Jon Urtubi, Jon Elgezabal
Se equivoca la candidata del PP de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cuando dice que ella es la causante de la retirada de Pablo Iglesias del gobierno español y que España le debe una. Entrando en esa lógica, España le debería realmente una a Esquerra Republicana de Catalunya, que ha rechazado entrar en la “operación Rouras”, llamada así por la participación del líder de La Sexta en la misma, y que consistía en la formación de un tripartito ERC-PSC-Podemos en Cataluña a cambio del apoyo de la formación catalanista al gobierno español.
Los términos de ese posible acuerdo abarcarían desde la propuesta de un pacto fiscal hasta la posibilidad de una “consulta habilitante”, y constituirían, entre otras cosas, uno de los aspectos del “programa táctico” de Podemos en su operación de ir a por la “Tercera República”. ¿Qué cosa mejor que acumular las fuerzas de la izquierda y del catalanismo, restaurando ese eje histórico?
Los niveles de enajenamiento causados por los coletazos y la consiguiente putrefacción del “proces” y el hecho de que la otra extrema izquierda, la ubicada en el marco catalán, la de la CUP, lidere la estrategia independentista, y mantenga en la sumisión a ERC y JxCAT, ha llevado al traste a esta operación. La CUP se las vé muy felices en seguir removiendo la olla podrida del caldero catalán, donde además de la supina frustración que causa los estertores del “proces” contemplamos una ejemplar guerrilla urbana destruyendo el orden público a cambio de sacar la cara al camarada Pablo Hasel. La crisis institucional, policial, económica y política catalana todavía da mucho juego y la CUP dedicará sus desvelos para que todo vaya a peor. La ruptura revolucionaria todavía tiene escalones que subir.
La lógica del acabamiento de este gobierno español a la que alude alborozada Díaz Ayuso no responde a su persona sino a la falta de cohesión del estado español, de la que ella misma es cómplice. Nos espera una campaña en la que unos invocarán al fantasma del fascismo y otros al del comunismo, desatando riadas de demagogia que son pura toxicidad en el contexto de una sociedad castigada por la crisis pandémica.
La primera conclusión que debemos del movimiento acrobático de Pablo Iglesias es que a este le importa muy poco un gobierno de “gestión” de la pandemia y lo primordial es su programa de la “Tercera República” que sin poder proyectarse desde la alianza con ERC tiene la opción de la identificación Iglesias-Pasionaria del “no pasarán”, frente a Díaz-Ayuso. Pablo Iglesias comienza la campaña electoral de las próximas generales españolas con adelanto, propina un sonoro pescozón al inoperante-escindido Iñigo Errejón y deja en la estacada a su socio de gobierno el PSOE.
¿A qué se debe semejante voltereta? ¿Ese cambio de juego sorprendente por rozar lo esperpéntico? Podemos tiene que positivizar su estancia en el gobierno español y parece ser que las encuestas y los resultados sectoriales en el estado se lo ponían crudo. Las elecciones de Madrid podrían enaltecer la épica de la bipolaridad de una campaña en la que el es el “peso pesado” frente a la candidata del PP. Si su apuesta pierde (y no parece nada segura) Pablo Iglesias pasará a formar parte del basurero de la historia.
Iglesias actúa como un verdadero líder revolucionario carismático al típico estilo bolivariano: desde su perspectiva, se trata de profundizar los antagonismos en Madrid, hipocentro de la conmoción frentista que sacude al Estado. La clave podría ser la agudización de la polarización, que puede llevar al PP todavía más al extremo, y echar el cerrojo a cualquier desplazamiento del PSOE hacia el centro. La huida de Iglesias a Madrid se pergeñó precisamente en el momento que se filtraron las conversaciones entre el PSOE y C´s, dado que el mayor tahúr improvisador a este lado del Manzanares, el ínclito Iván Redondo, considera ahora que los mandatos de la mercadotecnia señalan ahora a la idoneidad de configurar un acuerdo con Ciudadanos. Con la actual configuración electoral, si el centro no se repuebla con una mayoría electoral sólida, será imposible sacar a España de esa geometría frentista. Habrá que estar ojo avizor a las cartas de Redondo porque es capaz de llamar a un apoyo generalizado al gobierno Sánchez, con tal de mantener a este en el poder. Iglesias busca destruir toda posibilidad de retorno del eje bipartidista, sostén de la estabilidad del régimen del 78. Y para ello no teme inmolarse. Ya llegará el tiempo (que, en Cataluña, le llegó a la CUP, con los resultados por todos conocidos) de gestionar el abismo político y las frustraciones posteriores con la intención de mantener la herida abierta ininterrumpidamente.
