Josu de Letona

jon-juaristi_solchaga_orejaA propósito de la cooficialidad de las lenguas y del euskera, Jon Juaristi (Agravios y desacordes, El Cultural, 19-11-2021) describe “lo ideal”: una situación en la que no existieran lenguas oficiales y los ciudadanos pudieran dirigirse a la administración “en la que más útil les resultasen”. En el siguiente párrafo, con la típica pirueta juaristiana, afirma lo contrario: que el conocimiento de más de una lengua por parte de los “empleados públicos” “no resuelve necesidades existentes” “una sola lengua oficial debería bastar para todo lo necesario en la comunicación pública”.

Según Juaristi, la cooficialidad “no repara injusticias”. “no protege las lenguas minoritarias” y se remite al caso de la República de Irlanda o del País Vasco en la que la promoción oficial del gaélico o el euskera no han supuestamente “redundado en un incremento de la proporción de sus hablantes”. Reiterando el uso de uno de sus recursos retóricos, Juaristi, que se arrimó a Unamuno, se arrima ahora a otra gran figura para que le pueda dotar de la autoridad de su sombra. Dice: “como decía Stephen Dedalus de Joyce, si mis antepasados se plegaron dócilmente a una banda de extranjerizados y perdieron su lengua… ¿por qué debería yo aprenderla?”. Prosigue con otra afirmación: “la cooficialidad, obviamente, favorece a los nacionalismos”. Para concluir acusando a las administraciones autonómicas el que sustenten organismos destinados a promocionar sus lenguas autóctonas, por considerar que sirven “para imponer obligaciones y restricciones al conjunto de la población”.

De Joyce, remitámonos a la escena del Ulysses en la que el mismo Dedalus, Buck Mulligan y el inglés Haines están en Dublín, encerrados en la Torre Martello. Haines se dirige en irlandés a una sirvienta irlandesa y ella lo confunde con el francés. No hay que ser un lince para captar la paradoja que nos ofrenda Joyce, la de la criada que sirve al conquistador inglés mientras este le achaca su desconocimiento de la lengua de la que el mismo le ha despojado. Juaristi quisiera atraer a Joyce a su poco atribulada tribu. Pero Joyce no desprecia a Irlanda por no ser inglesa, sino por no ser suficientemente irlandesa. Difícilmente se podrá achacar a Juaristi de un exceso de vasquismo.

Preguntémonos, en el Bilbao de la postguerra, castellanohablante de forma abrumadora ¿Por qué aprendió Juaristi la lengua vasca? Se nos podría asegurar que ahora Juaristi ha cambiado de ideas. El mismo lo dijo recientemente: “si al cambiar de ideas se le llama romper con el pasado de uno, entonces casi todos rompemos con nuestro pasado”. Lo que le pasa a Juaristi, digo yo, es que no ha roto realmente con su pasado. Si algo une al militante de ETA, al troskysta, al Euskadiko, al afiliado del PSOE y al escritor de las venerables páginas del ABC es su odio congénito al padre, al PNV, por el cual, como dice el evangelio, “la boca habla de lo que el corazón rebosa”. En el escritor euskaldun que fue al principio de su carrera, eso se vivía como contradicción. Aborrecía al PNV pero escribía y hablaba en euskera. Ahora aborrece al PNV y desprecia el euskera. En este caso, al menos, si ha adquirido un cierto grado de congruencia.

El historiador Charles Tilly nos recuerda cosas tan elementales como que hay dos tipos de nacionalismo: el de las naciones con estado y el de las naciones que quieren un estado. El primero surgió antes que el segundo. Juaristi menciona “los nacionalismos” pero deja innominado su nacionalismo. ¿O es que el Estado español es el único lugar en el mundo en el que una administración central no representa a ninguna nación?

La cooficialidad de las lenguas se dio de la mano de un acuerdo de una inmensa mayoría de vascos y de ahí se traducen las políticas públicas. Cuando durante 30 años la población decide eso, no es correcto hablar de imposición “nacionalista”. No hay una cuestión que recabe tal consenso político y popular. Habría que constatar que la cooficialidad es materia de debate solo del Ebro para abajo, en Madrid, en las páginas de El Mundo. En la CAV hasta el PP está, aunque de modo descafeinado, a favor de la misma. Lo que hace pensar que la de Juaristi puede ser una elucubración para mayor gloria de sus lectores, mecidos en el sueño de una revolución que, como en la era de Franco, vuelva a instaurar el ideal juaristiano de una administración de lengua única.

Quien inquiera algún dato empírico que avale la afirmación juaristiana acerca de que la oficialidad de una lengua no sirve para su promoción, se encontrará ante un vacío nada oteiciano. Lo cierto es que, en el caso vasco, la cooficialidad ha servido para frenar el retroceso del euskera, es decir, para que no estemos como en Irlanda. ¿Es quizá esta una consecuencia no apetecida por Juaristi y por la que se mete en el fregado de denostar su cooficialidad? ¿Es qué el español no se ha impuesto en territorios en los que no se hablaba a golpe de oficialidad? Decir lo contrario sería negar los datos de la experiencia.

