigo Robespierre (responsable de la ejecución de Danton) y se le concedió una cátedra de Filosofía en la Escuela Normal Superior con un curso que tuvo mucho éxito, al tiempo que era miembro de la Comisión ejecutiva de Instrucción Pública, cargo del que dimite, también por presiones políticas, en 1795.
En 1798 fue enviado como embajador a Nápoles, entrando poco después a formar parte del Consejo de los Ancianos en 1799, que le eligió su presidente. El mismo año que Napoleón toma el poder con el golpe de estado del Brumario lo nombró senador.
Su actuación en la comisión preparatoria 1803 entra en la Academia y recibe la Legión de Honor de manos del entonces primer cónsul Bonaparte, al que luego serviría cuando se autocoronó emperador en 1804. En 1808, época de las Constitución de Bayona en hegoalde, Joseph es ya conde del Imperio. Es en esta época coincidente con la invasión francesa de España cuando desarrolla su proyecto de Nueva Fenicia, un Estado Vasco que agruparía a los siete herrialdes bajo el imperio napoleónico siguiendo los ejemplos de la Confederación Helvética y la Confederación de Rhin, escribiendo en 1811 la obra «Recherches sur le Peuple Primitif de l’Espagne, sur les révolutions de cette Peninsule, sur les Basques Espagnols et Français», que no vería la luz hasta 1869.
Al ver cercana la caída de Napoleón, Joseph terminó apartándose del mismo y con la restauración de la monarquía francesa en 1814 se retiró de la política al castillo Urdains en Basusarri (cerca de Uztaritze) y después de 1830 se convirtió en miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Murió el 9 de diciembre de 1833, siendo considerado en el ámbito de la filosofía como el último representante del materialismo francés del siglo XVIII y testigo de excepción de las aboliciones forales tanto de iparralde como del comienzo de la abolición en hegoalde.
El protagonismo de Joseph Garat en la guillotina real nos ha dejado no solo libros sino también leyenda. La misma cuenta que a Joseph Garat se le agrió el carácter después de haber notificado el 20 de Enero de 1793 a Luis XVI su sentencia de muerte. Se dice que prometió no volver a utilizar jamás las gafas de oro que utilizó aquel día, guardándolas en un cajón. Afirma la leyenda que el cura de Ustaritze, familiar de Garat, las tomó y las utilizó un día para leer su breviario y se le apareció súbitamente el mismo Joseph Garat. Al darse cuenta, escribió: «Las gafas de la sentencia». Y en ese mismo instante fue fulminado por un rayo.
Tuve nuestras leyes y nuestra lengua y la perdimos, menos mal que ahora estamos recuperando poco a poco lo que teníamos. Pero hay que seguir luchando.