La intervención personal de Iglesias pretende someter al escenario político español a la urgencia de la espectacularidad de su jugada. No es de recibo que en una crisis de estas características, en la que Italia consigue la unificación de criterios de todos los partidos para la consecución de fondos europeos, en España se actúe como si nada. Precisamente el tener que gestionar una agenda política dirigida por la troika de Bruselas en relación a la millonada que recibirá España de la UE para gestionar los efectos de la crisis, unido al panorama que se avecina en el segundo semestre del año, con más de 5 millones de parados, no hacían muy apetecible el tener que poner la cara a los necesarios recortes que tendrá que afrontar el Gobierno. Iglesias abandona un barco a punto de chocar con un iceberg. Es coherente, por parte del populismo revolucionario de Iglesias, aprovechar la coyuntura para sus fines, que son de destrucción y de gestión de los cascotes de esa destrucción. En algún momento, algún partido, el que llegue al poder, tendrá que plantearse la labor de enfrentarse a la crisis económica-pandémica con medidas concretas que unifiquen a la sociedad y a los partidos. ¿Quién reconstruirá el centro político, en beneficio de la democracia y de la sociedad? Esa es la gran pregunta que, parece, nadie formula y por, ahora, no tiene contestación.
En este contexto, ya en el marco vasco, tendremos que decir que la política del PNV reluce como un diamante entre la quincalla. El PNV intervino con éxito para la no paralización de las actividades económicas a lo largo del Estado; formuló y consiguió la cogobernanza; convocó elecciones en un breve paréntesis pandémico y logró para su pueblo un gobierno de coalición de una envidiable estabilidad; ha ayudado en la estabilidad del gobierno español y finalmente, el Gobierno Vasco, es pionero en proyectos de reactivación económica y social, en aras a recabar fondos europeos. Eso quiere decir que su actual política está subordinada a las secuelas de la pandemia, está pegada a las necesidades urgentes de la sociedad. Esperemos que, en algún momento, el contraste sirva de enseñanza para España y los españoles. Mientras tanto, mantengamos la fe en nuestras instituciones. Si en España están Sánchez y Redondo el improvisador, en Euskadi contamos con el aval moral del Lendakari.
Para la izquierda abertzale, esta repentina maniobra es como un jarro de agua fría. Mirad lo que dice Martxelo Otamendi en Berrias:
«¿Tendrá malas consecuencias la decisión de Pablo Iglesias en las decisiones que el Gobierno Español está tomando para trabajar las consecuencias del contencioso político?».
Se refiere sin duda a los presos de ETA y las posibles medidas a tomar respecto a ellos sin el apoyo protector del Koletas. Pero hay otra cosa, Bildu que le cogió gusto a ser socio de acuerdos con el Gobierno de España, se puede quedar sin esa bicoca. Pobrecitos.
Aquí está el link.
https://www.berria.eus/paperekoa/1989/018/003/2021-03-16/iglesiasen-jokaldi-ulergaitza.htm
Me gusta mucho la foto de introducción al artículo.
Me recuerda a la película de Carlos Saura, «La Caza». Es la historia de unos cazadores que van de caza y se dispersan y al final acaban matándose entre ellos. Una parábola de la situación de España.
Totalmente coherente con la actualidad.