Joxe Martín Larburu
SENTIDO Y SEÑAS DE IDENTIDAD DEL PUEBLO
El debate estatista, que ha ocasionado la posibilidad de un nuevo estatus, está siendo utilizado, entre grandes proclamas, para intentar debilitar el sentido de pueblo, la conciencia social vasca; la gran fuerza, la responsable, la que ha conseguido el milagro vasco: un pueblo que, a pesar de su pequeño tamaño, ha seguido a través de los siglos hasta la actualidad, en pie y sin perder su identidad.
Independientemente de la situación del marco legal, de las carencias del entramado estatista vasco pasado o actual, la mayoría de los vascos siempre, incluso sin prácticamente rastro de estatus propio, hemos sabido que somos parte de Euskal Herria. Esquivando todo tipo de intentos de divisiones protagonizadas por ideologías importadas, no hemos dejado de mantener y defender nuestras señas de identidad y de respaldar los entramados institucionales sociales o de estatus que hemos considerado propios.
Lo más dañino para la continuidad como pueblo, son los permanentes ataques para anular nuestra identidad, de los Estados de Francia y España. Para protegernos de esa pulsión imperialista la mayoría de los vascos hemos hecho nuestro el lema “Euskadi es la patria de los vascos”. Como pueblo propio, solo reconocemos Euskal Herria, y como depositarios institucionales básicos de su espíritu al Gobierno Vasco y al lehendakari. No nos gusta la idea de tres lehendakaris como señala el nuevo soberanismo patriotero. Por supuesto tenemos y aceptamos, los hacemos nuestros, a la Presidenta foral Navarra, a los Diputados Generales en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, y al Presidente de La Comunidad de aglomeración de Iparralde. Pero lehendakari solo es uno.
Hay muchas cosas que podemos hacer sin mirar fuera, en favor de nuestra conciencia y construcción como pueblo. Es importante consolidar nuestro mundo simbólico, plantearlo desde nosotros, esquivando las dinámicas toxicas que nos plantean algunos Estados, el de España últimamente se lleva la palma.
Cuando hablamos de los depositarios del alma vasca y en concreto del Lehendakari, no nos referimos a su figura desde una visión burocrática, no se trata de que el lehendakari tenga más competencias, más poder administrativo; que esté por encima, del resto de las instituciones de todos los territorios vascos. La configuración del poder vasco, no es verticalista, su diseño parte de abajo y es subsidiaria de las personas, de los auzos, las comarcas etc. Así pues, no se trata de que el Lehendakari gobierne más, se trata de reconocer su autoridad a “ejercer de primero”, a ser la cabeza que representa el espíritu vasco, el líder de la guarda y difusión de los valores vascos. Su capacidad ejecutiva, administrativamente hablando, puede ser mayor o menor, su estatus más bajo o más alto, pero su aceptación como máximo líder del inmaterial vasco, para los que creemos en la existencia del pueblo vasco es total.
Nos gustaría que, en todos los territorios vascos, desde Baiona hasta lo alto del pirineo navarro, existieran sedes de Lehendakaritza. Los vascos de los territorios fuera de la C.A.V., con la ayuda de otros vascos de esta comunidad, serían los encargados de materializarlas. En épocas determinadas, en estos territorios podrían estar residenciadas las tareas del Lehendakari y del Gobierno Vasco … sede de verano, de invierno, etc.
ESTATUS
Aplicando la idea de JM Barandiaran sobre la naturaleza de las personas a los pueblos, diríamos: “herriak ere ez dira bere baitan”. Teniendo en cuenta esta premisa, si la sociedad vasca, si la “independencia mental” de su entramado social, concede el liderazgo del zortziak bat (nuevo lema que incluye la diáspora) al Lehendakari y al Gobierno Vasco, la unión vasca en el camino hacia la Burujabetza estaría encarrilado, su realización permanente estaría en nuestras manos (Gure Esku legoke).
El estatus, el nuevo incluido es una cuestión de oportunidad. Siempre hay que estar ojo avizor y preparado para actuar cuando se dé la ocasión, tanto para defenderlo como para ampliarlo. Pero lo estratégico, bajo el liderazgo del lehendakari y en coordinación con todos los que nos consideramos (residamos en cualquiera de los territorios históricos o incluso en la diáspora) parte del mismo pueblo, es seguir creando patria vasca.
Los vascos somos capaces de sacar chispas a los estatus que controlamos, lo hemos demostrado cada vez que hemos gestionado parcelas de poder de Estado. No hay duda, los vascos no necesitamos de nadie que tutele nuestro estatismo. Seguiremos actuando con fuerza para conseguir más Estado propio, pero sin confundir el contenido y la forma. La mejor opción para nuestro pueblo es la herrigile que trabaja en favor de la burujabetza, las soberanistas estatistas absolutizan el estado y se olvidan del pueblo
EL FOCO ES LA SOCIEDAD.
Nada mas abertzale, más burujabe que, como nos consta que hace el lehendakari, prestar máxima atención a lo que ya está en manos de la sociedad vasca, una sociedad pequeña pero no débil, como lo demuestra su envidiable entramado empresarial.
En Euskadi, la gran mayoría del empleo y del PIB, pivota sobre dos modelos de empresa, el familiar y el económico social. Estás empresas en su ADN llevan el arraigo y el desarrollo económico y social del territorio, hasta el punto de ser las pioneras en el progreso económico, industrial y social de este país. En gran medida la clave, para nuestro futuro, nuestra “burujabetza”, está en la idea de “jabetza”, de “identidad vasca” que desarrollen estas empresas. Necesitamos que sigan comprometidas con su arraigo en el territorio. El que mantengan aquí sus centros de decisión es la mayor garantía “abertzale” para el desarrollo económico, social e identitario de nuestro Pueblo.
Si somos capaces de desarrollar y ampliar esta fortaleza económica y mantener nuestra independencia mental, nuestra solidez de organización y nuestra justeza de línea estarán garantizadas. El Futuro, la Sociedad y el Estado serán Vascos.
Lo que se afirma ha sido históricamente así, la verdadera fuerza del pueblo vasco ha residido en su identidad, su sociedad y su autonomía cultural, más que en su estatus político.
Lo cual no quita que, los vascos que hemos demostrado ser buenos gestores del estatus político actual, tengamos todo el derecho del mundo a ampliarlo.
Se distingue entre autoridad simbólica y poder administrativo. Se concibe al Lehendakari como máxima autoridad espiritual y representativa del pueblo vasco, no necesariamente como un gestor burocrático. Se rechaza la fragmentación del liderazgo (por ejemplo, “tres lehendakaris”) y se plantea la idea de sede itinerante del Gobierno Vasco.
La propuesta refuerza la centralidad de un símbolo unificador, lo que puede ser útil para la identidad, pero es arriesgada, podría entrar en tensión con las realidades administrativas y políticas del autogobierno actual.