1.- La seguridad es un factor que ayuda a la integración, en condiciones de igualdad y libertad, del hombre en la sociedad. El hombre se siente bien cuando se cree seguro y mal cuando tiene miedo. Ante este último caso, busca protegerse, ubicarse en un estado de mayor seguridad. Para ello, espera que haya álguien capaz de garantizar la paz social, entendida ésta como seguridad pública. Este hecho, que caracteriza la propia naturaleza social del hombre, es utilizado sin piedad como herramienta política. De esta manera, la violencia en las calles y espacios públicos trata de poner en crisis la seguridad pública -término al que los que ejecutan la violencia acusan de encubrir una realidad de control social a favor de la reproducción del «statu quo»- para imponer, en un clima de inseguridad, sus propias pautas de control social.
2.- Razonar así esta cuestión es clave para entender el «por qué» de la aparición generalizada de la violencia callejera o «Kale Borroka». La «Kale Borroka» no es, esencialmente, un tipo de violencia de irrupción espontánea, de absurda justificación y practicada por seres desesperados o excluidos de los beneficios de la sociedad moderna. Tras la «Kale Borroka», sobre todo, se entrevé destreza en el manejo de los útiles y tecnologia de conocimiento e intervención social; tras cada una de las acciones de violencia, se reconoce un estudio minucioso de objetivos a golpear, estudio y objetivos que se inscriben en el marco de una línea de discurso coherente con la estrategia del MLNV; tras los actos de «Kale Borroka» existe, en definitiva, una práctica consciente por el control social.
3.- En resumen, la «Kale Borroka» –que, insisto, no es meramente un impulso pasional o violento motivado por la injusticia política o social- busca crear un «clima de inseguridad» que favorezca la domesticación de la sociedad, desacredite el «estado de cosas» y encubra la impunidad de la violencia; pretende debilitar la opinión pública y desacreditar a los poderes públicos a los que corresponde el monopólio legítimo de ejercer la fuerza para garantizar la paz social y arrebatar a éstos la capacidad de tutelar la seguridad pública.
4.- La «Kale Borroka» ha conseguido –por medio de una violencia que se ha cronificado y que se extiende a todo tipo de víctimas sin discriminación- que la percepción que la sociedad tiene de su propia seguridad sea mucho menor que en lugares de criminalidad estadísticamente menor. En realidad, la «Kale Borroka» no es sólo el sabotaje o la algarada; es también el aislamiento, es la picota, que hacen que una buena parte de la opinión pública opte por escudarse en el silencio, en el disimulo o la ocultación y relegue sus opiniones políticas a una esfera de privacidad. La presión física o psicológica, de mayor o menor intensidad, que se deriva de todo ello busca el control social o embridar la opinión pública hasta su domesticación.
5.- La «Kale Borroka» es más horizontal, más extensiva, que la violencia de ETA. Según el documento «Karramarro 2», la violencia callejera «ha hecho suyos algunos frentes que pertenecían a ETA y ello da opción a ETA para incidir más directamente en el núcleo central del confilicto«. ETA, de esta manera, actúa contra el enemigo más enemigo. La «Kale Borroka» no actúa con el cedazo. Su función, según el citado documento atribuido a ETA, es «multiplicar la presencia de la lucha política de un modo muy cercano e incómodo«.
6.- La «Kale Borroka» tiene un marcado carácter ejemplarizante. La víctima de la acción no puede ser ajena a la causa por la que se le ha agredido. En ese hacerle conocedor de los motivos por los que se le ha represaliado, reside el verdadero correctivo. La coacción no vale por sí sola: debe ser, además, «didáctica, inteligible, cercana» («Karramarro 2»). La «Kale Borroka» crea una «tela de araña» social en torno a ella. Dice el repetido documento: «la izquierda abertzale no solamente justifica lo que está sucediendo sino que de algún modo incita y empuja a tomar parte en la KB con lo que da cobertura a quienes la practican o están a punto de participar en ella
7.- Hasta aquí, dos salvedades. Primera, los puntos que anteceden he querido plantearlos más desde un punto de vista descriptivo que ideológico. Segunda, he conocido la «Kale Borroka» en un lugar y momento en el que ha operado con todas estas características en acción. Pero, es cierto que no ha operado de la misma manera y con la misma intensidad en todos los sitios. Por eso, he querido limitarme a definir la pretensión, el objeto de la irrupción de este fenómeno violento.
8.- Muchas víctimas de estas acciones han ensayado, a la busqueda de garantías de seguridad, la mediación y el diálogo con los representantes públicos de EH-HB. La inmensa mayoría de los casos que conozco han acabado en fracaso rotundo. En realidad, esta gestión –consecuencia de la percepción de inseguridad e impunidad que se ha asentado en muchas de las víctimas- puede terminar socavando lo que quiere garantizar: los propios pilares de la seguridad pública.
9.- Resolver no es fácil. No hay recetas. Hay procesos que, hoy mismo, han de ser de muy incierto resultado. En mi opinión, es importante impulsar procesos socio-políticos que mejoren los niveles de integración en las comunidades locales. Cuando hablo de integración me refiero a algo, a una red de relaciones, de diálogo o lucha, que consiga un adecuado tratamiento de las diferencias políticas. Para que un proceso de integración sea de calidad las diferencias han de aflorar con naturalidad y es muy inconveniente evitar que se manifiesten. Eso exige un trabajo comprometido contra la intimidación, prestigiar los poderes garantes de la paz social –en Euskadi, la Ertzantza- y que la sociedad local recupere el sentimiento de estar segura.
10.- La «Kale Borroka» se identifica –por pereza o puro interés- con el nacionalismo. De esta manera, se ha construido el mejor escondite para que el carácter íntimo de la «Kale Borroka» permanezca oculto, fuera del conocimiento de quienes la sufren e incluso de quienes tienen la responsabilidad de combatirla. Ello ofrece la mejor de las ventajas posibles, una coartada tan perfecta como falsa, a sus instigadores y ejecutores. La «Kale Borroka» es el mejor y más moderno reflejo de aquel espíritu revolucionario que preconizaba «la destrucción de lo viejo para sustituirlo por lo nuevo»; un espíritu para el que no existe medida excepto aquella que es garante de la continuidad del impulso revolucionario. La «Kale Borroka» no es, pues, agresividad sabiniana ni aceleración soberanista. Es lo que es. Y ocultar lo que verdaderamente es, sólo ayuda a encubrirla.