Imanol Lizarralde
Como argumento a favor del librecambismo, el economista bayonés Frederic Bastiat decía que Francia y España establecen una frontera y los vascos, a los dos lados, hacen de ella lo que quieren. Bajo el poder soberano de los estados, manaba silencioso el poder de las comunidades vascas. Así el contrabandista se convierte en una figura típica y mítica. Protagonista de guerras, de intercambios cotidianos e inspiración de obras literarias, la esencia del contrabandista consiste en convertir en ley la transgresión de la ley, por ser su ley más antigua y estar basada en la costumbre.
En un país donde, durante siglos, miles de personas se dedicaron a ello, Lezo de Urreiztieta representa el contrabandista por excelencia. Contaba con la absolución del cura del pueblo para el cual su oficio no era pecado ni vulneraba la respetabilidad. Lezo, además, lo elevó a las alturas del idealismo de servir a causas políticas que el tiempo ha demostrado eran de justicia. Su amigo, el líder socialista Indalecio Prieto, dijo de él que Pio Baroja nunca inventó un personaje más barojiano que Lezo. Sus hazañas reales harían empalidecer a muchos héroes de película.
Nacido en 1907, en Santurce, perteneció a la segunda generación nacionalista. Desde joven fue abertzale sabiniano, íntimo amigo y colaborador de Luis Arana Goiri y de Elías Gallastegui. y participó en la reunificación del PNV en 1930. Pronto abandonaría el partido, junto con unas pocas decenas de militantes. Pese a su postura crítica, por su independentismo radical, colaboró con el PNV, el sindicato ELA y el Gobierno Vasco.
Cuenta la anécdota que en plena época de la República, cuando los sindicatos españoles CNT y UGT quisieron borrar del mapa al sindicato nacionalista Solidaridad de Obreros Vascos, instando la expulsión de los barcos de todo afiliado a la central nacionalista, él mismo, junto con afiliados de ELA del PNV y algunos Mendigoxales, armados con fusiles y metralletas, irrumpió en las asambleas de CNT y de UGT en Bilbao, consiguiendo que ambas centrales admitieran, bajo firma de un acuerdo, el reconocimiento de ELA. Queda aquí reflejado su carácter expeditivo y su capacidad de resolución.
La mejor hora de Urreiztieta ocurrió en la Guerra Civil. A pesar de que Gallastegui y Luis Arana no eran partidarios de tomar parte en ella, él consideró que la neutralidad no era posible. Dos necesidades le surgieron al recién constituido Gobierno Vasco de José Antonio Aguirre: armas para el Ejército Vasco y el libre trasiego de las mismas a través de las fronteras y del mar. Pocas veces una sola persona adquiere tanta importancia colectiva como Lezo. El despacho de la Presidencia de Euzkadi y hilo telefónico del Ministerio presidido por Indalecio Prieto estaban abiertos para cualquier requerimiento del contrabandista. Lezo tuvo que viajar a lo largo y ancho de Europa y tratar con banqueros judíos, traficantes de armas, marineros de múltiples nacionalidades. En 17 viajes trajo armas, alimentos y personas. Su mayor logró fue romper el bloqueo de la flota franquista en abril de 1937, mediante el mercante Seven Seas Sprays, que, por el impacto mediático, posibilitó que una Gran Bretaña renuente tuviera que aportar ayuda humanitaria a Bilbao.
Lezo disponía de dos bases, una en Iparralde, en Donibane Lohitzun y otra en Bretaña, en Kerroch. Aquí tenía una gran mansión, una flota de barcos y más de un centenar de personas a su servicio. Tejió una red de agentes de la que él mismo era el más efectivo. Resulta admirable que un hombre de talla imponente, de mirada intensa y centelleante como Lezo, buscado hasta la extenuación, entrara y saliera como quería de Bilbao, Pamplona, Donostia, Laredo, Madrid o Asturias en la etapa más policíaca del franquismo. De esa manera, en los convulsos años del exilio y de las persecuciones nazis y franquista, trabajó para ayudar a escapar a los perseguidos, incluidos decenas de judíos. En 1948, a instancias de un amigo socialista, cuyo hijo se encontraba haciendo guerrilla en Asturias, Lezo consiguió llevar en barco a Iparralde a 29 guerrilleros socialistas.
