Consecuencias socio políticas de Oldartzen

Imanol Lizarralde (*)

El aniversario de la Ponencia Oldartzen (1995) nos remite a la evocación de una época pasada pero que está presente. Oldartzen representó la culminación de un proceso denominado Berrikuntza (Renovación) comenzado por KAS, el aparato dirigente de la Izquierda Abertzale, el año 1991. El fracaso de las negociaciones de Argel, el estancamiento electoral de Herri Batasuna, los problemas de reclutamiento de ETA, el aislamiento político que causó el Pacto de Ajuria Enea, fueron factores que impulsaron este proceso, acelerado con la caída de la cúpula de ETA en Bidart en 1992. Frente a este cúmulo de desgracias, la Izquierda Abertzale decidió pasar a la ofensiva, con lo que eso implicó en la estrategia de un movimiento político-militar: reforzar la cúpula dirigente, KAS, así como la extender sus tentáculos de control sobre la base del movimiento. Supuso, además, la creación deliberada de una serie de cuerpos francos, los grupos de Kale Borroka, como medio de aligerar las labores de ETA y de “socializar” la violencia hasta el último rincón de Euskal Herria.

Es por ello que cuando KAS decidió plantear el debate sobre Oldartzen en el seno de Herri Batasuna, las directrices ya estaban tomadas. El debate sirvió para purgar las filas de la Izquierda Abertzale de elementos discordantes, algunos de los cuales se habían agrupado en torno a la ponencia alternativa Iratzar. Según un militante de entonces (Ricardo Cruz-López, Hausnarketa kritiko batzuk, Berria, 6-3-2025), “KAS hizo mucho más que una labor de liderazgo en el ámbito de la izquierda abertzale. Actuó con gran cerrazón y crueldad a la hora de llevar a cabo esa especie de supuesta dirección política (…): la defensa ciega de las acciones más duras y crueles de ETA, el control total de la izquierda abertzale, la Ponencia Oldartzen y sus consecuencias, la presión que ejerció sobre el colectivo de presos y el no dejar que los encarcelados buscaran salidas personales (…). En una palabra, KAS defendió posiciones muy duras a favor de ETA y muchos de los militantes de la izquierda abertzale que estábamos en contra de esas posiciones fuimos tachados de traidores y rechazados totalmente”.

También relata la ruptura de relaciones y de cuadrillas: “muchos amigos de entonces me negaron la amistad”. La voluntad de KAS era clara: realizar un cierre de filas entre los propios, expulsando a elementos discordantes a otros espacios, para que, desde allá, presionaran para el cumplimiento de la segunda parte de Oldatzen: la negociación política entre ETA y el Estado. Era la estrategia del palo y la zanahoria: en la calle se atizaban las contramanifestaciones y suscitaban diversos disturbios callejeros para que luego los políticos de la Izquierda Abertzale pudieran apoyarse en la situación que ellos mismos habían creado y en los despachos negociaran una solución.

Si este fue el tratamiento del qué fueron objeto militantes del propio movimiento, los de otros partidos sufrieron las consecuencias de forma más dura. Como afiliado, entonces, a EA, pese a que el partido sufrió diversas “presiones” desde los 80, pude comprobar que estas se acrecentaron de forma exponencial: el ataque a Alkartetxes (en Donostia los de Alza, Parte Vieja y Amara), las concentraciones domiciliarias delante de cargos públicos, la exclusión social de los afiliados, la violencia de persecución sobre ellos, el bullying callejero, la agresión física directa… Fueron el pan nuestro de cada día. El PNV sufrió las mismas consecuencias. ¿Y el PP y el PSOE? Más allá de la amenaza de muerte de sus afiliados y la muerte que sufrieron algunos de ellos, las turbas de la Izquierda Abertzale trataron de hacerles la vida imposible de forma implacable.

Oldartzen, cuya traducción al castellano significa “embestir” o “arremeter”, fue aplicada a rajatabla en la medida en la que los dirigentes de KAS pudieron motivar a los militantes más fieles a que agredieran a todos los señalados como enemigos: los comercios que no cerraban en los días de lucha o no pagaban a la bolsa de los presos, la gente que iba por la calle con el lazo azul, los militantes de grupos pacifistas, cualquier asistente a las manifestaciones en contra de las acciones de ETA o cualquiera que mostrara descontento o protesta… Los miembros civiles de la Izquierda Abertzale, se dedicaban a informar de los movimientos de esos enemigos para que pudieran ser castigados con puntualidad. De esta forma, se quería imponer un tipo de ley contrario a la legalidad, apoyado en la amenaza y la coacción.

Una nueva generación de jóvenes, bregados en la Kale Borroka, que luego engrosarían las filas de ETA, recorrieron nuestras calles robando, quemando, destruyendo y agrediendo. No en balde, el concepto de “socialización del sufrimiento” (sufrimendua banandu) fue formulado y teorizado por los dirigentes de la Izquierda Abertzale y aplicado de modo exhaustivo. Recordemos que esto ocurrió cuando, una década antes, la “guerra sucia” del Estado había finalizado y su represión era menor que nunca.

Con Oldartzen surgió una nueva generación de dirigentes, como Arnaldo Otegi y Joseba Permach en la Mesa Nacional de HB, David Pla, que transmigró a la jefatura de ETA desde Jarrai, organización juvenil de la Izquierda Abertzale y vivero de la Kale Borroka, o Eneko Compains, miembro de EKIN, sustituto de KAS. Todos ellos son ahora figuras relevantes de la esfera política. Los responsables intelectuales y materiales de Oldartzen se encuentran entre nosotros y nada dicen acerca de ese pasado. El artículo que cito pedía “una crítica y autocrítica profunda”. ¿Para cuándo?

(*) Historiador

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