Jon Urtubi
Al doble rasero nos lleva la filosofía oculta de la judeofobia, detrás de los mensajes pueriles que reivindican hoy la inocencia de las víctimas por el “genocidio palestino”. En el momento que Hamás inició el pogromo ya contaba con que las lanzaderas de misiles se escudarían detrás de los cuerpos de palestinos inocentes a los que se utiliza de cobaya y para los que la organización reserva un sitio en el tablero de oriente medio. Hamás está en la franja para condenar a los gazatíes a una miseria sin fin. Mientras, sus dirigentes viven en el extranjero y nadan en la riqueza y abundancia más obscena. Expropiación y robo que no será denunciado por los impostores presuntos defensores del pueblo palestino.
La judeofobia nos ha rubricado la máxima que se graba en el inconsciente colectivo: “los judíos son los grandes beneficiados por el capital occidental, la punta de lanza del injusto modo en que está organizado el mundo”. En cada judío hay un culpable. Los sepa o no. Nada que no haya sido dicho y pensado por Hitler o Stalin, personajes que no hubieran pensado contar con tantos seguidores en el siglo XXI. El judío vive como si no pasara nada, como si los árabes palestinos –abandonados por los mismos árabes- no fueran de su incumbencia. De nada vale que el único estado que reconoció el estado palestino resultante de la partición del 47 fuera el estado hebreo que nació. Israel no tiene que reconocer ningún estado palestino. Ya lo hizo. Todo lo que queda es que este se pueda constituir con garantías de seguridad para Israel. ¿Quién impide el estado palestino? ¿Hamás o Israel? Que el judío es el culpable es el axioma que anida en quienes expresan que el antisemitismo es cosa del pasado, que ya vale con estirar el crédito de las cámaras de gas puestas en funcionamiento por aquellos a quienes hoy se compara con el estado de Israel -el estado atacado- de la manera más canalla y perversa.
Sabemos que los kibutzim de Gaza -los que han sido exterminados- eran ocupados por gente humilde que quería hacer vida de frontera, y convivir con los palestinos de forma amistosa. Algunos de ellos eran comunidades agrarias, guiadas por una organización comunal y socialista basada en el respeto más absoluto a la libertad de la persona. Los líderes de Hamás son multimillonarios que esconden el dinero robado a los palestinos en cuentas corrientes depositadas en Occidente. Los millonarios atacando a los humildes en el nombre de los humildes. Y, todo este rocambolesco y torticero engendro ideológico es comprado hoy por gran parte de los medios de comunicación de la sociedad occidental. Donde los humildes pacíficos son los nazis, y los auténticos continuadores del holocausto –verdaderos opresores de la franja-, con su cúpula millonaria en Damasco, son hoy, los humildes.
De nada sirven las pruebas sobre la autoría de la destrucción del hospital Al-Ahli. Alguien se dejó de interesar por sus víctimas inocentes a la misma velocidad con la que se la adjudicaron al ejército de Israel. El desinterés de los periodistas occidentales, alcanza a investigar el modo en que Hamás y la Yihad lanzan sus cohetes hacia Israel. ¿Están lanzando cohetes a Israel? ¿Si? ¿Alguien lo sabe en Occidente? ¿Y, si los lanzan, no es una consecuencia de la ocupación? -Antonio Guterres, jefe de ese opaco y oscuro organismo denominado ONU, dixit-. El doble rasero es hoy la carpa que cubre la información sobre la guerra iniciada por Hamás contra el pueblo llano, pacífico y solidario del sur de Israel.
No nos cansaremos de repetirlo. El ser testigos de la injusticia nos mueve a ello. Esta es una guerra planeada e iniciada por Hamás para evitar la paz de Israel con Arabia Saudí. Esto no es un genocidio palestino. El único genocidio fantaseado es el de los judíos, que no se lleva a cabo precisamente porque existe el ejército de Israel. Las víctimas civiles de Gaza son parte de la estrategia de la guerra. Israel tiene todo el derecho de defender a sus ciudadanos por más que haya víctimas inocentes presas de Hamás que sufran las consecuencias de esa defensa. Tampoco es una guerra por el territorio. A Israel no le interesa Gaza, por eso salió de allá. Esta es una guerra en territorio exterior para quien la sufraga y la alienta, Irán. Quien no lo vea así, tiene todo el derecho a hacerlo, faltaría más. Pero que no ondee la falsa bandera humanitaria de los niños palestinos. Quien blande esa bandera tiene el mismo respeto por los niños palestinos que por los niños israelíes asesinados el 7 de octubre.