Imanol Lizarralde, Ion Gaztañaga
Los mitos políticos suelen tener una función de expresión de una voluntad, y así lo cantaba el bertsolari Txirrita: “los fueros que duraron mil años, nos los han quitado”. Era portavoz de la gran mayoría que vieron la abolición foral como herida abierta y reivindicaban como necesaria la reintegración foral.
Cuando el Lehendakari, desde la reintegración foral, plantea la reforma de nuestro autogobierno, se remite a ese espíritu que recoge en parte el ordenamiento actual, haciendo mención a unos Derechos Históricos previos. Una idea de la libertad originaria de los territorios forales (incluyendo a Navarra) que era algo que unió la opinión política desde el PNV hasta Ignacio Del Burgo.
Es evidente que estos territorios anteriores a la abolición eran diferentes de los actuales del mismo modo que el Estado español era diferente. Pero además de la conciencia de la libertad originaria e identidad común, hay evidencias de acción unitaria e intentos de una articulación política. Así en las “Cartas marruecas” se dice “El señorío de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y el reino de Navarra tienen tal pacto entre sí que algunos llaman a estos países las provincias unidas de España”. Y no en balde, en el siglo XVIII, serían los Ilustrados vascos los primeros que formularían el “Irurac Bat” y que tratarían de llevarla a cabo por medio de las llamadas Conferencias y la propuesta de la Junta General Bascongada.
El historiador Pedro José Chacón, en un artículo (DV, 17-9 ¿Era Euskadi soberana en 1839 como plantea Urkullu?) con apresuramiento y brocha gorda, pretende aclararnos que los fueros y las instituciones forales serían fruto de las reformas acometidas por los corregidores reales de Enrique IV “el impotente”, uno de los más ineptos monarcas de la historia de España. Un dictamen de las Juntas Generales de Gipuzkoa de 1807 pone en su sitio la función de esos cargos: “no puede el caballero corregidor pretender más representación que la de un testigo que concurre a escuchar cuanto se acuerde y resuelva la Junta”. Difícilmente podía tan disminuido corregidor arrogarse tan altos poderes.
Intenta también Chacón justificar la “soberanía” del monarca (absolutista, que supuso continuos ataques al régimen foral), pero los datos históricos lo contradicen. Así, Espartero, al decretar la abolición del Pase Foral en 1841, afirmará que era: “depresivo de la potestad de las Cortes, de la autoridad del Gobierno Supremo, (…) Y SOBRE TODO QUE ES INCOMPATIBLE CON LA UNIDAD CONSTITUCIONAL”. Sin representantes vascos en las cortes que les eran ajenas, sin poder para aplicar leyes, es imposible pues que hubiera “soberanía” española. Y la no-aplicación de dichas leyes no era algo retórico: en Bizkaia y Gipuzkoa se llegó a sancionar con multa primero y pena capital por último, los actos que en ejecución de leyes emanadas del “soberano”, fueran contrarios a los acuerdos de sus Juntas Generales.
Ya que el Sr. Chacón nombra a las tropas francesas, es procedente también recordar el informe del 26 de Octubre de 1810 de los Archivos Nacionales franceses que dicen: “Estos países (…) quedaron como unas pequeñas repúblicas bajo la protección del Soberano. (…) Estas que mantenían constantemente en el pleno de su autoridad a sus representantes, tenían en ellos un antemural contra los despotismos del gobierno. (…) El desorden de estos de dos Siglos (…), hacía que estas Provincias lo mirasen (al Soberano) siempre como un enemigo, contra el cual debían estar en guardia: su debilidad les permitía hablarle con entereza (…), y sus vicios les sugería medio de intrigas en otras; así siempre vencían (…). Este sistema seguido (…) por (…) patriotas (…), les ha servido para libertarse de muchas vejaciones (…)”.
Y es que al rey se le imponían dos barreras: la del Pacto (juramento de cumplimiento de los Fueros) y la del Pase Foral. Cuando en 1839 se firmó el Pacto de Vergara, se confirmaron los fueros “sin perjuicio de la unidad constitucional”, lo que significa que la idea de que anteriormente no estaban sujetos a esa prerrogativa ni a la soberanía regia, era evidente. La Guerra de la Convención (que Chacón plantea como probatoria de la “soberanía española”) nos mostró una provincia de Gipuzkoa que se ofreció unirse voluntariamente a Francia si se respetaban sus fueros.