La biografía de Josu Martínez (Lezo Urreiztieta: gudari de la utopia, Pamiela, 2022), basada en las serie de entrevistas de Martín Ugalde, muestra no sólo a un hombre de acción de ilimitados recursos sino a un militante con un pensamiento consistente. ¿Y el racismo, el integrismo, la violencia atribuidos por algunos a la ideología sabiniana? Como se puede comprobar, Lezo de Urreiztieta se dedicó sobre todo a salvar a personas, muchas de ella españolas. Interpelado por Prieto acerca de donde sacaba el valor y la templanza, Urreiztieta mencionaba su fe religiosa. En cada ocasión de peligro, en medio de una tempestad, Lezo se ponía de rodillas a rezar a la Virgen de Begoña. La razón que dio para salvar a los socialistas de Asturias fue la simple “fraternidad humana, cristiana”.
En cuanto a la violencia, recordemos que Gallastegui se consideraba un discípulo de Gandhi. Y que fue el mismo Luis Arana el que convenció a Urreiztieta de no atentar contra la vida de Prieto, cuando este era considerado como el máximo enemigo del nacionalismo. Luego, como he contado, Prieto y él fueron íntimos amigos y colaboradores. Sólo una vez más se planteó el uso de la violencia: cuando quiso matar a Franco. Previamente, en 1944, la red de espías vascos comandada por Joseba Rezola y Jesús Insausti había desarticulado un plan elaborado por los servicios franquistas para secuestrar a Urreiztieta (Jon de Recondo, Guernica: un testimonio, p. 288). Teniendo planeada el atentado en el tiempo de veraneo del Caudillo en Donostia, comprados los explosivos con los que volar el yate Azor, un correligionario le disuadió de acometerla por la represión que podría derivarse de ella.
Intentó plasmar la causa de la independencia vasca en dos ocasiones. La primera, en plena guerra civil, en noviembre de 1938, llevando en avión a Luis Arana a Londres con la intención de que este pactara con el gobierno la instauración de un protectorado británico bajo la forma de una República Federal de Euskal Herria. Este bello sueño, derivado de un proyecto de Sabino Arana, puede sonar a fantasioso, pero el gobierno franquista lo encontró tan creíble que en abril de 1937 ya había advertido contra el mismo al consulado británico de Hendaia. ¿Dónde queda aquí el “integrismo” de los Arana cuando pretendían una nación vasca, libre y democrática, bajo la bandera de un estado protestante?
La segunda ocasión fue tras la guerra mundial. Tuvo la idea de comprar una isla a México, en la Baja California, en la que instaurar una república vasca. Lo importante no es lo aparentemente descabellado del asunto sino la efusión de esfuerzos prácticos que casi la hicieron factible. Localizó la isla, implicó a Prieto, llegó a hablar con el ex presidente Lázaro Cárdenas. Urreiztieta no se paraba en soñar, quiso realizar sus sueños, poniendo en ellos toda su capacidad práctica, que no era poca.
En el franquismo, Lezo colaboró con ETA durante un tiempo. Sin embargo, su postura evolucionó de forma abiertamente crítica. Dijo en una entrevista de 1980: “Algunos son ya auténticos profesionales. Veo algunos de ETA que podían ser guardias civiles. En un primer momento estuve con ellos, les aconseje e incluso participé en algunas acciones, pero ya no… Masacrar a gente inocente, sacar dinero asustando a las gentes… Eso no”.
Urreztieta es el caso de un independentista vasco para el que las fronteras no existían, pues estas se podían transgredir o modificar. El de un militante que fue decisivo en dos guerras sin necesidad de matar a nadie. Por tales hazañas, y por ser un salvador de vidas humanas a gran escala, resulta difícil negarle talla heroica. La de un héroe sabiniano.