Rafael Suso (*)

Hay un común acuerdo. La globalización y sus crisis nos han unido en un mundo en el compartimos retos comunes. El cambio climático y la sostenibilidad (medioambiente, agricultura, núcleos urbanos), la salud y las pandemias, la pobreza y las desigualdades, la energía…, forman un entramado de desafios interconectados que no permiten acciones aisladas.

Un conjunto de Grandes Desafíos de naturaleza compleja, que ocupan el centro de las agendas públicas y de las estrategias corporativa. Su dimensión y efecto combinado obligan a la integración de los recursos de ambos sectores en la búsqueda de soluciones innovadoras. Y no dejan otro camino que el de la Innovación.

Pero, también hay un común acuerdo en que la cooperación es la ventaja del género humano. Ha sido el motor del progreso y el recurso que a lo largo de la historia nos ha permitido superar las crisis, sobrevivir como especie y definir el camino del progreso. La cooperación vuelve a ocupar el primer plano de la acción social. Y es que nos encontramos en un momento en el que nuestra capacidad de respuesta está limitada por un debilitamiento de nuestras convicciones y de nuestra confianza, de nuestra capacidad de hacer común.

Una rápida mirada a los titulares y contenidos de los medios de comunicación y de las redes sociales lleva nuestra atención hacia la confianza como valor en quiebra en nuestra sociedad. La confianza tienen un rol vital en el funcionamiento y cohesión de cualquier sociedad, independiente de su nivel de desarrollo y bienestar. Podríamos decir que la confianza es la energía que alimenta una sociedad. A mayores niveles de confianza mayor nivel de colaboración y, por tanto de acción social y económica, de superar las crisis y de preparación para el futuro. Una sociedad con altos niveles de confianza es una sociedad preparada y competitiva.

La confianza juega un papel vital en el funcionamiento y la cohesión de cualquier sociedad. Es la base sobre la que se construyen las interacciones sociales, las transacciones económicas y los sistemas de gobernanza.

  • Cuando las personas confían unas en otras, es más probable que participen en acciones colectivas, apoyen las instituciones sociales y contribuyan al objetivo común.
  • La confianza es una forma de capital social que facilita el intercambio de información, ideas y recursos dentro de una sociedad. Altos niveles de confianza pueden fomentar la innovación, la creatividad y el libre flujo de conocimientos, esenciales para el progreso social.

Cuando hay confianza, es más probable que las personas entablen un diálogo, lleguen a acuerdos y busquen soluciones pacíficas a los desacuerdos.

¿Cual es nuestra situación? Edelman (Trust Barometer) y Gallup (World Hapiness Report) llevan estudiando estos temas a nivel global, año tras año, desde 2001 y 2012 respectivamente. Dos estudios diferentes que nos conducen a una conclusión: en nuestra sociedad la confianza está en crisis.

Los datos referidos a España en su último informe de 2024 (Edelman Trust Barometer) sitúan la confianza en el Gobierno en un 36%; la confianza en los medios de comunicación en el 35%, y la confianza en las empresas 43%; valores por debajo, en todos los casos, de su correspondiente media global. En Confianza estamos peor que la media mundial.

Una situación que nos lleva a lo que Bo Rothstein (Gothenburg University) denomina trampa social: “una situación en la que los ciudadanos, grupos u organizaciones son incapaces de cooperar debido a la desconfianza mutua y a la falta de capital social, incluso cuando la cooperación beneficia a todos.” Y es que, admitámoslo, las personas solo cooperamos cuando podemos confiar en que los otros también cooperarán.

En síntesis, los grandes desafios de nuestro tiempo han devuelto el protagonismo a la cooperación, diferencia y principio fundamental del desarrollo humano; la cooperación sólo es posible sobre una sólida base de confianza; y la confianza ha entrado en crisis en los últimos 24 años.

Un estado de las cosas que sólo nos deja la alternativa de fortalecer la democracia ya que como bien señala Richard Sennet “la cooperación es el arte de vivir en la discrepancia». Anne Applebaum (The Atlantic, seis de Mayo 2024) nos despierta a una realidad no muy alentadora: las democracias están perdiendo la guerra de la propaganda, “los autócratas en China y Rusia hacen causa comun con los republicanos (Trump y su movimiento Make America Great Again) para desacreditar el liberalismo y la libertad a lo largo del mundo.” Su objetivo quebrar la confianza de las personas en el sistema democrático y en sus instituciones, hacernos ver y creer que la democracia y la libertad forman un sistema obsoleto, ineficaz para los retos del presente.

Situación que desde otro ángulo analiza David Brooks. En uno de sus últimos artículos (The New York Times) frente a esta guerra de descrédito nos plantea ésta misma cuestión con una nueva perspectiva: “cómo crear una sociedad que premie la decencia.” Brooks busca una respuesta alternativa al razonamiento de los populistas “que le dice al joven alienado: !Nadie te ama, yo te amo; nadie os dará trabajo; yo os daré trabajo; nadie te quiere, yo te quiero”.….. Acude a Howard Thurman (teologo y activista por los derechos humanos, influenciador de Martin Luter King jr) y a su libro “Jesucristo y los desheredados”. Su argumento es rotundo: “Cuando las redes de relaciones en una sociedad están rotas y son injustas, la transformación nacional debe surgir de una marea de transformaciones personales.”

Encontrar la respuesta a los Grandes Retos, frenar las mentiras de los populismos, son el desafio de una sociedad que está perdiendo la energía de la confianza. Esta es la cuestión a la que nos enfrentamos y a la que sólo podemos dar respuesta desde nuestro compromiso individual y desde nuestra capacidad personal de acción social. Fortalecer la cooperación es una vez más el camino de progreso: una cuestión de confianza.

(*) Fundación Arizmendiarrieta

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