En definitiva, los territorios vascos antes de 1839, poseían, pues, facultades políticas extraordinarias a las que Urkullu apela con toda legitimidad. Esta apelación no es exclusiva de los vascos, pues las sucesivas ampliaciones de la autonomía de Escocia se legitiman como un acto de “Devolución de Poderes originales” (Devolution Act) cuya fecha de referencia es 1707.
Fue la abolición foral la mayor causa de los problemas en el encaje de los vascos con la monarquía (y posterior Estado), pues fue impuesto a los vascos mediante la fuerza, como admitió Cánovas: “Cuando la fuerza causa estado, la fuerza es el derecho”. Pero si se abolieron las leyes y las instituciones no se logró abolir, en la mayoría de los vascos, la meta de la reintegración foral. “Navarra se unió a Castilla, sin abandonar sus fueros, así el pacto lo pedía”, como dice el Paloteado de las Coplas de Monteagudo que surgió en la Gamazada.
Cien años más tarde, la Constitución Española, por petición de los vascos, derogó las leyes de abolición con la intención de eliminar esa humillación de la memoria histórica. La disposición derogatoria deja un camino abierto que Iñigo Urkullu intenta transitar, en el proceso de materialización plena de los “derechos históricos”, “a los que este país no renuncia”, como dice la disposición adicional del Estatuto de Gernika.
Chacón, finalmente, hace una sugerencia a los gobernantes españoles: admitir el “concierto político” que propone Urkullu a cambio de que el PNV reconozca a España como “su” nación. En este punto muestra una psicología política que en España ha afectado tanto a la derecha como a la izquierda; la idea de la “trágala”: que cualquier concesión política es graciosamente otorgada por alguna autoridad superior, a cambio de que la otra parte “trague” con lo que le es indigerible.
La propuesta de Urkullu plantea superar esa tara de subordinación y avasallamiento. Propone dar un paso adelante en la convivencia entre una nación foral vasca y el estado español, tratando de marchar por un camino ya conocido y cuyas raíces se hunden en una historia de voluntad de libertad constantemente refrendada por generaciones de vascos.
«En definitiva, los territorios vascos antes de 1839, poseían, pues, facultades políticas extraordinarias a las que Urkullu apela con toda legitimidad. Esta apelación no es exclusiva de los vascos, pues las sucesivas ampliaciones de la autonomía de Escocia se legitiman como un acto de “devolución de Poderes originales” (Devolution Act) cuya fecha de referencia es 1707.»
Gara dice que el lehendakari “situó el futuro del autogobierno en los tiempos de los faroleros, antes del desarrollo industrial.” De esa cultura viene el igualitarismo vasco, la integración vecinal de los ciudadanos (incluso de los foráneos), las cooperativas, las ikastolas… En realidad lo caduco es plantear modelos, neoliberales o castristas, que terminan llevando a países industriales a la época de los faroleros.
JELen agur
También aquel suceso por el que Enrique IV perdió el título de Señor de Bizkaia al contradecir el fuero bizkaino, en favor de su hermana Isabel que fue Señora de Bizkaia antes que reina de Castilla. Y así se lo comunicaron a Enrique IV una delegación de bizkainos enviados por las Juntas.
JELen agur
Cuánto españolismo tras la desacreditación acelerada al lehendakari por su reclamación de cambios estatutarios en la dirección de la soberanía foral.
Qué conjunción de críticas al alimón del españolismo de los de “antes una España roja que rota” con los del derecho a decidir….SOCIAL.
Es, en el fondo, el mismo españolismo reaccionario, cavernícola y retrógrado en el que nos quieren sumir a los vascos.
Pero ¿como estamos los vascos en este tema?
Creo que muy empobrecidos de ideas. Solo se admiten las ideologías de laboratorio y mass media para hacernos olvidar lo que verdaderamente no es interesante.
La soberanía compartida que desde hace tiempo plantea el Lehendakari es el paradigma de una reintegración foral tan necesaria y sólidamente democrática y solidaria.
La izquierda abertzale muestra su músculo españolenco en el tema de la reintegración foral. Opinan lo mismo que los españoles más extremos, que los fueros eran antiguallas. Se remiten al derecho de autodeterminación que operó en la Unión Soviética con tanto éxito para las nacionalidades afectadas que cuando cayó el muro todas se independizaron. La garantía de una construcción nacional vasca es huir de esos falsos abertzales que odian lo vasco con toda la bilis.
Gran aportación, Sonia, al tema. Me imagino que el modelo de Bildu será el de Maduro en Venezuela, con esos apagones de luz tan característicos de los régimenes ruinosos bananero-bolivarianos.
