Joxan Rekondo
Como hemos visto, Arizmendiarrieta asocia su idea de revolución a una dinámica del Tiempo ininterrumpida e innovadora. Las opciones paternalistas, conservadoras y dogmáticas se sitúan en las antípodas de esta visión. Podrían llegar a ser manifestaciones de quietismo e inmovilismo.
El paternalismo impide la promoción de las personas al someterlas a tutela. El conservadurismo representa un conformismo con el estatus. Y el dogmatismo es inamovible en todo lo que no se somete a su marco doctrinal. Específicamente el dogmatismo marxista, presupone una filosofía de la historia que, al anular la libertad, cierra el futuro a toda innovación[i].
Al apoyarse en la persona libre y su potencialidad creativa, el cooperativismo se obliga a estar en “la vanguardia de las innovaciones sociales, máxime cuando estas están demandadas por una conciencia de dignidad y de libertad, de justicia y solidaridad”[ii].
La visión arizmendiana del Tiempo como proceso que incluye continuidad y cambio innovador ha refutado, tanto en el ámbito del pensamiento como en el de la acción práctica, la tesis de la ruptura de la cadena histórica vasca. Esta ruptura implicaba la inutilidad de los valores y experiencias de la tradición (que se consideraban enyugados a una concepción rural y reaccionaria) para orientar a la sociedad vasca en una línea de progreso, frente a la fascinación que causaban las experiencias de moda que muchos creían que abrirían camino a la implantación en Euskadi de un régimen socialista de cuño marxista-leninista.
Hoy se puede comprobar, precisamente, que el desarrollo del país no provino de las ideas procedentes de lo que Arizmendiarrieta llamaría ‘producto de importación’[iii] sino de una fuerte dinámica innovadora, social e institucional, apoyada en una apelación constante y reiterativa a la solera y la fortaleza moral del carácter vasco tradicional.
Aunque esta perspectiva se remite a una continuidad narrativa del proceso histórico vasco, se desenvuelve en una dinámica evolutiva ininterrumpida. Es decir, el tiempo histórico es un tiempo de cambio permanente. Por el cauce de la historia, discurre el flujo heraclitiano, en transición perpetua: corriente continua, pero caudal siempre nuevo. Un devenir continuo con cambios y aceleración que se escapan de nuestras manos[iv], pero al que el ser humano dota de sentido: “las circunstancias no son buenas o malas… simplemente una realidad con la que hay que contar para actuar sobre las mismas”[v].
[i] JMA. El cooperativismo, ¿sirve para algo? TU, septiembre 1967.
[ii] JMA. El cooperativismo y Caja Laboral. Conferencia en Bilbao. Noviembre 1965. CLP, lib 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.
[iii] JMA. Lo que va con el hombre va con el pueblo. TU, dic. 1972.
[iv] JMA. Ley de vida. TU, nov. 1975.
[v] JMA. Un lustro de Caja Laboral Popular. 1965. CLP, lib. 08. Archivo Arizmendiarrieta, edición digital, 2008.