José Manuel Bujanda Arizmendi
Ha llegado a mis manos un libro de la editorial Galaxia Gutenberg de Barcelona publicado en noviembre, titulado “Laberintos de prosperidad”. Se trata de un libro de fácil lectura, de los que engancha desde el comienzo, divulgativo y accesible para el gran público. Los autores, Xosé Carlos Arias y Antón Costas son dos conocidos Catedráticos de Política económica (Universidades de Vigo y Barcelona respectivamente) autores ellos de un buen número de artículos y monografías sobre problemas de economía política, instituciones y reformas económicas así como de numerosos libros sobre dicha materia. Así mismo ambos dos son columnistas y analistas en varios medios de comunicación escritos y radio. Resaltar que no es la primera vez que ambos dos son coautores de un libro, así publicaron en 2012 “La torre de la arrogancia” y “La nueva piel del capitalismo” en 2016 en Galaxia Gutenberg.
El prólogo de Josep Ramoneda analiza las tesis del libro. Así, parafraseándolo, el libro trata de nuestro dubitativo y “amenazado” futuro próximo, mañana incierto y progreso en cuestionamiento. Avanza una pregunta inquietante: ¿La última mutación del capitalismo, financiero, digital y globalizado nos conduce inexorablemente al autoritarismo posdemocrático? Los autores, prosigue, intentan combatir el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad, y así buscan señales sobre las que construir una nueva transformación a través de un nuevo contrato social. Se preguntan si es realmente posible en el desequilibrado capitalismo actual encontrar un punto de optimización asumible como beneficioso a todas las partes.
En el libro se aborda dicha cuestión desde una triple vertiente, la filosófica, la política y la económica. El foco de la filosofía plantea una interrogante en torno a si ha llegado al final de su tiempo el humanismo moderno hijo de la ilustración y portador de una idea universal de la razón como garantía de progreso. Desde la mirada política se reflexiona de si esta democracia de generación moderna que encontró su sitio en el capitalismo industrial y en el marco del Estado-nación es viable a futuro en el capitalismo financiero en un horizonte de globalización. Y desde la vertiente económica se cuestiona si el capitalismo que hace del crecimiento horizonte absoluto y que coloca el valor del accionista como objetivo prioritario ¿puede el capitalismo subsistir sin entrar en el autoritarismo, ya sea por la vía del populismo de extrema derecha (liberal en lo económico y autoritario en todo lo demás) o del capitalismo de Estado modelo chino (una China, todavía llamada comunista, que parece haberse convertido en el estadio superior del capitalismo)? ¿Nos pillarán estas cuestiones a contrapié? ¿Nos encontraremos algún día que la democracia, tal como la conocemos, se nos haya ido y sin saber cómo ha sido?
Los autores apuestan por hacer frente a las desigualdades económicas y digitales como cuestión determinante en aras a favorecer, una digamos, reconstrucción democrática evitando así el riesgo de precipitarse hacia conductas autoritarias. Observan con preocupación riesgos de populismo en el horizonte como vía de expresión del malestar social fruto de una desigualdad creciente. Un populismo “atrápalo todo”, que incorpora tanto a la derecha radical o fascistoide como a las diferentes izquierdas más allá de la socialdemocracia.
Y así, para evitarlo proponen dos vías: un nuevo pacto social y una reconstrucción de la idea de comunidad como espacio compartido entre personas que se reconocen como iguales, aunque inmediatamente plantean sus dudas: ¿Quiénes serán los actores de esa nueva mesa del pacto social con suficientes intereses compartidos para llegar a acuerdos? y ¿Cómo aproximar las líneas paralelas cada vez más distanciadas entre poderes globales y resto de ciudadanos?
Ciertamente algo importante se están moviendo bajo las aguas (se dice en la contraportada del libro) aguas antes aparentemente calmas en lo que respecta a la economía y a la política democrática. Pero desde hace más de una década la insatisfacción sobre el comportamiento de la economía en algunos aspectos, los emergentes horizontes tecnológicos y un visible malestar de amplios sectores sociales han dado paso a crecientes deseos de renovación del contrato social vigente. En el orden de las ideas el cambio es perceptible, los dogmas que marcaron el final del siglo XX han dado paso a una conversación más abierta. Preguntas cruciales como cuál es el propósito de la empresa, qué papel han de jugar los estados en la economía, por qué importa la desigualdad, cómo repartir mejor los riesgos entre Estado, empresas y trabajadores, o conciliar la búsqueda de la eficiencia económica con la justicia social tiene ahora nuevas respuestas.
Los autores analizan la complejidad de una dinámica de cambios múltiples, entienden que el autoritarismo posdemocrático nos acecha amenazante en el horizonte y por ello, insisten reiteradamente, apuestan decididamente por sentar las bases de una gran transformación, un nuevo contrato social (cuestión clave para Xosé Carlos Arias y Antón Costas) para una economía que deberá ser digital, verde e inclusiva y que abra las puertas del futuro a la continuidad, mantenimiento, fortalecimiento e implementación de la democracia. Un nuevo contrato social para la prosperidad inclusiva que afronte la redistribución del valor añadido y la creación de ocupación aprovechando precisamente la experiencia de la pandemia como catalizador. Porque si no llega a concretarse esa gran transformación serán los poderes autoritarios los que pondrán orden al malestar social y para que las oligarquías campen a su aire.
Y a modo de reflexiones-conclusiones por parte mía, y ello con la quizás indebida audacia propia no reconocida de un lego en la materia pero con la humilde y firme voluntad de aportar, ahí van algunas: Necesidad de un nuevo contrato social y necesidad también de más inversión en desarrollo del talento como claves para combatir la desigualdad. Necesidad también de invertir en justicia social pues estas inversiones rinden a futuro dividendos económicos. Necesidad de abordar alianzas transformadoras que encaren desde el presente un futuro que está sin escribir y que será diseñado por lo que hoy hagamos y decidamos, o por lo que no hagamos ni decidamos. Necesidad de aceptar que no podemos seguir haciendo las mismas preguntas a unos problemas que no tienen nada que ver con los anteriores y menos dar las mismas respuestas a preguntas que ya no sirven. Necesidad de aceptar que el futuro en democracia sigue estando en nuestras manos, un futuro en democracia donde no es que no haya problemas sino al contrario, un oportuno cauce para solventarlos y dar cauce. Necesidad de darnos cuenta que las sociedades, la nuestra también, evolucionan tan rápido que dudo si tenemos la capacidad para entender lo que está sucediendo, intuyendo que dichas transformaciones y mutaciones en su velocidad de metamorfosis a menudo nos sobrepasan. Mirada pues responsable y eficaz de largo alcance que impida a futuro posibles y muy temidos precipicios autoritarios sobrevenidos. De alguna manera nos jugamos un futuro en democracia tal como la conocemos.
Termino, independientemente de las fechas en las que se publiquen estas líneas deseo muy sinceramente a los muy sufridos lectores y lectoras que hayan llegado hasta aquí que los vientos del 2022 soplen al unísono y les sean del todo favorables. Sea.