La reflexión, mas que propuesta, de Urkullu es muy acertada pues no en vano da sentido a lo que se puede leer en la Constitución sobre ‘la no renuncia a los derechos históricos’. Adicionalmente, pone en un brete al discurso de Bildu al presentar un recorrido soberanista plausible, al menos formalmente. Por último, y no menos importante, descubre a muchos, especialmente jóvenes, que estas reclamaciones no nacieron hace 60 años.
JELen agur
Efectivamente, tal y como precisan los dos últimos comentaristas (Eduardo y Todo sirve….), Euskadi debe mantener el pulso en la reivindicación foral plena a través de la actualización del estatuto que permita una relación con el Estado bilateral y al mismo nivel en las materias transferidas y con respeto a las decisiones tomadas, lo que permitirá y afianzará una relación de mutua confianza.
El estatuto debe modificarse, actualizarse y es responsabilidad de todos los grupos en el compromiso a esa tarea, desde la perspectiva de cada uno. Y deben explicar bien cada uno sus posiciones, en lugar de limitarse a criticar “al otro”, porque ocurre demasiadas veces que la oposición se la conoce por la critica al adversario más que por lo que efectivamente propone.
Back to the past (Disneylandia en Jel )
Mendia ha recordado que el PNV «abandonó durante una década» la defensa del autogobierno y, en la actualidad, mantiene una «posición que no se atreve a llevar adelante». Un comentario ligado directamente al acuerdo suscrito por los nacionalistas con EH Bildu para acordar las bases y principios del ‘nuevo estatus’ que posteriormente Ortuzar y Urkullu congelaron en el proceso de elaborar un borrador de estatuto encargado al diputado Mikel Legarda. Según la también vicelehendakari, el PNV «duda de sus apoyos» y tiene aún presente «un capítulo de su historia que prefieren no acordarse».
Querido Liztor, tu nivel de creatividad roza el cero kelvin y tienes que acarrear-transportar esta insigne boñiga haciendo piña con las declaraciones mugrientas de Idoia Mendia, que pretende endosar a Urkullu las pocas virtudes del último Ibarretxe.
Digamos también que el «nuevo estatus» que se hizo con Bildu pasó a mejor vida para gloria de toda la humanidad y de los vascos en particular. Nadie esperaba que fueras a hacer alguna consideración personal sobre el tema que ya sabemos que hace tiempo se te terminó la mecha de pronunciarte por tí mismo. Sigue tus labores de escarabajo pelotero. Es para lo que vales.
JELen agur
Tal y como dice Eukene y Del Plan…, son los partidos los que tienen que coger el guante lanzado por el Lehendakari, en lugar de andar con perífrasis, menosprecios, y medias tintas. Si de la defensa del autogobierno se trata, el posicionamiento de cada uno de ellos debe ser inequívoco.
Como ellos dicen, y yo coincido, más parece que sea sólo el PNV el que pone negro sobre blanco en este problema con la publicación del libro del afeitado competencial que esta sufriendo nuestro estatuto.
Así que, como ellos dicen y yo tambien, lo que cabe esperar es una definición exacta de los partidos políticos en este temas y el nivel al que están dispuestos a llegar.
Gran párrafo este:
«Chacón, finalmente, hace una sugerencia a los gobernantes españoles: admitir el “concierto político” que propone Urkullu a cambio de que el PNV reconozca a España como “su” nación. En este punto muestra una psicología política que en España ha afectado tanto a la derecha como a la izquierda; la idea de la “trágala”: que cualquier concesión política es graciosamente otorgada por alguna autoridad superior, a cambio de que la otra parte “trague” con lo que le es indigerible».
Me ha parecido uno de los temas clave del conflicto histórico con el País Vasco. «Obligar» a alguien a que diga o haga lo que no piensa o siente.
Una gran lección de democracia la del Señor Chacón. Propia de España y su historia de tolerancia hacia el sentimiento del diferente
Andalucía. Juanma Moreno formaliza la petición de una Comisión Bilateral con Pedro Sánchez ➡ El presidente andaluz anuncia reuniones con Feijóo, Díaz Ayuso y Fernández Mañueco y no descarta a Urkullu
Curiosa respuesta estatal al » nuevo» estatuto proclamado por Urkullu donde se puede comprobar la acogida al mismo, ir de la manita con Ayuso, Feijóo ect…
Anuntxi ¿Ayuso y Feijoo están a favor de la reintegración foral? Que gran noticia, ¿por qué no aparece en ningún medio?