Patxi Agirre
Y llegamos ya al año 1919, que considero un año determinante que establece un punto de inflexión en el que el nacionalismo vasco otorga especial relevancia a la cuestión social.
Así, los días 7 y 8 de diciembre se celebró el primer Congreso de la Federación de Juventudes Vascas, donde se criticó la “negligencia del partido en cuestiones sociales” y se pidió la confección de un programa social abertzale que subordinara la estrategia electoral a la llamada “cuestión social”
En aquella cita celebrada en Gasteiz, Manuel Irujo expuso un documento de conclusiones en el que se decía que “la Asamblea de Juventudes Vascas, haciéndose intérprete del ambiente que reina en todo el país y en el nacionalismo vasco, en orden al mejoramiento material y espiritual de todo hombre y considerando que la orientación actual oficial del partido no se ocupa debidamente de estas cuestiones urgentes” …. PLANTEA se acuerde una revisión general del Manifiesto-Programa de Elgoibar de 1908, para que sus principios básicos se amplíen y respondan mejor a las nuevas exigencias de la vida colectiva y de las libertades individuales , incorporando al Nacionalismo vasco, en todos sus órdenes, a las corrientes del progreso de la Humanidad”.
Se trata, bajo mi punto de vista, de un texto de gran alcance cuando menos desde tres aspectos: la prioridad concedida a la acción social, la apuesta por la modernización para conectar de manera adecuada con la sociedad y la apertura hacia nuevas corrientes de pensamiento no necesariamente de ámbito vasco.
En los meses posteriores a aquella cita juvenil, destacadas figuras como “Egizale” Antonio Villanueva, hablaron de “la orfandad que se ha tenido al obrero vasco por las autoridades del Partido”, “de la desconsideración patronal hacia las necesidades de la clase trabajadora”. En ellas, se resaltaba la tesis de “la gran oferta que el nacionalismo vasco podía realizar a las masas obreras”.
Ante la situación de zozobra provocada por el documento de Euzko Gaztedi Batza, el Euzkadi Buru Batzar (nada más lejos de la anquilosante, manipulada y manida frase de “en tiempos de desolación no hacer mudanza”, que sólo es un término ignaciano aplicable a la fe en Dios de un cristiano) convocó una Asamblea General en 1920 en Donosti.
Sin embargo, siendo este, tal como exponer el profesor Ludger Mees “el primer intento serio del nacionalismo de superar el neutralismo social”, lo cierto es que los resultados no estuvieron en consonancia total con los postulados defendidos por los jóvenes nacionalistas. La cuestión nacional prevaleció y el debate social quedó aplazado sine die.
Aunque se aprobó un texto que hablaba de la defensa de un “Régimen de justicia social”, la verdadera clave del avance de los planteamientos abertzales la encontramos en las ponencias previas.
En ellas, se hablaba de “subordinación de la propiedad privada al bienestar general”, en sintonía con el concepto de “función social de la propiedad” al que hemos hecho referencia anteriormente.
Y en dichas ponencias previas , Jesús María Leizaola (con 24 años) exponía sus críticas al sistema capitalista por basarse únicamente en la ley de la oferta y la demanda y Ramón Belaustegigoitia proponía la expropiación de los grandes terratenientes, propuesta ésta que fue recogida tan solo pocos años después por el Diputado Foral de Navarra Manuel Irujo que, en su batalla por hacer que las tierras pasaran a propiedad de los que las trabajaban, quiso crear en Tierra Estella una Junta de Colonización para acabar con los latifundios del Duque de Alba y del Duque del Infantado.
Como se ve, el proceso lento de transformación seguía incorporando aportaciones de signo progresista, no sólo en la rama de la Comunión Nacionalista sino en la escindida rama aberriana donde en la Asamblea de Zornotza de 1922 se acordó celebrar una Asamblea Nacional “dedicada al estudio del problema social en nuestra Patria”.
Tras el doloroso paréntesis de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) que generó un periodo de cierta hibernación del nacionalismo dados los impedimentos para un correcto desempeño de la acción política, la llegada de la II República (14 de abril de 1931) conllevó que el PNV, reunificado unos meses antes en la Asamblea de Bergara, intensificara su política en clave democristiana, acentuando su perfil social progresista y separando los planos religioso y político en su actuación. Todo ello en un contexto marcado por el laicismo republicano y una movilización católica sin precedentes.
No obstante, el periodo republicano también registró una coyuntura de contradicciones en el avance abertzale hacia posiciones progresistas. Un año antes de que la Asamblea Nacional celebrada en Tolosa abriera la organización a sectores laicos “se puede ser agnóstico y miembro del partido, eso fue la labor de Agirre y la mía” decía Irujo, la cuestión social en el Partido registró una serie de vaivenes.
Si bien como hemos indicado anteriormente, EAJ-PNV había impulsado, en aplicación de la doctrina social de la Iglesia, la creación del sindicato ELA, también se creó , con el apoyo de dirigentes del nacionalismo vasco, y desde una legítima interpretación de la doctrina social (la literalidad de la encíclica Rerum Novarum posibilitaba distintas interpretaciones), una interesante organización: la Agrupación Vasca de Acción Social Cristiana (AVASC).
Fue constituida en Bilbao en diciembre de 1931 como una organización políticamente neutral, católica e interclasista de apoyo al magisterio sacerdotal y a la difusión de la doctrina socialcristiana. Firmaron el documento fundacional destacados abertzales como Agirre y Leizaola y, también curiosamente, el sindicalista de ELA Manu Robles Arangiz.
No obstante, la aparición de AVASC, sustentada en torno a un eje bipolar “solidarismo-pronacionalista de un lado y la orientación patronal y eclesiástica de otro” generó una importante crisis dentro del PNV. El sector independentista de Eli Gallastegi, denunció su impronta capitalista y no abertzale. Desde la propia ELA se acusó a AVASC de actuar al dictado del empresariado exigiendo, por tanto, su total desaparición.
Eran críticas que ponían de manifiesto dos diferentes maneras de desarrollar la doctrina social renovadora impulsada primero por la encíclica Rerum Novarum y ratificada cuarenta años después en el documento Quadragessimo Anno de Pío XI: una primera, la protagonizada por AVASC, de carácter paternalista y corporativista y una segunda, la ejercida por ELA, de conformación de un sindicalismo puro, reivindicativo y autónomo.
Finalmente, el PNV, que anteriormente había tratado de integrar a AVASC dentro de su estructura orgánica, tuvo que zanjar, momentáneamente, la cuestión en 1934, a través del BBB (Bizkai Buru Batzar) y en 1935 José Antonio Aguirre, José María Izaurieta, Pedro Garate, Pedro Basaldua y Francisco Horn, todos ellos destacados miembros del PNV, abandonaron AVASC, considerándola “amarillista”, apoyada por la burguesía y hasta cierto punto, españolista.
Buen trabajo Patxi.
En los últimos escritos te paras en 1.939.Luego vinieron después de Santoña en 1937,la derrota,el exilio y la clandestinidad Después el europeísmo,la constitución,el tercer estatuto,la traidora escisión,Durante este tiempo se difumina el humanismo cristiano,nadie habla de ello,se oculta,se esconde en el baul del desván.
Más tarde se apoya una moción contra el centro derecha,de muchos cristianos,se apoya al nuevo frente popular con una inmensa mayoría,antihumanista cristiana,socialista,comunista,anarquista porque no la hay.
El pnv apoya últimamente leyes y políticas antihumanista,está claro.
Tan claro como el agua limpia que mana ininterrumpidamente de la fuente.