Si atendemos a la biografía de Juaristi, nos enteramos que este ocupó dos prebendas, la presidencia del Instituto Cervantes y la Biblioteca Nacional, cuya función era la de la promoción de la lengua española. En el panorama descrito por Juaristi de una lengua común comunicable para todos, que reina sin esfuerzo gubernamental ¿es necesario promover el español? Los muchos miles de millones destinados para tal encomienda ¿no son manifiestamente inútiles? Por utilizar las palabras de Juaristi, subvencionar la promoción de la lengua española ¿no sería engordar “una clientela dependiente del presupuesto” que se lucra de la economía productiva? Finalmente, ¿está bien que el estado imponga “obligaciones y restricciones” y está mal que lo hagan los gobiernos autonómicos? El liberalismo de Juaristi hace aguas cuando se trata de confrontarlo con su propia congruencia. Es falso, es otra de las máscaras de su galopante Edipo.

Dicen algunos judíos que existe “el hueso de la resurrección” del que Yahvé, el último día, recompondrá nuestros cuerpos de gloria. En un bello poema dedicado al judío Kafka, Edwin Muir habla de que aquel era capaz de encontrar, “en todas las hojas del pecado, la escritura de la Eternidad, la prueba salvadora”. ¿Dónde se encuentra el hueso de la resurrección de Juaristi? ¿Cuál sería su “prueba salvadora”? No los tramposos sofismas, no los ejercicios de embeleso que desgrana para los lectores del ABC y El Mundo. Sino seguramente el joven que, siguiendo la voz tronante del gran Gabriel Aresti, aprendió y escribió euskera, golpeando la roca con la vara de Aaron para que de ella brotara agua de vida.

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6 comentarios en «Jon Juaristi y el euskera»

  1. JELen agur

    Excelente articulo. En ocasiones maravilloso.

    Juaristi pretende esto. Polemizar a través de su fina prosa. Generar legión de seguidores y otro tanto de adversarios. Pero estar en la cresta de la ola al fin y al cabo. Esto por encima de todo.

    Porque las flagrantes contradicciones vitales e intelectuales en que incurre están plenamente justificadas por su objetivo mediático.

    Esta bien reflexionar sobre sus escritos pero no contribut¡yendo al pábulo que pretende.

  2. Pido disculpas pero conozco a Jon desde hace muchas décadas y creo que es un gran pensador y un lingüista muy notable.

    Pobre Jon. ¿Qué pecado ha cometido?
    Para un intelectual de nivel y un semiólogo de catagoróa globalmundial que hemos producido en los últimos sesenta años ahora resulta que debemos condenarlo al silencio y al olvido.
    Por no comulgar. Pues va a ser que no. Los que no pasarán a la historia son los que «comulgan». Como siempre, claro. La sumisión nunca fue un rasgo propio de nuestra cultura.

    Juaristi lo tiene muy claro y su mujer, Mila, mucho más.
    https://elpais.com/ccaa/2014/11/20/paisvasco/1416522946_175542.html

  3. Querido Manu, lo que dice el articulista de allá arriba nada tiene que ver con lo buena persona o cojonudo semiologo que sea Juaristi, que habría que ver cualquiera de las dos cosas, sino con la caradura que le luce a la hora de hilar argumentos.

    Lo de que no «comulga» o es un tío muy inconformista es que eso si que no se casa con que sea articulista del derechoso ABC o que sus libros sean publicados por la editorial Espasa. Vamos, Juaristi tiene toda la pinta de ser un mercenario de los poderes del Estado, subvencionado por este, ya que al fin y al cabo, como dice el artículo, ha ocupado puestos públicos, sólo posibles mediante el dedazo gubernamental.

    Juaristi, Manu, es el típico izquierdoso etarra que dio el salto de la rana a la derechona y como esta está tan alicaída de neuronas da un par de pases y se piensan que es uno de los suyos, una especie de gemelo químico de Luis Alberto de Cuenca. No, no, Manu, Juaristi puede dar el pego en los cócteles pero es un sinvergüenza de tomo y lomo, como se ve en su trayectoria personal, llena de peloteos a los que le dan la manduca.

    Manu, ten un poco de paciencia y rebate argumentos con argumentos y no con peticiones de principio que no vienen a cuenta.

  4. Erabat ados Txankete. Juaristi bezelako pertsonai bat, Cervantes Institutuko zuzendari dena eta Villa Cisneros sasi frankisten fundazioan hitzaldiak ematen dituena, ez duela «komulgatzen»? Bai horixe, horregatik dago hor. Komulgatzen tripontzi hori bota duelako baizik.

  5. » Nombres que arropan a Abascal, a los que habría que sumar los del patronato de honor de su fundación DENAES, como el columnista Gabriel Albiac; el economista Juan Velarde Fuertes; el catedrático Serafín Fanjul; el escritor Jon Juaristi; el sociólogo Amando de Miguel o la periodista de la COPE, Cristina López Schlichting, entre otros. No hay que olvidar al propietario de Intereconomía, Julio Ariza, quien en junio de 2018 aseguraba: “España necesita un proyecto político como el de Vox »

    Juaristi está perfecta y milimétricamente ubicado.

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