Alfonso Goikoetxea (Orixe taldearen izenean)
Es una de las respuestas recurrentes que se da desde los sistemas globales dominantes actuales ante las diversas iniciativas que se proponen para el estudio y posibilidades de actualización de nuestro modelo social tradicional. La etiqueta de folclorismo sirve de excusa general para no tener que dar más argumentos y se utiliza como barrera para no debatir sobre ello. Nuestro modelo tradicional se rechaza como una pesada mochila de la que habría que deshacerse, pues se lo asocia con una visión nostálgica propia de tiempos pasados.
Para superar esta etiqueta negativa de folclorismo es necesario plantear un contraste abierto con los dos sistema dominantes y en este empeño, la lógica dialéctica puede prestarnos una gran ayuda. ¿Por qué? La lógica dialéctica considera que la naturaleza de todas las cosas es contradictora, que el cambio es permanente y a la hora de analizar cada cosa concreta tiene en cuenta tanto su universalidad como su particularidad.
Desde esta visión y referida concretamente a la naturaleza de las personas podemos preguntarnos: ¿somos iguales o diferentes? La repuesta es: las dos.
- Desde la universalidad somos iguales. Tenemos una genética común, unos órganos comunes, una sangre roja, una mente racional,…
- Desde la particularidad somos diferentes. Tanto físicamente como psicológicamente.
De igual forma podemos preguntarnos sobre la regulación de las normas de convivencia. ¿Hay que tener en cuenta los aspectos humanos particulares o los universales? La respuesta volverá a ser: los dos.
Es cierto que todo cambia, las personas, los tiempos y los lugares también, pero la base de la sociedad sigue siendo la persona y su naturaleza sigue siendo dual. Y las respuestas a los problemas que plantea la convivencia deberían tener a ambos en cuenta.
Mientras el individualismo subraya las diferencias (particularidad), el colectivismo la igualdad (universalidad). Ambas tienen en común (a pesar de su oposición) que son planteamientos unilaterales.
Por su parte, nuestra cultura tradicional, en sus intentos de normalizar, tanto las relaciones personales, como entre personas y bienes materiales, ha respondiendo teniendo en cuenta ambos aspectos, plasmados en un “humanismo individualo-grupal” mencionado por Pedro Uriarte. Y tener en cuenta ambos aspectos a la hora de desarrollar formulas de convivencia no es hacer folclorismo.
Así, ante el conflicto individuo-sociedad, si analizamos el conjunto de las diversas normas reguladoras donde se han relacionado diversos sujetos (persona, familia, auzo, batzarre) en los diversos campos sociales (cívico-penal, económico, político) se manifiesta una lógica común:
- un aprecio tanto a la persona individual (particularidad)
- como a la comunidad (universalidad)
- una complementariedad, equilibrio y compromiso entre ambos factores.
Regulación cívico-penal. Por un lado, se regulaba y defendía el bienestar de la comunidad (universalidad), pero los fueros defienden también la defensa y garantías del individuo (particularidad) ante los procedimientos judiciales, civiles y criminales (protección de la morada, emplazamiento, prohibición de tortura, juicio garantizado…)
Regulación económica. El principio general era librecambista (particularidad), pero regulado por la intervención comunitaria, tanto en el precio fijado por los hombre-buenos como en el ámbito de venta (universalidad).
Regulación de la anteiglesia. La asamblea era abierta y en ella cada uno de los etxeko-jaun u otro representante de la casa, participaba en la toma de las decisiones grupales (universalidad). Estas decisiones comunes no interferían la libertad e iniciativa particular de cada caserío (particularidad). Los batzarres de las anteiglesias están, por igual, alejados del individualismo atomizado y anárquico, como del centralismo planificador.
Quienes así ordenaban su vida social tenían una “concepción individual-grupal” de las relaciones humanas. Nuestros antepasados, desde su “mente concreta” han sido capaces de desarrollar en la práctica una lógica comunitaria común y eficiente.
Por todo ello, aquí y ahora ¿sigue teniendo sentido esta lógica dual? Ante la confrontación antagónica entre dos sistemas globales unilaterales y su polarización (individualismo-colectivismo) aporta una posición equilibradora. Apreciando tanto a la persona individual (particularidad) como al grupo (universalidad), buscando un equilibrio entre ambos, nos puede servir de referencia para facilitar una transición del antagonismo a la colaboración.
La lucha por una nueva identidad vasca de raíz universal, que utilizando la forma ha pretendido anular el contenido, es lo que ha resultado realmente folclórico. El desarrollo sin rupturas, la continua adaptación del contenido respetando la forma es la vía humanista de construir la identidad. El patriotismo histórico es el que ha favorecido los dos aspectos de la identidad vasca, el realmente folclorista ha sido el rupturista, pretendiendo sustituir el contenido real por un sueño universal, que en la práctica ha resultado una pesadilla.
Artículo buenísimo.
La supervivencia del pueblo vasco a los largo de los siglos presupone que pervivió por razones que se manifiestan en el modelo de organización social y en el respeto por la persona, sin el cual no existe fuerza de cohesión comunitaria que resista.
El reto de los actuales vascos es preparar a nuestro pueblo para un viaje por la sociedad tecnológica en la que mantengamos estas características. Tenemos unas buenas instituciones, pero una sociedad debilitada tanto por el bienestar como por la debilidad demográfica. ¿Cómo dar vitalidad al pueblo vasco para que no se diluya en la globalidad? Nuestros antepasados marcaron el camino, como lo dice Goikoetxea.