Ion Gaztañaga
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Espero que me perdone el rector de la universidad de Deusto, Jaime Oráa, por coger por los pelos su conferencia del día 22, en el que expresaba una amarga queja sobre la financiación universitaria, e introducir el artículo con los satíricos versos de Quevedo.
Oráa vuelve a introducir un tema que ya hace unos años había tenido sus dimes y diretes en artículos de opinión de la prensa. Véase, por ejemplo, el artículo de José Ramón Díaz de Durana «¿Dinero público para universidades privadas?» y la respuesta de Carlos Bastero de Eleizalde «¿Financiación a las universidades?». El señor Bastero cita en su artículo algunos de los argumentos y ejemplos de Oráa, como el cheque escolar y el modelo belga de financiación. Incluso aparece la escuela de Chicago con Milton Friedman a la cabeza.
Tanto monotema focaliza el debate hacia los temas de siempre y deja fuera (aparentemente) del interés de los partidos algunas cuestiones políticas estratégicas que no son menos importantes ni para el bienestar ciudadano ni para la construcción de la nación vasca. Poco se discute sobre el modelo de servicios «esenciales» que la administración debe proporcionar, en qué grado, y de qué modo debe hacerlo. El modelo universitario, la sanidad, la educación básica, la vivienda son cuestiones que por sorprendente que le resulte a alguno forman parte de la ideología nacionalista institucional.
Centrándome en la conferencia del señor Oráa, donde afirma que Deusto «con una representación del 18% del alumnado universitario vasco», sin embargo «recibe una ayuda pública que apenas llega al 1% del presupuesto del Plan Universitario Vasco». Y pone como Bastero Bélgica como ejemplo, donde «el Estado ayuda por igual a centros públicos y privados», y los Países Bajos, donde «la ayuda pública llega al 70%».
La financiación pública ha sido causa de debate también en la educación básica con la ayuda pública a centros concertados y la discusión sobre si la ayuda pública ha sido o no excesiva, pues hace menos de un mes los centros concertados españoles habían pedido la revisión de la financiación, pidiendo igualdad con la pública. ¿Debe por tanto, la administración financiar con un dinero X a todos los alumnos y que cada uno haga se gaste ese dinero en la universidad que desee, o por el contrario, la administración debe concentrar todos sus recursos en la universidad pública?
El señor Bastero citaba a Friedman y pone como ejemplo que debería subvencionarse a todos con un dinero para comer, pero luego que cada uno elija si quiere ir al McDonalds o a un restaurante. ¿Haríamos lo mismo con la sanidad? ¿Dariamos X dinero a cada ciudadano y que cada uno se haga un seguro o vaya a la sanidad pública? ¿O mejor concentramos todo el dinero en la sanidad pública?
¿Debe la administración dar una subvención a todos y que luego cada uno compre casa en el mercado libre o protegido o debe concentrar sus recursos en el ámbito protegido? Tantos y tantos ejemplos polémicos que requieren de un debate largo.
Todo dependerá de la cantidad de dinero disponible, dirán algunos. Y no les falta razón. ¿Tiene la universidad pública necesidades no cubiertas en infraestructuras? Si es así, parece lógico que se destine dinero a dotarla de unos mínimos. Los alumnos de ingeniería como yo en la escuela de Bilbao todavía recordamos con nostalgia la famosa grieta en el suelo del último piso del edificio B (con vistas a Termibus), donde dejaba ver por sus 10 centímetros de anchura la clase del piso de abajo. Afortunadamente, hoy aquél edificio ha sido reconstruido.
Mis paseos por Leioa y mi visión del estado de la universidad pública me hace pensar que mejor sería destinar los recursos públicos a la universidad pública, para disgusto de Friedman, para garantizar una enseñanza universal de calidad. Mi visión bien pueda ser que como en Japón, las universidades públicas sean las más prestigiosas y por ello, necesitemos que los recursos disponibles sean usados con este fin. También soy consciente de que la subvención de las universidades privadas se prestan al uso politizado del dinero público dependiendo de la adscripción ideológica de la universidad y que los políticos muchas veces no dan dinero sin esperar nada a cambio, como ya recoge la sabiduría popular: «Rosquilla de monja, fanega de trigo».
Reconozco que mi visión es parcial y mis conocimientos sobre la materia son escasos, y aunque la opinión de los lectores no sea la misma que la mía, creo que estaremos de acuerdo que la definición de las políticas estratégicas de educación, salud, vivienda y trabajo deberían tener un protagonismo muy superior al actual panorama del monotema. Y ya que estamos de refundación, habrá que incluir estos temas en la agenda, ¿no?