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Reflexiones sobre el papel de la Iglesia española en la campaña política

Imanol Lizarralde

Decía Josep Pla que no hay cosa que más se parezca a un español de derechas que un español de izquierdas y Unamuno que España se veía sometida a los embates de los hunos y de los hotros y que en eso de la furia inquisitorial daba lo mismo la izquierda que la derecha. El enfoque maniqueo en este tema es contraproducente pues nos encontramos ante un combate de dos contrarios impregnados de aquello que combaten; ahí tenemos la izquierda, Zapatero y Zerolo, luchando por los «valores»; y ahí tenemos a la derecha, digo, a la Iglesia española, luchando por el respeto a la constitución. Los «hunos» nos enseñan las costumbres que debemos seguir respecto a los moribundos y nuestra opción sexual; los «hotros» nos adoctrinan en la ley cívica.

De estos quisiera hablar en este breve comentario. Mi conciencia cristiana y católica se rebela frente a las ruinosas novedades que alega la Iglesia española. Pues esas novedades afectan a la doctrina de la Iglesia Universal, por mucho que obedezcan a la coyuntura hispánica. Me decía hace algún tiempo un amigo que en plena festividad militar en Granada el Arzobispo de la capital en su alocución había aludido a que la «unidad de España» era un bien moral. Desde un punto de vista cristiano y católico, tamaña afirmación constituye un disparate de talante blasfematorio. Una realidad política, como la España que alude el Arzobispo, no puede elevarse a las alturas de bien ético. Es como decir que las empanadas de la estepa son un bien moral. Pero en este caso la afirmación no tendría efectos prácticos. En el primero tiene el efecto práctico de santificar una realidad política, la constitución española (y su interpretación por parte de instituciones privativas españolas), elevándolo al rango de lo sagrado.

Los caminos de la historia son complicados y del mismo modo que Franco defendió la unidad de España por la misión metafísico-imperial que atribuía a su esencia, esa misma unidad es defendida, por la Iglesia española, en nombre de los valores cívicos, en nombre de la España de los ciudadanos y Voltaire, en nombre de otra misión metafísica, que es civilizar a los vascones en esos valores que estos no entienden, que no entendemos, vaya.

Es por ello inquietante ver pronunciarse el ganchudo perfil de Rouco Varela en la cabecera de la Conferencia Episcopal Española. Este prelado, junto con otros, pretendió no hace mucho tiempo colar un escrito de defensa de los valores sagrados de la unidad de España, que fue oportunamente vetado por Blázquez, el obispo de Bilbao, que aquí actuó como cristiano frente a fundamentalistas políticos. Con la derrota de Blazquez, y conociendo los antecedentes de Rouco ¿pierde la Iglesia española toda posibilidad de moderación?

No me parece de recibo asimilar la ofensiva contra el relativismo moral del actual Papa Benedicto XVI, a cuyo planteamiento me adhiero totalmente, con la defensa de un modelo político, como es el constitucional español, e incluso su contradictoria elevación a los altares. La Iglesia española es instrumento, consciente o inconsciente, de la derecha pepera, que ha reproducido nuevamente el esquema suicida y fracturador, de una España guerracivilista.

Estas son palabras un poco indigestas pero me parecen correctas: no es de recibo dar un espaldarazo moral a la terna de Mariano Rajoy, Angel Acebes y Eduardo Zaplana. Los politicastros que actuaron de forma tan vergonzosa con motivo al ataque terrorista del 11M no tienen talla moral. Y la Iglesia que se implica en la obediencia ciega a su política (y mezcla de forma vicaria cuestiones de ordenación territorial y de sentimiento de pertenencia con la ley moral) cava la tumba de su magisterio, que no se tiene que deber a ninguna coyuntura política.

Por último una levísima queja. Sé que en última instancia es culpa de los cristianos y católicos abertzales la falta de eco de la heroica y santa defensa tanto de los valores cristianos como de los valores democráticos que protagonizaron los católicos vascos en la guerra de 1936. Pero también es verdad que siendo la Iglesia una institución espiritual todavía no ha reivindicado la memoria de estos cristianos. Frente a una Iglesia española enceguecida en la dinámica sanguinolenta de los generales africanos, los cristianos nacionalistas vascos dieron un testimonio de defensa de los valores de la libertad y la vida del enemigo. Frente a una Iglesia española dispuesta a considerar la realidad política de España como algo intocable, y por tanto dispuesta a torturar a la doctrina de la Iglesia para que calce el estrecho zapato constitucional, el obispo emérito Setién defendió, en duros años, el deber de la ética, la primacía de la ética frente a la política.

No debemos juzgar a la Iglesia ni a este papa en función de sus valedores hispánicos, que bien muestran lo muy españoles que son en detrimento de los auténticos valores cristianos.

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