Alfonso Goikoetxea (Orixe taldea)
1. Alain Badiou es un filósofo francés, discípulo de Althusser, con una trayectoria ideológica en la que resalta su etapa de fidelidad radical al maoísmo. Tras la caída de los regímenes soviéticos del Este europeo, llegó a influir directamente en la reformulación del movimiento revolucionario vasco a través del colectivo ‘J Agirre’ que transpuso su filosofía del ‘recomienzo del comunismo’ al bagaje de los revolucionarios vascos. En dos artículos, trataremos de aproximarnos a las claves de ese influjo.
2. A juicio de Badiou, los parámetros principales de la filosofía son el ser, la verdad y el sujeto. Hay estado instituido del ser, que son las estructuras y los saberes que conforman el orden establecido o statu quo, al que Badiou llama la situación. Es el ser capturado por un ‘Uno que no es’ que lo fija a la situación. Pero, hay una identidad del ser que se desenvuelve como múltiple indeterminado al margen de la situación (al borde del vacío), en tanto que escapa de ser fijado u ordenado por lo establecido. Cuando al ser advenga una falla o fisura de lo estructurado (vacío), puede producirse un acontecimiento que inicie una acción transformadora radical.
Badiou ha dado el paso decisivo para completar su re-comienzo del materialismo dialéctico. No hay un Dos estructurado (como proletariado, por ejemplo) que adviene en oposición al Uno que representa la situación. La nueva dialéctica es la que enfrenta al ‘Uno que no es’ con su negación, el ‘Múltiple que es’.
3. Es en estas coordenadas cuando se puede posibilitar el desencadenamiento de procesos de verdad. Verdad que se desarrolla contra las opiniones dominantes, que es heterogénea al statu quo y horada (como el viejo topo de la conocida metáfora marxista) y transgrede la situación. Los procesos de verdad se activan a través de un acontecimiento que, por estar impulsado por alguna (o algunas) de las múltiples expresiones del ser que se presentan desvinculadas de las estructuras del orden establecido, plantea a este orden un desafío que podría conllevar una ruptura inmanente. Esta ruptura se produciría en la inmanencia de la situación concreta, de forma inseparable de sus específicas circunstancias locales, cuando surge el sujeto y, a partir del acontecimiento que cuestiona las leyes de la situación, logra liberar un proceso de verdad. “Como si sólo hubiera sujeto donde hay un defecto de la estructura”, remataría Badiou.
4. El acontecimiento es un suceso imprevisible. Para Badiou, es una manifestación del azar creativo, y abre posibilidades que solo podrán materializarse si se asegura su desarrollo. Lo que nos enseña la doctrina del acontecimiento es que lo primordial es concentrar todo el esfuerzo prolongar sus consecuencias. Para ello es necesario que los sujetos se adhieran al acontecimiento, implicándose en su duración. La incertidumbre sobre la eventual fertilidad del proceso que irrumpe quebrantando la estabilidad de la situación (orden establecido) solo puede decantarse a su favor mediante una disciplina que fidelice a lo largo del tiempo a los sujetos con el acontecimiento.
De acuerdo con la visión que expone en El ser y el acontecimiento, toda política se concibe como un proceso real capaz de producir verdad en sí misma. La política muestra las fallas y defectos del orden, aunque no debe ser medida por sus resultados sino atendiendo al desarrollo del proceso de verdad que produce. De ahí que la política articule procedimientos de fidelidad a los acontecimientos, que se presentan azarosamente como cortes históricos que, ante las carencias del Estado y el orden establecido, convocan a las singularidades subjetivas a intervenir en el vacío de lo social. Para Badiou, desde la Revolución francesa toda política es igualdad. Dicho en sentido inverso, todo enunciado no igualitario es antipolítico.
5. La ética concierne a la sabiduría de la acción. Badiou identifica la ética con el desarrollo de los procesos de verdad. De ahí que apele a una ‘ética de las verdades’. La idea de verdad es universal e inobjetiva. Sin embargo, el discernimiento ético no se vincula a los valores de las Declaraciones Universales de derechos humanos que responden a una abstracción, sino que se dilucida en torno al acontecimiento que funda (que activa desde el vacío y no desde la particularidad de la situación) un proceso singular de verdad. Aquí particularidad y singularidad son términos antinómicos. Solo la singularidad tiene vocación de universalidad. El acontecimiento que inicia la singularidad universal es el Bien a proteger. Es la búsqueda del advenimiento de ese Bien lo que delimita el proceso de verdad y el Mal es todo aquello que lo contraviene. Por lo tanto, es éticamente correcta la conducta que sujeto que se mantiene fiel al acontecimiento liberador que antagoniza con la situación, identificada con el mal.
6. La lectura de Badiou nos lleva al recuerdo de la crítica que uno de los grandes exponentes de la tradición historiográfica marxista inglesa -Edward P Thompson- realizó a Althusser y su escuela. En ‘Miseria de la Teoría’, el historiador inglés argumentó que el grupo althusseriano era incapaz de aproximarse de forma concreta a “cuestiones referentes a los valores, a la cultura y también a la teoría política”. Cuestiones que, en el planteamiento de Badiou, estarían asociadas con las particularidades de ‘la situación’ de las que ‘se sustrae y no se identifica’ el acontecimiento. El mandato igualitario (para el proceso de verdad asociado a la política) que adquiriría este quedaría adulterado por esta cuestión.
En efecto, la idea de verdad de Badiou -universal, genérica, inobjetiva, infinita- se mantiene pura, incontaminada, esencial y etérea. Acaso, por eso ha de surgir a partir del vacío. Pero, esa es una pretensión antidialéctica. Lo universal y lo particular son opuestos que se condicionan de forma permanente. Esta es también la crítica que le hace Laclau, a pesar de que ambos se sitúan en una línea similar de re-comienzo, decantándose por que el nuevo sujeto debería irrumpir a partir del desarrollo del múltiple.
Sobre la “verdad política” hay dos aspectos que son como mínimo cuestionables:
En primer lugar, la ecuación “política = igualdad”, no está bien planteada, porque es parcial. Solo considera la universalidad (igualdad) y no la particularidad (individualidad) del ser humano. A la visión dominante unilateral que supone hoy en día el individualismo se le responde con otra visión parcial, esta vez universal, del igualitarismo. Pero un planteamiento político-social que no tenga en consideración ambos aspectos (universalidad y particularidad) del ser humano será unilateral.
En segundo lugar su “ética de las verdades”. Teniendo en cuenta que la ética revolucionaria debe juzgarse únicamente en función de como alcanzar dicha verdad (la igualdad), la imposición de dicha verdad queda completamente justificada.